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Oficios varios

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Oficios varios
Puestos de naranjas en el mercado, Durban. Foto: Aurora M. Alcojor

Con una tasa de paro de entre un 30 y un 40%,la gente se busca la vida como puede. Como en la ciudad hay bastante tráfico, en todas las calles grandes hay gente vendiendo cosas, de todo, cualquier cosa: por la mañana, uno te ofrece el periódico, otro propone limpiar los cristales del coche y el tercero vende cestas, por ejemplo (como el de la foto del final). A la tarde, cuando ya hace mucho calor, cambian los ‘oficios’ y aparece entonces el que vende agua, coca-cola o cerveza; cubos de Rubik o naranjas.

Pero de todos, lo más curioso, o lo más peregrino, supongo que el ‘oficio’ desesperado del que no tiene ni unos Rand para poder comprar algo en el supermercado esperando poderlo vender en medio de una caravana algo más caro, ése se ha inventado un nuevo trabajo: el de basurero móvil. No tengo ninguna foto, pero si algún día puedo hacerla, ya la pondré. Son chicos muy jóvenes que se dedican a pasear entre los atascos con una enorme bolsa de basura: cualquier cosa que tengas en el coche y que sea para tirar, se la puedes dar a ellos a cambio de una propina. Como se puede imaginar, yo nunca he visto a nadie echando nada en las bolsas, así que es un trabajo bastante poco fructuoso, que probablemente nunca dará para pasar a otro ‘nivel’, al del que vende cosas y por lo menos tiene algo verdadero que ofrecer.

Oficios varios
Vendedor ambulante en Johannesburgo. Foto: Aurora M. Alcojor

Cumple

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Hoy pensaba escribir sobre el Mundial de fútbol, pero mi propio cumple se ha interpueso en mi camino… Yo no sé si es que realmente tengo mucha suerte en la vida o que la mayoría de la gente es de puta madre o no sé qué pasa, pero el caso es que hoy ha sido, de nuevo, un cumpleaños genial… Y lo que queda, claro!

La verdad es que en Madrid algún día había pensado en el cumple en plan: «Vaya mierda, sólo voy a llevar dos semanas allí, no voy a conocer a nadie…». En fin, un poco de lloriqueo, pero porque de verdad lo pensaba. Pero qué va, todo lo contrario.

Lo primero, el mensaje de Rubén, que me lo mandó ayer a las 9 de la noche para ser el primero y que me encantó (NUNCA MÁS UN CUMPLE SEPARADOS, AMOR, YA TE LO DIGO); lo segundo, gracias al Facebook, mogollón de gente ha dejado su felicitación en el «wall» -no he respondido porque estoy currando, pero que quede claro que lo haré, más tarde o más temprado y personalizadamente, eh!-; luego mi madre ha dejado un mensaje en el móvil sudafricano, según ella porque ha oido «one, two.. y luego un pitido» y ha sabido que eso era el contestador, pero qué contestador dice «one, two??». No sé, el caso es que me ha hecho mucha ilusión.

Y de colofón, volviendo al tema de la buena suerte con la gente, si hace dos años Fer (Palmero, para más señas) se curró nada más y nada menos que una empanada de puta madre con inscripción incorporada y Lauri hizo tiramisú; hoy he tenido Tortilla de patatas (mis compis, que son unas expertas cocineras, no como yo, ya lo sabéis), una tarta y un montón de regalos!! ¿Cómo es posible que todo esto me pase a mí? Yo, que soy un desastre, que no sé hacer nada, que nunca me acuerdo de las fechas…

Vamos, con todo este rollo, -es que estoy emocionada y un poco sensible, y me ha dado por contar mi vida- quería deciros que, aunque no sea yo muy sentimental,os echo muchísimo de menos a todos. Y ‘muchísimo de menos’ no es una manera de hablar, no, es la puta realidad. Porque de verdad que me acuerdo un montón de todos, pero no de todos como una masa informe, sino de cada uno en concreto, por una cosa u otra, no sé, algo que veo en la tele, o que dice alguien o que me acuerdo yo porque sí.

El ‘down town’

Hace 14 años, el centro de Johannesburgo era como el de cualquier otra gran ciudad: con sus grandes edificios públicos, sus monumentos históricos, modernos rascacielos que albergaban a las más grandes empresas sudafricanas y extranjeras, oficinas comerciales de Europa y América, sus bulevares, tiendas, placitas, terrazas… Y como en cualquier otra ciudad del mundo, la gente de esta ciudad se pegaba y pagaba lo que hiciera falta por vivir allí. Porque allí había de todo y todo era mejor que en las afueras, faltaría más.

Ayer estuvimos dando un paseo -en coche- of course, por el centro de la ciudad. Después de dos semans aquí es la primera vez que iba, cuando ya empezaba a pensar que aquí no existía nada parecido a una ciudad, por cierto. Y fuimos como quien hace un tour por una reserva natural: coche, ventanillas casi-cerradas y con un sudafricano que se conoce la zona para evitar las ‘zonas peligrosas’. Por supuesto, claro, eran las 2 de la tarde, porque en cuanto anochece ya nadie se atreve a entrar.

Lo siento hablar siempre de lo mismo pero es que de verdad que estoy muy impactada. Cada semana, cada día, casi cada hora, cuando ya creo que casi se me está olvidando la obsesión por la seguridad de este país -al menos de los blancos-, una conversación, alguien que pregunta, algo que sale en el periódico lo vuelve a poner encima de la mesa.

El caso es que ayer, desde la ventanilla del coche, todo se veía bastante normal salvo porque hay muchos edificios abandonados. Me acuerdo de que en Cuba estaban medio derruidos pero todavía en uso, aquí son edificios enormes -y no tan viejos, a mí me da la sensación de que son como de los años 80- pero totalmente ABANDONADOS.
Parece ser que cuando acabó el Apartheid hubo algunos años de bastante violencia callejera, enfrentamientos, robos… Fue entonces cuando, poco a poco, las empresas y los ciudadanos de a pie fueron yéndose a vivir a las afueras. No he podido encontrar en ningún sitio cómo fue exactamente el proceso, pero lo buscaré porque me parece increible. De repente, en poco más de una década, una parte de la ciuda se queda abandonada y no se sabe qué hacer para evitarlo.

El 'down town'

Según nos contaba el señor que nos llevó a verlo, las ‘afueras’ comenzaron a crecer, se construyó sin parar -aquí las casas no son muy caras-, se fueron creando las zonas comerciales y, voilà, ahora, cuando le preguntamos que si él nunca iba al Centro, nos dijo que «Al centro no hace falta ir para nada». A pesar de ello, no pudo ocultar cierta nostalgia cuando nos dijo «Aquí había una discoteca a la que veníamos todos los fines de semana cuando yo tenía 20 años».

Esto es como si en 2020 no pudiéramos pasear por la Gran Vía, ir al Retiro, o ir a la puta Puerta del Sol. ¿No me digáis que no es como para estar impactado? Es que no puedo dejar de pensar en eso.

Pero bueno, el caso es que yo no lo vi tan mal. Aparte de los edificios abandonados, se veían bastantes tiendas cerradas, pero luego también había otras abiertas, había bares, cybercafés, panaderías, fruterías, tiendas de ropa, lo normal. Y la gente
-negra- iba por la calle tranquilamente. Ya digo que era de día, pero aún así no vi un ambiente tan tremendamente horrible.

Entonces eso me vuelve a hacer pensar otra vez lo de siempre: ¿De verdad es esto tan peligroso? ¿No será más bien que la ‘histeria’ se ha extendido tanto que ningún blanco se atreve a entrar aunque sólo sea ‘por si acaso’? Pero ¿y si es verdad? No sé, las estadísticas están ahí y la propia ONU la califica de una de las ciudades más peligrosas del mundo. Tampoco va a estar todo el mundo inventándose esto, ¿no?

En fin, que a ver si el próximo día pongo

Durban, esencia hindú en la costa de Sudáfrica

Durban, esencia hindú en la costa de Sudáfrica
Vista general de Durban.

Durban, una ciudad costera en el Este de Sudáfrica, destaca por su vida animada y por la gran colonia india que vive allí y que le da color a todo con sus mercadillos, restaurantes hindúes, festivales, música por las calles.

Durban, esencia hindú en la costa de Sudáfrica
En Durban se está llevando a cabo una revisión del callejero para retirar vías con nombres relacionados con el Apartheid.

Los primeros hindúes llegaron aquí de la mano de los británicos, que los traían para tener mano de obra barata o directamente como esclavos. A finales del siglo XIX, el entonces joven abogado Mahatma Gandhi llegó a Durban, donde estuvo viviendo durante unos años y donde comenzó su primera campaña de resistencia pacífica. Gandhi venía aquí como abogado, para representar a la población india, y nada más llegar vivió en sus carnes la discriminación racial que ya entonces imperaba en el país: en su primer viaje en tren cogió un billete de primera clase, y los revisores le obligaron a cambiar a tercera, porque la otra estaba reservada para los blancos. Hoy en día, una calle recuerda al líder de la independencia india en Durban

Durban, esencia hindú en la costa de Sudáfrica
Calle dedicada a Ghandi, que vivió en Durban en sus primeros años de juevtud. Fotos: Aurora M. Alcojor

Lo de las calles aquí es curioso porque están haciendo una revisión del callejero para quitar nombres asociados al Apartheid, debe ser algo similar a lo que está pasando en España con las calles que hacen alusión al franquismo, y en la mayoría de los carteles te encuentras con nombres tachados, y las direcciones de los sitios son: «Dennis Harley, former Queen Street», por ejemplo. Durban está situado en la provincia de Kwazulu-Natal y, como su propio nombre indica, es tierra de zulúes. Aunque en realidad los zulúes vinieron del centro de África hacia el sur y tuvieron numerosos enfrentamientos y guerras con las tribus de aquí, los xosha, especialmente, al final terminaron asentándose y todavía quedan algunos poblados tradicionales, aunque más bien a modo de reclamo turístico. Igual que algunos de los que nos podemos encontrar en las zonas más concurridas de la ciudad, donde algunos grupos vestidos al modo tradicional bailan danzas zulúes.

Durban es la tercera ciudad más importante de Sudáfrica, tras Johannesburgo y Ciudad del Cabo, y es uno de los centros turísticos del país, con inmensas torres de hoteles y casas que pugnan por la primera línea de mar, además de contar con uno de los mayores puertos de todo el continente.  No es exactamente bonita, pero sí atractiva, en movimiento y absolutamente mestiza.

Durban II
Una asociación hindú en Durban

Capital de la provincia de KwaZulu-Natal (la tierras de los zulúes), la ciudad acoge por supuesto a miles de negros, que suponen alrededor del 68% de la población de la ciudad. Otra buena parte la conforman los hindúes, un 20% del total; y el resto se reparten entre blancos y mestizos. Así, el idioma más hablado es el zulú, pero también tienen una gran importancia el hindi y el inglés.

A su alrededor, al norte y al sur se extienden enormes playas en las que unos se bañan en mínimos bikinis y otros tapados de arriba a abajo. La mezcla es absoluta y nadie parece tener problemas con ello.

Playas Durban
Imagen de las concurridas playas de Durban.

 

Primeras impresiones

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Después de tres días en Johannesburgo, hay algo que está claro: es una ciudad fea, poco acogedora, difícil de vivir, superdesarrollada en unas cosas, tercermundista en otras, y, como casi todas las capitales africanas, llena de desigualdades brutales.

Yo creo que es bastante difícil hacerse a la idea de cómo es esta ciudad sin haberla visto, pero voy a intentar explicarlo. Hay como dos ‘johannesburgos’: el centro histórico (que yo aún no he visto y al que parece ser que la gente no va mucho), que desde los años 90 se ha ido depauperando hasta no quedar allí casi nada y convertirse en una zona peligrosa, sobre todo de noche; y todos los alrededores. El problema es que todos los alrededores son miles de calles enormes, muy anchas, donde no hay nada excepto casas: ni una tienda, ni gente paseando, ni puestos de periódicos, ni farmacias, NADA DE NADA. La mayoría son calles grandes, pensadas por y para los coches, donde nadie anda, -por lo tanto, no hacen falta aceras- y de vez en cuando unas ‘áreas comerciales’ en las que nunca falta una gasolinera, un Spar o un Woolworfs -una cadena de supermercados tipo El Corte Inglés-, y algunas que otras tiendas de ropa, flores o cualquier otra cosa. Parece que está pensado para que a unos 15 minutos en coche de cada casa, más o menos, haya una zona comercial de estas.
Y luego están las casas en sí mismas. Todas, al menos en la zona que he visto por ahora, se encuentran dentro de un ‘complex’. Es decir, desde fuera casi no ves las casas, sólo una barrera en la que hay uno o dos guardias y en la que tienes que identificarte para entrar. De hecho, mi casa es así. Son como los complejos residenciales de los hoteles de veraneo en sitios como Punta Cana y todo eso: tienen su propia piscina, pista de tenis, barbacoa y hasta bares con terraza. Todo dentro de tu casa. Así no tienes que salir, no vaya a ser que te encuentres con un negro y… Porque esa es otra de las cosas de esta ciudad. En mi opinión hay un poco de ‘obsesión’ con la seguridad. Y no digo que no sea necesario -y yo misma he entrado ya en esa dinámica de «por aquí mejor no vamos», «ahora es de noche así que no me paro en ningún sitio», etc-, muy necesario de hecho, pero me da rabia. Me da rabia porque yo estaba encantada con la idea de venir por fin a África, y ahora me encuentro con que estoy inmersa en la inevitable burbuja occidental. Y me siento un poco culpable, la verdad. Aunque por otro lado, me consuelo pensando que tampoco es plan de irse a vivir a un ‘township’, ¿no?

Por cierto, los ‘township’ son una especie de ‘suburbios’ -aquí los comparan con las favelas brasileñas- pero muy controlados: el otro día pasamos por la carretera que va del aeropuerto a la ciudad por uno que se llama ‘Alexandra’ y me sorprendió que estaba como muy ‘ordenado’, con las calles muy rectas y con muchísimas farolas, más incluso que en el resto de la ciudad. ¿Sabéis por qué? Es un legado del Apartheid, en este caso más o menos positivo. El tema es que los negros estaban tan controlados en aquellos años que el Gobierno se encargaba de tenerlos a todos en perfecto orden, vigilados en todo momento, y para eso era necesario que las zonas donde vivían estuviesen bien iluminadas. De hecho, ayer en una entrevistaque publicaba el periódico ‘Sunday Times’ de aquí, Desmond Tutu decía que, aunque es triste reconocerlo, las casas para negros que se hacían durante el Apartheid eran mejores que las que se hacen ahora. Si os apetece, echadle un ojo al enlace, no tiene desperdicio, entre otras cosas, Desmond Tutu recuerda que una democracia no es tal si no existe una oposición verdadera, como es el caso de Sudáfrica, donde ANC es votado mayoritariamente por todos los negros, ya que no existen otros partidos que les representen, y los dirigentes del partido se sienten totalmente libres para hacer lo que les da la real gana porque, pase lo que pase, saben que volverán a ser elegidos en los siguientes comicios.

Por fin el blog

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Por fin el blog
Ahora que hasta Pape tiene su propio blog (http://papemadrid.blogspot.com)-visitadlo, que le hace mucha ilusión-, ya iba siendo hora de que yo me hiciera el mío, que llevo un mes arrastrandolo.
Queda menos de una semana para irme a Sudáfrica y ya he pasado por todos los estados de ánimo, desde «qué ganas tengo de irme ya» a «ojalá lo retrasaran hasta noviembre, porque yo no quiero irme tan pronto». Lo peor están siendo todas las despedidas, me parece que hace ya tres meses desde que hice la primera con los de Factoría, y sólo han pasado tres semanas, se me está haciendo el mes larguíisimo y muy corto a la vez. ¡Qué sinvivir!.

Esta foto, mejor dicho, esta postal, es de Tánger. Son las cuevas de Hércules, un sitio muuuy turístico donde te puedes dar un paseo en Camello aunque no hay camellos de verdad en mil kilómetros a la redonda y donde la mayor gracia es esta roca que tiene forma de África, un poco delgaducha por debajo y con Madagascar a la izquierda pero bueno, se da un aire.