Hyènes, la película más feroz de Djibril Diop Mambéty

Maravillosa película de Djibril Diop Mambéty, uno de los directores más innovadores y originales del cine africano. La película, rodada enteramente en wolof, estuvo entre las seleccionada a la Palma de Oro en Cannes (1992) y ha sido recientemente restaurada y “reestrenada” por Metrograh.

Fotograma de la película Hyenes, de Djibril Diop Mambety.
Fotograma de la película Hyenes, de Djibril Diop Mambety, restaurada por Metrograph. En la imagen, los dos protagonistas charlan, antes de que Ramatou ponga precio a la cabeza de Draman.

Es, quizás, una de las obras de Mambéty donde la reivindicación es más clara y la crítica más estricta: contra el poder del dinero, contra la corrupción y las relaciones neocoloniales que, en palabras del director “están traicionando las esperanzas de la independencia por el materialismo occidental”, pero también a sus propios compatriotas, que se han dejado corromper por el dinero.  Aunque en realidad, la historia que nos cuenta Hyènes podría suceder en cualquier lugar del mundo, porque trata temas universales: la codicia, la venganza, la traición y la moral humana. De hecho, es la adaptación de una obra de teatro, originalmente titulada ‘La visita de la vieja dama’, del autor suizo-alemán Friedrich Dürrenmatt, a quien está dedicada la película. Una adaptación magistral en la que África está presente en cada milímetro de celuloide, ya desde el título.

“La hiena es un animal de África, particularmente salvaje. Casi nunca mata. Prima hermana del buitre. Sabe cómo oler la enfermedad en los otros. Es capaz de seguir, durante toda una estación, a un león enfermo. Desde la distancia. Cruzando el Sahel. Para festejar luego toda una noche sobre su cadáver. En paz”.
Djibril Diop Mambéty, en Walker Arts.

Hyènes comienza presentando el tranquilo pueblo de Colobane y a Draman Drameh, el dueño de la tienda-bar, al que todo el mundo parece respetar y apreciar, quizás porque dejar a fiar en la tienda, quizás por su posición privilegiada. Pronto comienza a correr la noticia en el pueblo de la vuelta de una hija pródiga, que tuvo que emigrar y ahora vuelve siendo “más rica que el Banco Mundial”. La acción gira entonces en torno a ella: cómo era de joven, por qué se fue, cómo conquistarla para que deje su dinero en el pueblo.

Una enorme comitiva la espera a su llegada, que no se produce donde estaba previsto sino donde ella decide, obligando al tren a parar.  Aparece entonces Linguère Ramatou. completamente tapada, vestida de blanco, ocultando su pierna de oro y acompañada de un nutrido y llamativo séquito de ayudantes entre los que destacan varias mujeres masais, una oriental y el antiguo administrador de justicia del pueblo.

Tras ser recibida y alabada por los griots, y adulada por las autoridades, Ramatou pone fin a la palabrería y desvela a los cuatro vientos su verdadera intención. Después de 30 años de obligada ausencia, vuelve a casa para vengarse del hombre que le arruinó la vida cuando contaba con tan solo 17 años. Y para ello, ofrece 100.000 millones al pueblo con una sola condición: que acaben con la vida de ese hombre, cuyo nombre es Draman Drameh.

Cartel original de la película Hyènes, estrenada en Cannes en 1992. Film poster © DR
Cartel original de la película Hyènes, estrenada en Cannes en 1992. Film poster © DR

Su objetivo es claro: ver sufrir a su antiguo amante como lo hizo ella: difamada y repudiada por su propia familia tras quedar embarazada de Draman y ver cómo este, aprovechándose de su posición y dinero, no sólo lo negaba sino que pagara otros dos hombres para que afirmaran haberse acostado con ella, manchando su reputación y obligándola, por tanto, a marcharse.

Colobane, un pueblo en la miseria

Corren los años 80 y Colobane se encuentra en una situación de desastre total. Sin ingresos, sin trabajo, sin posibilidades, el pueblo muere y el propio Ayuntamiento ha tenido que vender sus muebles por falta de pagos. La crisis se lo había llevado todo y las políticas de recortes y ajuste estructural acabaron con lo poco que quedaba. Es entonces cuando entra en escena Ramatou, con sus miles de millones en el bolsillo, logrados gracias a la indemnización por un terrible accidente de avión que la dejó el cuerpo destrozado. Ahora es “vieja, arrugada y con una sola pierna”, como ella se describe. Pero tiene dinero. Más qué el Banco Mundial.

Lo que consigue Mambéty es mostrar cómo opera el cambio de mentalidad en el pueblo, al tiempo que la desesperación se va apoderando poco a poco de Draman. Al principio, todos tienen claro que es una locura: ¿cómo van a matar a un vecino sólo por dinero? Nadie acepta el trato, todos se indignan y rechazan siquiera la posibilidad. “Antes morir de hambre que mancharse de sangre”, responde el alcalde. Y es entonces cuando Ramatou se sienta a esperar, como la hiena, “que es capaz de seguir, durante toda una estación, al león enfermo. A distancia. Sin intervenir. Sin matarlo. A lo largo de todo el Sahel. Esperando. Para terminar dándose un festín con su cuerpo”, en palabras de Mambety.

Ramatou sólo tiene que esperar. Esperar a que la necesidad, la angustia, el egoísmo o el ansia de dinero hagan su efecto entre unos vecinos desesperados. Poco a poco, estos van encontrando razonable la oferta de Ramatou. Incluso justa. No lo hacen por dinero, sino por justicia. Lo que hizo Draman está mal, tiene que pagarlo. Ellos serán los justicieros. Draman, por su parte, ve alertado cómo todos en el pueblo empiezan a gastar, en su cara y sin tapujos, conscientes de que pronto tendrán el dinero prometido por Ramatou. El pavor se siente en los ojos de Draman, a quien hasta sus amigos más cercanos dan la espalda y ve cómo pasa de estar a punto de ser alcalde a convertirse en un apestado para sus vecinos.

«La pequeña ciudad, cuya rectitud inspiró a los bardos de la tradición (Yandé Codou Sène), de la modernidad (Léopold Senghor) y dejó maravillados a los dignatarios extranjeros (la reina de Inglaterra), ya no existe. No hay nada sagrado; ni el honor de años pasados, ni la dignidad de los Guelwaar y menos aún el respeto por la dignidad humana. La pobreza y la mentalidad de subsidio han reducido a sus habitantes a comportarse como esclavos dispuestos a ofrecerse al primero que pasa. Los dirigentes de la ciudad se han convertido en marionetas que no vacilan en inclinarse ante el poder del dinero; sus hijos se han transformado en aprendices de pedigüeños. El desafío que lanza Ramatou no deja indiferente a nadie» escribe Sada Niang en Djibril Diop Mambéty, cineasta africano, Cuadernos africanos de Cine, Casa África.

La singular historia y el problema moral al que se enfrenta el pueblo son sin duda uno de los atractivos de la película, pero no es sólo eso lo que hace especial. Son sus imágenes, las vestimentas, el movimiento, la música, los diálogos y la teatralidad que ayudan a crear el ambiente perfecto en el que se va desarrollando el filme, que es a la vez transgresor y tradicional, dramático pero con destellos cómicos, mordaz pero compasivo y, sobre todo, imbuido de un continuo toque surrealista presente siempre en los pequeños detalles. Las mujeres que acompañan a Ramatou (en la imagen), la pierna y la mano dorados, el enorme cigarrillo, los sombreros mejicanos..

Momento en el que Ramatou aparece rodeada de su séquito de ayudantes. Hyènes. 1991. Djibril Diop Mambety.
Momento en el que Ramatou aparece rodeada de su séquito de ayudantes. Hyènes. 1991. Djibril Diop Mambety.

Algunos elementos son constantes en la película: los griots, siempre presentes, ya sea para aplaudir y escuchar al alcalde, para loar a la recién llegada, o para cantar la muerte anunciada de Draman; y los animales, que aparecen constantemente ya desde el inicio de la película, que comienza con las enormes patas de una manada de elefantes y que continúan presentes a través del mono, buitres, búhos, y, por supuesto, las hienas.

Destacan también los diálogos, especialmente entre Draman y Ramatou. Calmados, tranquilos. Como como dos antiguos enamorados. Como si ella no hubiera puesto precio a su cabeza. Como si él no la hubiera humillado y hundido en la miseria 30 años atrás. Pero también los que Draman mantiene con el Profesor, el único que se atreve a hablar directamente y sin tapujos sobre su futura muerte.

Es una película de corte pesimista, crítica y reivindicativa; una muestra de los efectos provocados por lo que el propio Mambéty definió como “la locura del poder”. Así, vemos cómo en el pueblo, que no tiene nada y a donde no llega nada ni nadie, empiezan a aparecer de repente electrodomésticos, radios y zapatos de los buenos; los tabacos y las bebidas caras. La globalización llega también a Colombane, en este caso de la mano del dinero de Ramatou, en lo que parece ser, según declaraciones posteriores del director, una crítica a la dependencia de la Ayuda exterior en África, especialmente intensa en los años en los que se rodó. Una película de visionado obligatorio para ir conociendo poco a poco el universo de Mambéty, uno de los grandes directores de cine africano.

 

 

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