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Tráfico de menores en África occidental

Miles de menores son traficados cada año en la costa occidental africana, vendidos por sus familias por cifras ridículas como 30 euros al cambio y una vaga promesa de una supuesta vida mejor, que se traduce en una vida de semiesclavitud trabajando de sol a sol durante años alejados de sus países y familiares.

Un tráfico imparable, conocido desde hace años y del que no sólo apenas se habla sino que se termina viendo como algo normal. Tal y como explican los responsables de la campañaNo estoy en venta’, en los países de origen “hay una cierta banalización de estos fenómenos, está más o menos socialmente aceptado, y por eso es aún más difícil luchar contra ello”.

Juan José Gómez Serrano, responsable del Centro Don Bosco de los Salesianos en PortoNovo, cuenta que uno de cada tres menores de 18 años está siendo traficado, ya sea a nivel nacional o internacional. Y es precisamente Benín uno de los países que más niños ‘exporta’, para trabajar en países vecinos como Nigeria, donde a trabajar en la piedra, Gabón, Congo o Costa de Marfil. Pero también hay niños nigerianos, togoleses… que van transitando de país en país.

Estos chavales no conocen la lengua del país al que van, no tienen familia y, por lo tanto, están totalmente desprotegidos en el país de destino. Se puede hacer con ellos lo que se quiera: abuso sexual, trabajos forzados, no tienen ningún derecho ni nadie a quien recurrir. “Algunos ya no saben ni quiénes son, olvidan su lengua local, pierden su identidad”, explican en este corto que han hecho para denunciar la situación.

En el centro Don Bosco trabajan en varios ámbitos: identificación de los traficantes, sensibilización de las familias que a veces creen que realmente han enviado a sus hijos a una vida mejor, y no saben que han sido traficados, y, por supuesto, reinserción de los chicos y chicas que han sido traficados.

Pero no es nada fácil. La causa última, como siempre, es la pobreza, la falta de recursos de familias que no tienen lo suficiente para alimentar a todos sus hijos. Todo ello sumado a que mucho dinero detrás, es un negocio muy lucrativo par los traficantes y, además, es relativamente fácil, por la falta de controles y un código penal que no es suficientemente duro con este tema.

Tráfico de menores en África occidental
Portada del libro ‘Las fronteras se cruzan de noche’, del periodista Xavier López, en el que relata el tráfico de menores entre Benín y Costa de Marfil.

Una realidad que ya hace unos años contaba Xaquín López, periodista de TVE, en el libro ‘Las fronteras se cruzan de noche’, en el que relata cómo es este viaje de niños traficados desde Benín hasta Costa de Marfil, un país que durante años ha atraído a mano de obra barata de todos los países del África Occidental. Un viaje en el que recorre el destino de seis de estos chicos junto al traficante que se ocupa del ‘negocio’. Un hombre que ha sido a su vez, también un niño esclavo, y el que no le duelen prendas en decir que “enviar a un hijo a Costa de Marfil es una tradición en este región”, como si fuera una cuestión de costumbres.

Hablan del tráfico de niños esclavos a cara descubierta, sin careta, como si fuera un oficio igual de normal que cualquier otro, más peligroso y con más riesgo, pero también más rentable”.  Esto, unido a la corrupción, facilita mucho las cosas. Un ejemplo claro lo vemos en el libro, donde Xaquín López explica cómo, en una mañana, el traficante consiguió un ‘libro de familia a la carta’, registrando a los tres chicos que quería pasar al otro lado de la frontera como hijos suyos.

Esta facilidad es lo que permite que las cifras sean, a la vez tan escandalosas y tan silenciadas. En el vídeo, una de las responsables de la Policía contra el tráfico de menores de Benín asegura que se enfrentan a una media de seis niños traficados por día. Esto supone más de 2.000 al año, teniendo en cuenta sólo Benín y sólo los que detecta la policía. Con estas cifras, no sorprenden ya los cálculos de la Organización Internacional del Trabajo, que habla de hasta un millón de niños traficados en todo el mundo para realizar las más diversas labores: ya sea trabajo en plantaciones, minas, domésticos o de vendedores ambulantes. Un negocio que rentable que mueve casi tanto dinero como el tráfico de drogas.

¿Tradición o tragedia?

«Cuando los hombres son los oprimidos, se habla de tragedia. Cuando lo son las mujeres, se le llama tradición».

Letty Cottin Pogrebin, periodista, editora y activista social.

 

¿Tradición o tragedia?
¿Tradición o tragedia?

Agricultura y el futuro de África

Entrada escrita por  Strive Masiyiwa y publicada en la web Project Sindicate.  Masiyiwa es miembro del Africa Progress Panel y fundador de Econect Wireless, además de vicepresidente de GROW Africa y presidente de la Alianza por una Revolución Verde en África y en su texto explica por qué esta revolución no termina de conseguirse:Agricultura y el futuro de África

El reciente auge del sector de las telecomunicaciones en África, que ha revolucionado enteramente ciertos sectores de la economía, por no hablar de las formas de vida de la población, demuestra lo eficaz que puede ser ese método. Actualmente, hay en ese continente más de 500 millones de conexiones para teléfonos portátiles; de hecho, en muchos sentidos África ocupa el primer lugar del mundo en crecimiento e innovación en materia de teléfonos portátiles.

¿Por qué no ha podido África repetir ese crecimiento en el sector agrícola? ¿Por qué, en lugar de cosechas excepcionales, tiene que pagar una factura por importación de alimentos que asciende a 35.000 millones de dólares? Según el último informe anual de Africa Progress Panel, Grain, Fish, Money – Financing Africa’s Green and Blue Revolutions (“Cereales, pescado, dinero. La financiación de las revoluciones verde y azul de África”), el problema es sencillo: los agricultores africanos son víctimas de las contrariedades.

Así es en particular en el caso de los agricultores de minifundios, la mayoría de los cuales son mujeres. Esos agricultores, que cultivan parcelas del tamaño de uno o dos campos de fútbol, suelen carecer de sistemas fiables de regadío y de insumos de calidad, como, por ejemplo, semillas y suplementos para los suelos. Además, raras veces ganan lo suficiente para invertir en la maquinaria que necesitan y no pueden obtener créditos.

(…)

La Unión Africana ha declarado 2014 Año de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria en África. (…) Ya es hora de brindar al sector agrícola la oportunidad que todos los africanos necesitan para pasar a una era de prosperidad compartida.

Recomiendo leer el texto completo aquí:

 

Cheikh Fall: SUNU 2012 continúa vigente en Senegal y ha despertado mucho interés en otros países

Movilización, activismo y protesta, desde todos los sectores y utilizando todas las herramientas al alcance de su mano, son algunas de las palabras que mejor definen a la moderna sociedad civil africana. Ciudadanos que se rebelan contra los sistemas políticos que les gobiernan y contra las tradiciones establecidas. Hombres y mujeres que luchan con su palabra y por cambiar la sociedad en la que viven. Entre ellos, cabe destacar el papel de Cheikh Fall, ingeniero informático de formación, activista que se define como ‘periodista ciudadano’ y fundador de la plataforma SUNU 2012: un punto de encuentro destinado a informar, sensibilizar y vigilar el desarrollo de las elecciones de 2012 en su país, Senegal.

Cheikh Fall: SUNU 2012 continúa vigente en Senegal y ha despertado mucho interés en otros países
Cheick Fall durante su intervención en Madrid, explicando qué es y qué supuso la irrupción de SUNU 2012 en las elecciones de Senegal.

Charlamos con él aprovechando su paso por Madrid para participar en el curso ‘Sociedades civiles en movimiento: los activismos africanos‘, organizado por la Coordinadora de ONGD.

Cuando hablas de lo sucedido en Senegal en 2012, te refieres a ello como la ‘soft revolución’, ¿por qué ese nombre?

Este concepto de ‘revolución suave, tranquila’ surge frente a lo que pasó, al mismo tiempo, en las revueltas sangrientas de Egipto y Túnez en el año 2012. En ese mismo momento, en Senegal se articula un movimiento de protesta, organizado a través de las Redes Sociales, con el fin de influir en política, de “empujar a la ciudadanía a tomar el control, estar informados y controlar lo que hacen los políticos”. Pero todo de una forma pacífica, aprovechando las ganas de saber de la gente y las posibilidades que nos ofrecían las Nuevas Tecnologías.

¿Cómo surgió este movimiento de protesta?

Podemos decir que esta revolución tranquila tuvo lugar en tres etapas: la primera consistió en difundir información y sensibilizar a los ciudadanos; la segunda, animarles para que se implicaran activamente, dándoles la palabra para que ellos mismos pudieran explicar lo que estaba sucediendo y, finalmente, trabajar en el plano internacional, contando con el apoyo de la prensa y de las redes de senegaleses que hay por todo el mundo. Fue imprescindible el apoyo de miembros de la diáspora que están en España, Europa o Estados Unidos, para hacerle comprender al resto del mundo que algo estaba pasando en Senegal. Porque al tratarse de algo pacífico, los medios no le dedicaron la misma atención que a las revueltas de la Primavera Árabe, por ejemplo.

¿Qué es exactamente Sunu 2000?

Básicamente se trata de una plataforma en la que recopilábamos toda la información posible sobre los candidatos a la presidencia. A todos les dimos espacio para estar presentes con sus propios perfiles, pero luego nosotros añadíamos información contrastada que nos enviaban otros ciudadanos o periodistas. Era un lugar donde todos los datos estaban juntos y accesibles al público general.

 ¿Cuáles fueron vuestros principales apoyos durante la movilización? ¿Conseguisteis llegar a la población rural o menos acostumbrada al uso de redes sociales?

Bueno, al principio, nadie pensó que nuestra movilización pudiera tener éxito. No éramos más que un pequeño grupo de blogueros, y todos estábamos en Dakar. Por eso tuvimos que buscar la forma de implicar a todo el país, incluso quienes viven en las aldeas más alejadas y pequeñas. La forma que encontramos fue a través de la prensa clásica (televisión, radio, periódicos…) que sí llega a todo el país. Además hemos comenzado a enviar a algunos de los bloggers fundadores del proyecto a las regiones; no pudimos cubrir todo el país, pero sí una buena parte, lo que nos sirvió para crear una amplia red. De esta manera, hemos conseguido establecer redes de ‘colaboradores’ por todo Senegal, que nos iban informando a través de Facebook o de twitter, de qué estaba pasando en cada una de sus zonas e invitarles a organizarse para el futuro.

Por supuesto, el movimiento continúa. Seguimos recogiendo informaciones para hacer balance de lo que ha hecho y no ha hecho el actual presidente – Macky Sall-, con la intención de poder presentarlo antes de las próximas elecciones y que los ciudadanos tengan una base sobre la que decidir.

¿Es posible exportar este proyecto?

Desde luego, ya hemos tenido reuniones con Guinea, nos han escrito jóvenes de República Democrática del Congo, Mali, Gambia e incluso Guinea Ecuatorial. A ellos les explicamos cómo hemos trabajado en Senegal y cuáles son nuestros planes para el futuro. Además, la parte puramente informática, la plataforma, es completamente open source (código abierto), es decir, que cualquiera lo puede utilizar libremente e incluso ayudarnos a mejorar.

 

 

La nueva carrera por África

En el siglo XIX, los países coloniales construyeron miles y miles de kilómetros de vía férrea para conectar el interior de África con las zonas portuarias. El objetivo era exportar minerales y alimentos para alimentar la revolución industrial en Europa. Y así sucedió con materiales como la goma, el cobre, el algodón y el carbón, que fueron brutalmente extraídos de África.

Han pasado más de cien años y… ¡está volviendo a suceder exactamente lo mismo! Continúa el saqueo de minerales (en zonas de conflicto, a través de grandes multinacionales) y se ha puesto de moda el acaparamiento de tierras para dedicarlas al monocultivo y asegurar así determinados alimentos para… otros países.

La nueva carrera por África

Para ello, multinacionales, fondos de inversión y la ayuda al desarrollo de algunos países han unido fuerzas para conectar el interior de África con sus puertos marítimos. Se trata de ‘corredores de crecimiento agrícola’ que permitirán poner en contacto a áreas remotas de fuerte producción agrícola con los mercados globales. En principio, una iniciativa más que positiva para el continente y, sin embargo… no es eso lo que cuentan las comunidades locales. El problema está en que estos ‘corredores de desarrollo’ se dedicarán al monocultivo, especialmente a determinados biocombustibles pensados única y exclusivamente para la exportación, con lo que ello supone en caso de bajada de precios en el mercado, cambio de gustos en la demanda… Además, lo que es más flagrante, buena parte de estas tierras ya se están utilizando por agricultores a pequeña escala que producen para su propia alimentación. Comunidades que verán cómo desaparecen modos de vida hasta ahora sostenibles, y cómo, por supuesto, pierden las tierras más fértiles. Todo ello para unas empresas que, si bien están invirtiendo dinero, eso es cierto, cuentan con enormes ayudas y ventajas fiscales en los países en los que se están instalando y, lo que es peor, están contando con fondos provenientes de la ayuda al desarrollo alegando que se trata de infraestructuras para mejorar la vida de las comunidades (por ejemplo, Reino Unido contribuye con unos 41 millones de libras al corredor de Tanzania, un proyecto cuyo impacto ‘positivo’ no está nada claro para los agricultores y asociaciones locales.

El proyecto World Development Movement ha desarrollado esta infografía con los países, empresas y localización de estos ‘corredores agrícolas’ para que veamos cómo el modelo se repite, un siglo después.

 

La nueva carrera por África

 

Algunos ejemplos son:

La línea férrea que unirá el centro de Mozambique con el puerto de Nacala. Construida con dinero de Japón y Brasil, esta infraestructura beneficiará principalmente a empresas como Syngenta (dedicada a cultivos y semillas) , Vodafone, Swiss Re (una ‘reaseguradora‘) o Toyota, perjudicando a los campesinos locales por la cantidad de tierras actualmente cultivables que se están expropiando para el proyecto.

Entre Etiopía, Sur Sudán y Kenia se están construyendo carreteras, un ferrocarril y una red de oleoductos para exportar petróleo hacia el puerto de Lamu. El principal inversor es Estados Unidos y las compañías que lo llevan a cabo son las mismas que en el caso anterior. Las infraestructuras servirán para exportar petróleo pero también para sacar del país frutas exóticas, caña de azúcar y diversas verduras.

– Otra de estas grandes infraestructuras es la línea de tren que atravesará República Democrática del Congo, Zambia, Zimbabue y Malaui hasta el puerto de Beira, en Mozambique. Los gobiernos que están participando en el proyecto con los de Reino Unido, Noruega y Holanda, a través de compañías como Yara International, Rio Tinto o Sun Biofuels. En este caso, el problema es aún más flagrante porque se han utilizado 11 millones de libras de ayuda provenientes de Reino Unida para apoyar el proyecto. Rio Tinto (de la que tan mal recuerdo tenemos en España) ha sido uno de los partners principales y se beneficiará de la posibilidad de exportar carbón desde las minas del Este de Mozambique.

Otra línea de tren unirá el puerto de Dar es Salaam (Tanzania) con países vecinos como RDC, Malawi y Zambia, un proyecto en el que participan Unilever, Yara International, Montsanto y Syngenta, y para el que, de nuevo, cuentan con la inestimable ayuda de Reino Unido, que ha destinado ya 41 millones de libras de “ayuda” para el proyecto. Un proyecto que, según diversas organizaciones locales,

** No os perdáis este vídeo de Intermon en el que parodian muy visualmente esta nueva carrera por África.

 

Am I going too fast? Nuevas narrativas sobre África

Am I going too fast? es un corto documental rodado en Nairobi y Nakuru, Kenia, por dos jóvenes -Hank Willis Thomas y Christopher Meyer-, que nos ofrece una imagen muy diferente a la que nos tienen acostumbrados los documentales sobre las zonas más pobres de los países africanos.

Un corto en el que no falta el reflejo de la pobreza, sin duda, pero en el que también vemos cómo la gente se mueve para salir adelante, incluso en las barriadas donde falta de todo. Y lo hacen utilizando las nuevas tecnologías -el móvil es imprescindible, claro-, pero también con iniciativas tradicionales: Peluquerías, tiendas de ropa, pequeños negocios de compraventa, talleres de costura, ‘oficinas’ de envío de dinero a través del móvil, trabajo de metales… los emprendedores surgen en el lugar más inesperado, entre jóvenes y mayores, con dinero ahorrado o a través de pequeños créditos, de la familia o algunas ONGS.

Son tan sólo ocho minutos y merece la pena verlo para conocer cuál es la realidad que se está viviendo en África. Además, el documental, rodado con el apoyo de la Fundación Bill y Melinda Gates, sirve como ejemplo para el concurso de cortos de la próxima edición del Festival de Cine de Sundance  por lo que es de espeAm I going too fast? Nuevas narrativas sobre Áfricarar que en los próximos meses, veremos mucho de este estilo. El reto es: “crear una corto personal, atractivo, que explore el empoderamiento de las personas, historias optimistas sobre individuos y comunidades que están sobreponiéndose a la pobreza y el hambre. Ya sea en formato de documental o ficción, en cualquier estilo y estructura, siempre que haga referencia a la desigualdad económica y social”.

 

Mujeres y cine africano (II) Directores africanos que hablaron sobre mujeres

Además del trabajo hecho propiamente por mujeres, en estos años, algunos cineastas hombres también dedican especial atención a la problemática a la que han de enfrentarse las féminas, desde su infancia hasta la vejez. Algunos de ellos son Ousmane Sembène, Mahama Johnson, o Djibril Diop Mambéty.

Cartel de la película 'Emitai', de Ousmane Sembène. En ella se cuenta la rebelión de un grupo de mujeres contra los soldados franceses que les exigen buena parte de su cosecha mientras sus maridos e hijos luchan por Francia en la Segunda Guerra Mundial.
Cartel de la película ‘Emitai’, de Ousmane Sembène. En ella se cuenta la rebelión de un grupo de mujeres contra los soldados franceses que les exigen buena parte de su cosecha mientras sus maridos e hijos luchan por Francia en la Segunda Guerra Mundial.

Sembene, conocido como el padre del cine africano, siempre puso mucha atención a la mujer, su valor y su fuerza dentro del cine y la sociedad africana. Una de las películas que mejor reflejan esto es Emitai (1971), en la que narra la revuelta de las mujeres (y sólo ellas) contra los soldados del ejército francés que en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, exigían a los nativos tributos en forma de arroz, su única forma de subsistencia. Todo ello en un momento en el que la mayoría de los hombres de la zona se encuentran luchando en Europa. Ante la negativa de las mujeres, comienza una fuerte represión basada, como el resto de la historia, en hechos reales. Es, en definitiva, una película que muestra tanto la implicación política del autor como su sensibilidad a las historias relacionadas con las mujeres y como la propia resistencia de éstas ante los invasores.

Otro realizador que siempre ha tratado temas relacionadas con la mujer es Mahama Johnson Traoré (Dakar, 1942; París 2010). De origen senegalés, fue uno de los fundadores de Fespaco, y ya en 1968 rodó su primera película, Diankha-bi, un mediometraje en blanco y negro sobre la situación de la mujer en Senegal. Dos años después, en su siguiente filme realiza una profunda crítica sobre la corrupción de las élites y la cosificación de la mujer. Se trata de Diegue-bi, en la que un alto funcionario desvía fondos públicos con el fin único de conquistar a una mujer. Aunque no siempre habla de mujeres, Mahama Johnson se centra principalmente en películas sociales y políticas en las que la mujer suele tener un importante papel.

Cartel de La Petite vendeuse du Soleil, de Diop Mambety.
Cartel de La Petite vendeuse du Soleil, de Diop Mambety.

Djibril Diop Mambéty (1945-1998) fue un actor y realizador senegalés, mucho menos conocido que Sembene Ousmane pero, sin embargo, de una gran importancia para su generación. Entre sus primeros cortos están Contras’ city y Badou boy. En 1972 puede, por fin, rodar su primer largo, ToukiBouki (El viaje de la hiena). Tendrán que pasar 20 años para rodar el siguiente, Hyénes (1992), en el que trata sobre la venganza de una mujer mayor que se siente humillada. Finalmente, en 1995 comienza lo que pretendía ser una trilogía –aunque sólo podrá llevar a cabo los dos primeras partes- sobre lo que llama ‘Historias de la gente de a pie’ (Histoires de petites gens). Estas dos obras son Le Franc (1995) que obtiene el premio a mejor cortometraje en el 5ª Festival de cine africano de Milán, y La Petite Vendeuse de soleil(1998), una joya sobre la primera mujer vendedora de periódicos de Senegal.

Llegamos así a los años 2000-2010, después de un rapidísimo recorrido por cuatro décadas de cinematografía africana, y es ahora cuando las cosas empiezan realmente a cambiar, gracias al cine digital. La creación se abarata enormemente y las películas pueden verse directamente en las casas, sin depender de la distribución que, por otra parte, se ha reducido enormemente por la desaparición de las salas de cine en un buen número de países africanos –algunos no tienen ya ninguna-. Desde entonces, se aprecian más enfoques, géneros, estilos… y empieza a desarrollarse y darse a conocer el cine de países como Kenya, Sudáfrica, Marruecos… frente a la etapa anterior en la que prácticamente sólo se conocía a autores de la zona francófona, por ser estos los que contaban con ayudas.

El problema es que todavía poco de este cine se ve en la propia África, la mayoría termina en los festivales internacionales y le cuesta mucho volver a sus países, porque, por un lado, apenas hay salas de cine, como decíamos antes y, por otro, casi todo lo que se emite por televisión es cine internacional, comedias más o menos baratas, generalmente americanas. A pesar de ello, sí se puede decir que en la actualidad el cine africano, y especialmente el hecho por mujeres, comienza a tener una mayor visibilidad dentro y fuera de sus fronteras, con iniciativas como Africa es nombre de Mujer, o la propia iniciativa Ellas son cine que organiza en España la Fundación Mujeres por África.

Mujeres y cine africano (I)

Mariví Ordóñez, historiadora de formación, miembro del Grupo de Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid y especialista en cine africano, presentó en Traficantes de Sueños la historia del continente africano a través de sus cinematografías, dentro del curso Feminismos Africanos aunque sin hablar de cine puramente feminista ni sólo hecho por mujeres.

Mujeres y cine africano (I)
Mossane, una película de Safi Faye sobre los matrimonios forzosos en su país.

Comenzó recordando que al referirnos al Cine africano estamos hablando, básicamente, de cine hecho en el áfrica Negra a partir de los años 60, cuando tienen lugar las independencias. Hasta entonces, la colonización lo había impregnado todo y, por supuesto, también el cine. Así, los africanos parten de las películas sobre África hechas por Occidente en la que ellos son, podríamos decir, una parte más del decorado, forman parte de la fauna africana y nunca tienen ningún papel que vaya más allá del de mero objeto sobre el escenario.

Es lo que Aminata Traoré describió en su libro ‘La violación del imaginario’ :la mirada del Otro, siempre, sobre el africano, hablando, pensando y actuando en pos del africano-.

En este contexto, los primeros cineastas africanos se enfrentan a un buen número de problemas, que en buena medida continúan hoy, y entre los que cabe destacar:

1) La falta de formación: no hay escuelas de cine ni maestros en los que basarse ni infraestructuras… La única formación posible existe fuera de sus fronteras, ya sea en París, Londres o incluso Moscú, dependiendo de cuál fuera la potencia colonial.

2) Los problemas de distribución: una lacra que se ha mantenido hasta bien entrados los años 90. La distribución está completamente dominada por las ex metrópolis y en los cines se continúa proyectando las creaciones de Hollywood, o de las antiguas potencias.

3) Financiación: en un momento en el que todo está por hacer (educación, sanidad, infraestructuras…), el cine no es una prioridad. El único dinero destino al séptimo arte es el que viene de fuera, en forma de subvenciones (en este sentido, Francia fue el que más apostó por este tipo de proyectos), con lo que eso supone de falta de independencia.

A pesar de todo, la primera industria cinematográfica comienza a germinar en forma de películas con tono didáctico, a veces autocrítico y con un fuerte enfoque social. No hay apenas cine pensado para la diversión como tal. Por supuesto, son hombres los primeros que comienzan a hacer películas, ya que las mujeres ven multiplicadas los tres problemas antes mencionados (especialmente la falta de formación y financiación), por lo que su presencia se reduce a los papeles de actriz y, como mucho, al de guionista.

Mujeres y cine africano (I)
Imagen de 'Selbé et tant d´autres', de la directora senegalesa Safi Faye.

Sin embargo, siempre hay excepciones y es en este momento cuando aparecen mujeres como Sarah Maldoror: no es africana pero su interés es la historia del África negra, sobre todo Angola y su lucha de independencia frente a Portugal. Un interés que va a dar lugar a la ambiciosa película: Sambizanga (1972). (De ella y de su autora hablaremos específicamente en otro post). Es también en 1972 cuando Safi Fayé, senegalesa, se convierte en la primera africana en trabajar como directora de cine con la realización del corto La Passante. Antes de eso, había trabajado como actriz y vivido en París, a pesar de lo cual se centra en los problemas de la población rural, como muestran sus películas Lettre payssanne (1975), y en darle voz a los campesinos para que cuenten sus problemas. En sus cintas apenas aparece voz en off y trata el tema como docu-ficción, desmitificando la idea del campo para bien y para mal. En 1982 publica una de sus películas más ambicionas “Selbé et tant d’autres’  una dura mirada sobre la realidad de las mujeres que tienen que cuidar de los deseos y necesidades de toda la familia mientras los maridos marchan a la ciudad en busca de trabajo. En los 90 cambia su estilo y pasa a la ficción, aunque sigue tratando temas sociales, como hace en 1996 con Mossane, sobre los matrimonios forzosos, una película que llegó a emitirse en la sección ‘Un certain regard’ en Cannes aquel mismo año.

Para cerrar el círculo, Mariví Ordóñez habló también de Anne Laure Folly, una directora más actual, que llegó al mundo del cine casi por casualidad –era abogada experta en temas internacionales- y que desde los años 90 ha ido dejando su impronta a través de varias películas documentales. En 1994 rodó Femmes aus yeux ouvertes, en la que presenta a mujeres de Burkina Faso, Mali, Senegal y Benin dialogando sobre sus problemas, derechos, necesidades y preocupaciones.

Mujeres y cine africano (I)
Imagen de Les Oubliées, una cinta de Anne Laure Folly.

Dos años más tarde, Laure Folly publicaría Les Oubliées, un documental sobre Angola en el que repasa los 30 años de guerra prácticamente ininterrumpida (primero contra el colonizador portugués y luego entre los dos bandos nacionales); un conflicto muy ideologizado en el que la togolesa explora los motivos de los combatientes, muy unidos a los dos bloques que se enfrentaban en la guerra Fría, debido a la intervención tanto de Cuba como del régimen sudafricano. El éxito de la película radica en que deja a las mujeres contar sus historias, con calma, sin prisas, para que den su perspectiva del conflicto. En 1998 regresa a Angola con su film Sarah Maldoror ou la nostalgie de l’utopie , un homenaje a la pionera Sarah Maldoror y al filme que ya hemos mencionado antes, Sambizanga (1972).

Continúa  aquí...

* Para saber más sobre Cine africano y mujeres, recomiendo los textos de Beatriz Leal Riesco: Presencia de la mujer en el cine africano contemporáneo, el texto Saliendo de las sombras: las mujeres en el cine africano contemporáneo, publicado en el número 7 de la revista Africaneando  o su blog,  Africa en Cine.