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Nelson Mandela (VI): La liberación

Nelson Mandela (VI): La liberación

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. El resto de entradas pueden encontrarse aquí:
I.- Años de infancia y toma de conciencia
II.- Nelson Mandela, la llegada a Johannesburgo.
III.-La instauración del Apartheid.
También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

Mandela y De Klerk mantuvieron algunas reuniones, acercaron posturas, expusieron sus exigencias. Y el día 2 de febrero de 1990, De Klerk hizo algo inesperado. En un discurso en el Parlamento anunció, sin miramientos, sin exigencias, la liberación de Nelson Mandela–que para la mayor parte de los blancos era ni más ni menos que un peligroso terrorista, pues eso era lo que durante dos décadas les habían contado– y el inicio del desmantelamiento del Apartheid.

Aquel día, De Klerk levantó la prohibición que pesaba sobre los partidos políticos, anunció la liberación de la mayor parte de los prisioneros políticos, hizo un llamamiento para la creación de una nueva Constitución y dio a entender que el futuro de Sudáfrica era la creación de un estado democrático que seguiría el modelo de “una persona, un voto”.

Nelson Mandela (VI): La liberaciónEn aquel momento supuso un profundo shock emocional para los más acérrimos partidarios del Apartheid. Miedo por un futuro que sabían que no podían controlar. Miedo por las previsibles represalias que la población negra –un 89% del total del país-, esclavizada hasta entonces, tomaría contra ellos. Miedo porque sabían que, en una democracia en la que cada persona tuviera un voto, pasarían décadas hasta que lograra un gobierno ‘de los suyos’.

Y ante este miedo es donde surgió como salvador la figura de Mandela. Un hombre que fue capaz de darse cuenta de que, incluso antes que solucionar los miles de problemas que asediaban a sus compañeros, amigos y familiares, a todos los negros de Sudáfrica, tenía que calmar el miedo de los blancos y apaciguar el ánimo revanchista de los negros. Porque sólo así evitaría una guerra civil.

Y así, el 11 de febrero de 1990, Nelson Mandela se convertía por fin en un hombre libre, después de nada menos que 27 años de cárcel. Os podéis imaginar, el país enloqueció, miles, cientos de miles de personas lo esperaban a la salida del lugar donde estaba retenido, el coche en el que iba no avanzaba, no se podía mover, la multitud no paraba de crecer, tanto que el propio Mandela sintió miedo, miedo de que ocurriera alguna desgracia y se estropease el día.

Sin embargo, no sucedió nada y Mandela pudo tomar el avión que lo llevó a Johannesburgo donde, de nuevo, la multitud le esperaba en el estado Soweto. Otra vez miles de personas, enardecidas, ocupando cada centímetro de tierra del estadio, en las gradas, en las farolas, en los techos, sobre los coches… todo el mundo quería ver al héroe y cuando subió al estrado fue la apoteosis. Fue un discurso corto, emotivo y sencillo que resonó por todo Soweto.

No fue hasta abril que Mandela pudo volver a su hogar natal, a Qunu, y ver por fin el lugar donde su madre había sido enterrada. Aquel sepelio al que no le habían dejado asistir y que tanto le pesaba en el corazón.

Luego vinieron los viajes internacionales, los premios y los reconocimientos, porque los mandatarios de todo el mundo querían hacerse la foto con él, saludarle, hablarle… También España, donde le dimos Premio Príncipe de Asturias.

En diciembre de 1990 el gran Oliver Tambo vuelve del exilio, después de más de tres décadas fuera de su país. Es oto momento importante, que ayuda además a mantener la unión en el ANC, ya que son muchos quienes critican a Mandela por «hablar tanto con los blancos, por pasar más tiempo con De Klerk que con su pueblo». Pero a pesar de ello, en julio de 1991 es elegido presidente del ANC sin oposición y con Ciryl Ramaphosa como Secretario General del partido.

Parece que el proceso político va viento en popa, pero no pasa lo mismo en la vida personal de Mandela. Las cosas ya hace mucho que no funcionaban del todo entre él y Winni y el día 13 de abril de 1992 anuncian su separación, lo que supuso un golpe muy duro para Mandela.

En 1994, por fin, tuvieron lugar las primeras elecciones libres de Sudáfrica, en las que Mandela sería elegido presidente del Gobierno. Comenzaba entonces una época, la del ‘país del arcoiris’, como le llamaron, el país que había sido capaz de superar sus diferencias y reconciliarse en busca de un futuro común. Un país al que todavía le quedaban muchos baches que superar pero que abrazaba la democracia y se abría a una nueva era.

Desde entonces, Mandela sería el protagonista indiscutible durante un mandato en el que se multiplicaron los actos de reconciliación y paz. En 1999, con 81 años, una nueva Constitución para Sudáfrica y mucho vivido a sus espaldas, decidió retirarse de la vida política. Desde entonces, ha trabajado en otros ámbitos, más tranquilos, por el futuro de su país hasta que los problemas de salud le apartaron completamente de la vida pública. Sin embargo, su figura es cada día más reconocida, su imagen está presente en todas las televisiones del mundo y los periódicos informan al instante de su estado de salud. Su nombre se ha convertido en un referente mundial y su personalidad se estudia por los escolares sudafricanos. Es la revancha histórica del hombre que durante 27 no pudo salir ni una sola vez de la cárcel, ni siquiera para el entierro de su madre, y cuya imagen y palabras estuvieron prohibidas durante tres décadas.

Nelson Mandela (V): Los años más duros

Nelson Mandela (V): Los años más duros

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. El resto de entradas pueden encontrarse aquí:

I.- Años de infancia y toma de conciencia
II.- Nelson Mandela, la llegada a Johannesburgo.
III.-La instauración del Apartheid.
IV.- Condenado a cadena perpetua
V.- Los años más duros

También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

Tras su condena a cadena perpetua, Nelson Mandela y el resto de sus compañeros fueron enviados a la prisión de Robben Island. Allí pasaría la escalofriante cifra de 27 años, en unas durísimas condiciones y sin obtener permiso siquiera para asistir al funeral de su madre.

El propio Mandela también iba a erosionarse durante estos 27 años que pasó en prisión. En los primeros cuatro años de condena, sólo pudo ver dos veces a su mujer, apenas podía recibir correspondencia y, en lo que fue el mayor golpe para él, no le permitieron asistir al entierro de su madre. Fue tan duro que en ocasiones llegó a preguntarse si había merecido la pena su sacrificio. Sin embargo, pesar del sufrimiento, mantuvo su dignidad y alma rebelde, liderando pequeñas protestas desde la cárcel. Redactando escritos, haciendo peticiones y exigiendo unos mínimos derechos, pues la discriminación llegaba hasta tan punto que hasta el pan que comían y las ropas que vestían en la cárcel eran diferentes según el condenado fuera negro, blancos y coloureds.

Prisión Robben Island
[Entrada a la prisión de Robben Island con la inscripción: «Servimos con orgullo». Fotos: Aurora M. Alcojor]
Hector Pieterson, muerto por la represión del Apartheid en Soweto 1976
La mítica foto del niño Hector Pieterson, muerto durante la rebelión de Soweto de 1976. Foto de San Nzima

Al mismo tiempo, la sociedad seguía luchando. En 1976 tuvo lugar la revuelta de Soweto, cuando los estudiantes se rebelaron contra la intención de los dirigentes del Apartheid de imponer el afrikaans como lengua de estudio en todos los colegios, y el Gobierno, como siempre, respondió con más mano dura dejando una nueva imagen para la historia de la infamia: la del cuerpo inerte del pequeño Hector Pietersen, llevado en brazos por su hermana, tras ser disparado por los soldados.

Un año más tarde moría torturado Steve Biko, líder del movimiento Conciencia Negra, que instigaba a los jóvenes negros a no considerarse inferiores a los blancos. Aunque los dirigentes del Apartheid lo negaron, las fotos publicadas por su amigo, el periodista blanco Donald Woods, no dejaban lugar a la duda.

Para la década de los 80, Sudáfrica ya es un país ingobernable. Ni todos los tanques del mundo pueden acabar con las protestas que se registran un día sí y otro también en todos los puntos del país. Así que el Ejecutivo comienza un primer y timidísimo acercamiento. Una mañana de mazo de 1982, Mandela y varios de sus compañeros son trasladados a la prisión de Pollsmoor, al sur de Cape Town, que, comprado con Roben Island, era como un hotel de cinco estrellas.

Efectivamente, el 31 de enero de 1985 tiene lugar el primer momento histórico: El presidente ofrece públicamente la libertad a Mandela, y a todos sus compañeros, si rechaza incondicionalmente la violencia como instrumento de lucha política. Pero hay una trampa en el ofrecimiento y el CNA se niega a aceptar. No pueden permitir que caiga sobre sus hombros la responsabilidad del uso de la violencia, cuando en realidad era el Estado el que sistemáticamente la usaba contra todos los negros.

La situación era complicada y los encuentros comenzaron casi a escondidas, mientras el país seguía viviendo años convulsos. El estado de emergencia se declaró en 1987 y 1988, las detenciones eran masivas pero de todos lados salían jóvenes dispuestos a manifestarse, a tirar piedras, a realizar pequeños actos de sabotaje, a quemar coches… Y la represión era más dura cada momento. Los tanques entraban en los townships día sí y día también arrasándolo todo. Y con ello, hacían renacer el odio en la población negra que volvía a la carga con más fuerza si cabe. Así, como una pescadilla que se muerde la cola, la situación se hacía ya insostenible.

manifestación contra el Apartheid en Reino Unido.
La campaña contra el Apartheid en Reino Unido incluyó manifestaciones, conciertos y demandas políticas para imponer un boycot efectivo contra el Apartheid. Foto: British Anthiapartheid Movement

A esto se sumaba también la presión internacional: Sudáfrica sufría el veto para participar en los acontecimientos deportivos; en Inglaterra miles de jóvenes se manifestaban contra el gobierno del Apartheid, Estados Unidos, por primera vez, parecía que dejaba de ver con buenos ojos al gobierno…

Finalmente, en 1989 dimitía el presidente del Gobierno, P. H. Botha, que iba ser sustituido por Frederick W. de Klerk. En un principio, nada hacía indicar que las cosas cambiarían con este hombre. Era un hombre del partido, sin espíritu de reforma. Pero las cosas no siempre son como parecen. Y De Klerk comenzó a desmantelar algunas de pilares del Apartheid. Cosas que pueden parece nimias, pero que eran importantes: las playas se abrieron para gente de todos los colores y lo mismo pasó con los lugares públicos; anunció a disolución de las fuerzas especiales para combatir a los que atacaban al apartheid y comenzó a hablar de reconciliación. (Continuar leyendo aquí)

 

Nelson Mandela (IV): condenado a cadena perpetua

Nelson Mandela (IV): condenado a cadena perpetuaEsta es la cuarta entrada de la seria «Nelson Mandela, una vida para celebrar». Puedes encontrar las anteriores aquí:

I.- Años de infancia y toma de conciencia
II.- Nelson Mandela, la llegada a Johannesburgo.
III.-La instauración del Apartheid.
También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

Tras la prohibición del Congreso Nacional Africano en 1960, la ejecutiva tuvo que tomar una difícil decisión: los miembros del partido debían pasar a la clandestinidad o salir fuera del país para fortalecer la organización. Entre los que marcharon estaba Oliver Tambo, que sería el líder del partido en el exilio durante más de 30 años. Desde allí se dedicó a conseguir ayuda, recaudar fondos y hacer proclamas antiapartheid.

Ante esta disyuntiva, con el partido ilegalizado, quedaba claro que la resistencia pacífica era inútil y vuelve a plantearse la polémica de la lucha armada. Esta vez, gana la tésis Mandela y es precisamente a él a quien se le encarga la creación de la nueva organización.

 “Yo, que nunca había sido un soldado, que nunca había luchado en ninguna batalla, que ni siquiera había disparado ni apuntado con una pistola al enemigo, fui el encargado para crear un ejército”.

El nombre de la organización sería Unkhonto we Sizwe (La flecha de la nación), pero se le conocería familiarmente como el MK: El mando en jeje estaría formado por Jose Slovo, Walter Sisulu y el propio Mandela. Entre los tres comenzaron a buscar la forma de “empezar una revolución”. Pero por el momento, sólo podían leer y hablar con expertos. La estrategia era realizar acciones selectivas contra instalaciones militares, plantas de electricidad, líneas de teléfono y medios de transporte; con esto, claro, no impedirían la acción del ejército, pero sí asustarían un poco al gobierno, alejarían al capital extranjero y debilitarían la economía. El objetivo era llevar al Ejecutivo a la mesa de negociaciones.

Pero para comenzar, hacía falta apoyo exterior y quedaba mucho que aprender. Así que Mandela aprovechó una invitación del Movimiento Pan Africano para asistir a una conferencia en Addis Abeba, Etiopía, en febrero de 1962. Allí se reunió con los líderes de otros países africanos para conseguir apoyo económico y militar, así como entrenamiento militar para sus hombres. Además, viajó por varios países, algunos de ellos ya independizados, como la Tanzania de Julius Nyerere, o la Ghana de Krumah y, por primera vez en su vida, se sintió un hombre libre. Podía sentarse donde quisiera, no había carteles que le marcaban a cada momento lo que No podía hacer; no había nadie superior a él por el mero hecho de ser blanco… Cambió su perspectiva respecto a todo. También fue a Etiopía- el único país que nunca fue conquistado-, a Marruecos, a Mali, a Guinea, a Liberia y a Senegal y en aquellos momentos en los que el continente vivía una especie de euforia colectiva, decidió que su Sudáfrica se merecía también algo así.

Al volver a su país, continuó con sus mítines y encuentros clandestinos hasta una fatídica noche de agosto de 1962. Ese año, en una fría noche del invierno austral, fue arrestado por la policía. En un principio fue rápidamente juzgado y le condenaron a cinco años de prisión: tres por incitar a los trabajadores negros a ir a la huelga y dos por abandonar el país sin documentos válidos de permiso. Pero lo peor todavía estaba por llegar. En 1963 comenzó el proceso de Rivonia, en referencia a la calle del mismo nombre, en Johannesburgo, donde la policía había intervenido una casa utilizada por el CNA con muchísima documentación. En estos papeles aparecía Mandela, y de ellos derivaría un nuevo juicio, esta vez por sabotaje y traición.

Nelson Mandela (IV): condenado a cadena perpetua

Con estas acusaciones, la posibilidad de salvación era mínima. Mandela estaba condenado pero aún así tuvo agallas para dar un último un último discurso, que duró cerca de tres horas, y que terminaba así: “He luchado por una sociedad libre y democrática en la que todas las personas convivan juntas en armonía y con las mismas oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y alcanzar. Pero si es necesario, también es el ideal por el que estoy dispuesto a  morir”.

Nelson Mandela (IV): condenado a cadena perpetua
A pesar de las dificultades a las que se enfrentaba la población negra en aquellos años, fueron miles las personas que se manifestaron para mostrar su apoyo a Nelson Mandela y el resto de juzgados en el Proceso de Rivonia, por el cual terminarían siendo condenados a cadena perpetua. Fuente: Google Arts and Culture / Pambilia Media. 

El discurso retumbó por toda la sala, enmudeciendo al público y a los jueces, y tuvo una enorme repercusión en la sociedad gracias a que un valiente periódico, el Rand Mail transcribió estas palabras letra por letra, a pesar de que reproducir lo que Mandela decía también esta prohibido. Fue un shock mundial, pero no logró ablandar ni un ápice la mano dura del gobierno y el 12 de junio de 1964, el veredicto retumbó en la sala: “cadena perpetua” para los acusados.

Esa misma noche, Mandela y otros líderes del partido fueron trasladados a Robben Island para cumplir su condena. El Gobierno creía haber ganado la guerra, pero en realidad acababa de comenzar a perderla. (Continúa aquí)

Iniciativas para acercarse a África desde casa

En las próximas semanas tendrán lugar un buen número de eventos que nos invitan a acercarnos y conocer más de cerca el continente africano. Dadas las circunstancias, todas se podrán seguir de forma on line, lo que se convierte en una gran oportunidad para aprender, estemos donde estemos:

– El 9 de noviembre, a las 19.00 h, la Fundación Mujeres por África organiza un webinar sobre Liderazgo político de las mujeres en África. El objetivo es apoyar y promover las candidaturas de mujeres en el continente y,  para ello, algunas de las pioneras en política compartirán sus experiencias. Entre las participantes habrá varias ex presidentas, como Ellen Johnson-Sirleaf (Liberia) y Catherine Samba-Panza (República Centroafricana), así como varias mujeres que actualmente se encuentran participando en campañas electorales en sus respectivos países.

Mujeres en Africa.

Mujeres por África.-

-Los días 10 y 11 de noviembre, la Facultad de Comercio de la Universidad de Valladolid tendrán lugar las  X Jornadas Afroamericanas: Cambio Climático, «es tarde, pero es nuestra hora», en la que participarán Javier Andaluz, que se centrará en el cambio climático en África, y Óscar Carpinteiro, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid. La participación puede ser on line a través de este enlace.

– El 12 de noviembre, también a las 19.00, la organización Foro de Foros lanza el primer encuentro de su serie #ForoAfrica, con un encuentro en el que abordarán el papel de las mujeres en África. Para ello intervendrán, entre otras, Nicole Ndongala, de la Asociación Karibú, y Diakhoumba Gassama, de la Comisión de la Unión Africana y perteneciente a la Red de jóvenes expertos en VIH/SIDA. La inscripción puede realizarse aquí.

 

– Además, desde el 30 de noviembre al 30 de diciembre tendrá lugar la II Edición del Congreso 3 en Red, un completo evento el que se centrarán también en dos cuestiones:

  • Las mujeres africanas como motor de cambio. Una conversación en la que participarán, entre otras, la activista y escritora Remei Sipi Mayo
  • La lucha contra la crisis climática y la desertización en el continente, que contará con un invitado de excepción: Silas Siakor, defensor de la tierra en Liberia, y en el que se presentará además la experiencia de Mamadou Dia por un desarrollo sostenible en Senegal. – La inscripción es gratuita y puede realizarse desde aquí.

 

Richard Rive

Richard Rive (1931-junio 1989), considerado uno de los mejores escritores sudafricanos de relatos cortos, fue un firme opositor antiapartheid desde sus textos, aunque su figura no ha sido tan reconocida como la de algunos de sus coetáneos. Quizás por su fallecimiento prematuro, tan sólo dos años antes del fin del régimen segregacionista, o quizás por su carácter, al que muchos consideraban irascible, y en cierta manera arrogante. Arrogante quizás porque se empeñó en salirse de la línea que el futuro parecía tenerle guardada y logró convertirse en un personaje era extremadamente culto y reconocido en su país y fuera de él. Irascible quizás porque tuvo que enfrentarse a innumerables dificultades, por su condición de mestizo (“coloured”), pobre y homosexual.

Hijo de una mujer negra y de un trabajador de origen afroamericano que les abandonó a los tres meses, Rive se crio con su madre y los hijos anteriores de ésta en una de las zonas más deprimidas del Distrito Seis, en Ciudad del Cabo. No eran de las familias más pobres del barrio, pero nunca hubo lujos en su casa. No tuvo problemas con sus hermanos, pero él era de un padre diferente, su piel era claramente más oscura que las suyas y, además, existía una gran diferencia de edad con ellos. En el colegio siempre fue buen estudiante y pronto comenzó a destacar con su escritura, pero desde muy joven tuvo que lidiar con su orientación sexual, tarea harto difícil en los años 40.

Pronto consiguió trabajo como profesor, empezó sus estudios en la Universidad de Ciudad del Cabo y empezó a colaborar con una de las revistas más importantes de la época, Drum Magazine, dirigida entonces por Es’kia Mphahlele. Más tarde publicó The Bench, [ver recuadro] en la que se atreve a plantear la idea de un negro que decide sentarse en un “banco sólo para blancos”.

The Bench  (El banco) 

Una historia corta en la que Rive toma prestada la historia de Rosa Parks y su desafío al sentarse en un asiento para blancos en el autobús y la traslada a su Sudáfrica natal. Una historia en la que, en unas pocas líneas, narra la toma de conciencia de un ciudadano normal frente a la discriminación que sufre en su día a día. Un hombre acostumbrado, quizás convencido, de que los negros eran inferiores y debían aceptar las convenciones establecidas. Hasta que escucha un sencillo discurso en la calle en la que dos hombres y una mujer dicen cosas que nunca antes había escuchado. Cosas como que no hay coloureds, negros o blancos. Que todos son seres humanos dicen. Y que cada uno puede revelarse ante las normas injustas. Y al protagonista, Karlie, esto le suena bien. “Tiene sentido”, piensa, “aunque es peligroso pensar esto”, se dice. Pero ya no puede dejar de pensarlo. Y esto le lleva, sin pensarlo realmente, a lanzar su propio reto contra las Leyes del Apartheid. A sentarse sin más es un “banco para blancos” y pasar allí el rato. A encenderse un cigarro tranquilamente, esperando lo inevitable. Hasta que lo inevitable pasa y la policía termina golpeándole y llevándoselo esposado. Pero mientras se lo llevan, Karlie sonríe, no le importa; ha sido capaz de llevar adelante su pequeña gran insumisión contra la injusticia. 

El texto puede leerse completo aquí

Para entonces, Rive ya había logrado un considerable estatus: un coloured educado, viajado y extremadamente culto. Más tarde, en 1964, logra publicar su primera novela, Emergency, en la que narra la historia de un tipo que se encuentra, sin quererlo, en medio de la revuelta contra la Ley de Pases de Sharpeville, que terminó con el asesinato de 69 personas. Esta novela, que tuvo una extraordinaria acogida en el extranjero y que daba cuenta de lo que estaba sucediendo en Sudáfrica, fue absolutamente silenciada dentro de su país, convirtiéndose en la primera en ser prohibida por el Apartheid.

Richard RiveEn 1965 logró una beca para estudiar en Estados Unidos, donde más tarde realizaría también su doctorado. Podía haberse quedado allí, como hicieron muchos otros, pero siempre tuvo claro que quería volver a Sudáfrica, cosa que hizo al año siguiente, retomando su puesto como profesor. En las dos décadas posteriores, continuó formándose y escribiendo, participando en conferencias en Europa y ganando diversos premios literarios en su país. Pero fue en 1986 cuando escribió la que se convertiría en su novela más famosa, Buckingham Palace. Distrito seis, que tuvo un gran reconocimiento, traduciéndose a diversos idiomas.  En ella compone un retrato del lugar donde pasó sus primeros años de vida y de donde sería expulsado junto a su familia a causa de la Ley de Agrupación por áreas.

The Bench_Richard Rive

Richard Rive
Portada de la novela ‘Emergency’, de Richard Rive, en su edición de 1970 de Collier Books.

Para entonces, aunque el Apartheid seguía muy vivo y la represión era constante, las cosas habían cambiado ya mucho. Si en los 60 su novela Emergency había sido prohibida, ahora Buchiknghan Palace iba a ser estrenada oficialmente en el Baxter Theatre, en Ciudad del Cabo. Sería el 2 de junio de 1989 y el propio Rive pudo asistir a la primera función. Era probablemente el momento más álgido y dulce de su carrera. Sin embargo, la desgracia acechaba a la vuelta de la esquina. La noche siguiente al estreno fue apuñalado brutalmente por dos jóvenes a los que había invitado a su casa y con uno de los cuales mantenía una relación desde hacía unas semanas. Un suceso extraño, en el que los hechos no quedaron muy claros, aunque los dos jóvenes fueron condenados por asesinato.

El autor no viviría, por lo tanto, para ver el final del Apartheid, que tuvo lugar en 1991. Un final en el que él también había participado, aunque fuera a su manera y desde la distancia. Richard Rive no fue un activista al uso. No luchó en las calles, no participó en las manifestaciones ni movilizaciones sociales, pero no dejó de usar sus textos para desafiar al Apartheid y denunciar las desigualdades raciales (también las que situaban a los “coloureds”, el grupo al que él pertenecía, por encima de las poblaciones negras). Pero incluso aunque sus libros fueran claros en la denuncia, quizás no fueron tanto sus obras ni sus enseñanzas como profesor lo que hicieron de él un “participante indispensable” en la lucha antiapartheid, sino su propia vida y su forma de vivirla, “demostrando que las personas negras y coloured también podían ser eruditas, productivas, prolíficas, creativas y exitosas”, tal y como señalan desde el proyecto South African History Online.

Buckingham Palace. Distrito Seis

Nada más instaurarse, el Apartheid comenzó a dar pasos en su política segregacionista y estableció las Leyes de Agrupación por Áreas (1950, 1957 y 1966), por las que el gobernador regional tenía potestad para establecer diversas zonas para cada “grupo” de población: negros, blancos y coloureds (mestizos). Una separación que se hacía posible gracias a una ley anterior, la Ley de Registro de población, por la cual una junta de clasificación establecía el “estado racial oficial” de cada persona.

Buckingham Palace. Distrito Seis
Un grupo de niños observa la destrucción de su barrio, en el Distrito Seis, en 1974. Foto: South African History on line.

Estas leyes de agrupación por áreas supusieron el desplazamiento de más de tres millones de personas negras y mestizas de los lugares en los que vivían. Zonas que se consideraban demasiado céntricas, o demasiado buenas para la población negra, y que se fueron determinando en función de las necesidades de quienes gobernaban. Una de las primeras fue Sophiatown, un hervidero cultural a pocos kilómetros de Johannesburgo, que fue destruido por las excavadoras en 1955 para dejar a espacio a un barrio sólo para blancos que se denominaría Triunf.

Una década más tarde le llegaría el turno al llamado Distrito Seis, en Ciudad del Cabo. En 1966, este barrio fue designado a “White área” y dos años después empezaría a ser destruido. Más de 60.000 personas se vieron forzadas a abandonar sus hogares, a cambio de unos tristes y desvencijados casas en zonas como mucho más alejadas de la ciudad, generalmente en torno a los Cape Flats.

Buckingham Palace. Distrito Seis”, el libro del que hoy vamos a hablar, relata la historia de este mítico barrio, uno de los más vibrantes de la ciudad y uno de los pocos en el que sus habitantes y descendientes han conseguido mantener viva su memoria. A ello colaboró este libro, publicado por Richard Rive en 1986 y que en pocos años fue traducido a diversos idiomas, entre ellos el español, gracias al trabajo de la editorial Alcor, ya desaparecida, que tan sólo dos años después lo incluía en su colección ‘Las otras culturas’, dirigida por Carmen M. Alsinet.

Buckingham Palace. Distrito Seis
Portada del libro Buckinghan Palace. Distrito Seis, de Richard Rive.

A través de Buckinghanm Palace, que da nombre a una recóndita y destartalada zona del barrio, conocemos sus habitantes, con sus juergas, sus chanchullos, sus penas y su día a día. Contado de manera ágil, con humor, con brutalidad incluso en ocasiones, sin detenerse en las miserias y poniendo el acento en los buenos momentos, Rive nos va presentando a una serie de personas que terminan conformando una verdadera familia. Disfuncional, heterogénea y atípica, pero familia al fin y al cabo. El barbero, los matones del barrio, las chicas del prostíbulo, el pastor: gentes que apenas tienen para llegar a fin de mes y que sobreviven con métodos más o menos lícitos, que se ayudan a veces y pelean otras, que fisgonean y critican a sus vecinos pero que también los defienden a golpes, si es necesario. Personajes que no tienen más nombre que Zoot o Mary, o incluso sólo un mote, El Guapito, o La Mariposa; cada cual con su historia a cuestas, con sus dificultades, sus aciertos y sus errores, pero todos gentes que habían encontrado un lugar donde vivir, compartir y disfrutar los pocos ratos que la vida les permitía: la Navidad, los mercadillos recaudatorios de la Iglesia, el picnic de Año Nuevo, las fiestas repletas de cerveza casera de los viernes por la noche…

Fueron años en los que aquellos que vivíamos en el Distrito Sexto creímos que viviríamos allá para siembre, que si alguien nos echaba sería por no haber pagado el alquiler (..) Nadie ordenaba a nadie que se mudara debido al color de su piel.

 Dividido en tres partes (Una mañana de 1955; Una tarde de 1960; Una noche de 1970), que dan cuenta de la evolución del barrio a lo largo de estos 15 años, las dos primeras presentan los personajes y dan cuenta de los lazos que se entretejen entre ellos, mientras que la última certifica el final del barrio. Ésta comienza con la llegada inspector Engelbrecht, enviado por la municipalidad. En su delirio racista, el orden del Apartheid lo apuntaba todo. La administración enviaba a sus funcionarios a tomar nota sobre los nombres, profesiones, edades y, por supuesto, grupo racial al que pertenecían quienes vivían en cada casa. Meses después llegaban por correo las órdenes de evacuación. Y entre tanto, se ofrecía a los expulsados algún cuchitril infecto en cualquier lugar de la ciudad.

1970: “Cinco años antes, el Distrito Seis había sido declarado zona de residencia sólo para blancos. Luego vino la ira, la frustración, las protestas y los mítines. Las destructivas excavadoras comenzando su trabajo de castigo, y mi familia embarcándose en su pequeña diáspora”.

Nos desperdigamos en muchas direcciones (…) Todo aquel que vivía en el Distrito moría un poco cuando le echaban. Muchos morían espiritual y emocionalmente (..) Partir es morir un poco. Todos nosotros morimos un poco cuando partimos del Distrito.

Muchos fueron obligados a trasladarse a diminutas casas tipo caja de cerillas, situadas en barrios que eran como grandes cajas de cerillas. (…) Había una diferencia esencial entre esos antiguos lugares y los nuevos. El distrito Sexto tenía alma”.

“Se habían llevado nuestro pasado y dejado los escombros. Habían demolido nuestro espíritu y habían dejado ladrillos rotos. Habían destruido nuestra comunidad y dejado polvo y recuerdos”.

Esta tercera parte es, sin duda, la más intensa, la más emotiva. Cuando ya el lector ha tomado aprecio a este particular grupo de parroquianos; cuando ya ha conocido la terrible historia que esconde Katzen, el casero de muchas de las casas del barrio; cuando vislumbra el amor entre Moenea y El Guapito, lo que se encuentra es con que todos han de ir rindiéndose a la evidencia de que más temprano que tarde, han de abandonar el barrio. Unos aceptan las casas del ayuntamiento, otros marchan a casas de familiares; las parejas se prometen visitas y algunos se consuelan diciendo que estarán mejor lejos, con una hermana, con un padre o con una tía lejana… Sólo Zoot, antiguo poeta callejero, inadaptado y rebelde, deja un pequeño poso de esperanza:

Este no es el fin. Es solo el principio. Los codiciosos nos han arrebatado nuestras casas pero tendrán que responder por ello. Pensaron que nos habían reducido a la condición de untermenschen, pero se equivocaban. Nosotros somos la prueba viviente. Hemos de contar nuestra historia a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Tiene que saber la verdad”.

Y sin duda lo consiguieron. Buena muestra de ello es el Museo de District Six, que todavía hoy se mantiene en pie en el centro de Ciudad del Cabo, recordando a todo el mundo la historia de todos los Zoots, Moenas y Marys que fueron expulsados de sus hogares por las políticas del Apartheid.

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. El resto de entradas pueden encontrarse aquí:

I.- Años de infancia y toma de conciencia
II.- Nelson Mandela, la llegada a Johannesburgo.
III.-La instauración del Apartheid.
IV.- Condenado a cadena perpetua
V.- Los años más duros
VI.-

También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

El Apartheid de Daniel Malan, instaurado en 1948, puso en marcha sus primeras medidas inmediatamente: y no sólo contra la población negra, que era el principal destinatario de sus odios, sino contra todo lo que supusiera una oposición a su forma de mirar el mundo. Así, a los pocos meses de estar en el poder, aprobó la ley de Supresión del Comunismo, convirtiendo en crimen, penado con un máximo de 10 años de prisión, el mero hecho de ser miembro del Partido. Al año siguiente, en 1949, se hizo explícita la prohibición de matrimonios mixtos, que afectaba también a cualquier acto romántico o sexual entre personas de distintas razas.

Todo esto hizo reaccionar al Congreso Nacional Africano y la organización adoptó un programa de boicots, huelgas, resistencia pasiva, protestas que suponía un cambio radical con su política anterior: hasta entonces, el CNA siempre había mantenido sus actividades dentro de la ley. Estas acciones supusieron un enfrentamiento dentro del partido, lo que llevó a cambiar la ejecutiva en el año 1952. Es entonces cuando Mandela es elegido uno de los cuatro vicepresidentes. Pronto, su cargo le hizo ser merecedor de una de los famosas  prohibiciones del Apartheid: condenas que implicaban no la encarcelación de la persona pero sí el aislamiento más absoluto: prohibición de reuniones, encuentros, participación en actos públicos…

Manifestación-en-Cape-Town-contra-el-encarcelamiento-de-líderes-del-Congreso-Nacional-Africano
3 de marzo de 1960. Manifestación en Ciudad del Cabo contra el encarcelamiento de líderes del Congreso Nacional Africano. Ese día, más de 100 personas fueron arrestadas por la policía. Imagen: AP Photo

Mientras tanto, además de participar en la lucha contra el Apartheid, Mandela ha continuado su vida, y en 1952 abrió su propio despacho, donde trabajaría con el gran Oliver Tambo. Trabajo no les iba a faltar, desde luego, puesto que los negros buscaban desesperadamente ayuda legal, teniendo en cuenta que era un crimen beber en una fuente de sólo blancos o estar por la calle después de las 11 de la noche, o no tener el libro de pases, o tener mal la firma en el libro, vivir en ciertos sitios, no tener sitio para vivir…

Las medidas del gobierno eran cada día más duras y represivas, tanto que el propio Mandela llegó a declarar en público que había terminado el tiempo de la resistencia pasiva, que la violencia era el único arma que podía acabar con el apartheid. Declaraciones de las que luego tuvo que retractarse, obligado por la cúpula del CNA. A pesar de ello, llegó a idear un plan junto a Walter Sisulu: irían a China para que les ayudase a armarse para la lucha. Cuenta Mandela en sus memorias que, efectivamente, Walter llegó a China, se entrevistó con algunos dirigentes y volvió ilusionado y envalentonado. Pero de las armas, ni rastro.

Leyes represivas y libertad de prensa censurada

La situación empeoraba por momentos y las nuevas leyes hacían casi imposibles- y muy peligrosas- las viejas vías de protesta en forma de concentraciones masivas. Los periódicos tenían prohibido publicar las noticias sobre las manifestaciones, las imprentas no imprimían sus folletos y era casi imposible comunicarse.

 

Nelson Mandela (III) y la instauración del Apartheid
La Ley de Educación Bantú, promulgada en 1953, imponía una educación de segunda clase para la población negra, con el objetivo de que se dedicaran solo a los trabajos que los blancos no querían hacer.Esto se sumaba a la ya de por sí masificación que había en las aulas, como se ve en la foto, por la falta de recursos destinados a la educación de negros y coloureds.

Mientras, se seguían promulgando leyes que atentaban directamente contra la dignidad de los ‘no blancos’. En 1953 se aprobó la Ley de Educación Bantú, por la que los africanos no estudiarían más de 6 o 7 años y serían enseñados a hacer tan sólo las labores que los blancos desechaban y poco después se aprobaba la que iba a crear los llamados “Bastuntanes”: zonas de ‘desarrollo separado’, donde los negros serían enviados a vivir para esta completamente separados de los blancos. Era el fin último del Apartheid, pero por supuesto, estas zonas –de las que se crearon ocho-, algunas del tamaño casi de Extremadura- eran las peores, en cuanto a condiciones climáticas y de riqueza del suelo. Suponía que el 70% de la población viviera en un 13% de la tierra.

 

Mapa de los bantustantes de Sudáfrica
En 1959 se implementó oficialmente la separación de los bantustanes en Sudáfrica. Eran zonas que el Gobierno consideraba ‘autónomas’, y que estaban destinadas a la población negra. Se llegaron a crear hasta 20 de estos territorios, que funcionaban de modo similar a los de las reservas indias y estaban formados, generalmente, por las peores tierras del país.

Ante esta situación, la lucha continuaba sin descanso y a mediados de la década de los 50, prácticamente toda la ejecutiva del ANC había sido prohibida o arrestada. Mandela fue encarcelado por unos meses y a su salida se encontró con que su matrimonio se había tornado insostenible. Su mujer no podía continuar con un hombre tan implicado en la lucha, así que decidieron separarse. Fue entonces cuando conoció a la que sería su mujer y compañera de luchas durante buena parte de su vida: Winnie Mandela. Fue un amor a primera vista, según cuenta en sus memorias, y se casaron al poco de conocerse, el 14 de junio de 1958.

En este final de década comenzaba la era de las independencias africanas, que tuvo su primera explosión con la emergencia de Ghana, dirigida por el panafricanista y líder anti apartheid Kwame Nkrumah, lo cual alarmó mucho a los miembros del gobierno.

Pero los vientos de libertad no llegaron, ni mucho menos, hasta Sudáfrica. De hecho, ese mismo año, el  8 de abril, el Congreso Nacional Africano fue declarado ilegal, por lo que sólo el hecho de ser miembro del partido podía ser penado con la cárcel. Sin ir más lejos, en 1963 tuvo lugar la matanza de Shaperville: Un pequeño tonshwip al sur de Johannesburgo en el que  la policía disparó abiertamente contra una multitud desarmada y tranquila. 60 personas resultaron muertas, todas por tiros en la espalda, y más de 100 personas fueron heridas. Fue una enorme masacre y ese día los medios sí estuvieron ahí para cubrirlo. La matanza fue portada alrededor del mundo, una crisis de gobierno y una gran protesta mundial. En el interior, la ciudadanía respondió de la única manera que podía, con más manifestaciones, ante lo que el Gobierno declaró el Estado de Emergencia, suspendiendo la mayoría de los pocos derechos civiles que les quedaban a los negros.

(Continúa aquí)

 

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo

Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. La primera parte puede leerse aquí: Nelson Mandela, sus años de infancia y toma de conciencia.
También puede escucharse en formato podcast, aquí. 

 

(…) Los pases de los primos estaban en orden, pero además necesitaban un permiso especial para salir de ‘la zona’ que se las había asignado para vivir. Así que viajaron casi como polizones tomando trenes, autobuses y pagando alguna que otra desorbitada cifra para que les llevaran en coches particulares hasta que por fin llegaron a Johannesburgo.

Eran cerca de las 10 de la noche cuando vimos una inmensidad brillando en la distancia, formada por luces que parecían ir en todas direcciones. Por aquel entonces, la electricidad era para mí un lujo. Estaba terriblemente nervioso por tener ante mí la ciudad de la que había escuchado hablar desde que era pequeño: la ciudad de los sueños, el lugar donde alguien podía pasar de ser un pobre campesino a un sofisticado nuevo rico, la ciudad del peligro y la oportunidad”.

Nunca habían visto tantos edificios, tantos coches y ni siquiera tanta gente junta. A la mañana siguiente ya estaban Justice y Nelson en las oficinas de una de las mayores compañías mineras buscando trabajo.

Imagen de Johannesburgo a finales de los años 40.
A finales de los años 40, Johannesburgo aparecía como una gran ciudad ante el mundo. El dinero de las minas de oro fluía y comenzaban a construirse grandes edificios, fuentes y avenidas. Lo que no se mostraba eran las condiciones inhumanas de vida de los mineros y el resto de africanos, que lo hacían posible. Fuente: Southafrica-info.com

La minería estaba en pleno auge en aquellos años, pero en realidad, con las técnicas que existían entonces, sólo era rentable en Sudáfrica gracias a la baratísima mano de obra, porque el mineral era de baja calidad y se encontraba a gran profundidad, pero las miles de personas obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas lo hacían posible.

A Mandela, un joven que venía de la Universidad, no lo cogieron en la mina, pero a los pocos días contactó con una oficina especializada en la venta de propiedades para africanos. Allí conoció nada más y nada menos que a Walter Sisulu, quien por entonces era un prominente hombre de negocios pero también un ascendente líder social, y a su mujer, Albertina Sisulu. Estos le recomendaron a un despacho de abogados que sí aceptaba negros. Mandela comenzó como ayudante, mientras terminaba de sacarse la carrera por la Universidad a Distancia. Era una firma muy liberal y allí conoció a algunas que le impactan personalmente, por tratarse de personas ya muy comprometidas con la lucha de liberación, una cosa que le impacta porque por entonces él ni se había planteado actuar políticamente.

Nelson Mandela (II): la llegada a Johannesburgo
Situado a unos 13 kilómetros de Johannesburgo, Alexandra era uno de los tonships más vibrantes en los años 40, y fue siempre un lugar de resistencia frente al Apartheid. Ya en la década de los 40, los habitantes del barrio llevaron a cabo una huelga contra las altas tarifas del transporte y la dejadez del Gobierno con los barrios.

Comenzó por entonces a vivir en Alexandra, uno de los barrios con más vida social y espíritu reivindicativo de por aquel entonces. Terminó su carrera en la Universidad a distancia y se matriculó para especializarse en la Universidad del Witwatersrand, conocida por todos como Wits. En ella nunca iba a sentirse cómodo del todo, porque la mayoría de los estudiantes eran muy conservadores. Pero allí conoció a las personas clave que van a terminar por guiarle hacia la política. Entre ellos estarían Joe Slovo, y su futura mujer, Ruth First, ambos comunistas. Con ellos traza una gran amistad, a pesar de que Mandela no comulgaba apenas con las ideas comunistas, especialmente porque él era bastante religioso

En este proceso de concienciación, Nelson retoma el contacto con la familia Sisulu, cuya casa, en Orlando –donde actualmente se encuentra Soweto- , era conocida como la ‘meca’ para los activistas y miembros del CNA. Allí conoció a muchos de los que luego serían sus compañeros y es entonces cuando comienza a participar activamente en política.

Una de las primeras acciones en las que participó Mandela es en la creación de la Liga de la Juventud, en la Semana Santa de 1944. Es también en esta época cuando se casa con su primera mujer, Evelyn Mase. Estaban muy enamoradas, pero la pareja no va a durar mucho.

Cartel de la huelga de mineros de 1946 en Johannesburgo.
Cartel de la huelga de mineros de 1946 en Johannesburgo. Fuente: South Africa History On line

Dos años más tarde, en 1946 tuvo lugar una manifestación que le impactó enormemente: En aquel año unos 70.000 mineros se manifestaron contra sus condiciones de trabajo: mantuvieron la huelga durante toda una semana, gentes que apenas podían ahorrar para dos días, y que no sólo no consiguieron nada sino que sufrieron una durísima  represión. Esta solidaridad impactó mucho a Mandela, en un momento en el que todavía no ha comenzado ni siquiera el Apartheid, al menos no como forma de Gobierno oficial, aunque la separación y la desigualdad eran patentes. Pero es a partir de 1948, tras la victoria en las elecciones de Daniel Malan, un antiguo pastor de la Iglesia Reformada Africana, cuando se iba a instalar en Sudáfrica un abominable sistema racista y dictatorial en el que todo, absolutamente todo, estaba determinado y diferenciado en función del color de la piel. (Continúa aquí).