Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano

Actor de teatro, compositor, poeta y director de cine Djibril Diop Mambety (Colobane 1945 – Paris 1998), tuvo una vida completamente apasionante y a lo largo de sus películas fue plasmando su visión transgresora, crítica y personalísima de su país. Perteneciente a lo que sería la segunda ola de directores africanos tras las independencias, en sus historias hay crítica, sí, pero muy alejada de la que ofrecían los pioneros, como Ousmane Sembéne, que veían el cine como una herramienta formativa y didáctica para las poblaciones que acaban se salir del colonialismo. Mambèty no tiene reparos en criticar algunas actitudes  de sus propios compatriotas y mira al mundo con ojos y mente abierta, lo que hace que sus películas sean difíciles de clasificar y, en ocasiones, incluso de contar.

Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano.
Djibril Diop Mambéty, renovador del cine africano.

Antes de comenzar a realizar películas, Mambéty había trabajado en el teatro (se hizo un nombre por su participación en La tragédie du roi Christophe, en la que Aimé Césaire describe la lucha del pueblo haitiano por su liberación, y que se convertiría en un clásico de la Negritud entre la gente de las artes) y como locutor radiofónico, y mantenía estrechos contactos con el mundo del arte en su Senegal natal, donde en 1966 se celebró la I Edición del Festival Mundial del Arte Negro, promovido por el entonces presidente Léopold Sédar Senghor

Festival Mundial del Arte Negro (1966)

Eran los primeros años de la independencia y el objetivo era dar a conocer al mundo el arte y el pensamiento africanos, que durante siglos se habían negado, alegando que se trataba de un continente sin historia y creaciones propias. Entre el 1 y el 24 de abril de 1966 se reunieron en Dakar representantes de todas las artes: pintura, escultura, música, danza, teatro, letras… Hubo gente de 45 países africanos y una importante representación de la diáspora y los artistas afrodescendientes, además de importantes figuras asentadas en Francia. Allí estuvieron, entre muchos otros, Aimé Césaire, Wole Soyinka y Nelson Mandela, siempre recibidos por Senghor y Cheik Anta Diop, que llevaba años intentando poner en el centro la filosofía, la historia y la cosmogonía de los africanos.

Mambety tenía entonces 23 años y absorbió todo lo que pudo de los encuentros con estos grandes artistas, pero también con los pequeños, con los menos conocidos, lo que actuaron en bares y las calles. Algo que en realidad ya llevaba haciendo desde que contaba con poco más de 11 años, cuando se enroló en su primera compañía de teatro.

Cartel de la película Contras City, de Djibril Diop Mambéty.
«La irónica y mordiente visión de Mambéty sobre la ciudad dividida que era Dakar en 1961. Por una parte, la ciudad colonial, opulente y pomposa. Por la otra, la Dakar nativa, pobre aunque genunina». Así resumía el cartel original la película Contras City.

Dos años más tarde dirigió y produjo, sin tener ninguna formación reglada en cinematografía, y en un tiempo en el que el uso de las cámaras y el sonido era ciertamente complicado, su primera obra Contras City (1968), un corto documental de ficción en el que se muestran los contrastes y realidades del Dakar de los años 60, a través de las imágenes que vamos viendo mientras dos jóvenes, un senegalés y una francesa, dan un paseo en carro por las calles de la capital. Los mercados atestados de gente, las zonas de arquitectura colonial, vacías y limpias; un puñado de jóvenes monjas, el momento de la oración.

Después vendrían Badou Boy y la gran Touki Bouki (1973), que le valió el reconocimiento internacional (recientemente, la BBC se preguntaba si no sería la mejor película africana de todos los tiempos) y de la que hablaremos otro día porque sin duda merece un espacio propio. Después de ella, tendrían que pasar 15 años hasta que viera la luz su siguiente proyecto Parlons grand-mére (disponible por sólo 3 euros en Vimeo) en la que Mambéty recoge el proceso de rodaje de la película Yaaba, del director Idrissa Ouédraogo, en Burkina Faso.

En 1992 llegaría Hyènes, una verdadera obra maestra y, más tarde Le Franc (1994) y La petite vendeuse de soleil, una verdadera decilia de película publicada de forma póstuma en 1999, tras su muerte, cuando sólo contaba con 53 años.

Sólo siete películas, la mayoría de ellas cortometrajes, que, sin embargo, han dejado miles de líneas escritas, un sinfín de entrevistas con declaraciones explosivas, admiración y muchas lecciones de cine por su capacidad renovadora, su rupturismo y los grandes personajes que supo construir.

Podemos colocar a Mambéty en la categoría del Tercer Cine, por su crítica clara al colonialismo, pero lo que de verdad destaca de sus obras es la heterogeneidad y la diversidad de su visión, en la que no entra el maniqueísmo ni las ideas preconcebidas, sino la exploración y la innovación en las imágenes, la música y las historias de sus personajes.

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