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Libros africanos: La Albina del Dinero

“No era albina. No. Un poco. ¿Medio? Quizás”.

El blanqueamiento de piel. La Ntangan, la blanca. La Demonia, que abandonó a su marido huyendo a Gabón. El matrimonio infantil. La mujer, cuyo único fin ha de ser procrear. Las costumbres tradicionales. La brujería. El amor de su madre, hacia su madre. El enfrentamiento entre familias. Y entre tribus. El rechazo a las “cosas de los blancos” (la medicina, los tribunales…), pero queriendo las cosas de blanco. El problema del albinismo, pero la querencia por la albina. La pertenencia a una tribu. O a la otra. ¿Quién manda sobre la descendencia?. El padre pagó la dote; la madre las crió.

Todo son dudas, contradicciones y un realismo brutal pero a la vez mágico en este libro de Trifonia Melibea Obono, en el que retrata con dureza, con matices, y con un regusto amargo la vida de las mujeres fang en Guinea Ecuatorial a raíz del largo velatorio que sucede a la inesperada muerte de una joven.

Efectivamente, el asesinato de una joven albina en un barrio popular de Malabo marca el comienzo de esta novela en la que Trifonia Melibea nos cuenta la realidad de las mujeres fang en la Guinea Ecuatorial de hoy y de todos los tiempos. Un texto que le sirve poner de manifiesto realidades como la presencia de la brujería, la persecución del albinismo, los enfrentamientos entre tribus y familias o el blanqueamiento de piel, entre muchos otros que aparecen en el libro.

Libros africanos: La Albina del Dinero
Portada del libro ‘La albina del dinero’, de la escritora ecuatoguineana Trifonia Melibea Obono.

Todo comienza con la muerte de una joven albina, “La Dinero y todo dinero”, que así la llamaban, porque con ella su familia esperaba conseguir una generosa dote: el cuerpo albino es apreciado en vida, pero sobre todo en la muerte, puesto que tendría misteriosos poderes para generar el ascenso político de quien lo poseyera. Junto a ella está su hermana, negra -y por lo tanto fea, “porque todo lo negro es feo”,- pero con una característica aún peor: “un cerebro bañado se sabiduría blanca”. Una mujer empeñada en estudiar, preguntar, mantener su libertad y comprender el mundo a su alrededor. Una vergüenza para toda la familia y un modo seguro de quedarse soltera para siempre.

Así da comienzo la novela y el largo velatorio que le sigue, unos días que sirven a la autora para describir, con todo lujo de detalles, olores y sabores incluidos, los conflictos internos de la familia, que son a la vez los de dos clanes y, quizás, los de buena parte del país.

“Tu hermana está muerta de brujería, oye, chica blanca de cerebro bañada con sabiduría blanca, la ha matado tú”. “¿Por qué iba yo a matarla?”. “Por envidia, tenía la piel blanca y tú negra, tan negra como el carbón. Gustaba a todos los hombres. Las mujeres de piel blanca encuentran pareja en Guinea Ecuatorial, las de piel negra lo tienen difícil”.

Una escritura en la que prosa y poesía se entremezclan sin estridencias, con un estilo propio en el que la repetición de algunas frases se convierte en norma, transportándonos a ese mundo y ese espacio de las mujeres fang en el que desde pequeñas se les repitió una y otra vez lo mismo, de boca de las abuelas, las madres o las vecinas:

“Las mujeres fang lloran cantando. Lloran cantando sus vidas. Las mujeres fang viven llorando. Las mujeres fang lloran cantando”.

Una obra en la que las mujeres, y la vida y la historia de las mujeres son protagonistas, una obra llena de tías, abuelas, hermanas y amigas que se escuchan, se divierten, se apoyan, pelean y se esfuerzan por sobrevivir a pesar de todo.

Las mujeres fang siempre somos menores. Y no olvides. Tus hermanos son tus hijos y estás en la obligación de criarlos. Una hija fang obedece hasta la muerte.”

La brujería, entremezclada con la tradición, flota en el ambiente, de forma implícita al principio y y extraordinariamente explícita al final. Maldiciones, enfermedades extrañas, muertes misteriosas, de todo hay en esta novela que aprovecha algunas líneas para integrar otras historias, como la de la propia curandera o las tías de la protagonista.

La noche en Malabo arrebata los instintos, confunde, hiere, enamora. El olor a pescado a la brasa con hornos mugrientos y picante molido alimenta las almas de alcohol.

Pero no sólo critica Trifonia a la tradición y las costumbres de su pueblo; también hay dardos para la moral occidental, la Iglesia católica , las sectas, la corrupta democracia, los prohombres del partido, el franquismo y hasta el mismísimo presidente de la República, al que llama El Generalísimo negro.

Un libro completo, intenso y complejo, para dejarse llevar por él y sumergirse en las chozas, en los suburbios, en los olores y en las vidas de estas familias que confluyen en torno a un cadáver.


Trifonia Melibea es una de las voces más conocidas de la literatura ecuatoguineana, una escritora vehemente y valiente que en sus obras ha denunciado sin ambigüedad la opresión que viven las mujeres fang. Ya lo hizo en sus libros anteriores y vuelve a hacerlo ahora con La Albina del Dinero, publicada por Altair y Casa Africa. Melibea estudió en España, es licenciada en Ciencias Políticas y Periodismo, e investigadora en temas de género y mujeres. Habla (y escribe) de forma contundente, siendo políticamente incorrecta aquí y allí. En Guinea Ecuatorial denuncia la discriminación de las mujeres, y de otros colectivos como los homosexuales, y aquí carga contra el colonialismo; allí es la “españolita” y aquí la negra , vive entre dos mundos y, sin embargo, es reconocida, respetada y leída en ambos. En Guinea colabora con publicaciones locales como La Gaceta Guinea Ecuatorial o la revista Bostezo, y da clases en la Universidad Nacional de GE (UNGE), y aquí participa regularmente en charlas, encuentros y en los que sigue acercando mundo y derribando tópicos. Entre sus libros se encuentran La Bastarda y Herencia de Bindendee. Para saber más sobre ella, no os perdáis esta entrevista en Afroféminas

El escritor Patrice Nganang, detenido en Camerún

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El pasado 6 de diciembre, el escritor y profesor Patrice Nganan fue detenido por las fuerzas de seguridad de Camerún cuando se disponía a tomar un vuelo hacia Zimbabwe en el aeropuerto de Douala. Sus familiares no supieron nada de él hasta dos días después, cuando tuvieron conocimiento de que estaba en una cárcel de Yaoundé (a unos 500 kilómetros), detenido por «ofensas al presidente».

El escritor Patrice Nganang, detenido en Camerún
El profesor y escritor Patrice Nganang, fotografiado en Madrid, en 2013.

Nganang ha sido siempre un activista e intelectual muy crítico con Paul Biya -en el poder desde el año 1981-, pero la tensión ha subido especialmente tras la gestión que el gobierno de Yaoundé ha hecho de la crisis en las provincias anglófonas (una zona de Camerún que desde hace años reclama más autonomía y recursos al gobierno central y que el pasado mes de octubre llegó a declarar la independencia).

La detención tuvo lugar justo al día siguiente de la publicación de una columna en Jeune Afrique en la que criticaba la maneraen la que está actuando el ejecutivo frente a las reclamaciones de la parte anglófona del país.

Ante esta situación, colegas y compañeros de Nganang han lanzado un manifiesto en el que exigen su liberación inmediata, y que está abierto a la firma de quienes quieran apoyarlo.

Nganang es autor del libro Tiempo de perro, en el que relata el Camerún de los años 80, y profesor de la Universidad de Stony Brook en Nueva York, pero sobre todo, es un activista por los Derechos Humanos en su país -aunque no vive allí sí viaja frecuentemente-, y apoya numerosas iniciativas locales y populares para empoderar a la población. (Buen ejemplo de ello es su apoyo a Génération Change, un movimiento de jóvenes que trabajan por mejorar sus barrios y que tiene su sede en la ‘Maison de l’écrivain, financiada gracias al escritor).

Antes, en 2013, entrevisté a Ngagang en Madrid y esto es lo que comentaba sobre su país: «El sistema político de Camerún no permite que exista una oposición fuerte. El Estado es de alguna manera el Partido, y viceversa. No existe una estructura clara para la oposición; sin embargo, sí hay individuos que están trabajando en este sentido. Lo mismo sucede en el campo cultural y social. Están surgiendo muchas iniciativas, a cargo de escritores, periodistas, estudiantes… Pero, de nuevo, no tienen estructuras para trabajar». (Se puede leer la entrevista completa aquí).

 

Artistas y pensadores africanos y españoles, juntos en Grigri Pixel

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Artistas y pensadores africanos y españoles, juntos en Grigri Pixel
Iwaya Community Art Festival (ICAF), encuentro de arte comunitario en Lagos, 2016.

En África bullen las iniciativas para rediseñar un espacio urbano a menudo mal planificado, masificado y contaminado. Desde Zimbabue a Ghana, en todo el continente surgen asociaciones y activistas que pretenden mejorar y modificar sus propias ciudades y pueblos. Cuatro representantes de diversas iniciativas ciudadanas de este tipo estarán en Madrid el próximo mes de octubre para compartir sus formas de creación y fabricación con artistas españoles. El encuentro será posible gracias a Grigri Pixel, un programa de talleres y residencias para la construcción de espacios urbanos a partir de prácticas colaborativas y artísticas del continente africano.

Los invitados son Aderemi Adegbite de ICAF (Nigeria), una iniciativa artística fundada en Lagos como un espacio para la cohabitación de artistas contemporáneos de diversas disciplinas; Essome Ebone Ismael de Madiba & Nature (Camerún), una organización de Kribi que lucha contra la contaminación provocada por los plásticos en los mares y ciudades africanas; Afate Gnikou Kodjo, de Woora Make (Togo), centrado en el reciclaje de basura electrónica, un grave problema en toda África, y Mané Toure Ndèye de Côté Jardin (Senegal), una iniciativa que promueve el consumo local y el arte como medio de compromiso social.

 

Artistas y pensadores africanos y españoles, juntos en Grigri Pixel
Mané Toure Ndèye es el representante de Côté Jardin (Senegal), una iniciativa que promueve el consumo local y el arte como medio de compromiso social.

Todos ellos estarán durante dos semanas en Medialab Prago (donde se presentan los proyectos el día 2 de octubre) y el Espacio Vecinal Arganzuela ad para compartir con diseñadores, arquitectos y creadores españoles sus formas de ver y entender el mundo. El resultado de su colaboración será la construcción colectiva de un objeto útil para el espacio comunitario en el antiguo Mercado de Frutas y Verduras de Legazpi. Al mismo tiempo, durante los talleres, se fomentarán alianzas con el tejido cultural y emprendedor de Madrid en torno a cuestiones como el reciclaje, la fabricación digital, la alimentación sana y la mediación comunitaria a través de prácticas artísticas y colaborativas.

Retos y problemas urbanos en África y Europa

Pero además de todo esto, la nueva edición de Grigri Pixelincluye como plato fuerte el encuentro ‘Lo invisible, lo común, lo mágico: espacios y conocimientos colaborativos entre África y Europa’, que se celebrará el sábado 7 de octubre en Intermediae-Matadero para explorar cuáles son los retos comunes y las problemáticas urbanas contemporáneas en las ciudades de África y Europa en complicidad con seis pensadores y creadores contemporáneos: la filósofa Marina Garcés, el filósofo e historiador Achille Mbembe, la artista visual Abu Ali, la arquitecta Paz Núñez, la escritora Ken Bugul y el crítico de arte Simon Njami.

Serán dos diálogos, el primero en torno al tema «Vivir juntos. En común con las diferencias. Lo simbólico y experiencial», en el que hablarán los dos filósofos: Marina Garcés y Achille Mbembe . A continuación, el resto de participantes charlarán en torno a la idea de los «Espacios e imaginarios comunes. Lo urbano. Otros modos de hacer y mirar».

Achille Mbembe es uno de los pensadores africanos más reconocidos internacionalmente. Profesor de Historia y Política, filósofo e intelectual, es investigador de la Universidad Witwatersrand de Johannesburgo y uno de los teóricos del postcolonialismo. Ha escrito numerosos artículos y libros en los que cuestiona los modelos de estado y sociedad en los que vivimos.

A Ken Bugul, por su parte, ya la conocemos en este blog: es una escritora senegalesa  que ha vivido en Europa, en Togo y en otros países africanos, con una larga lista de experiencias a sus espaldas que ha ido plasmando en sus libros.

Ellas también cuentan: antología de escritoras africanas

Ellas [también] cuentan, Antología inédita de narrativa breve y poesía de escritoras africanas de expresión inglesa es un compendio rico y diverso, tanto en temas como en épocas y disparidad geográfica, de la literatura africana escrita por mujeres. Mujeres africanas, negras y angloparlantes, para ser más exactos. Una recopilación de textos que, en palabras de su autor, Federico Vivanco, pretende dar voz “ a aquellas mujeres que han sido relegadas por un sistema patriarcal, machista, comercial o editorial, y otorgarles su verdadero lugar”.

Ellas también cuentan: antología de escritoras africanas

En este libro encontramos relatos que recogen desde la época de la esclavitud hasta la actualidad más reciente; que nos llevan desde Ciudad del Cabo a Accra y desde el Apartheid a la guerra de Liberia. Un recorrido amplio por la geografía angloparlante del continente en forma de relatos, poemas y un pequeño extracto del ensayo Male daughters, female husands, de la antropóloga Ifi Amadiume. Veinte mujeres elegidas de entre un gran número de escritoras que nos permiten conocer a figuras de las que apenas hemos oído hablar en España, y que cultivan el relato corto o la poesía. Quedan por lo tanto fuera grandes escritoras, bien porque se dedican a textos más largos, porque ya estaban traducidas o simplemente porque era “imposible abarcarlas a todas”.

Entre las que sí están, encontramos a Zoe Wicomb, Melissa Tandiwe Myambo o Milly Jafta, por nombrar sólo algunas. Mujeres que han superado numerosas barreras para ver sus textos impresos y que, ahora, dan un nuevo salto con esta introducción al mercado hispano.

Mi recomendación es leerlas a todas y degustar cada relato con tiempo, pero me gustaría destacar algunos de ellos.

Uno de los más cortos, y sin embargo, más intensos es el de La Muñeca. Una historia muy sencilla para comprender en qué consiste la llamada “colonización de las mentes” a través de esa niña que lo único que quiere es una muñeca rubia a la que poder peinar, en lugar de la preciosa muñeca mosotho, de color marrón oscuro y compactos rizos negros que le regala su padre. Podría perdonar que el color de los ojos no fuera azul, pero no que no tenga un pelo dorado al que cepillar durante horas.

Destacaría también La sala de embarque, una historia en la que entran en conflicto los sentimientos de dos hermanos y el complicado tema de la identidad: el joven al que sus padres enviaron al extranjero a una corta edad y la hermana que se ve obligada a quedarse en casa, con las alas cortadas, como “corresponde” a las mujeres. El hermano que regresa y que todavía no ha sido capaz de superar la sensación de desarraigo y el recuerdo de los fríos y solitarios años de los inicios. La hermana que le pide que se lleve a su hijo a vivir con él, para labrarse un futuro. El hermano que se niega. ¿Egoísmo o generosidad para evitarle a su sobrino lo que sufrió él?

Además, en la Antología están muy presentes las guerras, los refugiados y los conflictos, a través de relatos como Recuerda a Atita (de Jackee Budeste Batanda) o La amiga ausente (Elizabeth Ngozi Okpalaenwe), pero me resultó especialmente duro el titulado Sueños de color del arcoiris, de Wame Molefhe. Narrado a través de los ojos de un niño, relata la ola de violencia xenófoba que vivió sudáfrica en el año 2008. Enfrentamientos que terminaron con muchos inmigrantes -zimbabuenses, mozambicanos, somalíes- muertos y con sus propiedades destruidads y saqueadas. La nación del arcoiris, que fue refugio para miles de personas de todo el continente, mostró en ese momento su cara más amarga, como respuesta a la falta de trabajo y de servicios básicos que sufren los propios sudafricanos.

Las migraciones, tema central en África, aparecen también en textos como Mansa (Franka-Maria Andoh) y Ekow (Ayesha Harruna Attah). En el primero conocemos a la joven Mansa, que trabaja en Londres aunque lo que quiere es estar en casa, junto a su madre; mientras que su hermana, que permanece en el hogar materno, envidia su suerte y la engaña. En Ekow, una joven que regresa a su país y el taxista que la lleva a casa establecen una curiosa amistad en el tiempo que dura el trayecto. Un viaje que sirve para ver cómo ha cambiado su Ghana natal y conocer las dificultades de la vida de sus protagonistas: tanto en su país natal como en el de acogida.

Precioso y esperanzador es el relato de Milly Jafta, Regreso al hogar. La historia de una madre que tuvo que dejar atrás a sus hijos para ganarse la vida cuidando a los hijos de otros, y los temores, la extrañeza, la tensión que surge al volver, por fin a casa.

Estoy camino a casa, transitando por el mismo sendero de hace mucho tiempo. (…) Una jovencita se había marchado y ahora –después de 40 años, tres hijos y un par de visitas al pueblo- una anciana regresaba al hogar.

Mi hija, la extraña, se detuvo de repente. Se dio vuelta y me miró inquisitivamente. (…) No tenía ni idea de lo que ella deseaban. Entonces fui consciente de que nunca supe de las necesidades reales de mis hijos.

Con su voz apacible, volvió a repetirme si estaba caminando demasiado rápido.

¡Oh, Dios, qué amable! Alguien me estaba preguntando. No me ordenada que caminara más rápido, que me levantara más temprano, que prestara más atención… Mis ojos se llenaron de lágrimas. Pero renació la esperanza.

Y frente a la paz que destila el texto de Jafta, la desesperanza y el horror de los dos poemas de Kristina Rundano Masuwa-Morgan: La Mujer, y La mujer africana, sobre el extenuante trabajo de las mujeres, el maltrato y la situación de indefensión que viven. Pero especialmente flagrante es el poema “Una paliza por amor”, unos durísimos versos en los que la escritora Mariska Araba Taylor-Darko retrata sin concesiones la bestialidad de la violencia machista:

La mano que me lastima es la que me acaricia

no me puedo marchar

no puedo pronunciar lo que mi corazón esconde

nadie debe saber mi vergüenza

Me quedo allí axfisiada por dentro, muerta por dentro,

odiando por dentro, muriendo por dentro

aferrándome a ti -no por amor sino por miedo-

mientras temo la llegada de la mañana porque recibiré más

palizas

Y podrás susurrar entre besos

te golpeé porque te amo”.

En resumen, un intenso viaje por las áfricas, a través de sus escritoras, que nos acerca Federico Vivanco en esta magnífica antología.

El problema francés de África

El problema francés de ÁfricaSegún Emmanuel Macron, África tiene un problema ‘de civilización’. Un problema que implicaría los estados fallidos, las transiciones democráticas complejas y la transición demográfica no conseguida -con tasas de natalidad de hasta siete y ocho hijos por mujer. Así lo dijo en la Cumbre del G-20 cuando le preguntaron sobre la posibilidad de implementar un Plan Marshall como en el que se implementó en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

Dijo Macrón que la solución no era una simple transferencia de dinero, sino que pasaba por una «gobernanza rigurosa, lucha contra la corrupción, y una verdadera transición demográfica…».

La reacción, claro, fue de profundo enfado en las redes sociales, pero también hay quien decidió responderle, irónicamente, recordando que quizás, el problema es de África es, precisamente, el amigo francés.
Una historia que comienza con la colonización, pero que continúa mucho después, con la Françafrique, el Franco Africano -controlado desde París-, las bases militares, los golpes de Estado, el control de los recursos… Todo en este divertido vídeo de menos de cinco minutos.

El Diablo en la Cruz, de Ngũgĩ wa Thiong’o

El Diablo en la Cruz es una sátira brutal contra el colonialismo y contra quienes gestionaron la independencia, contra todos los prohombres que, en la nueva Kenia, siguieron explotando a los más débiles con artimañas y mentiras. Una novela llena de ritmo, simbolismos, refranes y parábolas para contarnos cómo funciona el neocolonialismo y cómo fueron las teóricas independencias.

El Diablo en la Cruz, de Ngũgĩ wa Thiong'o
Caitaani mũtharaba-Inĩ es el título original, en gikuyu, de El diablo en la cruz. Esta lengua, hablada por la etnia del mismo nombre, es una de las mayoritarias en Kenia, y la utilizan unos seis millones de personas.

Una novela que bien podría haberse escrito hoy, pero que lo fue hace más de 30 años (se publicó en 1980), y en las condiciones más difíciles que uno pueda imaginar: el autor, Ngũgĩ wa Thiong’o  lo hizo desde una celda y utilizando los rollos de papel que le daban sus carceleros. Una novela amarga, irónica y combativa, donde nadie esconde sus intenciones. El libro, que fue prohibido en Kenia durante muchos años, supuso “un punto de ruptura en la narrativa africana” y presenta una estructura muy innovadora, con continuos flashbacks, personajes del presente que resultan ser también del pasado, apariciones y una presencia continua de la sabiduría popular, en forma de refranes, canciones y testimonios. Es, además, un punto de partida para la literatura postcolonial y lo que luego se llamaría la “descolonización de las mentes”, a la que el propio autor ha dedicado numerosos ensayos. Para empezar, este libro, titulado originariamente Caitaani mũtharaba-Inĩ, fue escrito completamente en gikuyu (también escrito Kikuyu) la lengua materna de Wa Thiong’o, y en él se aprecian ya algunos elementos clave en el discurso del autor, como son la reivindicación de la historia y la lengua propias, las tradiciones y la cultura local, y la propia belleza negra.

La historia de El diablo en la cruz gira en torno a una insólita reunión a la que asisten los mejores representantes del “robo y el hurto moderno”: un encuentro en el que cada cual debe explicar sus malas artes para enriquecerse, con el objetivo de elegir al mejor. Una “fiesta del diablo”. A tal encuentro asisten, además, varios personajes que nada tienen que ver con los expertos en robo, sino todo lo contrario: personas cuyas vidas han sido destrozadas por este sistema. Todas ellas se encuentran, sin saber que van al mismo sitio, en la matatu que les lleva a Illmorog, donde tiene lugar la fiesta. Personajes que son, a su manera, representantes tipo de la población: una campesina, un trabajador, una joven estudiante, un profesor de universidad y el propio conductor de la matatu. Cada uno con su historia a cuestas.

El Diablo en la Cruz, de Ngũgĩ wa Thiong'o
Portada de El diablo en la cruz, la primera novela de Ngugi Wa Thiongó escrita enteramente en Kikuyu. Editado por DeBolsillo.

Wariinga, el personaje principal, de la que vamos conociendo su duro pasado en diversos flashbacks,es una de las muchas jóvenes que soñaron con estudiar para tener una vida mejor pero a las que el sistema -económico y social-  dejó en la cuneta. Padres encarcelados por luchar contra el colonialismo, un tío que la utiliza a cambio de un trozo de tierra, un engaño amoroso, embarazo juvenil, acoso en el trabajo… Y todo ello, acompañado de esa sensación de inferioridad de saberse negra en un mundo en el que sólo lo blanco era bueno. Una historia dura, con tintes de reivindicación feminista en un mundo en el que las mujeres tienen siempre las de perder. A lo largo de la novela, eso sí, asistimos al empoderamiento de la joven Wariinga, que pasa de considerarse fea y desgraciada por su el color de su piel a convertirse en una mujer poderosa capaz de hacer frente a un insólito final.  

Gaturia: Miembro de la primera generación de africanos que fue a la Universidad, hijo único de un hombre de la élite y destinado a seguir los pasos de su padre que, sin embargo, lo deja todo y reniega de la familia para estudiar música y recuperar y dignificar las raíces de su pueblo a través de un gran composición patriótica.  

Muturi: Un trabajador convencido de la fuerza del pueblo; solidario, atrevido y combativo.

Mwaura, el conductor de la matatu que les lleva a Illmorog, es un hombre sin escrúpulos, un pobre diablo que querría ser como los grandes representantes del robo y el hurto modernos pero que no lo ha conseguido. Un personaje inquietante que pertence a los Ángeles del Diablo, un grupo de matones contratados para amedrentar a quien ose oponerse al status quo establecido.

Wangari es el otro personaje femenino: una campesina que luchó contra los colonialistas en las revueltas del Mau Mau y que todavía hoy, a pesar de haber sido expulsada de su tierra y maltratada por la policía, confía en la justicia y pretende desenmascarar a los ladrones modernos. Un personaje que bien habría merecido más protagonismo y un mejor final. Sus historias se van desentrañando a medida que avanza la novela, contraponiéndose a la de los grandes hombres que, sin medias sin medias tintas ni vergüenza alguna explican cómo han robado, extorsionado y utilizado la ley o la política para su propio beneficio y enriquecimiento. Contrabando, especulación, uso de influencias, mercado negro… cualquier cosa sirve para vivir a costa de los otros. Testimonios caricaturescos, que el autor presenta de un modo casi infantil (hombres de gran barriga, con varias amantes, muchos coches y una vida dedicada a la ostentación), para mostrar de forma cómica lo que se esconde detrás de la independencia y el capitalismo.

Discursos con los que el autor desliza una gruesa crítica a quienes manejan los hilos de la post independencia.

 “Debemos incrementar en todo el país el hambre y la sed por la tierra. Esto generará hambruna y nosotros, que tenemos la tierra, la venderemos en parcelas diminutas, de forma que un hombre podrá plantar una semilla y sostener el tallo desde el tejado de su cabaña.  Podríamos atrapar el aire del cielo, embotellarlo y venderlo a campesinos y trabajadores, tal como hacemos ahora el agua y el carbón. ¡Imagínense los beneficios..!

Wa Thiong’o recurre también a la ironía para criticar sin tapujos a la nueva clase dirigente keniata, obsesionada por la educación y la cultura occidental.

Monté una guardería y puse un anuncio el periódico: “Nueva y maravillosa guardería, para los hijos de los VIPS keniatas. Llevada enteramente por keniatas, enseñanza en swahili, precios económicos, alta calidad…»  Pues bien, no vino ni un niño. Ni siquiera uno subnormal.  El negocio no funcionó y empecé a pensar por qué. Observé y observé hasta que mi visión se aclaró. Entonces cambié el nombre, contraté a una mujer blanca para ser la encargada -“una vieja decrépita, medio ciega y dura de oído”-; compré maniquíes de niños blancos y los vestí con ropas caras; les puse pelucas rojas en la cabeza. (…) Y entonces puse otro anuncio en el periódico”.  Guardería de los días modernos. Experimentada directora europea. Antes solo para europeos, ahora abierta a unos pocos keniatas. Niveles extranjeros como antes. Lenguas nacionales, canciones nacionales y nombres nacionales, prohibidos. Plazas limitadas. El color no es barrera, el dinero, sí. Tarifas elevadas.  Los padres no pararon de llamar día y noche para reservar plaza».

De igual manera, se burla Wa Thiong’o de la obsesión por los coches (“no es fácil reconocer a un hombre sin su coche; una vez me encontré a mi esposa a pie y no la reconocí”) de las compras y del estilo de vida de las élites keniatas. También se ríe de lo que considera una independencia fallida, en la que las antiguas colonias continúan dirigiendo los negocios a través de hombres de paja. Y lo hace a través de una parábola.

Es la fábula sobre el hombre extranjero que, al partir de Kenia, deja a sus criados más fieles 500.000, 200.000 y 1.000 chelines respectivamente. Los dos primeros hacen con el dinero lo que habían visto hacer a su amo: comprar barato y vender caro, consiguiendo enormes beneficios en el traspaso. El tercero decide hacer una prueba. “Veamos si el capital consigue beneficios sin que se mezcle con el sudor de los trabajadores”. Así que entierra el dinero junto a un platanero y lo deja allí. A la vuelta, el extranjero felicita a sus dos sirvientes. “Magnífico trabajo. Desde hoy, seréis el perro guardián de mis inversiones en vuestro país. (…) Ya no os llamaré esclavos o sirvientes en público. Ahora sois mis verdaderos amigos. Porque incluso después de que os entregara las llaves de vuestro propio país, habéis continuado obedeciendo mis mandamientos y protegiendo mis propiedades. El tercero, en cambio, que no había conseguido aumentar su renta en ni un chelín, le dijo: “He descubierto tus trucos. También he descubierto tu verdadero nombre: Imperialista”.

Una crítica global a todo el sistema, incluyendo los medios de comunicación, la religión y hasta el entretenimiento; un enmienda a la totalidad que Wa Thiong’o plasma en la idea de granja humana que pretende crear uno de los participantes.  “Una granja para extraer el sudor, la sangre y el cerebro de los trabajadores”, propone.

 “Nunca sabrán lo que les estarán haciendo. Nunca verán o sentirán las máquinas. En la granja construirán iglesias o mezquitas. Cada domingo se les leerá un sermón que les instruirá que el sistema de ordeñar el sudor humano, la sangre humana y el cerebro humano está ordenados por Dios y tiene mucho que ver con la salvación de sus almas (…) Se les enseñará que el sistema ha funcionado desde que se creó el mundo y siempre funcionará hasta el fin de los tiempos; que no hay nada que pueda hacer el pueblo para acabar con el sistema. Solo se permitirán libros que glorifiquen el sistema. No ses les permitirá hacer preguntas sobre sus condiciones de vida. (..) También se construirá un auditorio donde el pueblo pueda ver películas… También se publicarán periódicos cuyo fin será denigrar a quienes se oponen al sistema (…)»

El sueño eterno de Kianda

El sueño eterno de KiandaJoven, formada y con un buen trabajo, Kianda vive una vida acomodada en su apartamento de Londres. Hasta que la enfermedad terminal de su madre, una refugiada angoleña, y el relato de su vida (y de la de su padre, al que apenas vio unas cuantas veces en su niñez), le llevan a replantearse su existencia. Las dudas sobre su identidad, la búsqueda de sus orígenes y el replanteamiento de su vida banal le llevarán de vuelta a Angola, de la que apenas recuerda nada.

A partir de esta historia, Borja Monreal construye una novela coral, construida a través de diversos puntos de vista, con la que nos sumerge en los años más duros de la guerra en Angola pero también en la palpitante actualidad del país. Un libro que le permite hacer un completo retrato del pasado y el presente de Angola. Desde las primeras revueltas campesinas, el nacimiento de la lucha anticolonial en 1961 a manos de la UPA (que luego se convertiría en el Frente Nacional de Liberación de Angola),  el posterior surgimiento del MPLA (Movimiento Popular por la Liberación de Angola), el uso del napalm contra población civil por parte de los portugueses, las diferencias entre los diversos líderes – Agostinho Neto, Holden Roberto, Jonas Savimbi-,  y las luchas intestinas hasta la paz definitiva, firmada en 2002.

Con esta novela nos acercamos, por ejemplo, a la figura del asimilado durante la colonización: mulatos que, tras muchas humillaciones y reverencias al gobernador de su zona, podían conseguir el estatus de asimilado, un carnet que permitía dar un salto hacia arriba en la “perversa escala social colonial”; o a episodios silenciados por la historiografía oficial, como la tortura y fusilamiento de miles de angoleños en 1977 acusados de apoyar un supuesto golpe de estado de los llamados ‘fraccionistas’. Una realidad de la que apenas se ha hablado todavía y que es un punto crucial para la intrahistoria de El sueño eterno de Kianda.  Además, el libro es un precioso recuerdo a los luchadores, los héroes olvidados que dejaron su vida en las selvas del Mayombe o en a manos de la brutal represión portuguesa, sin olvidar, por cierto, el papel de las mujeres, que  también crearon sus propios comandos, campamentos y misiones jugando un papel crucial en las revueltas.

Y todo ello a través de relatos entrelazados que van conformando lo que fue una intensa historia de amor, contada a retazos por los protagonistas y quienes les conocieron:

Nzinga, la madre de Kianda, es un personaje potente y poderoso, aunque la conocemos ya en su último aliento de vida. Una mujer que fue capaz de sumarse a la lucha sin apenas conocimientos ni formación, que dio a luz sola, que pasó por las más terribles situaciones y que todavía tuvo fuerzas para coger un avión a Londres y comenzar de cero para sacar adelante a su hija.

El sueño eterno de Kianda
Ilustraciones de Loraxy López para el Cuaderno de Rui Alves.

Rui Alves, el padre, el protagonista ausente, un hombre idealista y confiado, que terminó siendo asesinado por sus propios compañeros de lucha en una de las purgas de los primeros años. Le conocemos a través del relato que hacen de él el resto de personajes, pero sobre todo, a través de su Cuaderno de notas. Líneas entrecortadas escritas en las profundidades de la selva en las infinitas horas de tedio, hambre y calor que pasaban los combatientes esperando la acción. “La guerra en directo pierde en romanticismo y gana en tedio”, escribe en este cuaderno que nos permite conocer la vida de estos luchadores en la selva del Mayombe (que separa Angola de Brazaville y que ya contó Pepetela en el libro homónimo). Unas reflexiones que vienen acompañadas de las preciosas ilustraciones de Loraxi López 

El sueño eterno de Kianda
La ilustración de una de las historias más tristes que cuenta Rui Alves en sus cuadernos: «La vieja fotografía que recuperé de un cuerpo sin vida de un combatiente del FNLA al que yo mismo abatí (…) Mirar la foto me reconforta (…) Todas las noches aprieto la fotografía contra el pecho para sentir más cerca a mi hija (…)

Y la propia Kianda, que retrata su vida como un lugar vacío, sin apenas intereses, sueños ni ilusiones más allá de su trabajo en el banco y salir al pub a tomar algo. Una realidad que comienza a replantearse a partir del relato de su madre.

Voces a las que en la segunda parte se unen las de Fabio, Paulo, el General Implacable y , dos generaciones cuyas historias y revelaciones servirán para desentrañar, por fin, lo que le sucedió al padre de Kianda, a través de una compleja trama que engancha al lector a modo de una clásica novela de intriga. Revelaciones que cambian la vida de Kianda y que sirven de ajuste de cuentas a sus protagonistas.


El Sueño eterno de Kianda ha sido publicado por la editorial Salto de Página y fue el texto ganador de la 32 edición del premio Benito Pérez Armas de Novela.

El sueño eterno de KiandaBorja Monreal, el autor, es navarro (Estella, 1984), aunque ha pasado media vida entre Madrid, Angola, Inglaterra y, ahora, Canarias. Licenciado en Periodismo, ha estudiado Relaciones Internacionales y Economía,  “y cada día sé más. Y cada día sé menos. Y cada día se alimentan mis ganas por seguir aprendiendo, enseñando y contando”, dice en su presentación. En Angola vivió durante cuatro años, trabajando y viajando para conocer todas sus provincias, un lugar increíble del que anda perdidamente enamorado. De esas vivencias nació Angola, la intensidad del ser humano’ un libro en el que retrata la realidad angoleña con toda su intensidad, sin medias tintas, como se vive allí. “En Europa todo está normalizado y delimitado”, dice en el prólogo. “En cambio, en Angola todo adquiere un carácter más dramático, más esencial, más intenso. Desde un paseo por la ciudad a una cena en la calle”.  Un tema que encontramos también en ‘El sueño de Kianda’, el libro con el que Borja Monreal se consolida como escritor y, sin ninguna duda, como uno de los grandes expertos en Angola de este país.

Mujeres, tierra y aceite de palma

Durante el trabajo de campo que hicimos el año pasado sobre el aceite de palma en Carro de Combate, vimos cómo las mujeres eran las principales afectadas no sólo por la expansión de la palma aceitera, sino también por otros monocultivos que van despojando de tierras a las familias sin una retribución verdaderamente justa. Además, ellas suelen tener los peores trabajos en las grandes plantaciones -peor remunerados y generalmente relacionados con el proceso de crecimiento de la planta, cuando más pesticidas y químicos se utilizan- y son las más afectadas por las expropiaciones porque ellas son, casi siempre, las encargadas de proveer alimentos y comida para sus familias.  El reportaje completo podéis leerlo en este artículo: Una industria sobre los hombros de las mujeres: la brecha de género en la industria del aceite de palma, pero traigo aquí la parte que afecta específicamente a África.

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Las mujeres son las que se ocupan, generalmente, de los pequeños cultivos familiares y, según datos de Oxfam, producen hasta un 80% de los alimentos que se utilizan para alimentar a las familias. Sin embargo, a menudo no poseen títulos de propiedad sobre sus tierras y su capacidad de negociación con las grandes empresas es inexistente: cuando éstas se extienden, las mujeres pierden su capacidad de generar los alimentos que necesitan. Es lo que ha sucedido en muchas aldeas de Camerún y otros países africanos, donde las enormes concesiones de tierras para la producción de palma aceitera ha dejado a las campesinas sin espacios para tener sus propias palmeras y, por lo tanto, sin acceso al tan preciado aceite de palma, que tantos usos tiene en la zona.

En estos países, de hecho, eran las mujeres quienes tradicionalmente controlaban toda la cadena productiva de la palma, desde el cultivo hasta la venta de sus derivados, salvando la recolección. Las mujeres utilizan los racimos pequeños o los granos sueltos que  no recogen los cortadores para fabricar su propio aceite en prensas manuales. Este aceite se utiliza para elaborar un buen número de platos, siendo de hecho un preciado manjar que llega a alcanzar altos precios en el mercado local, especialmente cuanto mayor es su color rojo o hay malas cosechas. Además, son las mujeres quienes lo envasan en pequeños recipientes o botellas de plástico para venderlo en los cruces de caminos y, quienes elaboran los preciados aceites para la piel que utilizan especialmente  para las embarazadas y recién nacidos. Y, por supuesto, a partir de su savia se elabora el popular vino de palma, espeso y blanquecino, de poca graduación alcohólica y muy apreciado por la población local.

Pero todo esto termina cuando se quedan sin tierras. 

El cambio lo explica Marie Crescence Ngobo, coordinadora de la RADD, Réseau des Acteurs du Développement Durable: “Cuando una mujer cultiva la tierra es para alimentar a su familia. Plantan un poquito de cada producto, planifican la producción, pensando en lo que necesitarán y en la capacidad de trabajo que tienen. Pero cuando pierden sus tierras, quedan expuesta a la inseguridad alimentaria, a la pobreza. Y la pobreza se acrecienta rápido. Una vez que se entra en el ciclo de la pobreza, es muy complicado salir”.

Mujeres, tierra y aceite de palma
Marie Crescence Ngobo es la coordinadora de la Red de Desarrollo Durable de Camerún, una asociación que reúne a diversos actores de desarrollo relacionados con la agricultura y las mujeres. La entrevistamos en su despacho, en Yaoundé. Foto: Aurora Moreno Alcojor

Hablamos con Ngobo en su despacho, cedido por el distrito 5 del Ayuntamiento de Yaoundé a la RADD,  asociación que agrupa a diversos actores de desarrollo relacionados con la agricultura y las mujeres. Diplomada en Ingeniería del Desarrollo Local, Marie Crescence Ngobo nos explica la forma de cultivar de las mujeres y cómo éstas se ven especialmente afectadas por la falta de tierra. Para paliar -aunque sea de manera parcial- la situación, desde la Red de Actores de Desarrollo Durable ofrecen formación, técnicas de comercialización, clases de autogestión económica y finanzas a las mujeres. El día que la visitamos nos muestra pletórica el grupo de mujeres emprendedoras que están aprendiendo a utilizar tabletas, y algunos de los productos de comercio sostenible que tienen a la venta.

 

Mujeres, tierra y aceite de palma
Uno de los cursos de la RADD es la alfabetización digital y el emprendimiento para las mujeres. En la imagen, una de las clases para las que las mujeres aprendan a utilizar dispositivos digitales. Foto: Aurora Moreno Alcojor

Pero además, la red mantiene también una actividad mucho más política, junto a otras organizaciones de la sociedad civil en la zona. LA RADD fue una de las muchas organizaciones que se dieron cita en enero de 2016 en Mundemba, una pequeña localidad situada en el departamento de Ndian, y mundialmente conocida por haberse convertido en el centro neurálgico de la movilización contra Herakles Farm. Allí se reunieron multitud de organizaciones locales y nacionales de Camerún, pero también representantes de otros países de la Cuenca del Congo, para dejar clara su posición ante la expansión de los  monocultivos, especialmente del aceite de palma. Se trataba de un seminario sobre las tácticas y prácticas de las grandes compañías de aceite de palma, y de allí salió un comunicado, conocido como Declaración de Mundemba, en el que las mujeres dejan muy claro cómo les afectan las grandes empresas agroindustriales: “Las explotaciones (…) hunden a la mujer campesina en una sistema de pauperización creciente y, con ella, a la familias enteras amenazando así la seguridad y la soberanía alimentaria de las poblaciones (…); Son una causa de desaparición de buen número de prácticas culturales (…), son una amenaza para la biodiversidad y contribuyen a la desaparición de los “productos forestales no madereros, que se obtienen del bosque y que son una fuente de recursos principales para las mujeres”.

Mujeres, tierra y aceite de palma
Marie Crescence Ngobo posa junto al cartel conmemorativo de la Declaración de Mundemba, en la que las comunidades explicaban cómo les afecta la expansión de las multinacionales y exigían medidas para asegurar su supervivencia. Foto: Aurora Moreno Alcojor

Efectivamente, otro de los problemas es la desaparición del bosque,  que implica que la madera para encender la lumbre, -todavía hoy una de las principales formas de cocinar en muchos lugares-, esté cada vez más lejos; también desaparecen otros matorrales y árboles nativos que se utilizaban como remedios naturales para determinadas dolencias y que  ayudaban a mantener el equilibrio del bosque.

Son sólo algunas de las denuncias de estas organizaciones, entre las que se encuentran asociaciones de Guinea, Camerún, Nigeria, Gabón, Suiza o internacionales como World Rainforest Movement.

Además, la situación de las mujeres no puede desligarse de una realidad más amplia, social y cultural, de las discriminaciones que sufren las mujeres en el acceso legal a las tierras. Así nos lo cuenta Ndongo Luzedte, responsable desde hace once años de la organización Stratégie Femenine pour le Developpement Durable. Luzedte pone el énfasis en la poca capacidad de decisión que tienen las mujeres sobre las tierras: “Si el marido decide vender, ella no puede oponerse”. Esto, nos cuenta, está provocando problemas no sólo en las zonas rurales sino también en las afueras de las grandes ciudades, como Douala o Yaounde. Allí, la urbanización creciente están llevando a muchos a vender sus tierras -en las que antes cultivaban- aprovechando el boom inmobiliario. Un buen negocio, a priori, hasta que el dinero de la venta se acaba y queda una familia sin nada que comer.

Es entonces cuando las mujeres que cultivaban su pequeño terreno, las que se dedicaban a la fabricación artesanal de aceite de palma o las que lo vendían en el mercado, se quedan sin recursos. Son las mujeres que conforman la llamada economía informal, ese ente donde se mueve la mayor parte de la población camerunesa, la africana y la de buena parte del mundo no occidental, y donde las mujeres siempre tienen las de perder.