José Bono ya está a estas horas en Guinea Ecuatorial.Y con él, el resto de miembros de esa Comisión de Asuntos Exteriores que se ha desplazado hasta la ex colonia para «reforzar las Relaciones entre ambos países y fomentar la llegada de empresas a Guinea». Algunos partidos se han excusado para no ir, pero ahí están PP, PSOE y CIU, de la mano.
Al menos no mienten. Hablan de ‘visita institucional’ y no mencionan la situación de la Democracia ni los Derechos Humanos ni la voluntad del pueblo. La noticia no aparece en las portadas de los principales diarios y en cambio, todos hablan de las vacaciones pagadas que aceptó el Ministro de Exteriores francés en Egipto. Porque claro, ahora, a todos nos parece una aberración que hasta hace unos meses nuestros gobiernos pudieran mantener algún tipo de relación con ese horrible sátrapa que -ahora nos hemos enterado-, resulta que lleva 30 años gobernando en Egipto con mano dura y represión constante-. Más o menos el mismo tiempo -un poco más, de hecho- lleva gobernando Obiang Nguema, después de dar un golpe de Estado en 1979.
Pero ni eso, ni las ingentes cuentas de dinero que la familia de Obiang y él mismo tenían en bancos extranjeros, ni las elecciones en las que gana con un 99% de los votos a favor ni las interminables denuncias de torturas son suficientes para que el Gobierno de España exija avances democráticos en el país. Y no digo ya romper relaciones, que ya sé que hay mucho petróleo y dinero en juego, pero sí al menos pedir cambios, apoyar a la oposición, o ligar la Ayuda -que en realidad sería innecesaria, pues en Guinea hay dinero de sobra para todos: la renta per cápita es poco menor que la de España- a la democratización.
El mensaje está claro: si el pueblo es capaz de poner en la cuerda floja a sus gobernantes, entonces sí obtendrán el apoyo de los demás países. Si no, todos a seguir callando. Y cuando digo ‘los demás países’, me refiero también al resto de Estados africanos, los cuales, sin ningún reparo, han elegido a Obiang como presidente de la Unión Africana. O a la propia ONU, que a puntito estuvo de venderse por los 3 millones de euros que ofrecía el dictador y casi crea el premio ‘Unesco-Obiang Nguema para la Investigación en Ciencias de la Vida‘. Menos mal que al final rectificó. A ver si los demás hacen lo mismo.
Mientras tanto, os dejo esta entrevista de Radio Nacional de España a Severo Moto, la cara visible de la oposición en el exilio, en la que denuncia las torturas y ejecuciones en Guinea Ecuatorial. Es del año pasado, pero la situación sigue siendo la misma.
Agnes ha vivido la ablación en sus carnes. Honorata ha visto el dolor reflejado en la cara de primas y amigas. Por eso, están dispuestas a seguir con la lucha para erradicar esta práctica ancestral que todavía sigue afectando a unos 120 millones de niñas en todo el mundo y que se practica sobre todo en África.
Agnes Pareyio y Honorata Nasuwa (dcha.), durante su visita a Madrid. Foto: Aurora Moreno Alcojor
Son conscientes de que acabar con la Mutilación Genital Femenina es muy complicado, pero también saben que hace 20 años era casi inconcebible hablar de este tema en una comunicad africana, mientras que hoy es parte de la materia lectiva en los colegios. Así que, a pesar de los muchos retos que tienen por delante, miran al futuro con optimismo.Coincidiendo con la celebración este 6 de febrero del Día contra la Mutilación Genital Femenina han venido a España invitadas por la ONG Mundo Cooperante, como parte del proyecto Mujeres que cambian el Mundo para dar a conocer su trabajo con las comunidades y concienciar de la existencia de una práctica que, recuerdan, no es más que una “tortura y un atentado contra los derechos humanos”.
Agnes Peyró trabaja en Kenya, donde dirige la asociación “Tasaru Ntomonok” –“Rescate de la Mujer”, en lengua masai–, desde la que actúan en dos direcciones: prevención y acogida para evitar la MGF y, de forma más integral, los matrimonios tempranos o las agresiones dentro de la familia. Porque una de las cosas de las que primero fue consciente Agnes es que existía una estrechísima relación entre la llamada ‘circuncisión’ y el hecho de que las niñas dejaran el colegio. “En cada casa a la que íbamos oíamos lo mismo: ‘Después del ritual, estará lista para casarse’, o ‘tras la circuncisión será una mujer…’. Y, por supuesto, aunque eso nadie lo decía, “tras el ritual, dejarán el colegio”.
Mapa de la Mutilación Genital Femenina en Africa
Honorata Nasuwa es de la vecina Tanzania y realiza su trabajo sobre todo en la región de Kilimanjaro, precisamente en la frontera con Kenya. Desde allí coordina los esfuerzos de las organizaciones de base en labores de concienciación y acogida de las chicas. “Necesitamos ser muy convincentes y contar con el testimonio de las propias víctimas. Porque, por ejemplo, yo no estoy circuncidada, así que cuando les hablo acerca de la MGF, ellas terminan por preguntarme ¿cómo sabes si es bueno o malo, si tú no estás circuncindada? Así que es necesario que hable alguien que tenga cierto predicamento sobre la comunidad: una mujer respetada por todos, un líder tradicional o religioso… Por eso es tan difícil”.
De momento, los datos son positivos, pero hablar de números es muy complicado, porque no siempre la información está disponible. Por ejemplo, las estimaciones son que el número de niñas a las que se les practica la ablación ha disminuido en un 12% en las regiones de más prevalencia (pasando del 37 al 25% de las chicas) de Tanzania, un país donde está legalmente prohibido pero en el que la aplicación de esta ley es relativamente laxa. De hecho, “se han dado casos de rituales en los que se ha realizado la ablación a más de 600 niñas a la vez y la policía no ha hecho nada porque, al fin y al cabo, son de la misma tribu, creen en ello y opinan que está bien”, recuerda Honorata.
UN TRABAJO A MUY LARGO PLAZO
Por eso, las labores de concienciación afectan prácticamente a todo el mundo en la comunidad. Por supuesto, hay que hablar con las niñas, pero también hay que hacerlo con los padres, las parteras, los líderes religiosos, los maestros, los responsables gubernamentales, los líderes tribales y los chicos. Así que el trabajo es duro y, sobre todo, a muy largo plazo. En un primer momento, es difícil hablar con las comunidades: “¿Nos vais a denunciar a la policía? Es lo primero que nos dicen”, explica Honorata, que hace gala de una paciencia infinita para ir lidiando con cada uno de los estamentos comunitarios y llegar a un acuerdo de mínimos. “Ponemos el énfasis en dos aspectos clave: que no es una cuestión de tradición y cultura, sino de Derechos Humanos, y que tiene efectos perniciosos para toda la vida de la mujer, incluyendo el momento en el que dé a luz”.
Y para ello utilizan metodologías de su propia cosecha que han ido perfeccionando a través del método universal de prueba y error. “Al principio organizábamos campamentos para que, en un clima de confianza y alejadas de sus padres, nos hablaran de la ablación, pero la respuesta siempre era un descorazonador silencio. Así que pasamos a las encuestas anónimas, escritas en papel, y ahí sí empezamos a conseguir información”, explica Honorata. “Con los hombres”, continúa, “vimos que nos era casi imposible hablar, así que optamos por no decirles nada, sólo pedirles que vieran un vídeo, “Beliefs and Misbeliefs” (producido por el Comité Inter-Africano para las prácticas tradicionales), con grabaciones sobre hechos reales realizadas en Costa de Marfil, Djibouti, Somalia y Uganda. Te juro que han sido muchos los que, después de verlo, nos han dicho: “tenemos que acabar con esto”.
SUNNA, ESCISIÓN E INFIBULACIÓN
Agnes, por su parte, utiliza material gráfico y pequeñas figuras de madera para explicar en qué consiste la MGF y los tipos que hay. “Diferenciamos entre la llamada “sunna”, la escisión y la infibulación. Todas son dañinas, pero las dos últimas son las peores. La primera consiste en el corte de la parte más externa del clítoris; la escisión implica el corte del clítoris y de los labios mayores y menores; y la infibulación supone, además de la extirpación total, el cosido de la vagina, dejando un pequeño orificio para la orina”, explica Agnes, que en los últimos tiempos ha comenzado a trabajar junto a organizaciones de salud, en vista de los innumerables problemas (fístulas, quistes, imposibilidad de dar a luz..) que estas prácticas acarrean a la mujer. Y ya de paso, como hablar de salud siempre es más fácil que hacerlo de sexo, el trabajo con los especialistas sirve también para que las adolescentes aprendan a conocer y entender su propio cuerpo y se atrevan a hablar de lo que les pasa.
Además, para desmitificar esta práctica, piden a la gente que escriba las tradiciones de su tribu -tatuarse la cara, agujerearse las orejas, utilizar vestidos típicos o pintarse el cuerpo- y que señalen las que todavía hoy siguen realizando. Según Agnes, la gran mayoría sólo marca una: la ablación. “Entonces les preguntamos: ¿crees que sigues siendo masai a pesar de que no te tatúas la cara? O ¿te ha pasado algo malo por no agujerearte las orejas? Así, por comparación, muchas personas se dan cuenta de que no todas las tradiciones tienen que ser continuadas”.
FALTA DE APOYOS
Pero el problema, y el mayor reto al que se enfrentan estas activistas es la falta de apoyo real por parte de sus gobiernos. “Los políticos no quieren hablar de este tema por miedo a perder votos y, además, lo consideran una cosa de mujeres sin mayor importancia”,dice Agnes, para quien la MGF es una tortura que debería ser considerada una cuestión de Derechos Humanos. Por ello, muchas veces terminan trabajando a merced de la cooperación internacional, lo que implica proyectos con fecha de caducidad. “Y a nuestro trabajo no se le pueden poner fechas”, puntualiza Honorata, “porque no es como construir una carretera o un hospital, es provocar un cambio en la mentalidad de toda una comunidad”.
Aún así, conscientes de los obstáculos y los retos que tiene por delante, pero con las metas claras, éstas y otras activistas contra la Mutilación Genital Femenina siguen luchando porque el día 6 de febrero desaparezca del calendario de ‘causas’ de Naciones Unidas.
No siempre es fácil encontrar películas africanas para ver cuando te apetece. De hecho es más bien dificil: tienes que esperar a algún festival de cine o tener la suerte de que la pongan la tele. Y encontrarla en internet -gratis o pagando- es casi misión imposible. Pero a partir de junio de este 2011, las cosas van a cambiar y mucho. Para entonces, unas 500 películas africanas estarán disponibles en la web de Africa Films TV, según cuentan en Africa Good News.
Y todo será posible gracias a la colaboración entre esta plataforma de vídeo por demanda con sede en Dakar y el Festival Internacional de Cine Africano de Tarifa. Según cuenta el CEO de AFrica Films TV, la web pretende ganar dinero, claro, pero también servir de plataforma para los realizadores africanos, por lo que los beneficios por cada copia ‘adquirida’ se repartirán al 50% con el dueño de los derechos de autor de cada copia».
Avisaremos cuando empiece a funcionar, porque sin duda será una buena oportunidad para ir viendo estas películas que normalmente tienen tan poca distribución. Y quién sabe, oye, a lo mejor en unos años el cine de Nollywood ha desbancado al de Hollywood y estamos todos tragándonos ‘nigerianadas’ sin parar.
«Reclamamos que se juzgue a Mubarak y al resto de miembros de este régimen corrupto. Exigimos democracia y libertad». Estas son algunas de las consignas de los cerca de 300 manifestantes que hoy se han reunido frente a la Embajada de Egipto en Madrid para solidarizarse con sus compatriotas que, desde las calles de El Cairo, se enfrentan a la dictadura que gobierna en su país.
Concentración frente a la embajada de Egipto en Madrid. Foto: Aurora Moreno
Nos enteramos de la convocatoria por casualidad: un mensaje de facebook de una antigua compañera. Ella y su marido son egipcios, viven en Madrid y han querido solidarizarse con sus familiares y amigos. «Aunque nosotros vivamos bien, aquí, tenemos mucha gente en Egipto que lo está pasando muy mal. Ahora todos tienen miedo. Se están produciendo saqueos y ataques y la gente tiene que proteger a los suyos». «Queremos elegir a nuestros representantes, no queremos 30 años más de dictadura», dicen en referencia a las tres décadas que lleva Mubarak en el poder.
Un joven estudiante, autoerigido en portavoz ante los medios, nos cuenta que la estrategia del Régimen «es deslegitimar la revolución y darle carácter delictivo». Para ello, la policía secreta, unos 3.000, según el informante, «está provocando el caos, para que la gente tenga miedo y se vea obligada a volver a sus casas». Nos explica también que se teme que Egipto termine convirtiéndose en un régimen militar puro y duro, a través de las figuras de los generales Omar Suleiman (jefe de inteligencia nombrado vicepresidente) y Sami Anan, jefe mayor del Ejército. Además, enfatiza que estos dos personajes son íntimos amigos de Mubarak y que cuentan con el apoyo de Estados Unidos e Israel.
Apenas sé nada de Egipto, así que no puedo juzgar sus palabras, pero tiene sentido lo que dice y algunas noticias parecen confirmarlo. – aunque nada está del todo claro-. Es estudiante de Ciencias Políticas en Madrid y parece que sabe de lo que habla. Por último, nos pide por favor que dejemos bien claro que no es una revolución religiosa. «Queremos unidad. Cristianos y musulmanes viviendo en paz en un Egipto libre».
Convocada por Basel Ramis, director de documentales egipcio afincado en Madrid, la concentración ha sido pacífica y contenida en todo momento. Al principio, las pancartas y la primera fila de la concentración estaban copadas por los hombres. Parecía que las mujeres guardaban un segundo plano, pero poco a poco se han ido haciendo un hueco (como ya han hecho en Túnez), con los niños al frente.
Al final, apareció por allí Ali Al Hagar, un conocido cantante egipcio que ha contribuido a elevar los ánimos del público, congelado después de dos horas de concentración. A las 14.00 horas en punto, la concentración se deshacía después de un largo aplauso y un ‘gracias, España’. Pero avisan de que si las cosas siguen tal y como están en Egipto, el próximo domingo volverán a concentrarse. En el mismo sitio y a la misma hora.
Portada del libro ‘Fruta Amarga’, publicado en España por la editorial El Cobre
Puede que lo peor de una experiencia traumática no sea sufrirla, sino tener que vivir con ella el resto de tu existencia. En el momento en el que menos te lo esperas, vuelve a ti sin avisar, aprovechándose de los puntos débiles y las defensas caídas. Vuelve para hacer un daño que, esta vez sí, será irreparable.
Eso al menos lo que parece venir a decir el poeta y escritor sudafricano Achmat Dangor en su novela Fruta Amarga. El trauma puede ser personal o colectivo, pero si hablamos de Sudáfrica, siempre será doble. Fueron muchas las generaciones que sufrieron la tragedia colectiva de ser un ciudadano de segunda, de la marginación y la discriminación, pero además, sería casi imposible encontrar la familia que no viviera en sus propias carnes el golpe brutal y directo del Apartheid: un sobrino muerto, un hijo desaparecido, una muchacha violada…
De esto da cuenta la novela de Dangor, en la que se aprecia claramente que si bien el país fue capaz de superar el drama colectivo, todavía son muchos los que tienen que enfrentarse, necesariamente solos, a su tragedia personal.
En el caso de los protagonistas de la historia, una familia de origen coloured, ni siquiera los más allegados sirven como apoyo, más bien al contrario. Sylas y Lidia Ali son un matrimonio de mediana edad con un solo hijo que a sus 18 años da sus primeros pasos en la Universidad y tiene un futuro brillante. Son, de hecho, un caso de éxito, ‘fruto’ –amargo- de la “nueva Sudáfrica. Él, combatiente del MK (brazo armado del ANC) durante los años más duros del Apartheid forma ahora parte de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Ella trabaja como enfermera y es respetada en el hospital. Son parte de la clase media y disfrutan de todas las comodidades.
Hasta que un día, una mañana cualquiera, Sylas se encuentra con una cara conocida en el supermercado. Sólo le ve de refilón, durante unos minutos, pero ya no podrá volver a guardarla en el cajón del olvido. “Era inevitable. Algún día, Sylas se tropezaría con alguien del pasado. Alguien que había estado en una posición de fuerza y había abusado de ella. Alguien que había afectado su vida, no en un modo vago y genérico en el que todo el mundo se ha visto afectado, sino directa y brutalmente”. Se trata de Du Boise, el afrikáner blanco que años atrás violó a su esposa mientras él era obligado a escuchar sus gritos. Y así, tanto pero tan poco, se destapa la caja de los truenos. Se lo cuenta a su mujer, Lidya, que tras el mutismo inicial termina autolesionándose bailando descalza sobre los cristales rotos de una copa. Ella no ha olvidado ni un momento de su vida a su violador, porque lo reconoce cada día en los ojos de su hijo, y porque no puede dejar de preguntarse qué hubiera sucedido de no haber estado Sylas metido en política.
A partir de ahí comienza el proceso de destrucción de un pareja que necesita aire fresco a bocanadas. Una pareja que quizás comenzó a romperse aquella noche de 1976 y que tendrá imprevisibles, y negativas, consecuencias sobre su hijo Michael.
Cada uno de los protagonistas afronta como puede las consecuencias de aquella noche y aquella época que, a pesar de los cambios, nunca les abandona, y les ha dejado como fruto la ira, la venganza, el odio y la pena. Sentimientos que se materializan en el incesto, la violación, la mentira y la muerte; los frutos amargos del Apartheid.
Achmat Dangor, nacido en Johannesburgo en 1948, sorprende de nuevo al lector con este libro que resucita las tensiones raciales en los años más prósperos de la nueva Sudáfrica, coincidiendo con la última época de Nelson Mandela en el poder. Dangor es uno de los poetas y escritores más reconocidos de Sudáfrica, ha logrado varios premios literarios y fue él mismo un activista contra el Apartheid, a través de la organización «Black Thoughts» un grupo cultural de escritores. Su postura le supuso la prohibición de escribir en 1973, pero tan pronto como acabó la censura contra él publicó su primera novela «Esperando a Leila». Desde entonces, ha fundado la organización Kagiso Trust, que ofrece ayuda humanitaria y educativa a los jóvenes pero que tuvo como especial valor el haber sido la primera fundación de prestigio liderada por negros, y es miembro de la Fundación Nelson Mandela.
De origen indio y nacido en Johannesburgo el mismo año en el que se estableció el Apartheid (1948), a Achmat Dangor le molesta que digan que nada ha cambiado en Sudáfrica y propone que sean los propios africanos quienes comiencen a luchar contra la imagen de fracaso y desesperanza que ofrece el continente.Vivió la censura en sus propias carnes y fue uno de los precursores del Black Thoughts, movimiento que pretendía llevar la cultura a las zonas negras, pero hoy es optimista. En su Literatura no busca el olvido, sino rescatar la Memoria para sobreponerse a ella.
Achmat Dangor, durante su conferencia en Tenerife. Foto: Aurora Moreno
Los personajes de su última novela, ‘Fruta Amarga’, todavía sufren los problemas no resueltos del Apartheid. ¿Sigue tan presente en el día a día de los sudafricanos?
No es que esté presente físicamente, pero el espacio para la memoria se ha abierto ahora. Antes todo era clandestino, había que esconder mucho, demasiado. En la novela, al igual que en la realidad, todo se abre otra vez y con la apertura viene la expectación de que podremos olvidar y perdonar. Pero antes hay que recordar y eso es lo difícil. En el libro, por ejemplo, la protagonista se niega, no quiere recordar porque eso le hace sufrir.
En cambio, en ‘Trilogía de Z Town’ (1991), la que muchos consideran la novela del Apartheid, usted escribe: “La historia de Z Town no tenía memoria de sí misma y no podía perpetuarse”.
Efectivamente,ése es el cambio que ha vivido Sudáfrica. ‘Trilogía de Z Town’ trata sobre la creación de la Memoria, y ‘Fruta Amarga’ sobre cómo lidiar con ella. Cómo enfrentarse y sobreponerse, porque a veces lo más fácil es olvidar.
En las Jornadas del SILA (Salón del Libro Africano), se ha hablado mucho de los problemas a los que se enfrentan los escritores, especialmente la falta de lectores locales y la búsqueda de público extranjero. ¿Cuál es la situación en Sudáfrica?
Sudáfrica no es muy diferente de otros países africanos, incluso de Latinoamérica o Asia, donde el porcentaje de la población que lee novelas es muy pequeño. No existe cultura lectora todavía y el resultado es que conseguir que tu libro sea publicado en Sudáfrica cuesta muchos años. Mi primera novela salió a la luz 10 años después de escribirla. Uno de los retos a los que nos enfrentamos es cómo plasmar problemas locales sin escribir solo para tu país o tu audiencia, porque efectivamente una parte del público está en el exterior.
Dice usted que no mucha gente lee, ¿podría deberse a la falta de Literatura en idiomas indígenas?
Creo que el lenguaje de aprendizaje en los primeros años debería ser en lengua materna, pero no de forma obligatoria, sino opcional, porque mucha gente te dice “en casa hablamos xhosa, zulu o afrikáans, pero queremos aprender inglés, queremos ser parte del mundo”. La situación debe ser equilibrada. En mi opinión, se debe dar a las lenguas indígenas el lugar adecuado, y que cada cual pueda elegir cuál prefiere.
¿Cuáles son sus sensaciones para el futuro de Sudáfrica?
Yo soy optimista. Mira, la gente que me dice que Sudáfrica no ha cambiado es porque nunca ha vivido allí. No han visto el progreso. Se ha abierto el proceso para el cambio, no sólo político sino también social y están surgiendo nuevos directores de cine, autores, músicos… Nuestros problemas no son únicos y nuestras soluciones tampoco. Debemos aprender de los fallos y los errores que otros países, en Asia o Latinoamérica, han cometido, porque la única diferencia con ellos es que nuestras independencias son más recientes.
Muchos escritores e intelectuales sudafricanos se han manifestado en contra de la restrictiva Ley de Acceso a la Información que pretende aprobar el Gobierno, ¿qué opina usted al respecto?
En general, todos los gobiernos tienen tendencia a intentar ocultar información. Fíjate en Estados Unidos, la mayor democracia del mundo, intentando evitar la publicación de ciertos datos WikiLeaks. Y eso es lo que está pasando en Sudáfrica con esta nueva Ley de Prensa. Precisamente por eso, es obligación no sólo de autores y escritores, sino de toda la sociedad civil, luchar contra las restricciones a la información.
¿Qué hay que hacer para dar a África la voz que todavía no tiene?
Generalmente, África se ve como un gran… lío. Un lío enorme. No tenemos en cuenta las particularidades ni su complejidad. Eso tiene que cambiar y creo que está en manos de los africanos, pero para ello debemos comenzar por creer en nosotros mismos. Aunque no podemos pretender que no tenemos problemas, por supuesto que los tenemos, y muchos: hay que luchar contra las desigualdades, la pobreza endémica y, sobre todo, contra los gobiernos no democráticos.
En cambio, en alguna ocasión ha comentado que son los propios africanos, y los escritores entre ellos, los que ponen la mirada en la parte negativa de África
Sí, es cierto, y deberíamos hacer algo por cambiar esto, pero te pongo un ejemplo que me sucedió a mí mismo. Hace unos años publiqué un libro de poemas, textos que había ido escribiendo durante mucho tiempo y que trataban de amor, de la Naturaleza, de mis propios sentimientos, pero no de temas sociales. La editorial me dijo: “te lo vamos a publicar por el respeto que te tenemos, pero no va a tener ningún éxito”. Y efectivamente así fue, sólo se hizo una edición del libro. Así que no es sólo que los africanos nos centremos en lo negativo, sino que parece que el mundo entero espera de nosotros que continuemos ofreciendo esa imagen de desesperanza.
¿Qué hay que hacer para cambiar esta mirada?
Para empezar, mi próxima novela va a ser muy diferente. Creo que se titulará “Olvida el pasado, por el amor de Dios”. También será triste, sí, pero tratará sobre una mujer joven nacida en el exilio, hija de padres activistas que fueron a vivir a Estados Unidos. Cuando el padre muere, decide regresar a su país de origen, y allí tiene que luchar para encontrar su lugar en la nueva Sudáfrica. Es entonces cuando se da cuenta de que quizás los sudafricanos están todavía demasiado atados al pasado.
Estos días, se está hablando mucho de Internet y el cambio que puede producir en África, ¿qué opina al respecto?
Bueno, a los jóvenes les sirve para sentir que forman parte del mundo. Un joven negro, en un township, va a Internet y puede saber qué está pasando en España. Eso es importantísimo, y creo que en África va a cambiar la manera que la gente tiene de relacionarse con la Literatura. Pero no sé muy bien en qué sentido, eso está por ver.
Publicado en el número de Dic.2010-Enero 2011 de la Revista Leer
De pequeño, Rafael Cabanillas esperaba con ansia el día que el cine ambulante llegaba a su pueblo,Carpio de Tajo (en Toledo), para ver el estreno del mes. Eran los años 60 y no era fácil disfrutar del Séptimo Arte. Mucho antes, en la década de los 30, las ‘Misiones pedagógicas’ creadas por la República habían recorrido las aldeas más pequeñas de España enseñando a los campesinos qué era aquello del cine.
Las Misiones Pedagógicas llevaron el cine por primera vez a cientos de españoles del mundo rural.
Hoy los tiempos han cambiado mucho, pero en algunos de los lugares más remotos de África todavía es difícil ver una película de cine. Parece que Internet y las nuevas tecnologías han llegado a todos lados, pero la brecha digital sigue muy presente. Rafael ha viajado mucho por el Continente y sabe de lo que habla. “En un cine de la ciudad de Bobo Dioulasso (Burkina Faso), una especie de nave con unos bancos de madera donde proyectaban la película “Jamais sans toi”, el espectáculo no era la proyección de la película, sino el público que parloteaba con los actores. Se levantaban de sus asientos, les hablaban, gritando y avisándoles del peligro que les acechaba; increpando a los personajes como si les fuera la vida en ello. Una interacción entre público y pantalla jamás vista”. Esta y otras experiencias similares determinaron mi percepción sobre la extraordinaria capacidad que el cine puede tener en África. Sin embargo, la mayor parte de las personas consultadas a lo largo de mi periplo por los citados países nunca habían visto una película en el cine. En el ámbito rural ninguno de mis encuestados había asistido a un cine ni visto una película en este formato”.
Por eso se le ocurrió la idea de ‘Cine para África’, un proyecto que pretende recorrer las zonas rurales de varios países africanos proyectando películas educativas. Comerciales y de ensayo, recientes y clásicas, europeas o africanas, pero siempre con el transfondo de la la educación, la democracia, la igualdad y la justicia, entre otros valores.
Y como el proyecto parte de la premisa de que “mejor enseñar a pescar que dar un pez”, ‘Cine para África’ tiene el objetivo de ser una iniciativa sostenible y durable en el tiempo. Por eso, pretende crear estructuras asociativas que continúen el proyecto y sigan difundiendo el interés por el cine.
Todos los pormenores del proyecto se pueden encontrar en la web Lánzanos, dedicada a la cofinanciación de proyectos. Pero en pocas palabras, prevé visitar Mali, Burkina Faso, Benin y Togo y necesita 20.500 euroscon los que adquirir medios materiales: todoterreno, pantalla, tela, generador eléctrico… y cubrir otros gastos. Una vez terminado el proyecto, que quiere llevar a cabo entre abril y mayo, -antes de que comience el periodo de lluvias-, todo se quedará allí, para continuar con el mismo. La persona que colabora desde el terreno es Tourbate Barquina Targbata, que vive en un poblado al norte de Togo, junto a la frontera con Benin. Desde allí, Tourtabe (que en la minoritaria lengua nawd del norte de Togo, significa “Hojas de Baobab) será el continuador del proyecto una vez que Rafael vuelva a casa.
** Rafael Cabanillas es profesor y autor de varios libros sobre África. Entre ellos, un poemario titulado ‘África en la mirada’ en la que nos podemos encontrar páginas como ésta, y el relato de sus viajes ‘Hojas de Baobab’.
Imagen del libro ‘África en tu mirada’, de Rafael Cabanillas.
No han sido tan impactantes como las de la vecina Australia, ni tan mortíferas como las de Brasil, pero las inundaciones del último mes en Sudáfrica han dejado sin hogar a miles de personas y han provocado ya casi un centenar de víctimas mortales.
Uno de los damnificados en Ivory Park, un township cercano a Johannesburgo. Imagen extraída del vídeo de The Times.
Ahora, cuando las aguas se han retirado, toca la evaluación de daños y comienza uno de los retos más importantes: la prevención para evitar que las zonas anegadas se conviertan en lugar propicio para la expansión del cólera y otras enfermedades. En la mayoría de los townships, donde los sistemas de alcantarillado son inexistentes, el agua estancada permanecerá allí por muchos días. Además, muchos de sus habitantes han perdido sus casas y sus pertenencias -es decir, todo lo que tenían- y tienen que rehacer sus viviendas como buenamente pueden.
Las zonas más afectadas han sido la provincia de Kwa Zulu Natal y la propia Gauteng -donde se encuentra Johannesburgo-, pero hasta 33 zonas han sido declaradas áreas de desastre. Según la ministra de Desarrollo Social, hasta 20.000 personas se han visto afectadas y algunas provincias comienzan a no poder hacerse cargo de ellas.
También ha sufrido mucho la provincia de Northern Cape, donde cientos de hectáreas han sido destruidas y el agua ha arrastrado las cosechas a su paso, siendo los pequeños agricultores los más afectados por las inundaciones. Otra mala noticia para Sudáfrica que podría volver a sufrir la subida de los precios de los alimentos debido a la reducción de las cosechas.
Así se encontraban muchas zonas hace unos días. Ahora queda lo peor: la reconstrucción.Andries es un trabajador de la granja Van der Walt’s. Estamos en época de cosecha y la planta empaquetadora debería estar bullendo de actividad, pero sin embargo está vacía. Este año, no se contratará ningún trabajador temporal. Lisa Skinner / Mail & Guardian
Además, las previsiones no son nada halagüeñas para el futuro. Naciones Unidas ya ha advertido de que debido las previsiones de lluvia para este año -allí es verano ahora, pero precisamente ésta es la época lluviosa- todos los países del África austral deberían estar alerta ante el peligro de inundaciones. De hecho, en Mozambique ya se han producido también algunas inundaciones y los países vecinos temen el posible desbordamiento de los ríos Zambezi y Okavango.
El río Zambezi, el Okavango y el río Orange son los tres con más posibilidades de desbordarse.
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