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De Klerk y Mandela. El discurso que marcó el inicio del fin del Apartheid

Dentro de unos días el mundo entero celebrará los 20 años de la liberación de Nelson Mandela. El día en el que, tras 27 años de prisión ininterrumpida y muchos más escondiéndose en cada esquina por miedo a la policía, el líder del Congreso Nacional Africano volvió a salir a la calle como un hombre libre. Mandela
Efectivamente, el 11 de febrero de 1990 fue un día clave para la historia sudafricana; un fecha que cambió el rumbo del país para hacer de él lo que es hoy en día.

La celebración de ese día es necesaria y se debería recordar cada año, sin duda. Pero hay quizás otro día igual de importante, del que probablemente se hable menos, y otro hombre, al que no pretendo ni mucho menos comparar con Mandela, pero que también fue decisivo para hacer de Sudáfrica una verdadera democracia.

Fue tal día como hoy, un 2 de febrero de 1990, la fecha elegida por el entonces presidente de Sudáfrica y líder por tanto del Apartheid, Frederick W. de Klerk para anunciar, en un discurso en el Parlamento, la liberación de Nelson Mandela –que para la mayor parte de los blancos era ni más ni menos que un peligroso terrorista, pues eso era lo que durante dos décadas les habían contado– y el inicio del desmantelamiento del Apartheid.

Aquel día, De Klerk levantó la prohibición que pesaba sobre los partídos políticos, anunció la liberación de la mayor parte de los prisioneros políticos, hizo un llamamiento para la creación de una nueva Constitución y dio a entender que el futuro de Sudáfrica era la creación de un estado democrático que seguiría el modelo de “una persona, un voto”.

De Klerk y Mandela. El discurso que marcó el inicio del fin del Apartheid
Mandela y De Klerk compartieron el Premio Nóbel de la Pa en 1993. Un año antes, habían logrado el Premio Príncipe de Asturias (enlace al vídeo de agradecimineto de Mandela, presente en Oviedo). La decisión de concederlos de manera conjunta fue muy controvertida, pues De Klerk no había sido precisamente un luchador por la paz.


Todo esto hoy parece lo más natural del mundo pero en aquel momento supuso un profundo shock emocional para los más acérrimos partidarios del Apartheid. Parlamentarios sentados en sus sillones de cuero y simples ciudadanos que vieron y escucharon el discurso por la televisión o la radio dieron un brinco de sus asientos, blasfemaron contra su presidente –otrora uno de los más firmes defensores del sistema- y, sobre todo, sintieron miedo.

Miedo por un futuro que sabían que no podían controlar. Miedo por las previsibles represalias que la población negra –un 89% del total del país-, esclavizada hasta entonces, tomaría contra ellos. Miedo porque sabían que, en una democracia en la que cada persona tuviera un voto, pasarían décadas hasta que lograra un gobierno ‘de los suyos’.

Y ante este miedo es donde surgió como salvador la figura de Mandela. Un hombre que fue capaz de darse cuenta de que, incluso antes que solucionar los miles de problemas que asediaban a sus sus compañeros, amigos y familiares, a todos los negros de Sudáfrica, tenía que calmar el miedo de los blancos y apaciguar el ánimo revanchista de los negros. Porque sólo así evitaría una guerra civil.

Pero antes de que Mandela saliera a la calle, ganara las elecciones, estableciera una democracia y se ganara el apoyo de los blancos con acciones como la visita a la viuda de Hendrik Verwoerd, el arquitecto del apartheid, y la ya famosa final del Mundial de Rugby, fue de Klerk el que tuvo que luchar contra los ‘suyos’, apaciguar los ánimos, explicar su postura y defender esta solución como la única posible para, también, evitar la guerra civil.

No está claro si De Klerk tomó esta decisión, que era la única que podía salvar a Sudáfrica -inmersa en una gravísima crisis económica, sin ningún apoyo internacional y con una población negra dispuesta a hacer el país ingobernable- por altura de miras, por pasar a la historia como un gran estadista, porque de verdad confiaba en la reconciliación y la igualdad o simplemente porque era lo único que podía hacer (probablemente fue por esto último), pero el caso es que se atrevió a hacerlo.

Y por todo eso, hoy es un día importante. Porque tal día como hoy, hace dos décadas, comenzó de manera oficial -en realidad ya había empezado mucho antes- el proceso de transición que hizo que Sudáfrica pasara de un sistema racista y opresivo a una democracia. Con sus fallos y problemas, por supuesto, pero una democracia que sigue evolucionando y ha permitido una vida mejor para muchos (no todos) de sus ciudadanos.

PD: Aquí se puede ver cómo se celebró este día por las cales de Johannesburgo, según lo contó la BBC el 2 de febrero de 1990. (No soy capaz de pegar el vídeo)

El Esperanza de África, en Tenerife

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Ayer partía con rumbo a Togo el Barco Esperanza de África, que ha pasado dos meses de descanso en el puerto de Santa Cruz de Tenerife.

El Esperanza de África, en Tenerife 
[Foto: Desirée Martín. Publicada en el Periódico El Día].

El buque pertenece a la asociación Naves de Esperanza , una organización cristiana nacida en 1978 que lleva cuatro décadas ofreciendo servicios médicos a los ciudadanos de los países más necesitados de todo el mundo.

10 euros para unas gafas graduadas; 50 para un tratamiento dental o 150 para restaurar la vista. No son las tarifas que cobran a los pacientes, sino el dinero que necesitan para sus intervenciones y que obtienen gracias al apoyo de donantes individuales y algunas empresas.


Hasta el momento,los buques-hospital de esta ONG han visitado ya más de 50 países ofreciendo atención médica gratuita.

El Esperanza de África (África Mercy) cuenta con seis quirófanos y una planta de ingresos con capacidad para 78 camas. El barco-hospital más grande del mundo.

El Esperanza de África, en Tenerife

[El ‘Africa Mercy’ durante su estancia en Santa Cruz de Tenerife.
Foto: Juan Carlos Díaz Lorenzo. Fuente: Del Acontecer Portuario]

Durante su estancia en Santa Cruz hicieron una jornada de puertas abiertas para todo el que quisiera visitar el buque. Yo no pude, pero espero que vuelva pronto para hacerlo porque seguro que merece la pena.

Su labor es muy importante no sólo porque realizan operaciones e intervenciones a las que de ningún otro modo podrían tener acceso sus pacientes, sino porque también ofrecen cursos de capacitación comunitaria,, potabilizacón de aguas, formación para el desarrollo… con el objetivo de que las comunidades puedan mejorar su nivel sanitario y mantenerlo en el tiempo. La base de la que parten es simple: «El 80% de las enfermedades que afectan al ser humano se podrían erradicar del mundo si todos tuviéramos acceso a agua potable y lavatorio».

‘Exigen’ discriminación y aquí no pasa nada.

Un tal Fidel Campo Sánchez, cuyos artículos dejan mucho que desear pero que es un asiduo en algunos medios de comunicación de estas tierras -como El Digital de Canarias y La Laguna Ahora-, dejaba hace unos días esta perla:

«(..)el que estas féminas hayan conseguido trabajo es una bendición pero que entre ellas esté una marroquí llegada a estos peñascos en patera no nos parece correcto ya que primero el trabajo debe ser para los autóctonos y después para los que vienen de fuera

(El original se puede leer aquí, aunque no es nada recomendable).

Por suerte, un blog también de la tierra le responde y deja las cosas en su lugar:

Señor Fidel, ¿usted conoce a la fémina en cuestión ? pues resulta que es española, y tiene una niña de 3 años nacida aquí y lleva años trabajando como dependienta en tiendas de La Laguna. Resulta también que ahora estaba desempleada, entraba en los criterios y sondeos para poder ser seleccionada para entrar a trabajar y pasó un proceso de selección, donde la eligieron como la más apta.

Que se publiquen cosas como ésta y no pase nada es sinceramente preocupante. No es ya que se discrimine, es que se EXIGE la discriminación por razón de raza o lugar de procedencia y aquí no pasa nada. Así se empieza.

El infierno de la prensa

Este vídeo es buenísimo. No tiene que ver específicamente con África, pero creo que es aplicable a todo el mundo.

Escenas cotidianas (V)

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l día a día en un mercado. En este caso el de Manzini, la ciudad más poblada de Swazilandia y una de las más importantes, después de la capital, Mbanane.

A veces, la vida en Africa no es tan diferente a la nuestra. 

Aquí la entrada al mercado.

Escenas cotidianas (V)

La zona de frutas y verduras.

Escenas cotidianas (V)


La galería de alimentación.

Escenas cotidianas (V)
Y como el de Manzini no es un mercado cualquier, sino el gran mercado central de la ciudad, aquí no falta de nada:
Está la zona de textil
Escenas cotidianas (V)
Con sus correspondientes tiendas de arreglos:
  Escenas cotidianas (V)

Y, como no podía ser de otra manera, los complementos:

Escenas cotidianas (V)

También la peluquería para los hombres

Escenas cotidianas (V)

y la tienda de música.

Escenas cotidianas (V)

Porque no todo es miseria y guerra en África.

Fotos: Aurora M. Alcojor

Recomendación: Afromundial

Este blog, Afromundial, puede interesar a quien quiera saber más sobre cómo vive Sudáfrica estos meses antes del inicio del Mundial.

Recomendación: Afromundial
En esta entrada, Mónica Villalobos, la autora, habla de la Seguridad, de la paranoia existente sobre este asunto y de la realidad.

El País de la furia

Dos noticias pusieron esta semana, una vez más, el tema de la seguridad 
en el mundial en primera plana. Por un lado, la ira sudafricana ante la 
publicidad de una empresa británica que ofrece chalecos anti-cuchilladas
 para los turistas mundialeros; por otro, las consecuencias de un reportaje
 de TV en el que dos criminales explicaron en cámaras, con rostro oculto, 
cómo pensaban aprovecharse de los desprevenidos visitantes: 
indignación pública, suicidio del contacto entre el periodista y
 los entrevistados, orden judicial para que el canal entregue el material 
sin editar, debate sobre la libertad de prensa-, captura de uno de los sujetos (...)

Yo, que migré contra corriente, creo que es posible vivir medianamente 
seguro y sin paranoia; también creo que los visitantes podrán vivir un 
mundial sin problemas siendo razonablemente precavidos y usando la 
información a su disposición; y creo que a este país hay que tenerle 
paciencia, que lentamente irá cerrando las heridas, 
limando las asperezas, calmando la furia.

Fútbol en Robben Island

Fútbol en Robben Island
Más que un juego. Fútbol versus Aparhteid en Sudáfrica

Ahora que está de moda hablar de deporte en Sudáfrica y de lo que significó esa final del Mundial de Rugby de 1995 y lo que supuso el papel de Mandela –tan brillantemente interpretado en la película de Clint Eastwood, Invictus, por Morgan Freeman- me gustaría recomendar otra cinta, mucho menos conocida y con un presupuesto cien veces inferior, que recuerda lo importante que fue otro deporte, el fútbol en este caso, para levantar la moral de los prisioneros de Robben Island, y de la que surgió la Asociación de Fútbol de Makan.

También basada en hecho reales, More than just a game es una mezcla entre documental y película de ficción en la que los protagonistas van recordando cómo consiguieron crear una Liga de Fútbol en la temida prisión.

La dramatización no es muy buena, y en realidad le falta mucho para ser una película como tal, pero como tampoco existe material de archivo suficiente para ser un documental, los productores dieron luz a una mezcla en la que lo más importante es en realidad el testimonio de los presos y la historia que cuentan.

"El fútbol nos servía para evadirnos de las penurias del día a día"

Comenzaron a jugar al fútbol con pelotas de papel y de trapo hechas por ellos mismos, “cualquier cosa valía”, y luego vino la petición: cada semana durante años la única petición de este grupo de presos fue que les dejaran “jugar al fútbol los sábados”.

Lo de la petición es algo muy característico del Apartheid que, si por un lado era brutal e irracional, por el otro pretendía dar una apariencia de régimen garantista y absoluta legalidad, por lo que los presos tenían derecho a redactar peticiones, entrevistarse con el director de la cárcel y exigir el cambio de las reglas que consideraban más injustas.

“Así hacíamos la resistencia”.

Así, durante dos años, la petición se repetía una y otra vez. Hasta que por fin, en 1967, consiguieron permiso para jugar al fútbol con un balón comprando utilizando “los 20 céntimos que cada uno ganábamos al mes picando piedra”.

Con ello, se consiguió algo que iba mucho Más allá del juego y que sirvió para promover el compañerismo, la ilusión y la esperanza entre estos presos que, durante toda su vida, habían vivido sumidos en la más absoluta injusticia.

“No creo que me equivoque si digo que a muchos de los que estábamos en la isla,
 el fútbol nos salvó”

¿Y qué cojones vas a hacer tú en Haití?

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Ahora todo el mundo quiere ir a Haití de voluntario. Y de periodista*, por supuesto. Y como político, faltaría más. Pero de estas dos últimas figuras, ya hablaremos otro día. Hoy toca lo primero.

Tras una semana de bombardeo masivo de imágenes brutales sobre la situación que está viviendo el país, la gente se imagina a sí misma sacando a niños de entre los escombros, atendiendo a partos y dando de comer a los pobres desvalidos, mientras los periodistas les hacen entrevistas y les describen como héroes.

La cantidad de gente que se ha propuesto para ir como voluntaria a Haití ha sido tal que varias organizaciones han hecho públicos comunicados agradecimiento amablemente el ofrecimiento pero, por supuesto, declinando los mismos. Lo hacen en tono serio y amable, pero en realidad supongo que están pensando, “¿qué cojones te crees que puedes hacer tú en Haití?”

¿Y qué cojones vas a hacer tú en Haití?
[Seguro que ella también quiere ser voluntaria en Haití. Faltaría más.
Foto: Angelina Jolie en África.]


Las razones que aducen y que son en realidad de sentido común son:

1.- ¿Hay algo útil que realmente puedas aportar? ¿Sabes cómo construir una casa, dirigir el saneamiento de aguas de una ciudad o poner una simple inyección? ¿Sabes cómo actuar cuando alguien está atrapado en un edificio a punto de derrumbarse? Porque si lo único que puedes hacer es repartir alimentos o dar un biberón, probablemente hay en estos momentos cientos de haitianos deseando ocupar su tiempo en algo y sentirse útiles.

2.- ¿Puedes asegurar que no te desmayarás a las primeras de cambio o tendrás una crisis nerviosa o te echarás a llorar ante tanta desolación?

3.- ¿No crees que serás más una carga que una ayuda? Probablemente, a los tres días de estar allí pidas un lugar para ducharte, algo decente que comer y, por supuesto, un ordenador con conexión a Internet para hablar con tu familia.

Toda esta gente que ahora quiere ir a Haití, bien podría pensar que su trabajo es más importante aquí. Exigiendo a su gobierno políticas responsables o preocupándose por la situación de los inmigrantes –a lo mejor alguno de ellos es haitiano y con lo que gana aquí vive su familia allí- en España. Pero claro, eso no tiene ningún glamour. En eso pensaba ayer cuando en Cruz Roja me dijeron que uno de los puestos de voluntario que tenían es en la lavandería. Organizando a la gente que va allí a lavar su ropa y a usar las duchas. Pero nadie quiere hacer eso, claro. Es mucho más intenso salvar la vida a los niños de debajo de las ruinas.

*Periodistas en Haití: [A quien le interese este tema, lean a Jacobo G. García en Periodistas, ¿o niños de papá?  y, por supuesto, el artículo de Pérez Reverte en XL Semanal: El Síndrome del coronel Tapioca].