Sarah Maldoror (II. Proceso de formación)

[Este post forma parte de la serie dedicada a la cineasta Sarah Maldoror. Puedes leer la primera parte, aquí.]

Nacida en 1929 en el sur de Francia, de madre francesa y padre antillano, el nombre con el que la futura cineasta vino al mundo fue Sarah Ducados, aunque pronto lo cambiaría por el de Sarah Maldoror, que sería su firma artística para siempre, inspirándose en la obra Los Cantos de Maldoror, del poeta franco uruguayo Isidore Ducasse, conde de Lautréamont. Su activismo y pasión por el arte, inicialmente el teatro, comienzan pronto, mucho antes de que pensara siquiera en coger un cámara de cine.

Tras trasladarse a París e intentar trabajar como actriz, es consciente de que lo único que consigue es hacer papeles de limpiadora, porque no había otra posibilidad para los artistas negros. Es entonces cuando decide, junto a un grupo de amigos, fundar su propia compañía de teatro, con el objetivo de hacer los papeles que de verdad querían representar. Significativamente llamada Les Griots, la compañía fue, muy probablemente, la primera troupe de teatro negro en París, en un entorno en el que, como decíamos, los papeles para personajes negros eran absolutamente minoritarios y siempre muy estereotipados. Entre los fundadores se encontraban otros estudiantes, pertenecientes al amplio grupo de jóvenes que en aquellos años llegaban a la metrópoli desde las colonias para cursar estudios universitarios. Eran el senegalés Samba Babacar, que también terminaría dedicándose al cine en su país natal; Timité Bassori, hoy considerado un clásico del cine en Costa de Marfil, la cantante y actriz haitiana Toto Bissainthe, y el actor guadalupano Robert Liensol. Durante estos años, el grupo de Les Griots ensaya y actúa de forma amateur mientras se juntan con otros jóvenes intelectuales de la diáspora, estudiantes brillantes llegados desde todas las colonias del Imperio francés. 

Círculos en los que se entremezcla la filosofía, el arte, la música y la protesta por la situación colonial y en el que desde hace ya años bulle el Movimiento de la Negritud. Inspirados por las obras y el activismo político de Aimé Césaire y su Discours sur le colonialisme, León Damas y Leopoldo Sedar Senghor, el movimiento reivindica libertades para la población de las colonias y exigen ser considerados como iguales, no sólo en derechos sino también en capacidades. Reivindicaciones que se nutren de las ideas expuestas desde los años 50 por el psiquiatra, filósofo y escritor Frantz Fanon, otro de los nombres clave del Movimiento de la Negritud. Algo más mayor que los anteriores, Fanon fue el verdadero pionero, especialmente desde la publicación en 1952 de su obra Peau noire, masques blancs, un libro en el que analiza lo que suponen las relaciones coloniales, el sentimiento de inferioridad vivido por la población negra debido a la continua negación de su propia historia y sus capacidades, así como la pérdida de su propia cultura en el intento por alcanzar la del colonizador. Una década después, en 1961, se publicaba su otra gran obra Los condenados de la tierra, (1961) prologado por Jean Paul Sartre. 

En este ambiente surge también el que será otro gran foco de ideas, propuestas y reflexiones en torno a la colonialidad, la revista y editorial Présence Africaine en la que se daban cita las voces de todos los pensadores y activistas contra el colonialismo y que se convertiría en “una de las referencias ineludibles del pensamiento poscolonial” (Frioux-Salgas, 2010:43), y que estaba dirigida por Alioune Diop, amigo personal de los fundadores de Le Griot

Sarah Maldoror (II. Proceso de formación)Todas estas obras e ideas sin duda influyen en Maldoror, que se suma a ellas y desde el pequeño espacio que es su grupo de teatro, colaboran a la causa en un periodo de experimentación y apertura total: lo mismo representan poesía de autores negros como clásicos franceses -hicieron el Don Juan de Molière- u obras como Huis clos, del citado Jean Paul Sartre, muy unido al Movimiento de la Negritud. Actúan en asociaciones juveniles, residencias de mayores y casas de la juventud y comienzan a tener sus primeros éxitos. Participan en diversos espacios europeos y con la representación de la obra Los Negros, de Jean Genet, en 1959, obtienen un gran reconocimiento. Es entonces cuando llega la posibilidad de representar Le Roi Christophe, de Aimé Césaire. Es su momento cumbre. Sin embargo, por algunos malentendidos, termina siendo otra compañía quien lo represente, lo que supone algunas divisiones en el grupo, que terminará por disolverse.  

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