Inicio Blog Página 23

Amref, trabajando para provocar un cambio duradero de la salud en África

1

Provocar un “cambio duradero de la salud en África”. Este es el objetivo de la Fundación Africana para la Medicina y la Investigación (AMREF Flying Doctors), la mayor ONG de salud en África, que cuenta con la peculiaridad de haberse fundado, precisamente, en el continente (en 1956) y de contar con un 90% de africanos entre su plantilla.Amref, trabajando para provocar un cambio duradero de la salud en África

Centrada en las mujeres y niños pero partiendo siempre desde un enfoque de Derechos, AMREF trabaja directamente con las comunidades, promoviendo que los sistema de salud sean eficientes, capacitando a personal local para que tengan un papel activo en la solución de sus propios problemas, y trabajando a la vez con las instituciones nacionales, responsables últimas de la salud de sus ciudadanos. Así lo explica Alfonso Villalonga, presidente-fundador de AMREF Flying Doctors.

 Cualquier iniciativa que pretendamos implementar debe, necesariamente, ir precedida del apoyo y el compromiso de las autoridades locales.

 

Para todo ello, uno de sus focos principales está puesto en la formación: en los últimos 5 años, han formado a más de 10.000 trabajadores, de forma presencial y a través del e-learning.

En Europa cuentan también con oficinas, a través de las cuales buscan financiación y promueven actividades de sensibilización, como la campañas Stand up for African Mothers , que trajo a Madrid a Esther Madudu, quien explicó su experiencia como matrona en las áreas rurales de Uganda.

 

Amref, trabajando para provocar un cambio duradero de la salud en África

Ahora, han lanzado el blog Matronas Africanas, con la colaboración de Patricia Matey e Irene Tato, con el objetivo de acercar la realidad de la formación de cuadros sanitarios en África, concretamente matronas, partiendo de entrevistas a distintos profesionales vinculados al mundo de la salud. Son ellos quienes exponen su visión sobre la mencionada iniciativa “Stand up for African Mothers” (formar 15.000 matronas hasta el año 2015, para reducir la altísima mortalidad materno-infantil) y su opinióon sobre cómo mejor la salud materna en África. De todas las entrevistas, me ha gustado especialmente la opinión de Enrique Santos Bueso, médico del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid.

 “Es capital la ayuda económica y la implicación de profesionales cualificados. Pero es fundamental la creación de una infraestructura estable, así como la formación de personal autóctono para el desarrollo constante y progresivo de los diferentes proyectos de desarrollo sanitario y promoción de la salud.

 

La vergüenza de la Valla

0

[dcwsb inline=»true»]
Nos llevamos las manos a la cabeza por lo que pasó en Lampedusa. Criticamos hasta la saciedad que una ley impida a los pescadores italianos socorrer a los inmigrantes. Denunciamos la violación de derechos humanos en países tan diferentes como China, Cuba, Rusia o Eritrea. Y mientras, nosotros, aquí en España, volvemos a poner cuchillas –¡CUCHILLAS!- en la alambrada que separa Melilla de Marruecos.

La vergüenza de la Valla
Viñeta publicada por @ManelFontdevilla en Desalambre, de ElDiario.es

Un sistema que ya había sido denunciado en 2006 y que el gobierno de Zapatero retiró tras quedar demostrado –no hacía falta una gran investigación, supongo- que causaban lesiones en los inmigrantes.

Eso sí, una vez retiradas fueron sustituidas por una tercera valla. Y ahora, el Ejecutivo, a través del delegado de Gobierno en Melilla, ha anunciado que volverá a implantar estas cuchillas, denominadas ‘concertinas’, con el objetivo de ‘disuadir’ a los jóvenes subsaharianos de saltar las vallas.

Un objetivo que saben que no conseguirán porque no se puede parar así la inmigración. Porque estos métodos se han demostrado hasta ahora inservibles para contener la necesidad de buscar una vida mejor. Porque estas personas han pasado meses atravesando el desierto -las que han sobrevivido, otros no lo hicieron-, han gastado todo su dinero,  han sido apaleados y maltratados en Marruecos y ya no les queda apenas nada que perder.

Un nuevo muro de la vergüenza, del que se hace eco hasta la prensa internacional, uno más que no solucionará nada, pero que será una nueva vejación para las personas que intentan llegar a España, a Europa, en busca de un futuro mejor. Un nuevo muro que hará a las mafias ganar más dinero  y a los inmigrantes sufrir más, pero que no cambiará en nada la situación.

 

C’est Eux Les Chiens: de la Revuelta del Pan a la Primavera Árabe

La película del cineasta marroquí Hicham Lasri ha logrado el Griot al Mejor Largometraje de Ficción de la décima edición del Festival de Cine Africano de Córdoba, que hoy termina su andadura. C’est Eux Les Chiens: de la Revuelta del Pan a la Primavera Árabe

C’est Eux Les Chiens es una cinta llena de ritmo, contada a través de una cámara que se va moviendo al ritmo de quien la maneja, (formato REC) y que arranca en el centro de Casablanca, en medio de las revueltas que sacudieron al país magrebí durante la Primavera Árabe de 2011.

Un periodista de la televisión marroquí, acompañado de dos técnicos, acude al epicentro de las protestas para conocer, de primera mano, los motivos que han sacado a la gente de sus casas. O al menos eso parece. Porque al presentador parecen no interesarle demasiado los argumentos de los manifestantes y, al más puro estilo del magnate estadounidense Randolph Hearst (retratado por Orson Welles en Ciudadano Kane), decide adoptar la máxima del periodismo amarillo: “Ustedes pongan las imágenes, que yo pondré la guerra”.

C’est Eux Les Chiens: de la Revuelta del Pan a la Primavera Árabe
Majhoul, personaje magistralmente interpretado por Hassan Badida, es un hombre que fue encarcelado durante las Revueltas del Pan en 1981 y sale de la cárcel precisamente durante las manifestaciones de la Primavera Árabe.
C’est Eux Les Chiens: de la Revuelta del Pan a la Primavera Árabe
El joven realizador marroquí Hicham Lasri es el autor de esta película.

Es en ese momento cuando Majhoul, un hombre que acaba de salir de la cárcel después de 30 años de internamiento, se cruza en el camino de los periodistas. Su gesto perdido llama la atención del redactor, que asegura conocerle de algo y decide seguirle (o más bien asaltarle) para poder narrar su historia. No les resultará sencillo, ya que Majhoul no se acuerda ni de su nombre real (sólo del número 404 por el que le habían identificado sus carceleros y compañeros de presidio durante las últimas tres décadas). Tres décadas de reclusión y represión contra quienes se manifestaron en las conocidas como ‘Revueltas del pan’ a mediados de la década de los 80.

El único deseo del personaje, magistralmente interpretado por Hassan Badida, es comer algo y terminar lo que había empezado el día de su detención: comprar unos ruedines para la bici que acababa de regalarle a su hijo pequeño. Y después, reencontrarse con su familia, a lo que dedicará todos sus esfuerzos. Los tres reporteros deciden acompañarle, lo que les llevará a recorrer el pasado de Majhoul: el barrio en el que vivía con su mujer y sus hijos, la casa en la que se citaba con sus amantes e incluso el lugar en el que fue apresado a comienzos de los 80, durante la primera Revuelta del Pan. Precisamente de eso le sonaba Majhoul al presentador de la televisión estatal: de un cartel que durante su juventud había adornado la puerta de su habitación, con los rostros de quienes tomaron partida en las luchas de aquella época.

La tortuosa búsqueda de la familia del ex presidiario, salpicada de algún que otro momento especialmente cómico, poco a poco empezará a dar sus frutos. A ello ayudarán, también, los contactos en la Policía de uno de los técnicos –también confidente-, que permitirán conocer más detalles del pasado del protagonista. Gracias a esos contactos, Majhoul se reencontrará con un antiguo compañero de militancia, ahora reconvertido en director de un periódico marroquí. También con una de sus amantes, a la que Majhoul recordaba menos vieja y mucho más guapa. Y, por fin, con su mujer y su hijo, aunque el reencuentro no será como el preso 404 había esperado.

Treinta años no pasan en balde y la vida del protagonista ya nunca podrá volver a ser lo que fue. Al menos tendrá tiempo de constatar que hay marroquíes que todavía siguen luchando contra el orden establecido. Sucede cuando Majhoul se topa con un joven que acaba de pasar varios días en el calabozo, en este caso, por participar en las protestas organizadas por el Movimiento 20 de Febrero.

Death Metal Angola, o cómo expulsar el horror de la guerra a través de la música

A lo largo de mi vida he visto a las más legendarias bandas de rock (españolas, europeas, brasileñas, australianas o estadounidenses) explicar lo que para ellas significa este tipo de música… Sin embargo, he tenido que descubrir el documental Death Metal Angola para comprender, en toda su dimensión, lo que significa ser un verdadero rockero.

Death Metal Angola, o cómo expulsar el horror de la guerra a través de la música
Death Metal Angola: el sueño de celebrar el primer festival de rock del país en Huambo, una ciudad brutalmente castigada durante la guerra civil.

Porque todos hemos oído alguna vez que el rock es fuerza, felicidad, revolución, alegría, rebeldía y, en definitiva, un estilo de vida… Pero no es lo mismo escucharlo por boca de un occidental (por muy marginales que sean sus orígenes), que en los labios de un joven angoleño que ha vivido en sus carnes los horrores de la guerra y ha descubierto en el rock el medio más eficaz para vomitar todo ese dolor acumulado durante décadas.

De eso trata, ni más ni menos, Death Metal Angola, una historia que adquirió forma de largometraje el año pasado, tras caer en las manos del cineasta estadounidense Jeremy Xido. Las imágenes, sin embargo, corresponden a 2010, cuando Sonia (la responsable de un orfanato) y su novio, Wilker, deciden volcar todos sus esfuerzos en hacer realidad su gran sueño: que Huambo, la ciudad en la que viven, sea capaz de albergar el primer festival de rock de Angola (algo que ya habían intentado, sin éxito, Benguela y la capital, Luanda). Death Metal Angola, o cómo expulsar el horror de la guerra a través de la música

Conseguirlo no será sencillo, como tampoco lo había sido la historia reciente de Angola, que Sonia va recordando con toda su insoportable crudeza: la devastación y brutalización de Huambo (donde los bombardeos de la interminable Guerra Civil angoleña golpearon con mucha más fuerza que en cualquier otra ciudad del país), las minas antipersona, los huérfanos durmiendo en las calles… Y como medicina para toda esa desolación, el rock, una forma de música que  arraigaría en Angola hace una década en su versión más dura: el death metal o black metal. El mejor vehículo, según Sonia, para expulsar todos esos demonios acumulados en lo más profundo de la juventud angoleña.

Entre los preparativos del festival y la presentación de los grupos que actuarán en él (Dor Fantasma, Before Crush o Black Soul, entre otros), la pareja protagonista va contando los esfuerzos realizados a lo largo de los últimos años para dar un techo a los 55 huérfanos que conviven con ellos. Y también para conseguirles un avión rumbo a Benguela en 1998, cuando la conflagración volvió a reactivarse. Los chavales, por su parte, explican lo importante que ha sido Sonia en sus vidas (a la que consideran una madre, o más bien un ángel) y heredan de Wilker la pasión por el death metal (de hecho, algunos forman parte de una banda de death metal en la que él pone la voz y la guitarra solista).

Death Metal Angola, o cómo expulsar el horror de la guerra a través de la música
Así termina la película, con todos los chavales del orfanato imitando a sus ídolos, aunque sin guitarras ni baterías.

 

A medida que se aproxima la fecha para la celebración del megaconcierto se van destapando los nuevos problemas de Angola, un país de contradicciones, que en menos de 30 años ha pasado de la devastación más absoluta al boom económico derivado de la exportación de petróleo. Estos problemas se resumen en esa insoportable lentitud para conseguir cualquier cosa, desde unos altavoces hasta una exigua ayuda institucional con la que ayudar a la organización del evento (cuyo protagonista, el rock duro, no es políticamente muy correcto).

Al final, Wilker tendrá que poner de su bolsillo 2.000 de los 3.000 dólares necesarios para el alquiler de todo el equipo de música (un dinero con el que pensaba costear sus estudios de programación informática). El joven angoleño lo lamenta, pero no demasiado: “El dinero sólo es papel, y a mí eso no me importa demasiado…. Lo que realmente me interesa es el rock”. Aunque con más de cinco horas de retraso, aquel concierto consiguió celebrarse y resultó todo un éxito. De hecho, el Festival de Rock do Huambo (cuyo lema inicial rezaba “El rock nunca morirá”) ha celebrado en septiembre de 2013 su cuarta edición…

Por un futuro libre de guerras para Sonia, Wilker, los huérfanos angoleños y toda África… ¡Larga vida al Rock!

 

Tall as the baobab tree, la nueva generación en el Senegal rural

0

Tall as the baobab tree trata, una vez más, el conflicto entre tradición y modernidad que todavía sigue viviendo África, ahora muy especialmente en las zonas rurales. La película nos cuenta la historia de una familia, feliz y unida, que necesita hacer frente a un fuerte pago en el hospital, un problema para el que el padre no encuentra otra solución que casar a su hija más pequeña y conseguir así el dinero de la dote.

Algo que se ha hecho durante toda la vida y a lo que la madre no se opone, pero que se encuentra con el rechazo frontal de la hermana mayor, la cual ha podido estudiar y se propone ir pronto a la Universidad. Coumba, educada y con unas perspectivas de futuro muy diferentes a las que les ofrece la vida en el pueblo, no consiente que su hermana pequeña, que no es más que una niña, se case con un hombre –que la quiere además como segunda esposa- al que no conoce de nada.

Para ello, decide ponerse a trabajar y encontrar el dinero necesario para pagar el hospital y evitar así la boda de su hermana. Sin embargo, al final la tradición pesará más que el dinero y evitar la boda se demuestra como imposible, una vez que el padre ha dado su palabra.

Tall as the baobab tree, la nueva generación en el Senegal rural

Rodada íntegramente en lengua Peul, originaria de Senegal, y algo de francés, la cinta retrata muy bien la vida rural, sin paternalismos ni lástima: la familia tiene todo lo que necesita y aunque el padre es un hombre muy tradicional, es consciente de la importancia de la educación y permite que sus hijas vayan a la escuela. Sin embargo, no le gusta del todo los cambios que implica: “Estas niñas se comportan como si fueran de la ciudad. Claro, como van a la escuela allí”, dice en una ocasión.

Del mismo modo, la hija mayor es consciente de que no todo es perfecto en la gran ciudad. En primer lugar, no es nada fácil encontrar un trabajo: ni el mercado, ni el caber, ni como costurera… Cuando por fin lo encuentra, como limpiadora en un hotel, le cuenta a un amigo: “Echo de menos estar con la familia. Allí siempre estoy sola, hasta tengo que comer sola”.

La madre, por su parte, asume el papel de mujer sumisa. No le gusta la idea de casar a su hija tan joven, pero no cuestiona la decisión de su marido. Además, es lo que ella hizo en su momento y le reprocha a su hija que se enfrente a las costumbre: “Yo me casé joven y no me ha hecho mal. Tengo todo lo que puedo querer. No cambies tu cultura. Entiende tu cultura”.

En la cinta aparecen otros personajes que terminan por completar el panorama de lo que es la vida rural en el Senegal de hoy: el hermano mayor, que no pudo estudiar y lo lamenta; los chicos del pueblo, unos dedicados a trabajar con las vacas –la manera de asegurar su sustento- y otros confiados en poder ir a la Universidad; el profesor, que aconseja a Coumba denunciar a su padre como la única manera de evitar la boda, y el jefe del poblado, para quien la costumbre y la tradición son más importantes que todo lo demás.

Una película en la que no hay buenos y malos, sino razonamientos diversos, todos con su parte de razón, aunque nosotros sólo podemos estar de acuerdo con la idea de Coumba. Todo en la cinta se presenta como muy realista, quizás porque el director, un joven estadounidense de tan sólo 23 años, decidió rodarla tras una estancia en un colegio rural en el que las cosas pasaban tal y como aparecen en el película. (Precisamente la película está dedicada a los alumnos de ‘Sinthiou Mbadane’).

 

Tall as the baobab tree, la nueva generación en el Senegal rural
El director, Jeremy Teicher, con los alumnos del colegio Sinthiou Mbadane, con los que rodó la película. Foto: Ben Gifford '10

De hecho, se trata de actores no profesionales, alumnos y alumnas de ese colegio que se prestaron para hacer la película. Así lo cuenta Jeremy Teicher, el director, en una entrevista para el British Film Institute: “rodamos la película en el mismo pueblo en el que ya habíamos hecho el documental (…) Una de las chicas que participó en el documental fue la primera en hablar del problema de los matrimonios jóvenes, y supe que tenía que ser ella la protagonista. Además, tenía una hermana pequeña de la edad que necesitábamos. Así, su intimidad en la película es tan natural, porque es real”.

En cuanto a la actuación “creo que no fue tan difícil porque son cosas muy cercanas a su vida real”. De hecho, algunas partes fueron improvisadas, cuando uno de los chicos le dice a su amigo, el estudiante: “Nos abandonarás cuando te vayas a la Universidad?”. Eso no estaba previsto, pero salió así probablemente porque es algo que está en la vida real.

Tall as the Baobab Tree (Grand comme le Baobab) TRAILER from Jeremy Teicher on Vimeo.

La vie sur terre, de Abderrahmane Sissako

‘La vie sur terre’, una película del relizador mauritano-maliense Abderrahmane Sissako, fue la elegida para inaugurar ayer el Festival de Cine Africano de Córdoba.

Sissako es autor de varias películas entre las que destaca la célebre ‘Bamako‘ (2006) en la que un grupo de personas se reúne en el patio de una casa de Bamako para juzgar al FMI y otras organizaciones internacionales por los efectos devastadores de las políticas de austeridad que durante años aplastaron a África.

Menos conocida es ‘La vie sur terre’ (1998), que  cuenta la historia de un emigrado que vuelve al pequeño pueblo donde se crió después de años viviendo en Francia preguntandose si “todo lo que aprendo lejos de ti –su padre- merece la pena por lo que olvido sin vosotros”.

La vie sur terre, de Abderrahmane Sissako
Un momento de la película La vie sur terre, de Abderrahmane Sissako.

El regreso tiene lugar en vísperas de la celebración del nuevo milenio, el esperado año 2000 ante cuya inminente llegada se organizaron innumerables fastos en todo el mundo. Nada de esto sucede, en cambio, en el pequeño Sokolo, el pueblecito maliense al que regresa el protagonista.

Allí, con un estilo poético, en el que las imágenes se suceden entre casas de barro, paseos en bicicleta y hombres sentados escuchando la radio, nos encontramos con diversas escenas de la vida cotidiana en el pueblo, que parece tener un elemento central: el único teléfono de la zona, situado en la oficina de Correos. Mientras por la radio escuchamos, perfectamente, lo que acontece en París minuto a minuto para celebrar el nuevo milenio, los protagonistas siguen luchando para comunicarse por un teléfono que, “a veces funciona a veces no, es cuestión de suerte”.

La película hace innumerables referencias a Aimé Césaire, el poeta de Martinica e impulsor del movimiento de la negritud, del que se lee incluso un extracto de su Discurso acerca del colonialismo en la radio local. Una emisora muy rudimentaria, que funciona como elemento vertebrador del pueblo, pues se escucha en todos los rincones.

La vie sur terre, de Abderrahmane Sissako
La rudimentaria emisora de radio del pueblo es uno de los elementos en torno a los cuales gira ‘La vie sur terre’.

La película es más que interesante para conocer la vida cotidiana en una zona rural, y visualmente espectacular. Aunque mi opinión no es la de una experta, en Afribuku, que de esto saben un rato, la consideran una obra maestra, así que os recomiendo que la veáis y opinéis por vosotros mismos.

Comenzó el Festival de Cine Africano de Córdoba

0

Anoche comenzó el Festival de cine africano de Córdoba, una ventana abierta a los cinco continente, porque en esta ocasión se proyectan también películas que tratan sobre la afrodescendencia, la emigración hacia Europa, los antiguos esclavos en América Latina...

 70 películas provenientes de 32 países nos darán a conocer Oriente Medio, el Magreb y, sobre todo, el África subsahariana, un lugar de cuya cinematografía no conocemos apenas nada.

En la ceremonia de inauguración, la directora del Festival, Mane Cisneros, recordó a los asistentes que, en realidad, “compartimos mucha más historia con África que con el Norte de Europa”, unos lazos, forjados durante siglos, que pueden generar riqueza y cultura.

Un festival que celebra este año su 10 Edición y que lo hizo Comenzó el Festival de Cine Africano de Córdobarecordando sus inicios, en Tarifa, diez años desmontando tópicos y dando la palabra a los creadores africanos. Una edición que, a pesar del aniversario, será más austera que nunca, según su directora, pero que mantiene la calidad de sus contenidos y de las películas presentadas. No hace falta más que ver la programación para darse cuenta de que así es. Otra cosa es que en esta ocasión haya menos directores invitados, disminuyendo así los encuentros con la prensa y el público.

Durante la inauguración pudimos disfrutar en directo de la música de Kilema, natural de Madagascar pero residente en Córdoba, que cautivó al público con sus sonidos y una nueva forma de dar palmas y aplaudir, en un lugar en el que no andan precisamente faltos de experiencia en este campo.

Tras la ceremonia tuvo lugar la proyección de la película ‘La vie sur Terre’, del realizador mauritano-maliense Abderrahmane Sissako, que el año pasado estuvo presente en el Festival. Esta película forma parte de l retrospectiva “10 fragmentos de un Discurso Amoroso Africano”, en el que nosmuestran diez películas que giran en torno al amor.

Souad Hadj-Ali y su ‘Cronología de mi dolor por Argelia’

1

El año pasado, en diciembre, se celebró en Madrid un encuentro sobre Literatura Africana enmarcado dentro  del Sila, en el que participé como moderadora y parte de la organización.  Entre los asistenes estuvieron dos personas que conocemos bien, Mbuyi Kabunda, presentando el libro ‘Africa en movimiento. Migraciones internas y externas’ y Chema Caballero, que habló sobre Literatura africana escrita por mujeres.

En esta mesa de Literatura esctira por mujeres participó también una escritora argelina, Souad Hadj-Ali, que nos impresionó a todos con su ponencia. En ella nos recordó que muchas veces nos olvidamos del Magreb cuando hablamos de África e hizo una interesantísima exposición sobre la Literatura, no sólo escrita sino también oral, de las mujeres africanas.

Souad Hadj-Ali y su 'Cronología de mi dolor por Argelia'
A la derecha, la escritora Souad Hadj Ali, que nos leyó algunos extractos de sus libros 'Cronología de mi dolor por Argelia' y 'El Ritual de la Bokala'.

Ese día, Souad Hadj-Ali me regaló uno de sus libros, Cronología de mi dolor por Argelia, (Editorial Anubis, 2010) que entre unas cosas y otras no he podido leer hasta ahora. Hoy, con el libro recién terminado, aprovecho para recomendaroslo por la fuerza, el realismo y el dolor que desprenden sus páginas. Una forma de recordar la cruelísima guerra civil que vivió Argelia durante los años 90, vivida en Occidente casi como «una noticia breve en los diarios». Un texto en el que pone nombre y apellidos a los muertos, en el que enumera las fórmulas de terror empleadas durante aquellos años y apela a la memoria de su tierra.Souad Hadj-Ali y su 'Cronología de mi dolor por Argelia'

«Si tuviéramos que contabilizar el número de víctimas y establecer un repertorio de los asesinatos, terndríamos que alargar y multipliar los días porque los calendarios se quedarían cortos».

Pero además, un texto en el que explica también su llegada a Madrid, tras su paso previo por Túnez, donde tuvo que hacer frente a la burocracia que espera a los exiliados y refugiados. «En nombre de la democracia, ustedes han levantado un muro de leyes y de papeleo (…) En nombre de la democracia, han blinaddo su puertas para que no pueda penetrar la sombra de los ‘porteadores del mal'». Y, por supuesto, habla del dolor los que dejaron atrás, por los que se marcharon antes que ellos y no volvierno a ver -«Amina se fue» o «El aviso». Un total de diez textos escritos entre 1994 y 2008 en los que pone voz a sus vivencias, rememorando el dolor que ella, sus hijos y tantos otros argelinos sufrieron durante una década.

——————–

Nacida en Argelia, Souad Hadj-Ali es licenciada en Filología Hispánica y durante varios años fue profesora de español en la Universidad de Argel, una Universidad en la que cada año quedaban menos profesores, porque eran asesinados o decidían marchar al exilio. «En pleno mes de marzo de aquel año, en un mismo día fueron asesinados un sociólogo, un profesor de medicina y un economista. Cada uno a una hora distinta y en un barrio distinto».

Desde 1995 reside en Madrid, donde trabaja como traductora. Ha publicado algunas de sus creaciones literarias en la revista del colectivo ARFA (Atelier de Recherche sur la Femme Algérienne) y en la revista “Algérie littérature/Action”, editada en París. Además de Cronología de mi dolor por Argelia y otros relatos contra el olvido, es editora y traductora de El ritual de la Bokala, un compendio de textos sobre la Bokala, un ritual de la tradición oral femenina argelina. Un repertorio de poemas anónimos cortos creados en árabe argelino y en el que se establece una especie de diálogo entre mujeres. Algo que ella ha asociado a la copla española.