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Iniciativas para acercarse a África desde casa

En las próximas semanas tendrán lugar un buen número de eventos que nos invitan a acercarnos y conocer más de cerca el continente africano. Dadas las circunstancias, todas se podrán seguir de forma on line, lo que se convierte en una gran oportunidad para aprender, estemos donde estemos:

– El 9 de noviembre, a las 19.00 h, la Fundación Mujeres por África organiza un webinar sobre Liderazgo político de las mujeres en África. El objetivo es apoyar y promover las candidaturas de mujeres en el continente y,  para ello, algunas de las pioneras en política compartirán sus experiencias. Entre las participantes habrá varias ex presidentas, como Ellen Johnson-Sirleaf (Liberia) y Catherine Samba-Panza (República Centroafricana), así como varias mujeres que actualmente se encuentran participando en campañas electorales en sus respectivos países.

Mujeres en Africa.

Mujeres por África.-

-Los días 10 y 11 de noviembre, la Facultad de Comercio de la Universidad de Valladolid tendrán lugar las  X Jornadas Afroamericanas: Cambio Climático, «es tarde, pero es nuestra hora», en la que participarán Javier Andaluz, que se centrará en el cambio climático en África, y Óscar Carpinteiro, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid. La participación puede ser on line a través de este enlace.

– El 12 de noviembre, también a las 19.00, la organización Foro de Foros lanza el primer encuentro de su serie #ForoAfrica, con un encuentro en el que abordarán el papel de las mujeres en África. Para ello intervendrán, entre otras, Nicole Ndongala, de la Asociación Karibú, y Diakhoumba Gassama, de la Comisión de la Unión Africana y perteneciente a la Red de jóvenes expertos en VIH/SIDA. La inscripción puede realizarse aquí.

 

– Además, desde el 30 de noviembre al 30 de diciembre tendrá lugar la II Edición del Congreso 3 en Red, un completo evento el que se centrarán también en dos cuestiones:

  • Las mujeres africanas como motor de cambio. Una conversación en la que participarán, entre otras, la activista y escritora Remei Sipi Mayo
  • La lucha contra la crisis climática y la desertización en el continente, que contará con un invitado de excepción: Silas Siakor, defensor de la tierra en Liberia, y en el que se presentará además la experiencia de Mamadou Dia por un desarrollo sostenible en Senegal. – La inscripción es gratuita y puede realizarse desde aquí.

 

Richard Rive

Richard Rive (1931-junio 1989), considerado uno de los mejores escritores sudafricanos de relatos cortos, fue un firme opositor antiapartheid desde sus textos, aunque su figura no ha sido tan reconocida como la de algunos de sus coetáneos. Quizás por su fallecimiento prematuro, tan sólo dos años antes del fin del régimen segregacionista, o quizás por su carácter, al que muchos consideraban irascible, y en cierta manera arrogante. Arrogante quizás porque se empeñó en salirse de la línea que el futuro parecía tenerle guardada y logró convertirse en un personaje era extremadamente culto y reconocido en su país y fuera de él. Irascible quizás porque tuvo que enfrentarse a innumerables dificultades, por su condición de mestizo (“coloured”), pobre y homosexual.

Hijo de una mujer negra y de un trabajador de origen afroamericano que les abandonó a los tres meses, Rive se crio con su madre y los hijos anteriores de ésta en una de las zonas más deprimidas del Distrito Seis, en Ciudad del Cabo. No eran de las familias más pobres del barrio, pero nunca hubo lujos en su casa. No tuvo problemas con sus hermanos, pero él era de un padre diferente, su piel era claramente más oscura que las suyas y, además, existía una gran diferencia de edad con ellos. En el colegio siempre fue buen estudiante y pronto comenzó a destacar con su escritura, pero desde muy joven tuvo que lidiar con su orientación sexual, tarea harto difícil en los años 40.

Pronto consiguió trabajo como profesor, empezó sus estudios en la Universidad de Ciudad del Cabo y empezó a colaborar con una de las revistas más importantes de la época, Drum Magazine, dirigida entonces por Es’kia Mphahlele. Más tarde publicó The Bench, [ver recuadro] en la que se atreve a plantear la idea de un negro que decide sentarse en un “banco sólo para blancos”.

The Bench  (El banco) 

Una historia corta en la que Rive toma prestada la historia de Rosa Parks y su desafío al sentarse en un asiento para blancos en el autobús y la traslada a su Sudáfrica natal. Una historia en la que, en unas pocas líneas, narra la toma de conciencia de un ciudadano normal frente a la discriminación que sufre en su día a día. Un hombre acostumbrado, quizás convencido, de que los negros eran inferiores y debían aceptar las convenciones establecidas. Hasta que escucha un sencillo discurso en la calle en la que dos hombres y una mujer dicen cosas que nunca antes había escuchado. Cosas como que no hay coloureds, negros o blancos. Que todos son seres humanos dicen. Y que cada uno puede revelarse ante las normas injustas. Y al protagonista, Karlie, esto le suena bien. “Tiene sentido”, piensa, “aunque es peligroso pensar esto”, se dice. Pero ya no puede dejar de pensarlo. Y esto le lleva, sin pensarlo realmente, a lanzar su propio reto contra las Leyes del Apartheid. A sentarse sin más es un “banco para blancos” y pasar allí el rato. A encenderse un cigarro tranquilamente, esperando lo inevitable. Hasta que lo inevitable pasa y la policía termina golpeándole y llevándoselo esposado. Pero mientras se lo llevan, Karlie sonríe, no le importa; ha sido capaz de llevar adelante su pequeña gran insumisión contra la injusticia. 

El texto puede leerse completo aquí

Para entonces, Rive ya había logrado un considerable estatus: un coloured educado, viajado y extremadamente culto. Más tarde, en 1964, logra publicar su primera novela, Emergency, en la que narra la historia de un tipo que se encuentra, sin quererlo, en medio de la revuelta contra la Ley de Pases de Sharpeville, que terminó con el asesinato de 69 personas. Esta novela, que tuvo una extraordinaria acogida en el extranjero y que daba cuenta de lo que estaba sucediendo en Sudáfrica, fue absolutamente silenciada dentro de su país, convirtiéndose en la primera en ser prohibida por el Apartheid.

Richard RiveEn 1965 logró una beca para estudiar en Estados Unidos, donde más tarde realizaría también su doctorado. Podía haberse quedado allí, como hicieron muchos otros, pero siempre tuvo claro que quería volver a Sudáfrica, cosa que hizo al año siguiente, retomando su puesto como profesor. En las dos décadas posteriores, continuó formándose y escribiendo, participando en conferencias en Europa y ganando diversos premios literarios en su país. Pero fue en 1986 cuando escribió la que se convertiría en su novela más famosa, Buckingham Palace. Distrito seis, que tuvo un gran reconocimiento, traduciéndose a diversos idiomas.  En ella compone un retrato del lugar donde pasó sus primeros años de vida y de donde sería expulsado junto a su familia a causa de la Ley de Agrupación por áreas.

The Bench_Richard Rive

Richard Rive
Portada de la novela ‘Emergency’, de Richard Rive, en su edición de 1970 de Collier Books.

Para entonces, aunque el Apartheid seguía muy vivo y la represión era constante, las cosas habían cambiado ya mucho. Si en los 60 su novela Emergency había sido prohibida, ahora Buchiknghan Palace iba a ser estrenada oficialmente en el Baxter Theatre, en Ciudad del Cabo. Sería el 2 de junio de 1989 y el propio Rive pudo asistir a la primera función. Era probablemente el momento más álgido y dulce de su carrera. Sin embargo, la desgracia acechaba a la vuelta de la esquina. La noche siguiente al estreno fue apuñalado brutalmente por dos jóvenes a los que había invitado a su casa y con uno de los cuales mantenía una relación desde hacía unas semanas. Un suceso extraño, en el que los hechos no quedaron muy claros, aunque los dos jóvenes fueron condenados por asesinato.

El autor no viviría, por lo tanto, para ver el final del Apartheid, que tuvo lugar en 1991. Un final en el que él también había participado, aunque fuera a su manera y desde la distancia. Richard Rive no fue un activista al uso. No luchó en las calles, no participó en las manifestaciones ni movilizaciones sociales, pero no dejó de usar sus textos para desafiar al Apartheid y denunciar las desigualdades raciales (también las que situaban a los “coloureds”, el grupo al que él pertenecía, por encima de las poblaciones negras). Pero incluso aunque sus libros fueran claros en la denuncia, quizás no fueron tanto sus obras ni sus enseñanzas como profesor lo que hicieron de él un “participante indispensable” en la lucha antiapartheid, sino su propia vida y su forma de vivirla, “demostrando que las personas negras y coloured también podían ser eruditas, productivas, prolíficas, creativas y exitosas”, tal y como señalan desde el proyecto South African History Online.

Buckingham Palace. Distrito Seis

Nada más instaurarse, el Apartheid comenzó a dar pasos en su política segregacionista y estableció las Leyes de Agrupación por Áreas (1950, 1957 y 1966), por las que el gobernador regional tenía potestad para establecer diversas zonas para cada “grupo” de población: negros, blancos y coloureds (mestizos). Una separación que se hacía posible gracias a una ley anterior, la Ley de Registro de población, por la cual una junta de clasificación establecía el “estado racial oficial” de cada persona.

Buckingham Palace. Distrito Seis
Un grupo de niños observa la destrucción de su barrio, en el Distrito Seis, en 1974. Foto: South African History on line.

Estas leyes de agrupación por áreas supusieron el desplazamiento de más de tres millones de personas negras y mestizas de los lugares en los que vivían. Zonas que se consideraban demasiado céntricas, o demasiado buenas para la población negra, y que se fueron determinando en función de las necesidades de quienes gobernaban. Una de las primeras fue Sophiatown, un hervidero cultural a pocos kilómetros de Johannesburgo, que fue destruido por las excavadoras en 1955 para dejar a espacio a un barrio sólo para blancos que se denominaría Triunf.

Una década más tarde le llegaría el turno al llamado Distrito Seis, en Ciudad del Cabo. En 1966, este barrio fue designado a “White área” y dos años después empezaría a ser destruido. Más de 60.000 personas se vieron forzadas a abandonar sus hogares, a cambio de unos tristes y desvencijados casas en zonas como mucho más alejadas de la ciudad, generalmente en torno a los Cape Flats.

Buckingham Palace. Distrito Seis”, el libro del que hoy vamos a hablar, relata la historia de este mítico barrio, uno de los más vibrantes de la ciudad y uno de los pocos en el que sus habitantes y descendientes han conseguido mantener viva su memoria. A ello colaboró este libro, publicado por Richard Rive en 1986 y que en pocos años fue traducido a diversos idiomas, entre ellos el español, gracias al trabajo de la editorial Alcor, ya desaparecida, que tan sólo dos años después lo incluía en su colección ‘Las otras culturas’, dirigida por Carmen M. Alsinet.

Buckingham Palace. Distrito Seis
Portada del libro Buckinghan Palace. Distrito Seis, de Richard Rive.

A través de Buckinghanm Palace, que da nombre a una recóndita y destartalada zona del barrio, conocemos sus habitantes, con sus juergas, sus chanchullos, sus penas y su día a día. Contado de manera ágil, con humor, con brutalidad incluso en ocasiones, sin detenerse en las miserias y poniendo el acento en los buenos momentos, Rive nos va presentando a una serie de personas que terminan conformando una verdadera familia. Disfuncional, heterogénea y atípica, pero familia al fin y al cabo. El barbero, los matones del barrio, las chicas del prostíbulo, el pastor: gentes que apenas tienen para llegar a fin de mes y que sobreviven con métodos más o menos lícitos, que se ayudan a veces y pelean otras, que fisgonean y critican a sus vecinos pero que también los defienden a golpes, si es necesario. Personajes que no tienen más nombre que Zoot o Mary, o incluso sólo un mote, El Guapito, o La Mariposa; cada cual con su historia a cuestas, con sus dificultades, sus aciertos y sus errores, pero todos gentes que habían encontrado un lugar donde vivir, compartir y disfrutar los pocos ratos que la vida les permitía: la Navidad, los mercadillos recaudatorios de la Iglesia, el picnic de Año Nuevo, las fiestas repletas de cerveza casera de los viernes por la noche…

Fueron años en los que aquellos que vivíamos en el Distrito Sexto creímos que viviríamos allá para siembre, que si alguien nos echaba sería por no haber pagado el alquiler (..) Nadie ordenaba a nadie que se mudara debido al color de su piel.

 Dividido en tres partes (Una mañana de 1955; Una tarde de 1960; Una noche de 1970), que dan cuenta de la evolución del barrio a lo largo de estos 15 años, las dos primeras presentan los personajes y dan cuenta de los lazos que se entretejen entre ellos, mientras que la última certifica el final del barrio. Ésta comienza con la llegada inspector Engelbrecht, enviado por la municipalidad. En su delirio racista, el orden del Apartheid lo apuntaba todo. La administración enviaba a sus funcionarios a tomar nota sobre los nombres, profesiones, edades y, por supuesto, grupo racial al que pertenecían quienes vivían en cada casa. Meses después llegaban por correo las órdenes de evacuación. Y entre tanto, se ofrecía a los expulsados algún cuchitril infecto en cualquier lugar de la ciudad.

1970: “Cinco años antes, el Distrito Seis había sido declarado zona de residencia sólo para blancos. Luego vino la ira, la frustración, las protestas y los mítines. Las destructivas excavadoras comenzando su trabajo de castigo, y mi familia embarcándose en su pequeña diáspora”.

Nos desperdigamos en muchas direcciones (…) Todo aquel que vivía en el Distrito moría un poco cuando le echaban. Muchos morían espiritual y emocionalmente (..) Partir es morir un poco. Todos nosotros morimos un poco cuando partimos del Distrito.

Muchos fueron obligados a trasladarse a diminutas casas tipo caja de cerillas, situadas en barrios que eran como grandes cajas de cerillas. (…) Había una diferencia esencial entre esos antiguos lugares y los nuevos. El distrito Sexto tenía alma”.

“Se habían llevado nuestro pasado y dejado los escombros. Habían demolido nuestro espíritu y habían dejado ladrillos rotos. Habían destruido nuestra comunidad y dejado polvo y recuerdos”.

Esta tercera parte es, sin duda, la más intensa, la más emotiva. Cuando ya el lector ha tomado aprecio a este particular grupo de parroquianos; cuando ya ha conocido la terrible historia que esconde Katzen, el casero de muchas de las casas del barrio; cuando vislumbra el amor entre Moenea y El Guapito, lo que se encuentra es con que todos han de ir rindiéndose a la evidencia de que más temprano que tarde, han de abandonar el barrio. Unos aceptan las casas del ayuntamiento, otros marchan a casas de familiares; las parejas se prometen visitas y algunos se consuelan diciendo que estarán mejor lejos, con una hermana, con un padre o con una tía lejana… Sólo Zoot, antiguo poeta callejero, inadaptado y rebelde, deja un pequeño poso de esperanza:

Este no es el fin. Es solo el principio. Los codiciosos nos han arrebatado nuestras casas pero tendrán que responder por ello. Pensaron que nos habían reducido a la condición de untermenschen, pero se equivocaban. Nosotros somos la prueba viviente. Hemos de contar nuestra historia a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Tiene que saber la verdad”.

Y sin duda lo consiguieron. Buena muestra de ello es el Museo de District Six, que todavía hoy se mantiene en pie en el centro de Ciudad del Cabo, recordando a todo el mundo la historia de todos los Zoots, Moenas y Marys que fueron expulsados de sus hogares por las políticas del Apartheid.

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. El resto de entradas pueden encontrarse aquí:

I.- Años de infancia y toma de conciencia
II.- Nelson Mandela, la llegada a Johannesburgo.
III.-La instauración del Apartheid.
IV.- Condenado a cadena perpetua
V.- Los años más duros
VI.-

También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

El Apartheid de Daniel Malan, instaurado en 1948, puso en marcha sus primeras medidas inmediatamente: y no sólo contra la población negra, que era el principal destinatario de sus odios, sino contra todo lo que supusiera una oposición a su forma de mirar el mundo. Así, a los pocos meses de estar en el poder, aprobó la ley de Supresión del Comunismo, convirtiendo en crimen, penado con un máximo de 10 años de prisión, el mero hecho de ser miembro del Partido. Al año siguiente, en 1949, se hizo explícita la prohibición de matrimonios mixtos, que afectaba también a cualquier acto romántico o sexual entre personas de distintas razas.

Todo esto hizo reaccionar al Congreso Nacional Africano y la organización adoptó un programa de boicots, huelgas, resistencia pasiva, protestas que suponía un cambio radical con su política anterior: hasta entonces, el CNA siempre había mantenido sus actividades dentro de la ley. Estas acciones supusieron un enfrentamiento dentro del partido, lo que llevó a cambiar la ejecutiva en el año 1952. Es entonces cuando Mandela es elegido uno de los cuatro vicepresidentes. Pronto, su cargo le hizo ser merecedor de una de los famosas  prohibiciones del Apartheid: condenas que implicaban no la encarcelación de la persona pero sí el aislamiento más absoluto: prohibición de reuniones, encuentros, participación en actos públicos…

Manifestación-en-Cape-Town-contra-el-encarcelamiento-de-líderes-del-Congreso-Nacional-Africano
3 de marzo de 1960. Manifestación en Ciudad del Cabo contra el encarcelamiento de líderes del Congreso Nacional Africano. Ese día, más de 100 personas fueron arrestadas por la policía. Imagen: AP Photo

Mientras tanto, además de participar en la lucha contra el Apartheid, Mandela ha continuado su vida, y en 1952 abrió su propio despacho, donde trabajaría con el gran Oliver Tambo. Trabajo no les iba a faltar, desde luego, puesto que los negros buscaban desesperadamente ayuda legal, teniendo en cuenta que era un crimen beber en una fuente de sólo blancos o estar por la calle después de las 11 de la noche, o no tener el libro de pases, o tener mal la firma en el libro, vivir en ciertos sitios, no tener sitio para vivir…

Las medidas del gobierno eran cada día más duras y represivas, tanto que el propio Mandela llegó a declarar en público que había terminado el tiempo de la resistencia pasiva, que la violencia era el único arma que podía acabar con el apartheid. Declaraciones de las que luego tuvo que retractarse, obligado por la cúpula del CNA. A pesar de ello, llegó a idear un plan junto a Walter Sisulu: irían a China para que les ayudase a armarse para la lucha. Cuenta Mandela en sus memorias que, efectivamente, Walter llegó a China, se entrevistó con algunos dirigentes y volvió ilusionado y envalentonado. Pero de las armas, ni rastro.

Leyes represivas y libertad de prensa censurada

La situación empeoraba por momentos y las nuevas leyes hacían casi imposibles- y muy peligrosas- las viejas vías de protesta en forma de concentraciones masivas. Los periódicos tenían prohibido publicar las noticias sobre las manifestaciones, las imprentas no imprimían sus folletos y era casi imposible comunicarse.

 

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid
La Ley de Educación Bantú, promulgada en 1953, imponía una educación de segunda clase para la población negra, con el objetivo de que se dedicaran solo a los trabajos que los blancos no querían hacer.Esto se sumaba a la ya de por sí masificación que había en las aulas, como se ve en la foto, por la falta de recursos destinados a la educación de negros y coloureds.

Mientras, se seguían promulgando leyes que atentaban directamente contra la dignidad de los ‘no blancos’. En 1953 se aprobó la Ley de Educación Bantú, por la que los africanos no estudiarían más de 6 o 7 años y serían enseñados a hacer tan sólo las labores que los blancos desechaban y poco después se aprobaba la que iba a crear los llamados “Bastuntanes”: zonas de ‘desarrollo separado’, donde los negros serían enviados a vivir para esta completamente separados de los blancos. Era el fin último del Apartheid, pero por supuesto, estas zonas –de las que se crearon ocho-, algunas del tamaño casi de Extremadura- eran las peores, en cuanto a condiciones climáticas y de riqueza del suelo. Suponía que el 70% de la población viviera en un 13% de la tierra.

 

Mapa de los bantustantes de Sudáfrica
En 1959 se implementó oficialmente la separación de los bantustanes en Sudáfrica. Eran zonas que el Gobierno consideraba ‘autónomas’, y que estaban destinadas a la población negra. Se llegaron a crear hasta 20 de estos territorios, que funcionaban de modo similar a los de las reservas indias y estaban formados, generalmente, por las peores tierras del país.

Ante esta situación, la lucha continuaba sin descanso y a mediados de la década de los 50, prácticamente toda la ejecutiva del ANC había sido prohibida o arrestada. Mandela fue encarcelado por unos meses y a su salida se encontró con que su matrimonio se había tornado insostenible. Su mujer no podía continuar con un hombre tan implicado en la lucha, así que decidieron separarse. Fue entonces cuando conoció a la que sería su mujer y compañera de luchas durante buena parte de su vida: Winnie Mandela. Fue un amor a primera vista, según cuenta en sus memorias, y se casaron al poco de conocerse, el 14 de junio de 1958.

En este final de década comenzaba la era de las independencias africanas, que tuvo su primera explosión con la emergencia de Ghana, dirigida por el panafricanista y líder anti apartheid Kwame Nkrumah, lo cual alarmó mucho a los miembros del gobierno.

Pero los vientos de libertad no llegaron, ni mucho menos, hasta Sudáfrica. De hecho, ese mismo año, el  8 de abril, el Congreso Nacional Africano fue declarado ilegal, por lo que sólo el hecho de ser miembro del partido podía ser penado con la cárcel. Sin ir más lejos, en 1963 tuvo lugar la matanza de Shaperville: Un pequeño tonshwip al sur de Johannesburgo en el que  la policía disparó abiertamente contra una multitud desarmada y tranquila. 60 personas resultaron muertas, todas por tiros en la espalda, y más de 100 personas fueron heridas. Fue una enorme masacre y ese día los medios sí estuvieron ahí para cubrirlo. La matanza fue portada alrededor del mundo, una crisis de gobierno y una gran protesta mundial. En el interior, la ciudadanía respondió de la única manera que podía, con más manifestaciones, ante lo que el Gobierno declaró el Estado de Emergencia, suspendiendo la mayoría de los pocos derechos civiles que les quedaban a los negros.

(Continúa aquí)

 

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. La primera parte puede leerse aquí: Nelson Mandela, sus años de infancia y toma de conciencia.
También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

 

(…) Los pases de los primos estaban en orden, pero además necesitaban un permiso especial para salir de ‘la zona’ que se las había asignado para vivir. Así que viajaron casi como polizones tomando trenes, autobuses y pagando alguna que otra desorbitada cifra para que les llevaran en coches particulares hasta que por fin llegaron a Johannesburgo.

Eran cerca de las 10 de la noche cuando vimos una inmensidad brillando en la distancia, formada por luces que parecían ir en todas direcciones. Por aquel entonces, la electricidad era para mí un lujo. Estaba terriblemente nervioso por tener ante mí la ciudad de la que había escuchado hablar desde que era pequeño: la ciudad de los sueños, el lugar donde alguien podía pasar de ser un pobre campesino a un sofisticado nuevo rico, la ciudad del peligro y la oportunidad”.

Nunca habían visto tantos edificios, tantos coches y ni siquiera tanta gente junta. A la mañana siguiente ya estaban Justice y Nelson en las oficinas de una de las mayores compañías mineras buscando trabajo.

Imagen de Johannesburgo a finales de los años 40.
A finales de los años 40, Johannesburgo aparecía como una gran ciudad ante el mundo. El dinero de las minas de oro fluía y comenzaban a construirse grandes edificios, fuentes y avenidas. Lo que no se mostraba eran las condiciones inhumanas de vida de los mineros y el resto de africanos, que lo hacían posible. Fuente: Southafrica-info.com

La minería estaba en pleno auge en aquellos años, pero en realidad, con las técnicas que existían entonces, sólo era rentable en Sudáfrica gracias a la baratísima mano de obra, porque el mineral era de baja calidad y se encontraba a gran profundidad, pero las miles de personas obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas lo hacían posible.

A Mandela, un joven que venía de la Universidad, no lo cogieron en la mina, pero a los pocos días contactó con una oficina especializada en la venta de propiedades para africanos. Allí conoció nada más y nada menos que a Walter Sisulu, quien por entonces era un prominente hombre de negocios pero también un ascendente líder social, y a su mujer, Albertina Sisulu. Estos le recomendaron a un despacho de abogados que sí aceptaba negros. Mandela comenzó como ayudante, mientras terminaba de sacarse la carrera por la Universidad a Distancia. Era una firma muy liberal y allí conoció a algunas que le impactan personalmente, por tratarse de personas ya muy comprometidas con la lucha de liberación, una cosa que le impacta porque por entonces él ni se había planteado actuar políticamente.

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo
Situado a unos 13 kilómetros de Johannesburgo, Alexandra era uno de los tonships más vibrantes en los años 40, y fue siempre un lugar de resistencia frente al Apartheid. Ya en la década de los 40, los habitantes del barrio llevaron a cabo una huelga contra las altas tarifas del transporte y la dejadez del Gobierno con los barrios.

Comenzó por entonces a vivir en Alexandra, uno de los barrios con más vida social y espíritu reivindicativo de por aquel entonces. Terminó su carrera en la Universidad a distancia y se matriculó para especializarse en la Universidad del Witwatersrand, conocida por todos como Wits. En ella nunca iba a sentirse cómodo del todo, porque la mayoría de los estudiantes eran muy conservadores. Pero allí conoció a las personas clave que van a terminar por guiarle hacia la política. Entre ellos estarían Joe Slovo, y su futura mujer, Ruth First, ambos comunistas. Con ellos traza una gran amistad, a pesar de que Mandela no comulgaba apenas con las ideas comunistas, especialmente porque él era bastante religioso

En este proceso de concienciación, Nelson retoma el contacto con la familia Sisulu, cuya casa, en Orlando –donde actualmente se encuentra Soweto- , era conocida como la ‘meca’ para los activistas y miembros del CNA. Allí conoció a muchos de los que luego serían sus compañeros y es entonces cuando comienza a participar activamente en política.

Una de las primeras acciones en las que participó Mandela es en la creación de la Liga de la Juventud, en la Semana Santa de 1944. Es también en esta época cuando se casa con su primera mujer, Evelyn Mase. Estaban muy enamoradas, pero la pareja no va a durar mucho.

Cartel de la huelga de mineros de 1946 en Johannesburgo.
Cartel de la huelga de mineros de 1946 en Johannesburgo. Fuente: South Africa History On line

Dos años más tarde, en 1946 tuvo lugar una manifestación que le impactó enormemente: En aquel año unos 70.000 mineros se manifestaron contra sus condiciones de trabajo: mantuvieron la huelga durante toda una semana, gentes que apenas podían ahorrar para dos días, y que no sólo no consiguieron nada sino que sufrieron una durísima  represión. Esta solidaridad impactó mucho a Mandela, en un momento en el que todavía no ha comenzado ni siquiera el Apartheid, al menos no como forma de Gobierno oficial, aunque la separación y la desigualdad eran patentes. Pero es a partir de 1948, tras la victoria en las elecciones de Daniel Malan, un antiguo pastor de la Iglesia Reformada Africana, cuando se iba a instalar en Sudáfrica un abominable sistema racista y dictatorial en el que todo, absolutamente todo, estaba determinado y diferenciado en función del color de la piel. (Continúa aquí).

El escritor de un país sin librerías

Guinea Ecuatorial sigue siendo la gran olvidada de la historia española. Apenas se menciona en unas líneas en en los manuales de Historia, y pareciera que apenas existe relación entre los dos países, a pesar de que nos une un pasado común, relaciones políticas y económicas y una importante comunidad española de origen ecuatoguineano o con doble nacionalidad.

Cartel de la película El escritor de un país sin librerías.De todo esto, y de mucho más, nos habla el documental El escritor de un país sin librerías, en el que Marc Serena recoge el testimonio de Juan Tomás Ávila Laurel, escritor de Guinea Ecuatorial que actualmente reside en España y que ha sido una de las principales voces contra el Gobierno de Teodoro Obiang, que lleva en el poder desde 1974.

Ávila Laurel es autor de numerosos libros, de los cuales se recogen algunos extractos en la película, además de un activista contra el régimen que gobierna su país desde hace ya más de 45 años. En 2011 comenzó una huelga de hambre  que terminó pronto por no conseguir el apoyo esperado en la propia Guinea. Sin embargo, su activismo continuó, ya desde Barcelona, donde es un exiliado de facto, pero no legalmente, ya que quiere continuar volviendo a casa siempre que puede. Allí están su familia y sus amigos, aunque no sus lectores, pues Guinea es, como dice el título, un país prácticamente sin librerías (se pueden contar con los dedos de las manos) y en el que escasea la actividad cultural, a pesar de lo cual ha dado grandes autores como María Nsue o Justo Boleika.  Una dificultad de la que charlan en la película junto a otros representantes del espacio cultural ecuatoguineano: la escritora y profesora de Universidad Trifonia Melibea Obono, el dramaturgo y poeta Recaredo Silebo Boturu, y el rapero Negro Bey (Mariano Francisco Ebana Edu) cuya canción Carta al presidente, aparece en la cinta.

El Escritor de un país sin librerías nos traslada a los orígenes de Ávila Laurel a través de recursos de archivo archivo (el No-Do y otras grabaciones de la época) y de imágenes de animación, para ilustrar lo que Ávila Laurel va narrando en su lengua natal, el anobononés, y en la que intenta hablar siempre que puede.  Recuerdos del colegio, de la obligación de hablar español y del abecedario aprendido y recitado con imágenes que no conocían: “a de amaploa, b, de burro…”, de los juegos con sus amigos y de su día a día.

El escritor de un país sin librerías
«No les gustaban nuestros nombres y los cambiaron para ponernos apellidos de ciudades españolas», cuenta Juan Tomás Ávila Laurel en referencia al origen de su apellido. Imagen: El Escritor de un país sin librerías

Pero el documental nos cuenta también la realidad actual del país. Un país enormemente rico en petróleo pero en el que la mitad de la población vive sin acceso a agua potable, un lugar donde el despilfarro de sus líderes -y especialmente el del hijo de Obiang, Teodorín- no conoce límites, y donde la represión acecha siempre a la vuelta de la esquina. Un país donde cada mes de junio, las televisiones, radios y empresas privadas celebran juntas el cumpleaños del presidente, con mensajes en las portadas y vallas publicitarias para loar su labor.

Infraviviendas en Guinea Ecuatorial
A pesar de las riquezas obtenidas por el petróleo, en Guinea Ecuatorial todavía quedan muchos barrios de infraviviendas, calles sin asfaltar y familias sin acceso a agua potable. Imagen: El Escritor de un país sin librerías.
Cartel publicitario de Obiang
Uno de los muchos carteles que se encuentran en las calles de Guinea Ecuatorial alabando al presidente Teodoro Obiang. Imagen: El Escritor de un país sin librerías

Un realidad frente a la que se alzan numerosas voces críticas, como Ávila Laurel y otros muchos como él que sólo quieren una Guinea Ecuatorial verdaderamente democrática, libres de este presidente apoltronado en el poder, y en el que el progreso y los recursos lleguen realmente a la ciudadanía.

Mientras eso sucede, siempre quedarán los relatos, ensayos, novelas y poemarios de su faceta como escritor. Entre ellos destaca Arde el monte de noche (Calambur Editorial, 2009) y Cuentos Crudos (2008). Es un autor muy prolífico pero algunos de sus últimos libros los ha escrito directamente en inglés, desde donde se traducen a otras lenguas, sin que algunas hayan llegado a ser editadas al español, prueba de la poca importancia que damos aquí a nuestro pasado colonial.

El escritor de un país sin librerías fue candidata a siete Goyas, en la edición de 2020, incluida la de mejor canción original por la preciosa Invocación a la libertad, de Pau de Nut, que cierra la cinta. Durante todo este mes de agosto se puede ver on line a través de Filmin.

El director de la película, Marc Serena, es, además, autor de otro documental sobre África: Tchindas, sobre la población LGTBI en Cabo Verde, y del libro Esto no es africano, sobre la homosexualidad en el continente.

Para saber más sobre la película, conocer los lugares de próximas proyecciones o ver materiales extras sobre el documental, podéis visitar la web aquí.

Tráiler «El escritor de un país sin librerías»

Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano

Actor de teatro, compositor, poeta y director de cine Djibril Diop Mambety (Colobane 1945 – Paris 1998), tuvo una vida completamente apasionante y a lo largo de sus películas fue plasmando su visión transgresora, crítica y personalísima de su país. Perteneciente a lo que sería la segunda ola de directores africanos tras las independencias, en sus historias hay crítica, sí, pero muy alejada de la que ofrecían los pioneros, como Ousmane Sembéne, que veían el cine como una herramienta formativa y didáctica para las poblaciones que acaban se salir del colonialismo. Mambèty no tiene reparos en criticar algunas actitudes  de sus propios compatriotas y mira al mundo con ojos y mente abierta, lo que hace que sus películas sean difíciles de clasificar y, en ocasiones, incluso de contar.

Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano.
Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano.

Antes de comenzar a realizar películas, Mambéty había trabajado en el teatro (se hizo un nombre por su participación en La tragédie du roi Christophe, en la que Aimé Césaire describe la lucha del pueblo haitiano por su liberación, y que se convertiría en un clásico de la Negritud entre la gente de las artes) y como locutor radiofónico, y mantenía estrechos contactos con el mundo del arte en su Senegal natal, donde en 1966 se celebró la I Edición del Festival Mundial del Arte Negro, promovido por el entonces presidente Léopold Sédar Senghor

Festival Mundial del Arte Negro (1966)

Eran los primeros años de la independencia y el objetivo era dar a conocer al mundo el arte y el pensamiento africanos, que durante siglos se habían negado, alegando que se trataba de un continente sin historia y creaciones propias. Entre el 1 y el 24 de abril de 1966 se reunieron en Dakar representantes de todas las artes: pintura, escultura, música, danza, teatro, letras… Hubo gente de 45 países africanos y una importante representación de la diáspora y los artistas afrodescendientes, además de importantes figuras asentadas en Francia. Allí estuvieron, entre muchos otros, Aimé Césaire, Wole Soyinka y Nelson Mandela, siempre recibidos por Senghor y Cheik Anta Diop, que llevaba años intentando poner en el centro la filosofía, la historia y la cosmogonía de los africanos.

Mambety tenía entonces 23 años y absorbió todo lo que pudo de los encuentros con estos grandes artistas, pero también con los pequeños, con los menos conocidos, lo que actuaron en bares y las calles. Algo que en realidad ya llevaba haciendo desde que contaba con poco más de 11 años, cuando se enroló en su primera compañía de teatro.

Cartel de la película Contras City, de Djibril Diop Mambéty.
«La irónica y mordiente visión de Mambéty sobre la ciudad dividida que era Dakar en 1961. Por una parte, la ciudad colonial, opulente y pomposa. Por la otra, la Dakar nativa, pobre aunque genunina». Así resumía el cartel original la película Contras City.

Dos años más tarde dirigió y produjo, sin tener ninguna formación reglada en cinematografía, y en un tiempo en el que el uso de las cámaras y el sonido era ciertamente complicado, su primera obra Contras City (1968), un corto documental de ficción en el que se muestran los contrastes y realidades del Dakar de los años 60, a través de las imágenes que vamos viendo mientras dos jóvenes, un senegalés y una francesa, dan un paseo en carro por las calles de la capital. Los mercados atestados de gente, las zonas de arquitectura colonial, vacías y limpias; un puñado de jóvenes monjas, el momento de la oración.

Después vendrían Badou Boy y la gran Touki Bouki (1973), que le valió el reconocimiento internacional (recientemente, la BBC se preguntaba si no sería la mejor película africana de todos los tiempos) y de la que hablaremos otro día porque sin duda merece un espacio propio. Después de ella, tendrían que pasar 15 años hasta que viera la luz su siguiente proyecto Parlons grand-mére (disponible por sólo 3 euros en Vimeo) en la que Mambéty recoge el proceso de rodaje de la película Yaaba, del director Idrissa Ouédraogo, en Burkina Faso.

En 1992 llegaría Hyènes, una verdadera obra maestra y, más tarde Le Franc (1994) y La petite vendeuse de soleil, una verdadera decilia de película publicada de forma póstuma en 1999, tras su muerte, cuando sólo contaba con 53 años.

Sólo siete películas, la mayoría de ellas cortometrajes, que, sin embargo, han dejado miles de líneas escritas, un sinfín de entrevistas con declaraciones explosivas, admiración y muchas lecciones de cine por su capacidad renovadora, su rupturismo y los grandes personajes que supo construir.

Podemos colocar a Mambéty en la categoría del Tercer Cine, por su crítica clara al colonialismo, pero lo que de verdad destaca de sus obras es la heterogeneidad y la diversidad de su visión, en la que no entra el maniqueísmo ni las ideas preconcebidas, sino la exploración y la innovación en las imágenes, la música y las historias de sus personajes.

Hyènes, la película más feroz de Djibril Diop Mambéty

Maravillosa película de Djibril Diop Mambéty, uno de los directores más innovadores y originales del cine africano. La película, rodada enteramente en wolof, estuvo entre las seleccionada a la Palma de Oro en Cannes (1992) y ha sido recientemente restaurada y “reestrenada” por Metrograh.

Fotograma de la película Hyenes, de Djibril Diop Mambety.
Fotograma de la película Hyenes, de Djibril Diop Mambety, restaurada por Metrograph. En la imagen, los dos protagonistas charlan, antes de que Ramatou ponga precio a la cabeza de Draman.

Es, quizás, una de las obras de Mambéty donde la reivindicación es más clara y la crítica más estricta: contra el poder del dinero, contra la corrupción y las relaciones neocoloniales que, en palabras del director “están traicionando las esperanzas de la independencia por el materialismo occidental”, pero también a sus propios compatriotas, que se han dejado corromper por el dinero.  Aunque en realidad, la historia que nos cuenta Hyènes podría suceder en cualquier lugar del mundo, porque trata temas universales: la codicia, la venganza, la traición y la moral humana. De hecho, es la adaptación de una obra de teatro, originalmente titulada ‘La visita de la vieja dama’, del autor suizo-alemán Friedrich Dürrenmatt, a quien está dedicada la película. Una adaptación magistral en la que África está presente en cada milímetro de celuloide, ya desde el título.

“La hiena es un animal de África, particularmente salvaje. Casi nunca mata. Prima hermana del buitre. Sabe cómo oler la enfermedad en los otros. Es capaz de seguir, durante toda una estación, a un león enfermo. Desde la distancia. Cruzando el Sahel. Para festejar luego toda una noche sobre su cadáver. En paz”.
Djibril Diop Mambéty, en Walker Arts.

Hyènes comienza presentando el tranquilo pueblo de Colobane y a Draman Drameh, el dueño de la tienda-bar, al que todo el mundo parece respetar y apreciar, quizás porque dejar a fiar en la tienda, quizás por su posición privilegiada. Pronto comienza a correr la noticia en el pueblo de la vuelta de una hija pródiga, que tuvo que emigrar y ahora vuelve siendo “más rica que el Banco Mundial”. La acción gira entonces en torno a ella: cómo era de joven, por qué se fue, cómo conquistarla para que deje su dinero en el pueblo.

Una enorme comitiva la espera a su llegada, que no se produce donde estaba previsto sino donde ella decide, obligando al tren a parar.  Aparece entonces Linguère Ramatou. completamente tapada, vestida de blanco, ocultando su pierna de oro y acompañada de un nutrido y llamativo séquito de ayudantes entre los que destacan varias mujeres masais, una oriental y el antiguo administrador de justicia del pueblo.

Tras ser recibida y alabada por los griots, y adulada por las autoridades, Ramatou pone fin a la palabrería y desvela a los cuatro vientos su verdadera intención. Después de 30 años de obligada ausencia, vuelve a casa para vengarse del hombre que le arruinó la vida cuando contaba con tan solo 17 años. Y para ello, ofrece 100.000 millones al pueblo con una sola condición: que acaben con la vida de ese hombre, cuyo nombre es Draman Drameh.

Cartel original de la película Hyènes, estrenada en Cannes en 1992. Film poster © DR
Cartel original de la película Hyènes, estrenada en Cannes en 1992. Film poster © DR

Su objetivo es claro: ver sufrir a su antiguo amante como lo hizo ella: difamada y repudiada por su propia familia tras quedar embarazada de Draman y ver cómo este, aprovechándose de su posición y dinero, no sólo lo negaba sino que pagara otros dos hombres para que afirmaran haberse acostado con ella, manchando su reputación y obligándola, por tanto, a marcharse.

Colobane, un pueblo en la miseria

Corren los años 80 y Colobane se encuentra en una situación de desastre total. Sin ingresos, sin trabajo, sin posibilidades, el pueblo muere y el propio Ayuntamiento ha tenido que vender sus muebles por falta de pagos. La crisis se lo había llevado todo y las políticas de recortes y ajuste estructural acabaron con lo poco que quedaba. Es entonces cuando entra en escena Ramatou, con sus miles de millones en el bolsillo, logrados gracias a la indemnización por un terrible accidente de avión que la dejó el cuerpo destrozado. Ahora es “vieja, arrugada y con una sola pierna”, como ella se describe. Pero tiene dinero. Más qué el Banco Mundial.

Lo que consigue Mambéty es mostrar cómo opera el cambio de mentalidad en el pueblo, al tiempo que la desesperación se va apoderando poco a poco de Draman. Al principio, todos tienen claro que es una locura: ¿cómo van a matar a un vecino sólo por dinero? Nadie acepta el trato, todos se indignan y rechazan siquiera la posibilidad. “Antes morir de hambre que mancharse de sangre”, responde el alcalde. Y es entonces cuando Ramatou se sienta a esperar, como la hiena, “que es capaz de seguir, durante toda una estación, al león enfermo. A distancia. Sin intervenir. Sin matarlo. A lo largo de todo el Sahel. Esperando. Para terminar dándose un festín con su cuerpo”, en palabras de Mambety.

Ramatou sólo tiene que esperar. Esperar a que la necesidad, la angustia, el egoísmo o el ansia de dinero hagan su efecto entre unos vecinos desesperados. Poco a poco, estos van encontrando razonable la oferta de Ramatou. Incluso justa. No lo hacen por dinero, sino por justicia. Lo que hizo Draman está mal, tiene que pagarlo. Ellos serán los justicieros. Draman, por su parte, ve alertado cómo todos en el pueblo empiezan a gastar, en su cara y sin tapujos, conscientes de que pronto tendrán el dinero prometido por Ramatou. El pavor se siente en los ojos de Draman, a quien hasta sus amigos más cercanos dan la espalda y ve cómo pasa de estar a punto de ser alcalde a convertirse en un apestado para sus vecinos.

«La pequeña ciudad, cuya rectitud inspiró a los bardos de la tradición (Yandé Codou Sène), de la modernidad (Léopold Senghor) y dejó maravillados a los dignatarios extranjeros (la reina de Inglaterra), ya no existe. No hay nada sagrado; ni el honor de años pasados, ni la dignidad de los Guelwaar y menos aún el respeto por la dignidad humana. La pobreza y la mentalidad de subsidio han reducido a sus habitantes a comportarse como esclavos dispuestos a ofrecerse al primero que pasa. Los dirigentes de la ciudad se han convertido en marionetas que no vacilan en inclinarse ante el poder del dinero; sus hijos se han transformado en aprendices de pedigüeños. El desafío que lanza Ramatou no deja indiferente a nadie» escribe Sada Niang en Djibril Diop Mambéty, cineasta africano, Cuadernos africanos de Cine, Casa África.

La singular historia y el problema moral al que se enfrenta el pueblo son sin duda uno de los atractivos de la película, pero no es sólo eso lo que hace especial. Son sus imágenes, las vestimentas, el movimiento, la música, los diálogos y la teatralidad que ayudan a crear el ambiente perfecto en el que se va desarrollando el filme, que es a la vez transgresor y tradicional, dramático pero con destellos cómicos, mordaz pero compasivo y, sobre todo, imbuido de un continuo toque surrealista presente siempre en los pequeños detalles. Las mujeres que acompañan a Ramatou (en la imagen), la pierna y la mano dorados, el enorme cigarrillo, los sombreros mejicanos..

Momento en el que Ramatou aparece rodeada de su séquito de ayudantes. Hyènes. 1991. Djibril Diop Mambety.
Momento en el que Ramatou aparece rodeada de su séquito de ayudantes. Hyènes. 1991. Djibril Diop Mambety.

Algunos elementos son constantes en la película: los griots, siempre presentes, ya sea para aplaudir y escuchar al alcalde, para loar a la recién llegada, o para cantar la muerte anunciada de Draman; y los animales, que aparecen constantemente ya desde el inicio de la película, que comienza con las enormes patas de una manada de elefantes y que continúan presentes a través del mono, buitres, búhos, y, por supuesto, las hienas.

Destacan también los diálogos, especialmente entre Draman y Ramatou. Calmados, tranquilos. Como como dos antiguos enamorados. Como si ella no hubiera puesto precio a su cabeza. Como si él no la hubiera humillado y hundido en la miseria 30 años atrás. Pero también los que Draman mantiene con el Profesor, el único que se atreve a hablar directamente y sin tapujos sobre su futura muerte.

Es una película de corte pesimista, crítica y reivindicativa; una muestra de los efectos provocados por lo que el propio Mambéty definió como “la locura del poder”. Así, vemos cómo en el pueblo, que no tiene nada y a donde no llega nada ni nadie, empiezan a aparecer de repente electrodomésticos, radios y zapatos de los buenos; los tabacos y las bebidas caras. La globalización llega también a Colombane, en este caso de la mano del dinero de Ramatou, en lo que parece ser, según declaraciones posteriores del director, una crítica a la dependencia de la Ayuda exterior en África, especialmente intensa en los años en los que se rodó. Una película de visionado obligatorio para ir conociendo poco a poco el universo de Mambéty, uno de los grandes directores de cine africano.