Los países del Magreb han dejado de ser una región de origen y tránsito de flujos migratorios para convertirse también en lugar de destino para muchos subsaharianos. Si en el post anterior hablábamos de los subsaharianos atrapados en Marruecos como resultado del cierre de fronteras europeas, hoy toca hacerlo sobre aquellos que llegaron a Libia, Argelia o Marruecos con la intención de quedarse allí, sin dar el salto a Europa. Una realidad que tiene una dimensión económica, social y de seguridad que apenas se ha estudiado.
El pasado 25 de septiembre se presentaba en Madrid el libro ‘El Magreb y las migraciones subsaharianas: el pa
pel de asociaciones y sindicatos”, nacido a raíz de un seminario del mismo
título celebrado en el año
2009. El libro es una obra colectiva en la que colaboraran autores de diferentes países del Magreb, así como responsables de asociaciones y sindicatos y para nosotros tiene la importancia de ser el primero sobre este tema que se publica en castellano. Un punto de arranque para el necesario estudio posterior. Hace tres años del seminario, tres años en los que la situación ha cambiado completamente (cambios de régimen en Libia, Túnez y Egipto; golpe de Estado y separación de facto en Mali…), provocando nuevos movimientos migratorios, pero algunas de las conclusiones se pueden mantener.
Dos conclusiones claras son 1) que estos países, que antes eran puramente de tránsito, se convirtieron durante la primera década del siglo XXI en lugares de destino: subsaharianos que iban allí como estudiantes, trabadores o comerciantes buscando un futuro mejor, y 2) que se trata de un fenómeno estructural, aunque en determinados momentos se le suman causas coyunturales (por ejemplo, la crisis en Mali ha provocado un enorme movimiento de personas –se calcula que entre 30 y 40.000 hacia Argelia)
Rafael Bustos, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, establece algunas líneas generales sobre la inmigración en los países magrebíes: Estos países son receptores de emigrantes, a la vez que siguen siendo emisores, principalmente porque no han resuelto aún sus problemas de desarrollo. Esto hace que entre la población haya poco predisposición a aceptar la migración; faltan estructuras de acogida y los propios medios de comunicación promueven en ocasiones el racismo. Esto no quita para que existan asociaciones de apoyo y ayuda a los inmigrantes y que éstas mismas exijan respeto para ellos.
Por otro lado, existe en el Magreb una percepción especial respecto a estos inmigrantes, porque no son un elemento ‘nuevo’ (como sí lo serían los chinos, por ejemplo). Las poblaciones subsaharianas han transitado históricamente por la zona del Sahel con las antiguas rutas de caravanas (comerciales o de esclavos), y por ello están presentes en el imaginario social del Sahel, para bien y para mal. Para bien porque en algunos casos se consideran poblaciones hermanas, con un pasado común, y para mal porque en otros casos son vistos como alguien ‘inferior’, descendientes de los antiguos esclavos. En Argelia, por ejemplo, ha revivido el vocablo ‘sirviente’, para dirigirse a estos negros subsaharianos que llegan al país.
En conclusión, esta nueva realidad tiene numerosas aristas e implica una dimensión económica, social, de seguridad y de Derechos Humanos con la que los países del Magreb tendrán que lidiar en los próximos años. Un reto similar al que se enfrenta la propia España, aunque se encuentren en momentos diferentes.