La Fundación El Pájaro Azul ha organizado para este 2019 una campaña de campaña de concienciación sobre las migraciones africanas a través del cine y la literatura.
Para ello, a lo largo del mes de abril celebrarán unas jornadas literarias bajo el título “Flujos migratorios en las literaturas africanas”, en las que autores y autoras de origen africano mostrarán distintos aspectos de su propia experiencia migratoria, o de experiencias sobre las que han escrito.
Pero antes del comienzo de las jornadas, la asociación ha organizado una serie de charlas para enmarcar el tema, de la mano de varios expertos que abordarán la situación desde diferentes ámbitos: literario, jurídico y sociológico.
Estas charlas tendrán lugar el Club de Prensa Asturiana de Oviedo y se celebrarán en las siguientes fechas:
El 14 de enero, desde el punto de vista literario a cargo de Vicente Montes Nogales, profesor en la Universidad de Oviedo experto en literatura africana.
El 11 de febrero, desde el jurídico, con Javier Andrés González Vega, Catedrático de Derecho internacional público y Relaciones internacionales.
Y el 5 de marzo desde el sociológico, de la mano de Hans Peter van den Broek, profesor de Sociología en la Universidad de Oviedo, experto en inmigración, integración y xenofobia.
En la charla a cargo de Vicente Montes se abordará el origen de las literaturas africanas del siglo XX y de su relación con la oralidad (tanto en aquellos autores que se inspiran en ella como quienes la rechazan). Además, el autor hablará muy especialmente sobre la decisión – ¿necesidad más bien?- de los primeros escritores de utilizar la lengua de los colonos. Se tratará las características de las literaturas coloniales y de las de las independencias, así como de la que ha comenzado a escribirse en este siglo XXI. Un objetivo muy ambicioso para acercarnos a «conocer la realidad del continente africano y el sentir de sus
habitantes».
Subtitulado Reflexiones desde una neurosis antioccidental, este libro es una ácida crítica a los países coloniales, ahora reconvertidos en los benefactores de África. Una patada en el trasero, también, a aquellos que asienten complacientes a la nueva relación de dependencia lograda tras el “baile de disfraces de las independencias africanas”. Y, por supuesto, toda una declaración de intenciones de un feminismo afrocéntrico que interpela a mujeres blancas y hombres negros.
Leer un libro publicada a finales de los setenta y pensar que podría haberse escrito ayer es poco frecuente, pero es exactamente lo que sucede con “Nuestra hermana aguafiestas”, de la ghanesa Ama Ata Aidoo. Una de las obras “más audaces, modernas, visionarias y radicales que surgieron de la época de las postindependencias” (tal y como escribe la traductora y estudiosa de las literaturas africanas Marta Sofía López en un brillante prólogo), y sin embargo una de las menos conocidas hasta ahora. ¿Influirá, quizás, que su autora fuera una mujer y que en sus páginas se cuestione no sólo al mundo occidental, sino a los compatriotas negros que tan fácil y dócilmente se dejaron deslumbrar por los privilegios concedidos por las grandes potencias a unos pocos? Los intelectuales, doctorandos y profesionales acogidos por mamá Europa. ¿Tendrá que ver con lo que algunos interpretaron como un velado lesbianismo en la obra, por la relación de amistad entre Marija y Sissie?
¿Por qué está siempre de paseo con la chica negra?
Sommer no habla inglés y la africana no habla alemán. Así que, ¿quién hace de intérprete?
¿Y de qué hablarán entre ellas?
¡No debería llevarla a su casa todos los días!
¡Tiene que estar volviéndose loca!
¡ALGUIEN TIENE QUE DECÍRSELO AL MARIDO! (escrito así, en mayúsculas, en el original)
¿Será quizás que no gusta leerla en Europa por los dardos que lanza contra los autodenominados “civilizadores”? “Malditos sean los que roban continentes” es probablemente la más suave de sus aseveraciones. Una novela con continuas referencias a la esclavitud, a la superioridad moral impuesta por los colonizadores, al buenismo (por supuesto más teórico que real) de la nueva Europa y a la fallida descolonización: ese “baile de disfraces llamado Independencia para toda África”.
“Pobres bandidos y puntas irredentas cuya única distinción en la vida era que, al menos, ellos eran mejores que los nativos”.
¿Cómo podría un negro
de mierda
gestionar nada
sin que expertas manos blancas
le tengan bien apretados los cojones
y el bolsillo?
Vayamos por partes. Para comenzar, no se trata de una novela fácil de leer. Es una maravillosa mezcla entre novela y poema en la que los diálogos (pocos) se mezclan con las reflexiones (muchas), las preguntas y los ácidos dardos de Ata Aidoo.
Pero, ¿quién es esta Hermana aguafiestas?
Una insignificante
mujer
africana que,
si las cosas hubieran salido como debían,
y el Tiempo no tuviera un modo de
dilapidar los sueños de los
hombres, no
hubiera
estado aquí
pisando el mismo suelo
que habían pisado los pies del
Führer…
‘A-C-H-T-U-N-G!
Nuestra hermana aguafiestas es una joven y brillante estudiante ghanesa que recibe una invitación para pasar unos meses en Alemania. Un viaje que “debía de tener algo que ver con los esfuerzos de alguien“para hacer otra vez el bien. Porque, desde el principio, la embajada había mostrado muchísimo interés».
Lo que le espera allí en Alemania es una estancia con otros jóvenes de todo el mundo en un supuesto lugar idílico -un antiguo castillo- y la única tarea de trabajar unas pocas horas en un vivero de pinos. “Este trabajo de proteger pinos con mantillo hacía que algunos de los campistas se sintieran incómodos. Especialmente los europeos. Dado que estaban acostumbrados a resultar inútiles en sus hogares de clase media, se habían apuntado a tareas de voluntariado internacional con la esperanza de llegar hasta las muchedumbres hambrientas de la tierra (…) Durante un tiempo, a algunos les habían hecho creer que irían, por lo menos, al sur de Italia. Pero aquí estaban ahora, al sur de Alemania, mimando a futuros árboles de Navidad”.
Allí conocerá a una joven ama de casa alemana que apenas habla inglés, con la que establece una cierta relación de amistad que le permite conocer y adentrarse en la vida y la casa de una familia europea. Allí descubre las miserias europeas, su hipocresía, la realidad que se esconde tras la luz que emana del continente. Y lo describe así:
S
O
L
E
D
A
D
Cayendo por siempre
Como una lágrima del ojo de una mujer.
¿Así que era esto?
La soledad de Occidente como una respuesta a las agresiones, al colonialismo, a la barbarie perpetrada por el hombre blanco en los países colonizados. ¿Sería eso?
En la segunda parte del libro, la protagonista cambia la localización: ya no es Alemania, sino Londres, la capital del Imperio, quien le espera esta vez. Y allí surge la tristeza, primero, y la rabia, después, de ver a tantos compatriotas, penando por las calles de la capital del Imperio. “No tenía ni idea de lo que le esperaba en Inglaterra. Pero para lo que nadie la había preparado era para encontrar allí a tanta gente negra (…) Se diría que Inglaterra estaba llena de negros, pero tenían un aspecto tan deplorable que Sissie se preguntaba por qué seguían allí”.
Y esta situación le da pie a Ata Aidoo para poner de manifiesto las incoherencias de tantos compatriotas que dejan sus países y familias deslumbrados por un supuesto éxito: ya sea en forma de dinero, reconocimiento profesional (becarios y doctorandos perceptores de las migajas y sobras del Imperio) o simple bienestar. Dinámicas de poder y educación que terminan por convencer a la juventud de que todo lo de fuera es siempre mejor.
“Con el tiempo llegaría a entender que estas migraciones son parte de la ilusión colectiva por parte de una población oprimida acerca de lo bien que se lo pueden montar en otro sitio. Corriendo a toda velocidad para seguir parados en el mismo sitio.
Se preguntaba por qué nunca contaban en casa la verdad acerca de sus viajes (…)
Cuando por fin volvían a casa como “gente viajada”, hablaban maravillas del extranjero, y hacían ver que sus paladares añoraban comidas insípidas que les hubieran hecho vomitar incluso en su mejor versión.
Pescado y patatas fritas”.
En la última parte, “Una carta de amor”, una larga epístola al hombre que le acaba de abandonar, supuestamente por no ser buena mujer, la protagonista demuestra su feminismo, de origen afrocéntrico, no importado, y se regocija en su imposibilidad para quedarse callada y hacer lo que se espera de ella para convertirse una «verdadera y buena mujer africana».
“Algunas veces, cuando la gente habla sobre las virtudes de las mujeres africanas me pregunto quién soy yo y de dónde salgo” (…)
Tengo la sensación de que toda la sumisión y la humildad que tú y los hermanos esperáis de mí y de las hermanas es lo que es realmente occidental. Ideas victorianas de segunda mano, ¿no?
Habla también Ata Aidoo sobre el sufrimiento de las madres y las mujeres africanas, en un párrafo brillante (p. 180) y de lo que les espera: “Y ahora mira a esos para los que ella ha estado economizando, ahorrando e hipotecando su dignidad para enviarlos a la escuela más cercana, o al extranjero. Mírales volviendo con nietos con los que ella no se puede comunicar: porque sólo hablan inglés, francés, portugués…
Todo a cambio de dinero y una casita, sí, construida por sus hijos para ellas. Pero “¿acaso no existe el peligro de que podamos pensar en resolver un viejo problema colectivo aplicando medidas individuales? Así que todos los que hemos estado en el extranjero construimos casas para nuestras madres. ¿Y después, qué?
Este libro, que es revolucionario para su época y para la nuestra, tuvo, sin embargo, muy poco recorrido, y menos aún en su propio país. Así lo cuenta ella misma en un ensayo posterior que la editorial ha decidido muy acertadamente incorporar al libro. Un texto titulado “Colegas indeseadas y esclavas decorativas. Visiones sobre las mujeres como escritoras y personajes en la literatura africana contemporánea”. En él se queja amargamente del silencio que pesó siempre sobre su libro.
“Por eso, lo que ha ocurrido con la no-recepción de mi libro me resulta tan difícil de callar.
Estoy convencida de que si Aguafiestas o algo similar lo hubiera escrito un hombre, como decimos por aquí, nadie hubiera cerrado un ojo en este último par de años por culpa del ruido que se hubiera montado al respecto.
Si Aguafiestas ha recibido reconocimiento en otros sitios, es gratificante. Pero no hay remedio para el dolor que me produce el que en mi propia casa hay sido por completo ignorada.
Porque seguramente mis hermanos y colegas saben que lo único importante es la recepción crítica de un libro, no necesariamente que reciba beneplácitos. Cuando un crítico se niega a hablar de tu obra, es un acto de violencia. Te está deseando la muerte en tanto que persona creativa”.
Sin embargo, aunque este libro, efectivamente, no tuvo el eco esperado en su momento, lo cierto es que no ha perdido vigencia. Buena prueba de ello es que todavía hoy, treinta años después, se haya reeditado en España. Además, hoy en día Ama Ata Aidoo sí es por fin reconocida como una de las grandes de las letras africanas, además de haber formado parte de la primera generación de mujeres africanas que consiguió publicar y poner por escrito sus historias.
En el año 1983, llegó a ocupar el cargo de ministra de educación, pero lo abandonó pronto al ver que no eran posibles sus ansias reformistas. Desde entonces, vivió durante más de una década en Zimbabwe y ahora vuelve a estar instalada en Gahana, desde donde dirige Mbaasen, una organización que trabaja por visibilizar a las autoras africanas con el objetivo de que, a otras, no le suceda lo mismo que a ella.
En el barrio de Biyem-Assi, en una calle poco concurrida, especialmente teniendo en cuenta el barullo habitual de las grandes urbes africanas, se encuentra la Maison de l’Ecrivain. Una casa grande, con paredes naranjas y aspecto de recién pintada, en la que no figura cartel ni indicación alguna pero en la que un nutrido grupo de jóvenes pergeña las futuras actividades de Génération Change, un movimiento popular que invita a sus conciudadanos a “contribuir al cambio, sin esperar a que el Estado lo haga por ellos”, tal y como resume su coordinador Christian Etoundi.
Se trata de un movimiento más o menos informal, que nació en la Red y que promueve pequeñas acciones para mejorar la vida de los habitantes de Camerún, trabajando todos a una para solventar las carencias de su vida cotidiana: ya sea a través de una campaña de recogida de basuras en el barrio, la reforma de un colegio o la mejora de las calles de la ciudad.
El pasado mes de marzo cumplían su primer año de actividad, y su crecimiento ha sido vertiginoso en las redes sociales: doce meses después de su primer post en Facebook ya cuentan con una comunidad de más de 23.000 personas, de dentro y fuera de Camerún. A través de las redes comenzaron sus llamamientos a la movilización y así consiguieron la ayuda de decenas de particulares y empresas privadas: un fundraising heterogéneo en el que unos contribuyeron con dinero y otros con mano de obra o conocimientos técnicos.
Desde entonces, han realizado ya más de una veintena de acciones, entre las que destaca la construcción de un pequeño puente para atravesar una corriente de agua que en los meses de lluvia se hacía insalvable y que se había cobrado ya la vida de varias personas. Hasta entonces, la única manera de atravesarla era mediante un tronco provisional, inseguro y habitualmente desbordado tras las lluvias.
Tal proyección sólo ha sido posible gracias a un padrino de lujo, hiperactivo en redes sociales y bien conocido dentro y fuera del país: el escritor Patrice Ngagang. El autor, que ganó en 2002 el Gran Premio Literario del África Negra y es profesor en la Universidad de Pensilvania, (EEUU), donde reside, es el verdadero impulsor de este proyecto.
Ngagang es un intelectual controvertido, contestatario y polémico que se ha enzarzado en un buen número de discusiones epistolares (a través de las Redes Sociales) con otros representantes de la cultura camerunesa, como el politólogo y catedrático Mathias Éric Owona Nguini, o el filósofo Achille Mbembé, con los que ha mantenido agrias discusiones sobre identidad, política e historia, entre otros temas. Además, Ngagang – “El hombre indignado”, tal y como le denominaba Jeune Afrique en un artículo de 2013-, ejerce una intensa actividad política, y es el fundador del movimiento “Artículo 53”, con el que protesta contra la impunidad del presidente Paul Biya.
Biya, uno de los más longevos presidentes de África, lleva en el poder desde 1982 y ha ganado todas las elecciones celebradas en el país desde los primeros comicios multipartidistas, que tuvieron lugar en 1992. El nombre de la asociación hace referencia, precisamente, al Artículo 53 de la Constitución camerunesa, que prevé que el presidente sólo podrá responder de sus actos ante la Alta corte de justicia. Una institución que… nunca se ha puesto en marcha.
Pero más allá de la actividad política de su fundador, este movimiento se configura, y se define como un movimiento popular abierto a cameruneses de todo tipo y condición, dentro y fuera del país. “Un movimiento ciudadano real, que no tiene intereses políticos pero que usa la política como modo de cambiar las cosas”. Tal y como explica Christian Etoundi, coordinador de Génération Change en Camerún, “el 80% de esta comunidad no se conoce personalmente, tan sólo han hablado a través de las redes sociales”. Muchos forman parte de la diáspora pero aprovechan los viajes a casa para acercarse a colaborar y conocerse en persona. Otros se ven sólo cuando hay una acción determinada y algunos son asiduos del local de la Maison de l’écrivain. Allí se reúnen varias veces por semana y celebran actividades culturales como el Festival de los jóvenes escritores, proyecciones de cine o conferencias sobre temas variados. Además, ofrecen ‘estancias’ a creadores internacionales que quieran compartir y aprender con ellos.
De momento, todavía no son una asociación legalmente reconocida en Camerún -sí en Francia, donde se constituyeron inicialmente-, pero ya han comenzado el proceso de legalización. Además, se han extendido por otras ciudades del país, principalmente Douala, la capital económica y mayor urbe del país, donde tienen prevista una gran campaña contra las botellas de plástico, porque “no existe en Camerún, ni por parte del Estado ni de las compañías, ninguna política de reciclaje ni recogida de plásticos”, recalca Etoundi. Al mismo tiempo, han realizado hermanamientos con movimientos similares en Marruecos y Sudáfrica.
Pero de momento, siguen pensando en lo local y ya tienen prevista su próxima acción, ésta de mayor envergadura que las anteriores. El objetivo es la remodelación total de uno de los pabellones del colegio público del barrio de Madagascar, al noroeste de Yaoundé. Allí, la falta de aulas provoca la masificación de las clases disponibles, puesto que uno de los recintos teóricamente destinados a clases está totalmente inservible. La asociación ya ha contactado con la responsable del centro y las autoridades para que en junio comiencen las obras de remodelación, que supondrán un cambio radical para el colegio, centro neurálgico de este popular barrio de la capital.
Éste es un proyecto de mayor envergadura, y el presupuesto previsto es de 5.129.406 francos CFA (7.821 euros al cambio). Para lograrlo, continúan con la campaña de recogida de fondos, ya sea a través de donaciones directas, que se pueden hacer a través de su web, o de la venta de merchandising.
Artículo publicado originalmente en el blog África no es un país, en mayo de 2016.
La vida en el pueblo no es fácil para Tembi y Kwezi después de la muerte de su madre. No hay qué comer y la persona que debería hacere cargo de ellos, una de sus tías, se desentiende de ellos tan pronto como puede. Desesperados, comienzan un viaje que les va a llevar a Durban, la gran ciudad, donde esperan ganar algo de dinero vendiendo uno de los tapetes que confeccionó su madre.
Allí en la gran ciudad todo deslumbra y todo brilla, pero también allí esperan las enormes dificultades de convertirse en niños y niñas de la calle. Un lugar donde donde la lucha por la supervivencia les arrancará definitivamente de la infancia.
Preciosa película que merece la pena ver y disfrutar. Dirigida por el sudafricano Madoda Ncayiyana, es un filme de bajo coste, rodado casi íntegramente en zulú y con una protagonista maravillosa: Madoda Ncayiyana, una actriz sin ninguna experiencia, residente en uno de los muchos townships que rodean la ciudad de Durban, y seleccionada entre más de 3.000 niños.
Me salgo hoy de los temas habituales de este blog para hablar de una gran iniciativa que tendrá lugar en Madrid en los próximos días y que me apetecía mucho compartir.
Del 7 al 6 de septiembre se celebra en la Cañada Real (Madrid) el Festival Internacional de Cine 16 kilómetros. Un evento multidisciplinar en el que se proyectarán cortometrajes hechos por los niños y niñas de Cañada, largometrajes de ficción y documentales, y un buen número de actividades paralelas de carácter cultural y participativo. Entre ellas destacan los recorridos culturales, las jornadas gastronómicas, conciertos –flamenco, hip hop, rock– , coloquios, arte urbano y talleres de cine, con los que se pretende para favorecer la reflexión ciudadana.
Dirigido por Carlos Olalla y Ana González, este Festival, que celebra ya su III edición, se presenta como una herramienta de doble recorrido: por un lado, acerca el cine a la población de la Cañada –donde el acceso a actividades culturales es prácticamente nulo- y, por el otro, muestra al resto de la ciudad la riqueza cultural y étnica de sus habitantes. Porque en la Cañada, uno de los mayores núcleos de infraviviendas de España, situado a excasos kilómetros de la capital, viven personas con dificultades económicas, sí, pero que intenta llevar una vida lo más normalizada posible, alejados de los estereotipos que se tienen de ellos. [Os recomiendo este texto de Carmen Alemany, donde cuenta muy bien el día a día en el barrio: «El alma no tiene color. Vivir en Cañada Real«]
En esta ocasión, el Festival pone su atención en la comunidad gitana, mostando las dificultades a las que se enfrentan y presentando presentaremos la riqueza cultural que aportan a la Cañada Real. Además, el otro eje será el de la igualdad de género, poniendo el foco en la importancia de las mujeres a la hora de tejer barrios, especialmente en contextos tan complicados como el de la Cañada.
Durante los diez días que dura el festival, habrá, por supuesto, proyecciónes de películas dentro de la Cañada y otras que podrán verse en la Cineteca del Matadero Madrid, además de talleres sobre igualdad de género, seminarios sobre cultura y transformación y un interesantísimo paseo cultural por la cañada. Toda la información la podéis y actividades están en la web del festival.
Detrás de este festival hay una larga historia, que comienza en el año 2011 cuando la Fundación Voces comenzó a impartir talleres audiovisuales a los niños y niñas de Cañada; lo hacían en la calle, ya fuera invierno o verano, hasta que, trabajando junto al Ayundamiento, lograron locales para realizar las clases. Desde entonces, han editado decenas de cortos en los que los niños mostraban su día a día, sus emociones o sus sueños. Segn explican, este trabajo ha ayudado a los niños a abrir sus mentes, cambiar de referentes, apartase de conductas de riesgo e incluso, e incluso, en algunos casos, mejorar su rendimiento académico.
Entre las películas que se proyectan, y enlazando ya con el tema principal de este blog, tenemos que destacar They will have to kill us first, que cuenta la historia de los músicos de Malí que luchan por su derecho a cantar –como sucedía en la maravillosa Timbuktu, de Abderrahmane Sissako-, cuando los fundamentalistas toman el poder en el país. Los yihadistas, llevados por su interpretación fanática de la religión, impusieron el silencio como norma, acallaron los tambores y las palmas, pero algunos músicos, a los que retrata el documental, decidieron seguir con su música, a costa de lo que fuera.
Ciencia ficción africana de la mano de una estadounidense de raíces nigerianas. Es Binti, una historia que nos sitúa en una narrativa poco convencional en África, un libro que nos lleva hasta la desértica Namibia, en un tiempo futuro en el que las relaciones intergalácticas son ya habituales.
La joven Binti pertenece la tribu de los himba, y proviene de una tradicional familia que se ha dedicado durante siglos a la creación de astrolabios, un preciso y avanzadísimo instrumento de navegación, en el que se guarda la historia de cada persona. Una familia de artesanos –“maestros armonizadores”- tan meticulosos como cerrados en sí mismos. Por eso cuando Binti, que es una excepcional matemática y la mejor reparadora de astrolabios de su familia, recibe una invitación de la Oomza Uni, una universiad interestelar a la que sólo pueden acceder los mejores estudiantes de cada galaxia, Binti no se lo piensa y marcha sin avisar a su familia.
Allí le espera un futuro incierto. Ella es la primera de todo su pueblo en salir de las arenas del desierto de Namibia, y ya en la nave espacial que les lleva a la Oomza Uni se da cuenta de lo dificil que será este viaje. Allí se encontrará con otros estudiantes humanos, como ella, pero pertenecientes a la tribu dominante de los khoush. Allí siente el rechazo de los otros por primera vez -“estos embarrados son unos mugrientos”, escucha que dicen de ella en referencia al otjize, los tradicionales baño de arcilla que llevan los himba y que la protagonista decide mantener, al igual que las pulseras en los tobillos. Es un choque de bruces con la realidad, un golpe con la incomprensión y una lucha interna entre mantener sus costumbres y ser aceptada por los otros.
Pero también hay espacio para el entendimiento y el acuerdo, incluso con criaturas interestelares, como las medusas, una raza alienígena que ataca brutalmente la nave. Especialmente interesante es el enfrentamiento dialéctico de Binti con Okwu, una de las medusas, que le sirve para reflexionar sobre sí misma, su familia y las relaciones entre las personas.
“Incluso yo me daba cuenta de que Okwu no era la mayor de las medusas; demasiado impulsiva… Tenía algo que me recordaba a mí. Quizás fuera su curiosidad. Creo que, si fuera medusa, habría sido una de las primeras en acudir a verme. Mi padre decía que mi curiosidad era el último obstáculo que debía superar para ser una auténtica maestra amonizadora. Si en algo no nos poníamos de acuerdo era en eso: para mí, la única forma de ser extraordinaria era poseer la curiosidad suficiente para buscar la grandeza”.
Este sería un resumen somero de lo que sucede en Binti, un libro repleto de acción pero en el que lo más interesante es la reflexión. Una obra en la que, más a allá de las batallas entre diversas criaturas y los poderes sobrenaturales de cada cual, se dejan entrever historias sobre los himbas, los pueblos antiguos, la mezca “interestelar”, “interracial” e incluso “intra-espacial» en una reflexión sobre cómo nos acercamos a lo desconocido, cómo funcionan nuestros prejucios y las creencias que damos por hecho.
Personalmente, como alguien totalmente ajeno a los libros de ciencia ficción, pero siempre interesada en África y con ganas de leer, me acercaba a Binti con escepticismo pero tambien curiosidad. Al principio, ayudó ver que era una novela corta, y al final me dio rabia que se acabase tan rápico. La impresión es que el libro termina cuando está a punto de comenzar lo mejor. Y en realidad así es, Binti es el primer tomo de una trilogía de novelas cortas, que continúan con su llegada de la protagonista a la Universidad.Así que habrá que esperar las siguientes partes (la editorial ya ha confirmado que traducirán también el resto de entregas).
Con esta obra, la autora estadounidense Nnedi Okorafor (1974) llega por primera vez a España, gracias al trabajo de la editorial Crononauta, con la traducción de Carla Bataller. Okorafor, profesora de escritura creativa y Literatura, tiene una larga trayectoria a sus espaldas, pero es en los últimos años cuando ha ido ganado mayor relevancia. En su vida y en sus libros reivindica sus raíces nigerianas y aprovecha para poner a África en el mapa, como hace en Binti. Sus historias han recibido ya importantes galardones (premio Hugo en 2016, Nébula en 2015, el Wole Soyinka Prize for Literature in Africa…), y la fama le ha llegado al saberse que una de sus novelas (Who fears death) se convertirá en una serie de la HBO de la mano de George R.R. Martin, creador de Juego de Tronos, que será el encargado de la adaptación de la obra. En esta obra, Okorafor escribe sobre el viaje espiritual de una niña sudanesa en un mundo postapocalílptico para entender sus poderes mágicos y vengar la violación de su madre. Esperamos también verla pronto.
En una calle cualquiera de Valencia, muy cerca del antiguo cauce del Río Turia, entre el Mercadona, la farmacia y un pub de rock, sorprende una fachada poco convencional. Unas figuras geométricas y de colores vivos que inmediatamente recuerdan a Sudáfrica a quienes la conozcan, pero que bien podría sonar a chino a los vecinos del barrio. Es la librería- espacio cultural ‘United Minds”, la entrada a la “casa de la palabra”, como se refieren a ella sus fundadores.
Con tres años de existencia a sus espaldas, United Minds se ha convertido ya en un referente para quienes quieren acercarse a África y la afrodescendencia, un lugar donde visibilizar esta realidad que tan poco conocemos a pesar de estar aquí mismo. El objetivo es divulgar todo lo que gira en torno al mundo africano, conectando historias, recogiendo las piezas que faltan para completar el puzzle de la Historia Universal y no quedarnos sólo en lo que nos han contado. Por eso en sus estanterías lo mismo encontramos a los modernos “bestseller” africanos como Chimamanda Ngozi, que a los clásicos de la Negritud, los teóricos del decolonialismo, la historia de los esclavos en Haití o la de los afroamericanos que lucharon en las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. Pero también telas africanas, artesanía y hasta productos especiales para el pelo afro, un tema que han tratado a fondo este curso con los talleres impartidos en este y otros espacios.
“La idea es conectar los puntos, porque los libros crecen puestos en contexto. No es lo mismo tenerlos todos juntos que encontrar uno en una esquina de la librería. Lo importante es que las historias no se quedan aisladas”, nos cuentan sus fundadores, Ken Province y Deborah Ekoka. Y la conexión va mucho más allá de la literatura, por eso el espacio ha crecido hasta convertirse en una especie de centro cultural que acoge charlas, encuentros, una escuela feminista, talleres para cuidar el pelo afro y cualquier actividad relacionada con áfrica o la afrodescendencia. “Estamos abiertos a todo tipo de propuestas, colaboraciones e ideas”, nos explican.
Deborah Ekoka y Ken Province son las manos, la mente y el corazón detrás de este proyecto que ha conseguido mantenerse a flote durante cuatro años a costa de mucho trabajo, ilusión y necesidad de verse reflejados, de tener una identidad clara. Valencianos, afrodescendientes –ascendencia ecuatoguineana ella; haitiana él-, estos dos jóvenes buscaban un espejo en el que verse representados y, ante la falta de referentes, decidieron crearlo ellos mismos.
¿Cómo surgió el proyecto?
“Hemos nacido aquí, en Valencia, nos hemos criado aquí, conocíamos todo lo que podían conocer los de nuestra clase, pero ellos no sabían nada de nosotros. Queríamos compartir ese valor añadido. Primero pensamos en hacer una revista, luego en organizar encuentros, así que hicimos una fiesta dedicada a la afrodescendencia en la que hubo charlas, coloquios.. Y de ahí vimos que para exponer nuestros argumentos, para vernos representados, necesitábamos libros, así que la librería se ha convertido un poco en la columna vertebral del proyecto.
¿Qué tal ha sido la acogida?
La gente del barrio aún está intentado averiguar qué es esto de United Minds. Y eso nos parece bueno porque significa que hemos desperato una curiosidad. Queremos aportar lo que podemos para enriquecer un poco la cultura. Nos salía hacerlo aquí, en nuestra ciudad, y hemos empezado poquito a poquito. Nuestro mantra es “con lo que tengas, haz”. Y así vamos, poco a poco pero firmes».
Un paso firme que no sólo les ha permitiro mantener durante cuatro años una librería –que ya de por sí es difícil- ¡y sobre África! –que ya es ciencia ficción-, sino que les ha permitido seguir trabajando en ese objetivo de conectar los puntos: “Estamos llegando a la gente por el boca a boca, por la web y, sobre todo porque nos movemos mucho. Hemos participado en festivales de música, en encuentros en Madrid, en Barcelona, Alicante… Con estos eventos hemos ido uniéndonos, unos nos animamos a otros. Es la reivindicación de los afrodescendientes, que siempre hemos estado invisibilizados”, explica Deborah, gestora cultural y organizadora de Black Barcelona y Afroconciencia Madrid, entre otros eventos.
En estos encuentros han ido tejiendo una tupida red que les une con otros colectivos de afrodescendientesen España y con eventos culturales de todo tipo: “lo mismo hemos presentado libros en una feria del libro anarquista que en un evento con la embajada de Guinea Ecuatorial”, y para un futuro no muy lejano sueñan con poder editar directamente algunos libros no traducidos y que echan en falta en castellano, además de seguir aumentando su presencia en otros espacios culturales, no sólo en España sino también en Guinea Ecuatorial o en América Latina. Además, nos cuenta Deborah, “Hemos empezado una escuelita feminista, estamos conociéndonos, creando comunidad, reflexionando juntas. Hay chicas de Bolivia, Brasil, México… . Vamos a empezar un ciclo de cine y lectura de libros. Es una necesidad de tener una identidad clara. Poder decir “yo también soy de aquí”.
¿Y qué pasa con las nuevas generaciones?. Ellos no tuvieron apenas referentes y por eso decidieron crear este proyecto, así que les pregunto qué hay hoy para los niños y niñas, aprovechando la mesita con juegos que indica que los más pequeños son bienvenidos. Me responden que en español hay todavía pocas cosas, aparte de Kirikú y algunos proyectos incipientes como Potopoto (para un poco más mayores). Así que siguen buscando. “Muchos de estos libros presentan a los niños negros como niños africanos, [olvidando que también pueden ser de aquí], así que a veces simplemente con que un libro tenga un protagonista que sea negro, que vaya al cole, con su mochila y hace cosas normales, como los demás, ya es súper importante para mí”, explica Deborah. Además, hacen talleres para familias y, si no encuentran los materiales necesarios, “los creamos nosotros”.
Nos cuentan que todo empezó alrededor de 2010, cuando a través de las redes, diversas personas fueron conociéndo y encontrándose, poniendo en marcha esas conexiones de las que habla Ken Province. “Nos hemos ido encontrando y al final estamos haciendo un collage de gente que ha nacido aquí, de gente migrante, de niños adoptados que no tienen ningún referente, gente española blanca que quiere ver más allá de lo que le han contado y muchos otros”. Este año han conseguido llevar a Valencia a gente muy potente, que está trabajando por la visibilidad del colectivo desde diferentes espacios: Edmundo Sepa, que escribe sobre Guinea, o Mireilla Sentís, que lleva la Biblioteca Africana de Madrid, la artista Silvia Albert, creadora de ‘No es país para negras‘ o Ruben H. Bermúdez, autor del lilbro ‘Y tú, por qué eres negro’, entre otros.
El nombre de la librería y el proyecto viene de una de las pasiones de Province, el hiphop, y es el título de una canción de “un grupo muy afroconsciente”, Arrested Development. Como músico y artista multidisciplinar que es, a Province le gusta el lenguaje metafórico, la simbología, y es lo que han intentado plasmar en todos los detalles: el nombre, el logo, y, por supuesto, la puerta de entrada,con esas pinturas inspiradas en la cultura Ndebele, de Sudáfrica. “Quise hacer una fachada llamativa que fuera una invitación a entrar en la ‘casa de la palabra’” (Abbaa, en lengua Fang) donde se conectan todos los puntos de la diaspora directamente con África». Y vaya si lo han conseguido. United Minds es uno de los mejores lugares para conocer el África más plural y diversa, y la afrodescendencia en toda su amplitud.
La Universidad de la Laguna acoge estos días el Campus África, un programa de verano que viene realizando ya desde 2014 y que cada curso ofrece una amplia mirada a la realidad africana desde diversos puntos de vista. En esta ocasión, las charlas y ponencias giran en torno al desarrollo científico y cultural en su sentido más amplio y se organizan en torno a tres ejes:
El desarrollo sostenible y los retos y oportunidades que supone la globalización para África; el patrimonio cultural y la investigación en torno a conceptos como memoria, identidad e interculturalidad, y la salud global en África: enfermedades emergentes e investigación biomédica. Si los tres ejes son interesantes, el último se revela como imprescindible y quizás como el menos tratado en otros foros relacionados con África. [Esta iniciativa, surgida en 2014 con el título de “África y los Objetivos del Milenio”, nació de la mano de la mano de Fundación Canaria para el Control de las Enfermedades Tropicales (FUNCCET), por lo que siempre ha cuidado especialmente la parte más relacionada con la investigación científica].
Y esta es una de las características que hace de este “Campus África” un imprescindible del verano. La otra es que, además de contar con investigadores nacionales y extranjeros, han creado un programa de becas para universitarios africanos que permitirá a 20 jóvenes de distintos países del continente asistir a las jornadas y realizar prácticas formativas en diversos centros de Tenerife.
El patrimonio cultural africano, tanto el material como el inmaterial, no está exento de la dialéctica entre tradición y modernidad que permea las sociedades africanas contemporáneas. Los problemas de su conservación, interpretación y divulgación, así como su adaptación y transformación en el marco de las nuevas tendencias culturales y demandas sociales nos invitan a examinar sus presupuestos teóricos y aplicados y a repensar su papel en relación con los condicionamientos de la cultura global de nuestros días.
El encuentro, que comenzó el pasado 11 de julio y se extenderá hasta el 28 ofrece a los asistentes un buen número de actividades, coloquios y visitas, abiertas a la participación de todos los públicos. Entre las ponencias destaca una mirada muy especial a las literaturas africanas en toda su extensión (oralidad, expresión escrita en castellano, francés, inglés o portugués) y a la identidad africana (con charlas como “Afropolitanisms: hacia una conciencia global en áfrica”, «Heroínas senegalesas que desmantelan mitos sobre la mujer africana” Dr. Djidiak Faye, o la de “Mujeres africanas: migración y construcción de la identidad en la diáspora”, de la escritora Remei Sipi Mayo).
En total, más de 130 expertos internacionales para analizar las realidades, carencias y potenciales del continente africano y descubrir nuevas vías para potenciar su desarrollo.En el campo del desarrollo, se hablará de pobreza, migraciones, globalización y nuevas ciudadanías y en el campo de la Salud se tratarán temas como las emergencias sanitarias (el ébola en 2014 o el zika en 2016), las enfermedades endémicas de regiones tropicales y empobrecidas, los avances científicos relacionados con el diagnóstico, prevención y control de las enfermedades infecto-contagiosas de especial relevancia para África, y en las nuevas fronteras de la investigación biomédica.
Además, dentro del Campus Africa se incluye también la celebración del Día de Mandela -de quien este 18 de julio se cumplen los 100 años de su nacimiento- y se entregarán los premios Campus Africa para jóvenes investigadores africanos y el galardón de relato breve Amadou Ndoye (en reconocimiento al profesor Ndoye, profesor de Lengua y Literatura Española en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Cheikh Anta Diop en Dakar, Senegal, y estudioso de la literatura canaria) para estudiantes africanos residentes en África.
Usamos cookies propias y de terceros para rastreo anonimizado de visitas.
Funcional
Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos.El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin una requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de su proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarlo.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en un sitio web o en varios sitios web con fines de marketing similares.