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Declaración de Mundemba

En enero de 2016, más de 40 organizaciones se reunieron en Mumdemba, (en la región de Ndian, en Camerún), para plantar cara a la expansión descontrolada de las grandes multinaciones y, en concreto, la del aceite de palma. Se trataba de un taller y lugar de encuentro para que campesinos y organizaciones de diversos países pusieran en marcha estrategias de acción frente a la adquisición masiva de tierras por parte de empresas y conglomerados internacionales. En este encuentro se puso especial énfasis en la situación de las mujeres, considerando que «las explotaciones de monocultivo y particularmente las de palma aceitera, despojan a las mujeres de las tierras agrícolas fértiles que antes se utilizaban para la agricultura familiar con la que alimentaban a la familia y a la comunidad entera, amenazando así la seguridad y la soberanía alimentaria de las poblaciones afectadas».

Declaración de Mundemba
Marie Crescence Ngobo, en representación de la RADD, fue una de las participantes en el encuentro de Mundemba, al que asistieron organizaciones y asociaciones no sólo de Camerún sino también de un buen número de paíes de África Central.

Por ello, en la Declaración de Mundemba, las mujeres exigían, entre otras cosas:

“La creación de un fondo de apoyo a las mujeres víctimas de abuso en las plantaciones agroindustriales;

El desarrollo de alternativas económicas para las mujeres; una mayor implicación de las mujeres en las esferas de decisión sobre las cuestiones que afectan a la tierra

La promoción de plantaciones de palma tradicionales  

La creación de un observatorio de las mujeres en torno a las cesiones de tierra a gran escala y el impacto del monocultivo sobre la agricultura familiar.

El refuerzo de las capacidades de las mujeres en la defensa de sus intereses para dotarse de herramientas que sean capaces de resistir a los abusos de la agroindustria.

Realizar estudios legales para influir en las reformas legislativas del sector.

Mientras, a las mujeres, se les anima a “ser proactivas para participar en el combate contra la expansión de la palma aceitera industrial; a organizar a todos los niveles: local, nacional, regional e internacional para ser más fuertes, y de denunciar toda forma de violación de sus derechos”.  

 

En este artículo de Umoya podéis leer el texto completo de la declaración.

Charla con Nii Ayikwei Parkes, autor de ‘El enigma del pájaro azul’

Nii Ayikwe Parkes se define, sobre todo, como contador de historias, y para ello, a veces utiliza la poesía u a veces la historia corta; pero cuando todo eso no es suficiente, recurre a la novela. Es el caso de ‘El enigma del pájaro azul’, un libro entre la fábula y la novela negra en la que tradición y modernidad se entremezclan con un toque de realismo mágico. Aderezado todo ello por un particular uso del lenguaje, con palabras y frases en lenguas como el twi y el pidgin. Porque “ésta es una historia contada en muchas lenguas, aunque el lector la lea solo en una”, tal y como señala la traductora, Magdalena Palmer.

Charla con Nii Ayikwei Parkes, autor de ‘El enigma del pájaro azul’
El autor Nii Ayikwe Parkes, durante una de sus intervenciones.

Nacido en Londres (1974) y criado en Accra, Nii Ayikwe vive entre las dos ciudades y compagina en su propia vida las diversas realidades que aparecen en la novela: él mismo es científico de formación y poeta por convicción y su propio nombre cuenta, en diversas lenguas, la historia de su familia: “Nii significa líder. Ayi indica de dónde procedo en lengua ga; Kwei significa que soy el segundo hijo de mi padre, y Parkes es el nombre inglés de mi bisabuelo esclavo”.

Precisamente por la importancia de las lenguas comenzamos preguntándole.

¿Qué importancia tiene para ti el registro oral y el uso de diferentes lenguas en función del protagonista?

Cada lengua está unida al medio en el que se utiliza, tiene una primera función que es la de familiarizarnos con lo que nos rodea. Además, también tiene una parte filosófica. Por ejemplo, en el idioma de los aborígenes, en Australia, no existe la palabra “detrás”. Sus posiciones se definen por la posición geográfica: al sur de, al norte de … Así, por ejemplo, una frase tan común como “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”, que, si te fijas, pone a la mujer en un segundo lugar, no podría existir en su idioma. Algo tan simple como esto puede cambiar la manera en la que piensas y en la que te relacionas con el mundo a tu alrededor. Por eso, en el libro es tan importante para el cazador hablar en su propio idioma, porque es alguien cuya forma de vida consiste en estar al tanto de lo que pasa a su alrededor.

Todo el mundo habla de la mezcla entre tradición y modernidad en África, y es algo que se ve muy claramente en tu libro. ¿Cuál es la mportancia de la tradición en Ghana, y en África en general?

Varía mucho en cada país, dependiendo del grado de penetración del colonialismo. Pero en térnimos generales, podemos decir que la tradición juega un papel inmenso. Por ejemplo, el respeto que tenemos por los mayores influye incluso en personas que piensan que la tradición no es tan importante. Esto sucede por ejemplo en el mundo laboral: si una de las personas de más edad, y no necesariamente tiene que ser una figura de autoridad, no está haciendo algo como debería, el resto son muy cuidadosos a la hora de decírselo, porque el respeto a los mayores está muy muy presente e influye en la manera de comportarse.

Incluso en Accra, la capital, la tradición juega un importante papel en tu día a día. Por ejemplo, la comida en las calles es  un claro ejemplo de la importancia de la tradición. La gente quiere comer fufu, kenkey, no hamburguesas. Y en las aldeas, el peso es todavía mayor. Además, en todos sitios hay siempre una mezcla con la modernidad, otras culturas han influido mucho en nosotros. Pero es la tradición lo que nos hace único a cada uno de nosotros.

En el libro está muy presente la corrupción, aunque no es el tema principal de la novela. ¿Cómo afecta la corrupción al país y a la ciudadanía?

La consecuencia principal es que todo se convierte en algo impredecible. En cuaqlquier situación, no sabes si te vas a encontrar con alguien recto o corrupto, así que nunca sabes cómo van a salir las cosas. Supongo que frente a ello hemos desarrollado una gran adaptabilidad para encontrar siempre una solcuión. Pero además, por supuesto, la corrupción genera ineficiencia, especialmente en la implementaicón de la ley, la educación o los negocios. Es algo que afecta a todas las esferas.

En la novela aparece también reflejado el colonialismo, y lo vemos en la frase del Cazador, que dice:  “Fue mi abuelo Opoku, aquel cuyas manos nunca estaban vacías, quien me contó que el relato que los ingleses llaman Historia no son más que mentiras escritas con buena tinta”. ¿En qué se aprecia, todavía hoy, la influencia del colonialismo?

Su presencia es absoluta, ten en cuenta que todavía hoy nuestro sistema legal se basa en el inglés, hablamos y estudiamos en inglés, y las propias fronteras de nuestro país fueron diseñadas por acuerdos coloniales, integrando grandes reinos como el Asahti, y un montón de zonas con otras lenguas. Y precisamente por esta mezcolanza de lenguas tenemos que hablar inglés, como lengua común. Al final, todo está relacionado. Pero esto también puede ser bueno: hay una palabra en Twi, sankofa, que viene a decir que “nada de lo que pasa es completamten malo”, todo tiene una parte positiva. Y una de las cosas que podemos celebrar de Ghana en la actualidad es esa mezcla de lenguas y, a la vez, tener una común para entendernos todos. La parte negativa es que todavía se sigue intentado imitar lo que hacen los británicos. Es un reflejo de lo que supuso la educación colonial, que en sus orígenes estaba pensada para ser muy funcional y proveer de funcionarios a los británicos. Y nuestro actual sistema educativo se basa todavía en aquel, muy funcionalista. Creo que es una de las razones por las que no tenemos tantos artistas, pintores, escultores, creadores… como podríamos tener. Todo el mundo quiere ser  contable, abogado… Otro de los problemas es que algunas personas miran con desprecio a sus propias lenguas porque en el colegio estaba prohibido, incluso castigado, hablarlas.

 

¿A lo largo de tu carrera has escrito sobre todo poesía, cómo fue dar el paso a la novela?

Bueno, yo me considero sobre un contador de historias. Generalmente, tengo una idea que quiero plasmar, y a veces es suficiente hacerlo con un poema, otras veces necesito contar una historia corta y, en otras ocasiones sólo puedo resolverlo a través de una novela. Este fue el caso de ‘El enigma del pájaro azul’. La poesía es de lo primero que me enamoré, pero luego, según he ido escribiendo, las historias se convierten en una especie de bloques de construcción, que se van engarzando unos con otros.

[En este vídeo, Nii Ayikwei Parkes recita uno de sus poemas más conocidos, ‘Men like me’]

Además de escribir, trabajas para dar a conocer la literatura de tu país. ¿Cómo lo haces?

Ha puesto en marcha The Writers Fund, que ofrece material para los jóvenes escitores –desde un ordenador hastra otro tipo de ayudas-, ofrecemos charlas y talleres para escritores, y nos organizamos para hacer lecturas públicas. Además, estamos poniendo en marcha un Centro de Escritura Creativa, junto a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Africa, en Accraa. Es el Ama Atta Aidoo Center para la Escritura Creativa, en honor a una de las escritoras más reconocidas del país, y comenzaremos las clases en septiembre.

¿Podrías recomendarnos algunos escritores locales?

Claro, la lista sería muy larga, pero por nombrar a solo unos cuantos, citaría la poesía de Poetra Ashantewa, las historias cortas de Martin Egblewobge o Mohammed Naseehu Ali, y la magnífica prosade Tayie Selasie, quizás la más conocida de todo ellos [su obra ‘Lejos de Ghana’ se puede encontrar traducida en español].

El enigma del pájaro azul

Un exótico pájaro azul lleva a una forastera de faldas cortas hasta unos enigmáticos y malolientes restos en una pequeña aldea de Ghana. ¿Serán humanos? ¿Pertenecen al dueño de la cabaña? ¿Qué ha pasado? Ni siquiera el águila lo ha visto todo. El cazador está dispuesto a contarnos la historia. Pero también Kayo, el forense, trabaja para desvelar el misterio. Dos puntos de vista en relación a los muertos que la novela recoge sin estridencias y que avanzan en paralelo para desentrañar el misterio.

El enigma del pájaro azul
El enigma del pájaro azul, de Nii Ayikwe Parkes, acaba de ser publicado por Club Editor en castellano y catalán.

En realidad, este caso nunca habría sido nunca investigado por la policía de no ser porque lo descubrió la novia de un ministro mientras perseguía el precioso pájaro azul de los bosques de Atewa, y no habría llegado a más de no ser por la desmedida ambición del inspector Donkor, dispuesto a ascender a toda costa complaciendo al ministro.  Es así como entra en juego el protagonista, Kayo –en realidad Kwadwo Okai Adamtten- un experto forense recién llegado de realizar sus estudios en Gran Bretaña, que será designado –obligado, en realidad- para resolver el caso. “Quiero un informe policial tipo CSI y que convierta este asunto en un caso importante con implicación internacional”, es la consigna que recibe antes de poner rumbo a la aldea.

Es a través de Kayo con quien el lector pasará de recorrer las zonas más modernas de la capital, con jóvenes urbanos que han estudiado fuera, trabajan para grandes multinacionales y se manejan a la perfección con las nuevas tecnologías, a las profundidades de la aldea –a tan sólo dos horas de distancia-, donde todavía se mantienen las tradiciones y el respeto a los mayores, las maldiciones se cumplen y la radio es un objeto de deseo.

Allí, entre los frondosos bosques de Atewa, Kayo realiza sus pruebas forenses, recaba minuciosamente datos y realiza interrogatorios, pero también, y sobre todo, allí conocerá a  Opanyin Poku, el Cazador, y a Oduro, el Hechicero del pueblo; con ellos irá descubriendo a través de historias y personajes tradicionales como el Kwaky Ananse, -protagonista de muchas leyendas del África occidental-, los secretos de las familias que componen la aldea y comprendiendo de dónde provienen los nauseabundos restos. Pero también se dará cuenta de que de ninguna manera puede presentar esa historia al inspector. Así que la novela ha de resolver el caso sin renunciar a la fábula. Porque en realidad, la investigación no es más que una excusa para acercar al lector a las vidas y vivencias de las familias de la aldea a través de sus historias y su particular registro oral

La obra, que fue finalista del Commonwealth Prize en 2010, es la primera novela del escritor Nii Ayikwei Parkes, que se define sobre todo como contador de historias, y es también poeta, editor y activista sociocultural. Acaba de ser publicada en castellano y catalán por Club Editor, con la traducción de Magdalena Palmer.

La locura y la muerte, de Ken Bugul

La locura y la muerte, de Ken BugulA todos los locos del mundo / A todos los muertos por nada

A Patrice Lumumba / Al Che Guevara

A las víctimas del genocidio de Ruanda

A Williams Sassines / A Djibril Diop Mambety,

A Pío, el Papa Negro / A Jo Ouakam / A Douta Seck /

A Ousmane William Mbaye / A Ould Mbaye y Boris Diop

A Hamidou Dia, / A Aminata Sophi Dieye

A todos nosotros

 

A esta larga lista con algunas de las principales figuras culturales y políticas del continente africano dedica Ken Bugul su novela ‘La locura y la muerte’.

Un decreto que decreta que «todos los locos que razonan y todos los locos que no razonan, todos los locos, pues, deben ser eliminados en todo el territorio nacional», es el comienzo de este denso relato, repleto de humor e ironía, pero sobre todo de reflexiones en torno a la psicología personal y colectiva de un país y sus gentes, sin seguir las típicas normas de la narración tradicional.

La locura y la muerte, de Ken Bugul
Detalle de la portada del libro ‘La locura y la muerte’, de la escritora senegalesa Ken Bugul.

La protagonista es la joven Mom Dioum, que después de años estudiando y trabajando en la gran ciudad, sacrificándose con la idea de poder encontrar un futuro mejor, regresa derrotada a su aldea, con un pesado secreto a sus espaldas. Una historia de dolor y muerte que no se desvela hasta el final y por la que la joven busca su redención. Algo que sólo podrá encontrar a través del terrible y dolorosísimo “tatuaje de labios”, una costumbre iniciática ancestral que muy pocos practican y que más parece una tortura que una tradición. Una forma de “matarse para renacer”, con el único objetivo de dejar atrás la terrible historia que oculta.

Al mismo tiempo, sus dos primos, que no han salido nunca de la aldea, son enviados a la gran ciudad para buscarla. Un claro error que les llevará a conocer y sufrir en sus carnes todas las miserias de un sistema corrupto y podrido, en medio de un régimen dictatorial –del que no sabemos sus coordenadas físicas ni temporales, pero que podríamos situar en muchos países africanos- que lo infecta todo.

Un relato durísimo, a veces divertido, a veces repugnante, que se va alternado con reflexiones sobre los peores acontecimientos del continente en los últimos años: la tragedia de Ruanda, la guerra de Sierra Leona, las amputaciones, las minas antipersona en Angola, las ONGs que terminan alimentando a las guerras…

Y un libro, a la vez, que es una  monumental crítica a la sociedad actual: la de aquí y la de allí. Un texto en el que Ken Bugul reparte dardos envenenados contra Occidente, el orden mundial, el sistema, la aldea, las tradiciones, el tribalismo, y el regionalismo, entre otros, y en el que aborda, de manera muy gráfica, temas como el tráfico de diamantes o el asesinato de albinos para vender sus cuerpos.

Todo ello sutilmente mezclado con una buena dosis de fantasía, a través de bestias salvajes que se disfrazan de seres humanos y caballos blancos que corren como si volasen; con una narrativa basada en la tradición oral y una prosa que a veces es verso y a veces es alegato político; que en ocasiones es el runrun de la radio –omnipresente en el relato- y otras el de las mujeres de un patio de vecinas, que a veces es pensamiento y a veces acción, sin solución de continuidad.

“Ella sabía que no está loca. Pero sabía que era considerada como una loca, que tenía la apariencia de una loca. Sería considerada una loca en todas partes. No había ya resistencia, pues. Estaba obligada a aceptar su locura. Tenía que vivir con su locura. ¿O acaso estaba realmente loca? El matiz iba a salvarla y a salvarnos.

(…)

“¿No ha oído usted el nuevo decreto: Que los locos, razonen o no razonen, maten a quienes no lo estén?”.

La locura y la muerte fue la cuarta novela de la escritora senegalesa Ken Bugul, y se publicó en el año 2000 en París, en la editorial Presencia Africana. En España la podemos leer gracias a la extinta editorial El Cobre, con la traducción de Manuel Serrat Crespo.

La locura y la muerte, de Ken Bugul

** Esta entrada es la tercera parte (la primera se puede leer aquí) de mi colaboración con el proyecto #AdoptaUnaAutora, que tiene como objeto “dar a conocer la vida y obra de autoras pertenecientes a todas las épocas, nacionalidades, lenguas, y géneros literarios”, y que surgió de la constatación de que las mujeres escritoras son mucho menos conocidas que sus homónimos varones.  En su origen estuvo otra iniciativa similar que invitaba a leer autoras durante el mes de Octubre y que en twitter se convirtió en#LeoAutorasOct  Podéis leer más información y conocer a un montón de autoras nuevas en el blog y, si os apetece, sumaros a la iniciativa.

 

Uganda acoge ya a casi un millón de refugiados sursudaneses

Los días 22 y 23 de junio tendrá lugar en Uganda una cumbre sobre Refugiados en la que participan gobiernos y entidades internacionales con el objetivo de recaudar fondos para reforzará los programas de respuesta a la crisis que afrontan los refugiados en Uganda. Este país, de 34 millones de habitantes, alberga actualmente a más de 950.000 refugiados y recibe unas 2.000 personas más cada día, la gran mayoría de ellas procedentes de Sudán del Sur.

Uganda acoge ya a casi un millón de refugiados sursudaneses
Las doctoras de Médicos sin Fronteras atienden a un niño en el campo de refugiados de Bidibidi, en Uganda. Foto: Frederic NOY / COSMOS

Solo en el último año, Uganda ha acogido 700.000 refugiados, justo el doble de personas que llegaron a Europa jugándose la vida en el mar en 2016. Y Uganda, al contrario que nosotros en Europa, sí ha intentado ofrecer una vida digna a los sursudaneses que llegan al país. Sin embargo, la comunidad internacional ha aportado sólo un 17% de lo que solicitó Naciones Unidas para dar apoyo a todas estas personas.

Con estos datos, provocados por la continuada crisis social, económica y política en Sudán del Sur, Uganda se ha convertido ya en el país africano que más refugiados recibe, y a nivel mundial se encuentra sólo por detrás de Siria y Pakistán.

Cada semana, miles de sursudaneses cruzan la frontera con Uganda huyendo del conflicto en su país.  Al llegar, improvisan refugios debajo de los árboles, con unas lonas y poco más. La salud general es buena, pero les falta de todo y la situación se complica. Apenas hay agua potable y tampoco medicamentos.

Uganda acoge ya a casi un millón de refugiados sursudaneses
Campo de refugiados en Imvepi, Uganda. Foto: Frederic Noy / Médicos sin Fronteras

Violencia sexual contra los refugiados

En esta complicada situación, Médicos sin Fronteras, que trabaja de forma continuada en Uganda, ha comenzado a reportar casos de violencia sexual contra las personas refugiadas. Según los datos que la organización tiene hasta ahora: “el 33% de los pacientes experimentó violencia sexual en Sudán del Sur, el 23% durante su viaje a Uganda, el 19% en la zona fronteriza y el 18% en el asentamiento o en el centro de recepción de refugiados”. Es decir, que la vulnerabilidad es constante en todas las etapas del ‘viaje’. De momento, MSF ha documentado a 49 pacientes, la mayoría de ellas mujeres, 20 de ellos menores de 18 años. “El paciente más joven que atendimos fue un niño de 5 años que fue violado y agredido físicamente en varias ocasiones en Sudán del Sur”.

Todo esto conlleva numerosos desafíos, como que los pacientes sean tratados en las primeras horas tras la agresión para prevenir el VIH y los embarazos no deseados (cuando las agresiones fueron en origen esto es ya imposible); que se realice un constante seguimiento de los pacientes (muchas veces cambian de lugar dentro del propio campamento) y que se ofrezcan servicios de apoyo suficiente para los supervivientes de la violencia sexual y de género, cosa que claramente no sucede.

“Muchos de los refugiados de Sudán del Sur han sufrido graves niveles de violencia, incluyendo violencia sexual. Han sido violados o agredidos sexualmente y muchos de ellos han visto cómo sus familiares corrían la misma suerte o cómo eran asesinados. Algunas personas han sido violadas repetidas veces. Es muy importante para ellos recibir primeros auxilios y tratamiento psicológico lo más pronto posible, pero para muchos de los supervivientes no es fácil hablar de lo que les ha pasado. Muchos están traumatizados y asustados. En Impevi abrimos el pasado mes de mayo una clínica de atención a víctimas de violencia sexual para asegurar un espacio seguro y neutral donde los supervivientes de este tipo de violencia puedan acceder a atención médica y psicológica a tiempo. Antes de que MSF comenzara sus actividades, cada vez que un superviviente acudía en busca de ayuda médica su caso era primero denunciado a la policía, lo que en la práctica suponía que tuviera que pasar por un largo e incómodo proceso antes de poder recibir apoyo y atención. En MSF no denunciamos los casos a la policía a menos que nuestros pacientes quieran hacerlo. Nuestra prioridad pasa por ofrecer tratamiento a las víctimas antes de que sea demasiado tarde”.

 

Las mujeres y el feminismo en Ken Bugul

Las mujeres y el feminismo en Ken Bugul
Ken Bugul, en el SAlón del Libro de París. Foto: By Georges Seguin (Okki) – Own work, CC BY-SA 3.0

Una de las particularidades del discurso de Ken Bugul, muy crítico como hemos visto con el mundo occidental, es su relación con el feminismo. En diversas entrevistas ha explicado que no se siente feminista y que “hace falta luchar como individuo, no como mujeres”:

«Las mujeres no podrán ser hermanas porque cada mujer representa un peligro potencial para las otras, sobre todo si es joven y hermosa, educada y competente. (…). Incluso a nivel político o social, las mujeres juegan a ser hombres. Como si quisieran probarse su capacidad para ser como ellos. Las mujeres sólo tienen que ser ellas mismas, individuos ante todo y después mujeres y cesar la victimización, que es una confesión de debilidad. Hace falta luchar como individuo, no como mujer (…). Yo soy un individuo y, de manera accesoria, una mujer».

Sin embargo, en sus obras se desprende una honda preocupación por la situación de las mujeres. De hecho, sus textos giran en torno al universo femenino, sus problemas, sus éxitos y fracasos y las dificultades a las que deben hacer frente allá donde se encuentren: “Las mujeres, todas las mujeres, tenían el mismo destino”. (…) Me preguntaba si las mujeres no vivíamos las mismas cosas en todas partes”, escribe en El baobab que enloqueció.

Y en este constante cuestionamiento sobre la situación de las mujeres es donde aparece su defensa de la poligamia como un sistema de organización familiar que, en determinados casos, puede ser mejor que la tradicional vida en pareja occidental. “Allá en el pueblo, los hombres no engañaban a sus mujeres. Pasaban las veladas juntos, hasta que el hombre se fijaba en otra mujer a sabiendas de todos y se casaba con ella”. (P. 67)

La cuestión de la poligamia
Las mujeres y el feminismo en Ken Bugul
Riwan o el camino de arena, de Ken Bugul, repasa la vida de las mujeres en el seno de una familia polígama.

Un discurso que ha provocado grandes polémicas, especialmente a raíz de la publicación de su segundo libro, Riwan o el camino de arena, que apareció en 1999 levantando un enorme revuelo en el feminismo occidental. En esta novela, la autora retoma su propia historia, y lo hace en primera persona, para contar cómo, después de los sufrimientos vividos en Bélgica y París, terminó encontrando la paz interior en su Senegal natal al convertirse en la 29ª esposa de un seriñe, un líder espiritual que le transmitió todo lo que necesitaba para reencontrarse consigo misma.

Allí, compartiendo patio, vida y marido con otras 28 mujeres, es donde encontró su lugar en el mundo, según ella misma escribiría. En una entrevista publicada en el libro Africana. Aportaciones para la descolonización del feminismo, dice: “Riwan, Rama y la narradora son los personajes centrales. Si los mezclamos, aparezco yo. (…) Con respecto a mí, mi experiencia y bagaje intelectual hacían que necesitara analizar lo ocurrido. Necesitaba más tiempo que Riwan para reencontrar la paz. Poco a poco, el seriñe consiguió tranquilizarnos a las dos”.

Un espacio, el del patio de las mujeres, donde viven todas las esposas del seriñe, que se convierte en un lugar de tareas y crianzas compartidas, lo que le permitiría tener tiempo para dedicarse a ella misma, a buscar la serenidad interior y a su crecimiento intelectual. Todo lo contrario de lo que había vivido en su experiencia anterior, en Europa, donde la falta de recursos, el racismo y el aprovechamiento que los hombres quiserion hacer de su cuerpo estuvieron a punto de volverla prácticamente loca. Frente a eso, el seriñe transmite paz, orden, estabilidad. «El encuentro con el seriñe anula la soledad y refcompone la armonía rota«, escribe Inmaculada Díaz Narbona en el prólogo de la edición española (Ediciones Zanzíbar, 2005).

Sin embargo, más allá de la defensa de la poligamia, lo que de verdad Bugul defiende es la libertad de elección, dejando claro que lo que es bueno para unas puede no serlo para otras. Así, en el libro encontramos también la historia de la joven Rama, casi una niña, a la que su padre entrega al Serine a modo de ofrenda. Rama no puede ni quiere rendirse a su desdichado destino. Y ahí aparece también la crítica a la tradición:

Vivir era vivir conforme a las reglas que regían su entorno, su medio, su especio vital, sobre todo cuando el entorno era tan restringido, donde todo el mundo se conocía (…) Rebelarse suponía condenarse a una muerte cierta. No a una muerte física, sino a una muerte mental, social, cultural, si se quería continuar viviendo en el seno de la comunidad. El aislamiento sería tal que para sobrevivir habría que estar loco, y ni siquiera la locura sería una excusa válida”. (…)

Las recomendaciónes todavía resonaban en sus oídos:  “Pórtate bien / No olvides que eres propiedad de un santo / Sé correcta con las otras esposas del seriñe / Muestra que has recibido una buena educación / Sé una mujer sumisa / Doblégate a la voluntad de tu marido / No te metas en lo que no te importa / Que tus ojos no vean nada / Que tus oídos no oigan nada / Que tu boca no diga nada /  Que tu pie sea corto / Que tu mano sea corta /  Sé sorda, muda y ciega.  / No lo olvides, sométete a su voluntad”.

Además, esta novela es, también, una forma de cambiar la percepción de las mujeres africanas como seres sumisos, es un dardo a la mirada eurocéntrica y a la actitud paternalista que se desprende de ella. Así, las mujeres africanas se rebelan como personas activas, inmersas en un entorno en el que las risas, la lectura, la sensualidad y el erotismo están continuamente presentes; mujeres que piensan, deciden y actún por sí mismas. Se nos quiere hacer creer que la mujer africana siempre está en el campo o en el mercado transportando algo en la cabeza o en la espalda. Se imaginan que no hacemos bromas, que no hablamos y que no conocemos nada. ¡Pero es falso!”, dice Bugul en la mencionada entrevista.

Una situación, en definitiva, que a ella misma le permitió encontrar su lugar en el mundo, centrarse y entenderse: “En la aldea había encontrado mi lugar, me desarrollé en más de un aspecto. Me reintegré en la sociedad y cumplí mis compromisos para con ella con alegría. Ya no me sentía aislada”. Pofque, como destaca ella misma en el libro, “mucha gente ha vivido feliz hasta que le dijeron que no era así como debía vivir”.

 

Las mujeres y el feminismo en Ken Bugul** Esta entrada es la segunda parte (la primera se puede leer aquí) de mi colaboración con el proyecto #AdoptaUnaAutora, que tiene como objeto “dar a conocer la vida y obra de autoras pertenecientes a todas las épocas, nacionalidades, lenguas, y géneros literarios”, y que surgió de la constatación de que las mujeres escritoras son mucho menos conocidas que sus homónimos varones.  En su origen estuvo otra iniciativa similar que invitaba a leer autoras durante el mes de Octubre y que en twitter se convirtió en #LeoAutorasOct  Podéis leer más información y conocer a un montón de autoras nuevas en el blog y, si os apetece, sumaros a la iniciativa. ¡Que todavía quedan muchas escritoras por adoptar!.

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cine

Las películas “I am not your negro”, “Qué pasó, Nina Simone?”, y “El mayordomo”, abordan, a través de las vidas y escritos de sus protagonistas, la historia de los negros estadounidenses en el siglo XX y lo que significó la lucha por los derechos civiles.

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cine

Manifestación contra los negros en Estados Unidos. Imagen extraída del documental I am not your negro

31/05/2017.– El racismo ha estado tan presente en la historia de la Humanidad que durante años se llegó a considerar lo natural. Una división tan asimilada que surgía desde el momento mismo del nacimiento y que se mantenía mediante la educación y la represión pero, sobre todo, por su aceptación como si se tratar del orden natural de las cosas. Es un asunto sobre el que pensé mucho en Sudáfrica, a raíz de las lecturas sobre el Apartheid. El apartheid fue, en efecto, la forma más atróz de racismo institucional y social pero ni mucho menos fue la única. De hecho, aunque a veces se presente como una ‘anomalía’ histórica, -una aberración propia sólo de los bóers degenerados-, no hay que olvidar que en el resto del mundo, y en Estados Unidos principalmente, la segregación existió de una forma muy similar.

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cine
Autobús segregado, Alabama, Estados Unidos, hacia 1955. Los pasajeros blanco, delante, los negros, atrás.

Las fuentes para negros, los asientos sólo para blancos, los trabajos ‘no aptos’ para negros, los salarios más bajos para negros, las escuelas segregadas… no fueron una excepción de Sudáfrica. Y han estado muy presentes en nuestras vidas hasta hace bien poco. [Ver más imágenes aquí]  De hecho, todavía hoy existe cierta segregación ‘de facto’, en forma de ghettos o zonas en las que, sin mediar ley escrita, sólo viven negros o blancos.

Para que no nos olvidemos de todo esto, parece que el mundo del cine ha decidido echar la vista atrás y recordar sin rodeos la historia más oscura y reciente del país: la de la discriminación y la larga lucha por la igualdad.

Viene todo esto a cuento de tres películas que he visto recientemente: “I am not your negro” (2017), “Qué pasó, Nina Simone?”, y “El mayordomo”, en las que se aborda, de formas diversas, lo que significó la lucha por los derechos civiles en un país donde la segregación entre negros y blancos se mantuvo por ley hasta bien entrados los años 60 y donde, todavía cuando pasó a ser ilegal, las autoridades del sur continuaron no sólo permitiéndolo, sino impulsándolo activamente.

A partir de las vidas y escritos de sus protagonistas, James Baldwin (1924-1987), Nina Simone (1933-2003) y Eugene Allen (1919-2010), las tres cintas vienen a contar la misma historia, la de los negros en Estados Unidos durante el siglo XX, a través de tres figuras muy alejadas entre sí, que sin embargo se ven marcados por los mismos acontecimientos: El intelectual, la cantante y el mayordomo. Tres figuras que sirven a sus autores para retratar la tremenda y difícil lucha por los derechos civiles. No es de extrañar, por lo tanto, que las tres tengan incluso algunas secuencias en común: como las imágenes de archivo de Dorothy Counts, la niña negra a la que abuchearon, escupieron y humillaron en su entrada al colegio ‘racialmente mixto’ en 1957, las marchas de la libertad o el asesinato de Martin Luther King.

Como marco ‘teórico’, vale la pena comenzar por I am not your negro, un documental en el que se recoge la lucha por los derechos civiles a través de los textos y entrevistas de James Baldwin, escritor y activista negro. Una cinta de la que ya hablamos en el blog y que sin duda recomiendo.

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cine
El documental «Qué pasó, Nina Simone», que se puede ver en Netflix, recoge la historia personal y política de la cantante estadounidense.

Como relato histórico, real y significativo de cómo el activismo y la política podían destrozar una carrera tenemos el documental de Nina Simone, la cantante y música prodigio que se zambulló a fondo en la lucha por los derechos civiles. Esa niña negra que estudió piano gracias a la ayuda de una profesora blanca pero a quien sus padres tenían que ver desde el final de la sala porque las primeros filas estaban reservadas a los blancos; esa niña brillante, experta en música clásica, que nunca pudo convertirse en pianista, debido precisamente al color de su piel. Esa chica que llegó a brillar en los escenarios y a deslumbrar las televisiones pero que terminó siendo ‘evitada’ en la programación musical cuando comenzó a radicalizar su postura sobre los derechos civiles.

Porque Nina Simón fue la primera que se atrevió a gritar a los cuatro vientos, “Mississippi goddam” (algo así como ‘Mississippi maldito’, un término que la sociedad norteamericana consideró blasfemo). Todo un atrevimiento en un ambiente en el que nadie levantaba la voz frente a los asesinatos y tropelías que se cometían cada día contra los negros. Tal y como dice uno de los entrevistados en el documental: “A pesar de todo lo que habíamos sufrido los negros, ni un solo hombre negro se había atrevido a decir algo como Mississipi, maldita sea. Todos queríamos decirlo y ella lo dijo” [Dick Gregory, artista y activista].

El detonante fue el asesinato del activista Medgar Evers en Missisipi y el de cuatro niñas en una iglesia de Birminghan, por una bomba del Ku Kux Klan. Un asesinato que no sería juzgado hasta casi cuatro décadas después.

Alabama’s gotten me so upset / Tennessee made me lose my rest / And everybody knows about Mississippi goddam / Can’t you see it / Can’t you feel it /It’s all in the air/ I can’t stand the pressure much longer / Somebody say a prayer / 

Esta canción, censurada en muchas radios, -devolvían los discos de promoción rotos o rallados- era la expresión de su rabia, y de su compromiso con los derechos de los negros. A partir de ahí, fue evolucionando e implicándose más con su comunidad y sus reivindicaciones: participó en la conocida Marcha de Selma el 25 de marzo de 1965 y se fue ‘radicalizando’ poco a poco. Comenzó a utilizar su voz y su presencia para decir verdades que muchos otros callaban, verdades lanzadas a la cara del público blanco y acomodado que mayoritariamente era el que podía acudir a sus conciertos. Se significó también contra la guerra de Vietnam, con letras como «Backlash Blues” y se acercó a perfiles más radicales.

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cineAhora podía cantar para ayudar a la gente, y eso se convirtió en el motor de mi vida”, cuenta en el documental que sirve para repasar la dramática historia de aquellos años. Se preocupó de contactar con los intelectuales que estaban detrás del movimiento de los derechos civiles, trabajó por el empoderamiento de la comunidad negra, luchó por reafirmarse y reafirmar a sus seguidores en la negritud (fue una de las primeras artistas negras en romper con el estilo convencional que se esperaba de ellas: comenzó a dejarse el pelo afro y a vestirse con ropas africanas) o a poco terminó simpatizando incluso con los postulados de la lucha violenta en un momento en el que después de años y años de reivindicaciones pacíficas, y especialmente tras la muerte de Martin Luther King en 1968, los negros empezaban a ver imposible un cambio en la sociedad norteamericana.

En su autobiografía I put a spell on you Nina Simone escribe: «en el movimiento, viví a una velocidad vertiginosa. La música y la política determinaban mi vida. No tenía ninguna otra ambición personal. Quería lo que otros millones de estadounidenses también querían”. El asesinato de Malcolm X en 1965 “hizo que mis pensamientos se orientaran con aún más rapidez en la dirección que yo ya había tomado de todas formas, el reconocimiento de que la violencia sería una parte inevitable de nuestra lucha», tal y como recogen en este artículo.

En 1970, desencantada, se marcha a vivir a Liberia, donde siente que por fin encuentra la paz, un lugar donde su color de piel no le condiciona, donde se siente libre, sin obligación de responder ante el público, ni tocar el piano –que había sido su gran amor pero también un inmenso peso a sus espaldas desde que tenía 4 años-. Luego terminaría volviendo a tocar en Europa y a reconciliarse en cierta manera con el público, (fue diagnosticada con trastorno bipolar), y con un mundo en el que la igualdad racial comenzaba a verse como posible.

La otra película es The Butler, (El Mayordomo), que recoge la biografía de Eugene Allen, un hombre negro que sirvió en la Casa Blanca durante el mandato de siete presidentes: de Eisenhower a Reagan. Una historia de superación que no es la típica historia de superación. Porque mientras vemos cómo el protagonista va consiguiendo pequeños éxitos en su ‘vida de negro’, el activismo político y social de su hijo nos confronta con otra realidad: ésa en la que apenas hay avances, ni derechos ni verdaderos cambios. Así, es a través de su hijo donde vemos cómo se organizó la lucha no violenta, liderada por James Lawson  (chicos y chicas negros sentándose en los lugares reservados para blancos y aguantando impasiblemente los insultos, los golpes, los arrestos); es donde vemos las injusticias a las que son relegados constantemente la población negra: represión con mangueras de agua, golpes, perros, prisiones…

El racismo institucional y social en Estados Unidos, reflejado en el cine
Imagen de la película ‘El Mayordomo’, que cuenta la historia de ***, que sirvió a seis presidentes de Estados Unidos, y de su hijo *****, que participó en todas las luchas por los derechos civiles, llegó a formar parte de las Panteras Negras, y terminó siendo congresista.

Una cinta que confronta varias visiones: la del mayordomo, que ha visto una mejora notable en su vida respecto a la situación de sus padres –esclavos en una plantación de algodón, ella violada por el capataz, él asesinado por intentar oponerse–, y la del hijo, que no comprende su conformismo. Dos visiones que se separan cada vez más –el hijo termina por unirse a los Panteras Negras, el padre le expulsa de casa-, hasta que terminan reencontrándose cuando el vástago renuncia a la violencia y el padre comprende que no siempre se ha de respetar la ley, especialmente cuando ésta es injusta. Una historia que llega hasta nuestros días, con la elección de Obama como primer presidente negro de la historia de Estados Unidos, pero también con la represión que continúa en los barrios negros, con las muertes de jóvenes a manos de la policía y la discriminación que se perpetúa.

Películas que se complementa con otros títulos lanzados recientemente como Selma (sobre las marchas de la libertad), Déjame salir o la serie Queridos blancos, en las que se aborda el racismo que pervive todavía hoy, aunque de forma mucho más sibilina.

While you weren´t looking

El pasado mes de noviembre, el ciclo Cines Africanos que cada año organiza ‘África es imprescindible’, proyectó  diversas películas dentro del ciclo ‘Cuestión de mujeres’. Para la última sesión, la experta en cines africanos Bea Leal, programadora y encargada de los coloquios con el público, no pudo asistir, y yo tuve el placer de sustituirla, aprovechando que la película era sudafricana y las realidades que muestra me resultaban conocidas.

Una imagen de la película While you weren't looking, de la sudafricana Catherine Stewart.
Una imagen de la película While you weren't looking, de la sudafricana Catherine Stewart.

Se trataba de la cinta ‘While you weren´t looking’ que cuenta la historia de una pareja de mujeres en plena crisis cuya hija, de 18 años recién cumplidos, comienza a descubrir su sexualidad. A raíz de este planteamiento, la directora, Catherine Stewart, muestra una Sudáfrica muy compleja, llevando al espectador desde los barrios más conflictivos a los de la clase acomodada y desde los ambientes en los que la homosexualidad se trata con toda normalidad a aquellos en las que las jóvenes lesbianas son acosadas y violadas.

Así, vemos los townships donde las casas se alumbran con velas, las calles están a oscuras desde que cae el sol, la violencia está a la orden del día y la homosexualidad no es socialmente aceptada. Todo lo contrario de lo que sucede entre la clase alta de Ciudad del Cabo, ciudad artística y cosmopolita donde profesionales liberales y artistas viven abiertamente su homosexualidad en uno de los países del mundo que primero la legalizó. [Ya en 1994, con la primera Constitución democrática impulsada por Nelson Mandela, el país aceptó de pleno derecho el matrimonio enre personas del mismo sexo y la adopción por parte de gays y lesbianas. Sin embargo, tres décadas después, la legislación no es efectiva en las calles de las zonas más deprimidas, donde la homosexualidad sigue siendo perseguida y es habitual una execrable práctica conocida como ‘violaciones correctivas’ a las mujeres lesbianas].

La desigualdad se plasma también en otros aspectos y personajes de la película, como en la empleada de la limpieza negra que acepta sin problemas la homosexualidad de sus empleadoras blancas, mientras que no lo permite para las de su misma raza: “Eso está bien para vosotras, pero no en nuestra cultura», dice. El tópico de ‘eso no es africano‘, del que ya hemos hablado aquí.

Además, en la cinta aparecen otras realidades como la falta de vivienda, uno de los problemas estructurales del país y herencia directa del Apartheid, cuando no se construía para los negros, o la corrupción. Problemas que ningún gobierno hasta ahora ha sabido – o querido- solucionar y que han beneficiado mucho a una pequeña parte de la población, dejando al resto en la cuneta del desarrollo.

While you weren´t looking
En la obra Chandelier (2001), Cohen se internó en un asentamiento ilegal de Newtown, Johannesburgo, vestido con un tutú de lámpara de araña y unos vertiginosos tacones.

Y todo ello hilvanado a través de las clases de teoría queer a las que asiste la joven protagonista y en las que el profesor va exponiendo fotografías y performances de conocidos artistas sudafricanos. Nos encontramos así con fotografías de Zanele Muholi, activista sudafricana que visibiliza a mujeres lesbianas negras  y que ha alcanzado un gran renombre internacional pero que en su país se ha topado contra la intolerancia hasta de la mismísma ministra de cultura, Lulu Xingwana, quien el año 2010 tachó las imágenes de ‘pornográficas e inmorales‘) o el polémico Steven Cohen, artista que se define como “blanco, hombre, judío y africano”(white man jew african) y que ha organizado diversas performances en zonas chabolistas transgrediendo las normas de género frente a la cultura machista y tradicional de los townships pero también de los propios afrikaners blancos.

Estas imágenes, al igual que algunos de los diálogos y escenas de la película – como esa en la que la chica se deshace del pelo alisado y se queda con el suyo natural “para volver a las raíces”-, giran, en definitiva, en torno a una búsqueda de identidad  a través de temas locales pero también universales en los que también nosotros nos podemos ver reconocidos.