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Lisa Lovatt-Smith, «el concepto de orfandad no existe en África»

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23-03-2015

Hace unos meses leí el libro de Lisa Lovat-Smith, ‘Mañana quién sabe’, que se presentaba como ‘la editora de Vogue que lo dejó todo para dedicarse a los niños de África». Así, de primeras, no me gustó la idea: me imaginé más de lo mismo, buenismo y personalismo para ‘salvar el mundo’. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. El libro, -en el que no sólo cuenta su historia en Africa, sino también sus primeros años de vida en España, de manera muy honesta y sincera-, explica todo el proceso que ella misma ha vivido en su relación con el mundo de ‘la ayuda’. Tuve la oportunidad de entrevistarla para la Revista Leer y entre otras muchas cosas, me contó cómo cambió su concepción de los orfanatos y de la realidad africana, cómo se equivocó durante años intentando sacar adelante un orfanato que en realidad no mejoraba la realidad de los niños. Porque, en realidad, en África, «el concepto de orfandad no existe«, explica, siempre hay un tío, un primo, una abuela que, con el apoyo necesario, estarían encantados de cuidar de ellos.Lisa Lovatt-Smith, "el concepto de orfandad no existe en África"

«He aprendido a través de la observación. Viendo a los niños me di cuenta de que lo que en realidad necesitaban, sobre todo, era amor y cariño (…) por otra parte, en aquel momento empezó a publicarse todo lo que había pasado durante años en los orfanatos en Rumanía. (…) En  muy poco tiempo, cambió completamente el concepto que se tenía sobre los orfanatos. Si durante un siglo se creyó que eran la mejor solución, las grandes organizaciones de cooperación, los expertos y yo misma nos dimos cuenta de que no era así. Fue un cambio a nivel universal. Tuvimos que cambiar todas nuestras teorías. Fue un momento muy ilusionante porque pocas veces en la vida se puede ver y vivir ese cambio total de mentalidad y  hacer una cosa totalmente nueva”. Con esta idea en mente, y trabajando mano a mano junto al Gobierno de Ghana, han logrado cerrar 80 orfanatos en dos años.

Ahora, trabajan de otra manera: «intentamos que las personas a las que ayudamos sean menos dependientes: acortando los tiempos durante el cual les ayudamos y promoviendo programas que fomentan la independencia. Damos el mínimo necesario para que puedan mantener a los niños con ellos, pero sin depender de nosotros».

Además, actúan junto a los servicios sociales ghaneses, porque «las ONGs no tienen que suplantar al Gobierno en su trabajo, sólo tienen que apoyarlo».

«Llevamos 10 años compartiendo una misma causa. Es difícil porque los servicios sociales no están correctamente financiados: los trabajadores sociales no están bien pagados, ni siquiera tienen dinero para ir a visitar a los niños en sus casa. Y hacen maravillas con lo poco que tienen. Eso a mí me inspira mucho, pero tengo que reconocer que es difícil. A veces tienen que visitar a niños en una zona tan grande como Extremadura y tienen cuatro euros para realizar todos los viajes”. Por eso intento apoyarles, porque son ellos quienes tienen la responsabilidad de apoyarles. El Gobierno de Ghana es quien tiene la responsabilidad sobre sus niños sean tradados según el Convenio de Derechos Humanos del Niño.

Hablamos también de los Derechos de la Infancia, «creo que si el siglo pasado fue el de los derechos de las mujeres, este siglo XXI puede ser el de la infancia»; del SIDA, «una de los principales causas del aumento de huérfanos en el continente», y de los múltiples retos a los que se enfrenta el sistema de salud de Ghana, retos en los que ya se han registrado importantes avances, como el intento de crear un sistema de Seguridad Social, para el que todavía hacen falta mejoras que se va implantando poco a poco.

 

 

 

‘Adios bafana’, las memorias del carcelero de Mandela en formato película

La película es ya de hace unos años, pero estos días han vuelto a echarla por televisión coincidiendo con el 25 aniversario de la liberación de Mandela, el pasado 11 de febrero. En los próximos días, hablaremos más de esta historia.

En su momento, ‘Adiós bafana’ (2007, Bille August) no debió ser un éxito en taquilla por una sencilla razón: no es una de esas películas que apuntan al corazón, sino más bien a la cabeza. No es, desde luego, el mejor filme para quien ande buscando melodramas o leyendas, sino más bien algo de historia y mucho de raciocinio.

Basada en la historia real de Christo Brand, (interpretado por Joseph Fiennes) cuenta la evolución de un joven militar  que recibe el encargo de custodiar el módulo que encierra en Robben Island a Nelson Mandela (Dennis Haysbert) y a otros miembros del Congreso Nacional Africano (CNA). Ha sido elegido porque conoce el idioma nativo de los prisioneros, el khosa, tras criarse de pequeño en una aldea rodeado de negros. De hecho, no será un celador cualquiera, sino el censor. A partir de ahora, las comunicaciones de Mandela con el exterior (fundamentalmente, epistolares) deberán pasar el filtro de Gregory.

'Adios bafana', las memorias del carcelero de Mandela en formato película
En la imagen, un momento de la película. En la vida real, el carcelero de Mandela se llamaba Christo Brand y fue el propio líder del CNA quien le recomendó que escribiera la historia de su relación.

Este joven blanco sudafricano, esposo y padre de dos hijos, acepta el reto por varios motivos, incluido su deseo de prosperar social y económicamente. También por su formación militar, que hace que las órdenes no se discutan, sino que se acaten. Algo que también es extensible al propio régimen racista, que, al principio de la película, Gregory no percibe como justo o injusto, sino como el orden natural de Sudáfrica. Y consecuencia de ello, el principal motivo por el que cree que lo que hace está bien hecho: Mandela y sus camaradas, más allá de su color de piel, son terroristas que quieren destruir el país.

'Adios bafana', las memorias del carcelero de Mandela en formato película
Uno de los aspectos que más controlaba el Régimen del Apartheid eran las conversaciones de Mandela con su mujer (tenían derecho a una carta cada seis meses y apenas se vieron más de cinco veces en 27 años).

Pero la percepción que Gregory tiene de esos terroristas irá variando. No sucederá por simpatía, pena o incluso empatía hacia el penoso trato que reciben, sino por la fuerza de la razón que impregna sus reflexiones, y que el censor irá descubriendo. Al principio, revisando las cartas de Mandela y escuchando sus conversaciones (cristal mediante) con su mujer. Después, leyendo la “Carta de libertad” del CNA (1955), en la que se exponen las razones de la lucha anti-apartheid. Más adelante, de la voz del propio Mandela, con quien intercambiará impresiones en los fugaces trayectos que van de la celda al patio, y del patio a la celda.

El principal representante de ese racionalismo que tanto define a la película es el propio líder del CNA. Ante la vejación, silencio. A cada proposición de liberación, una única demanda: elecciones democráticas, libres y para todos. Mandela ni siquiera llora cuando se abraza con su mujer y sus hijos tras varios años sin poder tocarlos, ni grita eufórico cuando le anuncian que su cautiverio ha terminado. Uno de los momentos más representativos de esta subordinación de lo emocional a lo racional tiene lugar cuando Gregory y Mandela se dan, por fin, su primer apretón de manos. De hecho, no será de manos, sino de palos, al jugar en el patio de la cárcel a algo que el blanco habría aprendido de pequeño junto a los niños negros de su aldea.

El hilo conductor de la película es esa lenta evolución, vital y profesional, de Gregory. Su creciente complicidad con Mandela terminará afectando a su vida profesional, hasta el punto de ser tachado por sus compañeros y superiores de amigo de los terroristas (o los cafres, como ellos les llaman). También tendrá repercusión en su vida personal, ya que la esposa del protagonista, Gloria (Diane Kruger), no comprenderá esa simpatía de Gregory hacia un peligroso terrorista como Mandela, y mucho menos, que en la balanza entre lo que es justo para Sudáfrica y lo que es bueno para él, su marido se decante por la primera opción.

Seguramente, August no ideó por casualidad un argumento que otorga todo el protagonismo a las razones y relega a un segundo plano a las emociones. Nada más acceder al poder, Mandela fue capaz de perdonar a quienes durante 30 años le habían encerrado, vejado y torturado. Fundamentalmente, porque los necesitaba para construir un nuevo país para los suyos. No era un santo, sino un ser humano que prefirió pensar con la cabeza que con el corazón. Y, aunque posiblemente Mandela lloró muchas veces a lo largo de su vida, eso es lo que refleja esta película.

La vida cotidiana en África subsahariana

El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de participar en el curso África es imprescindible con una charla  sobre la vida cotidiana en África subsahariana en la actualidad. La idea era romper tópicos y mostrar lo que de verdad ‘se cuece’ en el continente negro, más allá de guerras y hambrunas. Y no es cuestión de subirse sin reparos a la ola de ‘afrooptimismo’ que destilan ciertas noticias y publicaciones, pero sí tenía la intención de mostrar, al menos, otros aspectos de África poco o nada conocidos.

La vida cotidiana en África subsahariana
África no es sólo como nos la han contado. Recopilación de algunas de las portadas de la revista Time centradas en el continente.

Decía hace unos días Jean Arséne Yao en un texto publicado en El Asombrario  que si tuviera que definir el continente en una imagen lo haría con un chaval joven saliendo de clase y que, probablemente, estaría sonriendo. Una instantánea que pocas veces vemos en las noticias y que también existe.

Mi intención era, precisamente, dar a conocer esa otra África, y hacerlo, dentro de lo posible, de la mano de sus protagonistas: fotógrafos, periodistas o escritores; ghaneses, keniatas, nigerianos o de Burkina Faso que se han puesto manos a la obra para mostrar su día a día aprovechando las posibilidades que les ofrecen las Nuevas Tecnologías.

Imagen de la cuenta de Instagram del proyecto Every Day Africa
Imagen de la cuenta de Instagram del proyecto Every Day Africa.

Entre estos recursos tenemos, por supuesto, los pocos (cada vez más) libros que en los últimos años se han ido traduciendo al español pero, además, hoy podemos ver películas, series de televisión y, por supuesto, cientos de imágenes y trabajos documentales que jóvenes fotógrafos africanos están colgando continuamente en las Redes Sociales.

En el mundo de la fotografía encontramos el proyecto EveryDay Africa que, como su propio nombre indica, documenta el día a día en África de la mano de fotógrafos profesionales y aficionados que ponen sus instantáneas al alcance de todo el mundo. Son verdaderas maravillas que documentan todos los aspectos de la vida cotidiana: ya sea la asistencia a la Iglesia, el salón de peluquería, los juegos de los más pequeños o los exámenes de selectividad. Una iniciativa similar es la de Africa Show Boy o la de Andrew Eisebo, fotógrafo nigeriano, que utiliza su cuenta para mostrar el paisaje urbano: Utilizo Instagram para documentar y mostrar momentos de la vida diaria que captan mi atención. El iPhone me ha permitido de alguna manera camuflarme en el paisaje urbano, mientras hago fotografía callejera, especialmente en Lagos, donde la fotografía en público no está muy bien vista. Además, no quiero estar paseándome con mi gran cámara de fotos todo el rato, si no estoy oficialmente trabajo. Es en esos casos cuando uso mi iPhone, y para ello Instagram se ha convertido en un complemento perfecto para mi trabajo como contador de historias”.

En el apartado audiovisual, destacan iniciativas como My Africa is, una serie de pequeños cortos documentales que pretende dar a conocer la verdadera áfrica contada desde el punto de vista de sus protagonistas. Se trata de un proyecto liderado por dos mujeres, Nosarieme Garrick y Kathleen Bomani, que en cada episodio nos lleva a una localización diferente para presentarnos diversas situaciones, localizaciones y gentes del continente.

Muy comentada ha sido también la serie An African city’, a la que algunos denominan el ‘Sexo en Nueva York africano’. Una serie sobre mujeres de clase alta africanas, cuyos capítulos se pueden ver on line, y de la que hablaremos con calma en un próximo post.

Además, durante el encuentro hablamos de urbanismo, transporte, mujeres, jóvenes… Un buen número de temas de los que dejé algunas pinceladas en este vídeo de cinco minutos que grabamos al terminar la clase. Os lo dejo por si os resulta interesante.

La vida cotidiana en África por Aurora Moreno from África Imprescindible on Vimeo.

El fundamentalismo nos afecta a todos

Entiendo que algunas de las caricaturas de Charlie Hebdo puedan resultar ofensivas; a mí misma muchas no me gustan. Pero da igual, ése no es el debate, porque para los extremistas son sólo una excusa. Una excusa como cualquier otra. A los dibujantes de París los han matado alegando que sus dibujos son ofensivos para el Islaam, pero en Pakistán dispararon a una chica en la cabeza por el ‘delito’ de ir al colegio y en Nigeria utilizan a niños para realizar sus atentados suicidas.  Por eso no puede haber concesiones, porque siempre habrá una excusa para imponer su pensamiento.

Lo explica muy bien esta viñeta de Idígoras y Pachi:

Terrorismo en Nigeria. Viñeta de Idígoras y Pachi
Las caricaturas son sólo una excusa. En Nigeria, Boko Haram mata a gente, musulmanes o cristianos, por no pensar exactamente igual que ellos.

De la tendencia que tenemos en Europa a preocuparnos de las cosas sólo cuando nos afectan a nosotros, se ocupa ésta otra de Pahe (Gabón):

El fundamentalismo nos afecta a todos
En Nigeria, Boko Haram reparte muerte.

El fundamentalismo prolifera en Nigeria (aquí un resumen del horror vivido sólo en la última semana), Níger, Mali o Pakistán, por no hablar de los atentados que cada día tienen lugar en países como Irak. Se trata de un problema global al que sólo se puede hacer frente de manera conjunta, con una estrategia amplia en la que se tengan en cuenta políticas de seguridad, pero también de cooperación entre países y con sus gentes.

Y por supuesto, aunque creo que esto no haría falta ni decirlo, que esto no es contra el islam, ni contra los millones de musulmanes pacíficos que hay en todo el mundo. Es, simplemente, contra el extremismo que atenta contra los Derechos Humanos. Y por mi parte igualmente aplicable, por ejemplo, a las iglesias cristianas –evangélicas, pentecostales o como se quieran llamar- que exaltan la fobia antihomosexual en África, provocando odio, dolor y, en algunas ocasiones, directamente muertos.

Por eso, tampoco debemos olvidarnos de otras masacres, como la que se está produciendo estos mismos días en República Centroafricana, esta vez contra los musulmanes. Lo cuenta muy bien el director del Servicio Jesuita a Refugiados en República Centroafricana, Gonzalo Sánchez Terán:

«El día después de que unos integristas islámicos asesinaran a tiros a doce personas en París, Naciones Unidas hizo público un informe denunciando que en la República Centroafricana se está produciendo una limpieza étnica de musulmanes. Para los europeos, justamente sumidos en el dolor y la indignación ante la masacre de Charlie Hebdo, esta segunda noticia ha pasado desapercibida (…) Me he encontrado con jóvenes musulmanes que no se atreven a utilizar su nombre árabe y han adoptado uno cristiano para sobrevivir y buscar trabajo. Ojalá me equivoque, mas creo que la limpieza étnica, en buena parte del territorio, ha sido irrevocablemente consumada. (…) La opinión pública de Europa y Estados Unidos no parece muy interesada por lo que aquí ocurre: quizá porque los que mueren y huyen son africanos, quizá porque muchos de ellos son musulmanes«. Y termina con esta frase que, seguramente, no se convertirá en trending topic: «Lo repito orgullosa, desafiantemente: Yo soy Charlie. También, con idéntica pasión, escribo: Yo soy un musulmán centroafricano».

Ama Ata Aidoo, retratista de la mujer africana moderna

Como contaba en la entrada anterior, aprovecho el documental ‘The art of Ama Ata Aidoo’ para traer aquí la figura de esta escritora, muy poco conocida en España pero de gran importancia para la literatura y el feminismo africanos.

Ama Ata Aidoo es una prolífica escritora ghanesa que forma parte de la primera generación de mujeres africanas que consiguieron ver publicadas sus historias. Todo un hito en un momento en el que poquísimos africanos, mucho menos mujeres, se dedicaban a la escritura. (Según la investigadora Inmaculada Díaz Narbona, el primer texto conocido de una mujer africana es de la camerunesa Marie Claire Matip, de 1958, aunque, “la crítica apenas si lo cita, e incluso los prestigiosos diccionarios de las obras africanas lo olvidan”).

La escritora ghanesa Ama Ata Aidoo
La escritora ghanesa Ama Ata Aidoo

Prolífera y pionera, sin duda, ya que su primer gran libro, la obra de teatro El dilema de un fantasma (The Dilema of a Ghost) vio la luz en 1964, tan sólo cinco años después de la independencia de Ghana. “Una época en la que la preocupación por las independencias y la reconstrucción del continente impregnaban la producción literaria, por lo que la escritura de las mujeres, que no trataban estos temas, era percibida como una escritura menor, sin compromiso, en la que se trataban problemas domésticos sin alcance histórico”, tal y como señala Inmaculada Díaz Narbona).

Efectivamente, Ata Aidoo trata muy de cerca y desde muchos aspectos el tema de la mujer, y se la considera por ello la gran retratista de la mujer africana moderna. Sus protagonistas se alejan del tópico: son universitarias, trabajan, ganan más que sus maridos, han estudiado en el extranjero y se enfrentan a situaciones diversas, que van desde la poligamia o el machismo («el más tonto de los hombres vale siempre más que una mujer»¸ escribe en Changes) hasta la homosexualidad (un asunto que aborda muy de refilón en su novela ‘Our sister Killjoy’ pero que demuestra valentía para hacerlo en los años 70) pasando por los contratiempos de la vida cotidiana. Historias complejas de mujeres que se debaten como pueden entre la tradición y la modernidad, eligiendo lo mejor de cada una para trazar sus propios caminos.

Y aunque estudia y reivindica a la mujer, Ata Aidoo se resiste a ser considerada feminista, quizás por las resonancias occidentales del término, y señala que aprendió sus primeras lecciones feministas en África, tal y como dice en una entrevista con la investigadora española María Frías.

Nacida en 1942, cuando Ghana era todavía la Costa del Oro británica, Ata Aidoo era hija de un gran jefe local y tuvo la suerte de crecer en un ambiente no sólo económicamente pudiente sino en el que además se fomentó su educación. Fue de hecho su padre quien abrió una de las primeras escuelas en su ciudad natal  (Abeadzi Kyiakor) y ella misma fue enviada un prestigioso colegio para “señoritas” en Cape Coast. Con tan solo 16 años escribió su primer relato, con el que ganó una competición, lo que le animó a seguir escribiendo una vez en la Universidad, donde estudió filología inglesa. Acababa de cumplir los 22 cuando se publicó su primera novela: The Dilemma of a Ghost (1965), en la que trata el que será uno de sus temas recurrentes: la confrontación entre la tradición y la cultura occidental. En este libro, Ato, un estudiante ghanés en Estados Unidos, se casa con Eulalie, una mujer afroamericana con la que luego se instala de vuelta en Ghana. A través de esta pareja poco habitual, analiza las diferencias culturales y los prejuicios a los que se enfrentan: la familia del hombre considera que los afroamericanos son inferiores por descender de esclavos; y la mujer piensa que las costumbres africanas son antiguas y las desdeña continuamente.

Tras su graduación consigue una beca de Escritura Creativa en la Universidad de Stanford (California) y pasa allí dos años, antes de volver a Ghana, ya para dar clases en la Universidad. En los años siguientes continúa escribiendo y, publica Anowa, y No Swetness here (1970), en la que se recogen algunas de sus primeras historias cortas.

Portada del libro 'Our sister Killjoy', considerado uno de los más importantes de la escritora ghanesa Ama Ata Aidoo.
Portada del libro ‘Our sister Killjoy’, considerado uno de los más importantes de la escritora ghanesa Ama Ata Aidoo.

Durante los 70 comienza a trabajar como profesora de inglés en la Universidad de Ghana, realiza estancias en el Instituto de Estudios Africanos y asiste también a varios seminarios en Harvard. Es en 1977 cuando publica una de su obras más conocidas y potentes (aunque difícil de leer, según las críticas; yo no he tenido la oportunidad), “Our sister Killjoy”, (Nuestra hermana aguafiestas) subtitulada “Reflections from a Black-Eyed Squint”, en la que retoma sus temas de siempre: el desencuentro entre la cultura africana y europea, y el impacto psicológico del postcolonialismo en las mujeres. Una novela de tintes biográficos  en la que relata la historia de una joven que recibe una beca para estudiar en Alemania, en una ciudad a la que ella llama “The heart of Darkness”, (el corazón de las tinieblas, como Joseph Konrad denominó al centro de África durante su viaje). Divida en cuatro partes, (la primera de ellas, llamada significativamente “Un mal sueño”, da  a entender que el supuesto Eldorado de los estudiantes africanos no ha sido ni mucho menos tal), en la obra se mezclan párrafos en prosa y verso; diálogo con monólogos interiores y reflexiones múltiples que terminan por dejar un profundo mal sabor de boca, transmitiendo a la perfección esa sensación casi de asco que la protagonista destila ante todo lo europeo.

Además de su carrera literaria, en 1983 fue nombrada ministra de Educación, pero no duró  mucho en el cargo. Su sinceridad y su ansia por cambiar las cosas en este terreno le llevaron a dimitir tan sólo un año y medio después de tomar posesión en el cargo. Tras esto marchó a vivir a Zimbabwe, donde permaneció casi 14 años, manteniéndose siempre muy relacionada con el mundo de la escritura y las asociaciones de mujeres.

Portada del libro 'Changes, a love history', publicado en 1991 por Ama Ata Aidoo.
Portada del libro ‘Changes, a love history’, publicado en 1991 por Ama Ata Aidoo.

Ya en 1991 publicó Changes, a love history una novela que le valió el premio de la Commonwealth para escritores africanos. En ella nos encontramos con diversas historias, como la de Fusena, (una mujer educada, que ha vivido tres años en Londres y creció culturalmente junto a su marido, pero que termina relegada al papel de ama de casa por razones religiosas y culturales) o la de Esie, protagonista de la novela: una mujer que decide dejar a su marido porque la exige demasiado, para terminar casándose con un hombre polígamo. Una historia que no termina del todo bien y que muestra nuevas aristas sobre la poligamia: por ejemplo, la reacción de sus familiares y amigos: sin parecerles mal la poligamia, les parece incoherente para una chica educada, como ella.

En 1999 vio la luz «The Girl who Can and other Stories”, una colección de pequeñas historias en las que trata las relaciones entre madres e hijas, señalando los problemas intergeneracionales que existen entre ellas, pero también las similitudes de sus vidas.

Actualmente, Ana Ata Aidoo continúa con su intensa actividad, como activista y autora (escribe también poesía y libros infantiles) y dirige además la Fundación Mbaasem, que tiene como objetivo promover el trabajo de las escritoras africanas.

En definitiva, una prolífica carrera que bien merecía estas líneas y a la que no estaría de más que las editoriales españolas echaran un vistazo para comenzar a publicarla en nuestro idioma.

Un documental retrata la vida y obra de Ama Ata Aidoo

La ghanesa Ama Ata Aidoo es una de las escritoras más reconocidas de África y después de muchas décadas retratando en sus libros la vida de las mujeres africanas, ahora son su historia y su trayectoria literaria las que se plasman en un documental que «explora su contribución artística y su condición de pionera» en lo que a la literatura africana hecha por mujeres se refiere.

«Puede escribir una historia corta, de tan sólo tres páginas, y mostrarte el mundo con eso», dicen de ella en la película, una cinta en la que se recogen también algunos de los fragmentos más polémicos de sus obras y sus reflexiones sobre temas tan diversos como la diáspora, la escritura o la mujer.

Se trata de ‘The Art of Ama Ata Aidoo’, una cinta que recorre la historia de la escritora a través de un viaje por sus más de siete décadas de existencia, desde los tumultuosos días de la independencia hasta la actualidad. Así, el documental la acompaña, entre otros lugares, a su poblado de nacimiento, donde se reúne con contadoras de historias tradicionales, o a la Universidad de California, donde tiene lugar el estreno de Anowa, una obra de teatro escrita por ella en los años 70 y en la que aborda el tema del comercio de esclavos.

The Art of Ama Ata Aidoo Trailer from Big Heart Media on Vimeo.

El documental es obra de la productora y periodista Yaba Badoe (autora también del filme ‘The Witches of Gambaga’), con el apoyo de Amina Ama, activista feminista que durante una década dirigió el Instituto de Africano de Género de Cape Town y fundadora de la revista de investigación ‘Feminist Africa’.

Aprovecho esta documental, que ojalá pronto podamos ver en España, para recordar la figura y la obra de esta gran escritora. Pero será en el próximo post 🙂

Un recorrido por Dakar de la mano de autores africanos en Altaïr Magazine

Dakar es la protagonista única del último número de Altaïr Magazine, publicación histórica de las revistas de viajes (nació en 1991) que ha conseguido hacer frente a la crisis reinventándose en modo digital, aprovechando las posibilidades que ofrecen el vídeo y las infografías, entre otros recursos. Continuando con su tradición de dedicar números monográficos a ciudades o territorios singulares, en esta ocasión Altaïr propone un especialísimo recorrido por la capital de Senegal, y lo hace de la mano de escritores ya consolidados y jóvenes artistas del país.

Un recorrido por Dakar de la mano de autores africanos en Altaïr Magazine

Boubacar Boris Diop, Ken Bugul, Cheikh Fall y Adama Paris son algunas de las plumas que participan en este número en el que se habla de música, cine, política, urbanismo, historia y moda entre muchos otros temas, acompañados siempre de las impactantes imágenes del fotoperiodista senegalés Mamadou Gomis.

Un mapa interactivo nos lleva por las callejuelas y centros de interés de la ciudad, comenzando, cómo no, en la estación de ferrocarriles, punto neurálgico de la ciudad, del que nos habla Ken Bugul a través de su texto ‘Recuerdos de una niña de provincias’, en el que rememora su primera visita a la capital, muchos años atrás: “Dakar tenía que estar en una región lejana en la que vivían seres extraordinarios, diferentes  de los habitantes de mi pueblo. ¿Quizás Dakar estaba en otro planeta? Salía de mi pueblo con mi imaginación vagabunda en bandolera para ir a esa ciudad de la que la gente hablaba con admiración”.

El recorrido nos dirige a la Caja de Ideas de Wakh’Art, un centro cultural en el que se llevan a cabo exposiciones, rodajes, conciertos..; la Isla de Goré, las playas de Fann, la Universidad o el Instituto Fundamental del África Negra, donde se exponen, entre otras, las obras de la Bienal de Arte de Senegal.

Muy presente está también la Historia de esta ciudad, desde tiempos coloniales hasta hoy. Boubacar Boris Diop  describe esta evolución en un texto muy combativo, llegando a calificarla de fiasco urbano (“Dakar se ha convertido en esta megalópolis, engullida por un éxodo rural masivo, con barrios periféricos que crecen como setas); Abdou Khadre Gaye nos habla sobre los 100 años de la Medina y Oumar Ndao nos trae las historias de sus rincones y ciudadanos.

Un recorrido por Dakar de la mano de autores africanos en Altaïr Magazine
Fotos antiguas y mapa histórico de Dakar. Fuente: Altair Magazine

No podía faltar, claro, una referencia a dos de las personalidades más importantes de la historia de Senegal: Cheikh Anta Diop, científico y antropólogo, y Léopold Shédar Sengor, político, poeta y ‘Padre de la nación’. Dos personajes coetáneos que vivieron enfrentados intelectual y personalmente. De ello se encarga también Boubacar Boris Diop, en un texto interesantísimo en el que enfrenta las personalidades y trayectorias de ambos: “Diop fue uno de los raros líderes políticos senegaleses que rechazó el poder tantas veces como Senghor se lo ofreció (…) Denunciaba una independencia puramente figurada en un país donde la asistencia técnica francesa, constituida en ‘gobierno paralelo, conservaba el verdadero poder”.

Muy interesante también es el texto de Daouda Cissé (investigador en relaciones económicas y políticas entre China y AFrica) que retrata la historia, la vida y el día a día de los chinos que desde los años 80 del pasado siglo se han ido instalando en Senegal. 

Además, este número no dejade lado cuestiones de actualidad, como lo que escribe Cheick Fall sobre la movilización en redes sociales contra el ébola; el movimiento Y’en a marre (Ya basta) , y los proyectos que cada día nacen en una ciudad vitalista y repleta de jóvenes con ganas de hacer cosas: Ya sea moda, arte, lucha senegalesa (uno de los deportes rey del país, similar a la lucha canaria), turismo o cine, como el cine para los barrios, a través del Espacio Ciné Banlieu, un espacio para la creación y la formación en el mundo audiovisual, creado en las afueras de la ciudad, por Keba Danso, el autor del artículo.

En definitiva un profundo paseo por el Dakar más actual sin olvidar su pasado, sin centrarse sólo en las dificultades del país pero sin evadirlas y, sobre todo, dando voz a los propios escritores senegaleses para poner en palabras lo que es este “caos con apariencia armónica”, que es Dakar.

Estación de trenes de Dakar. Fuente: Mamadou Gomis / Revista Altair.
Estación de trenes de Dakar. Fuente: Mamadou Gomis / Revista Altair.

 

La última batalla de Mandela: contra el Sida

Cuando parecía que Nelson Mandela había ganado ya todas sus batallas, después de haber acabado con el Apartheid, convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica y dejar el cargo con honores, le tocó luchar en otra guerra, una que no se esperaba y en la que todavía sigue inmerso su país. Era la batalla contra el sida, que también se cebó con su familia, como con la de tantos sudafricanos. En enero de 2005 moría por culpa de la enfermedad el último hijo varón que le quedaba, Makgatho Mandela.

La última batalla de Mandela: contra el Sida
Nelson Mandela, en una de las campañas contra el Sida de las que fue partícipe.

Para entonces, ya habían pasado los años de plomo del sida, esa década de los 90 en la que en Occidente la enfermedad se asociaba casi exclusivamente a la homosexualidad y la droga y que en África seguía siendo un tema tabú. Pero todavía no era fácil hablar de la pandemia. Mandela lo mantuvo en secreto durante la convalecencia de su hijo, pero de nuevo volvió a mostrar su valentía y lo hizo público el mismo día que Makgatho murió: “El sida es una enfermedad normal, como la tuberculosis o el cáncer, de la que se tiene que hablar abiertamente”, dijo ante los medios.

Anteriormente, Madiba ya se había destacado como uno de los más decididos activistas en la lucha contra la enfermedad y durante la celebración del Día Mundial del Sida, en el año 2000, se refirió al VIH como un “enemigo silencioso, invisible, que está amenazando las bases de nuestra sociedad”. Tres años más tarde, con el objetivo de recaudar fondos contra la enfermedad, la Fundación Mandela lanzaba la campaña “46664”, quizás en referencia a la otra gran lucha de su vida. Este guarismo era su número de preso durante el Apartheid: el condenado 466 de los que entraron en prisión en el año 64.

Pero a pesar de la influencia de Mandela sobre buena parte de la ciudadanía sudafricana, no era fácil predicar sobre el sida en un país donde la mayoría de los dirigentes y líderes se mostraban extremadamente tibios sobre la pandemia. Todavía peor, un país en el que el presidente del Gobierno, Thabo Mbeki, amigo y sucesor de Mandela, negaba abiertamente la relación entre VIH y la enfermedad y cuestionaba la eficacia de los antirretrovirales con el apoyo incondicional de su ministra de Sanidad, Manto Tshabalala-Msimang, quien llegó a recomendar la remolacha como remedio contra la enfermedad.

Su teoría era que el sida, como colapso del sistema inmunosupresivo, se debía a la malnutrición y otros problemas relacionados con la pobreza. Ante tal situación, razonaban, los medicamentos antirretrovirales no sólo eran ineficaces, sino que suponían un enorme gasto que sólo servía para el lucro de las grandes farmacéuticas. Entre las gravísimas consecuencias de esta política, que se prolongó casi durante nueve años –el tiempo que Mbeki permaneció en el poder¬– estuvo no sólo el hecho de que se privó de medicación a millones de infectados, sino que además se negaba el nexo directo entre las relaciones sexuales y la transmisión de la enfermedad. El resultado fue que Sudáfrica es hoy el país con mayor número de contagiados del mundo y el sida afecta al 18% de los adultos, lo que supone cerca de seis millones de enfermos.

Pero la situación cambió en los últimos años y, curiosamente, Mandela encontró en Jacob Zuma –actual presidente del país– a un aliado en su contienda contra el sida. El hombre que en tantos aspectos era su contrapunto máximo, lanzaba en 2010 una campaña, respaldada por Onusida, que pretende realizar pruebas de detección a 15 millones de personas, un tercio de toda la población del país, y ofrecer tratamiento antirretrovial a un millón y medio de enfermos.

Hoy Mandela podría presumir de que finalmente su país se ha movilizado contra la enfermedad, pero todavía queda mucho por hacer, especialmente exigir al mundo una mayor implicación para erradicar la pandemia. Y ahí precisamente es donde el Premio Nobel de la Paz sigue trabajando, aunque ya no esté presente, a través de su Fundación y la extensa red de contactos que dejó como legado.