Cuando cualquier tipo de protesta está prohibida, los líderes han sido encarcelados o forzados al exilio, no existe el derecho a voto y apenas es factible la representación legal, sólo queda un pequeño resquicio para la protesta: utilizar el arte, la música, los bailes o el teatro como expresión última de la resistencia. Esto es precisamente lo que hicieron los sudafricanos negros durante los años del Apartheid a través de todas las representaciones artísticas que nos podamos imaginar.
Aunque las más conocidas sean probablemente las que nos han llegado a través de la música de artistas como Miriam Makeba, también el papel de las artes gráficas fue muy importante como arma política, y es precisamente en este aspecto en el que se fija la exposición “Arte en Resistencia: The South African Poster Movement”, organizado por Wiriko y que se puede ver hasta el próximo 1 de marzo en la librería Traficantes de Sueños, en Madrid.
Una retrospectiva a la historia de la resistencia sudafricana a través de sus carteles y fotografías, en los que se aprecia perfectamente la evolución del Apartheid, hasta su desaparición a principios de los 90. Una época de la que se guardan más de 4.000 registros, según el Archivo Histórico de Sudáfrica.
Las artes visuales tuvieron una gran importancia porque llegaban fácilmente a toda la población, permitían codificar los mensajes y reflejan sin miramientos la realidad que vivían a diario millones de personas, tal y como explicó Vanessa Anaya, miembro de Wiriko y encargada de la presentación de la muestra.
El llamado South African Poster Movement tiene su verdadero momento álgido en los años 80, pero ya desde principios del siglo XX algunos carteles reflejaban bien la realidad que vivían los miles de trabajadores negros que fueron llegando a las ciudades en los años 20 para trabajar, en condiciones de semiesclavitud, en las recién descubiertas minas de oro.
Sin embargo, fue a partir de la formalización oficial del Apartheid (1948) cuando comenzó a surgir un movimiento más político, a través del cual se pudo conocer la realidad que se vivía en los guetos entre los trabajadores negros. Eran años de miseria y desigualdad pero en los que la represión todavía no había caído brutalmente contra los negros y en algunos townships como Sophiatown, Alexandra o District Six afloraba la cultura popular en forma de música y bailes organizados en los sheebens, bares clandestinos donde se mezclaban gansters, canción protesta y mucha política.
Precisamente de Alexandra, uno de estos vibrantes townships, surgió el que sería el verdadero documentalista de la vida bajo el Apartheid, Alfred Khumalo, de cuya cámara salieron fotografías que dieron la vuelta al mundo, mostrando sin contemplaciones ni censura la realidad del régimen racista. Imágenes que, junto a la de otros fotoperiodistas como Peter Magubane, se publicaban semana tras semana en la revista Drum Magazine, uno de los mejores archivos para documentar la vida bajo el Apartheid.
Tras la dura represión de los años 60, en los 70 se produce un resurgir del South African Poster Movement, gracias en buena parte al Movimiento de Conciencia Negra, creado por Steve Biko, cuyo discurso, basado en devolver la dignidad a los negros, caló muy profundamente no sólo en los estudiantes sino también en los artistas e intelectuales africanos.
Es entonces cuando toma fuerza la idea de que “los posters no deben ser arte, sino armas de lucha”, y tal es el caso del proyecto Medu Arts Ensemble, -liderado por Thami Mnyele-, cuyos miembros se denominaban a sí mismos como ‘trabajadores culturales’ en lugar de artistas y trabajaban siempre en contacto con la comunidad. Una comunidad que, además, a partir de los años 80 se moviliza cada vez más, y se organiza social y políticamente a través de sindicatos, grupos comunales, educativos… creando una gran necesidad de carteles para difundir sus convocatorias y encuentros. Es entonces cuando se comienza a reivindicar la liberación de los presos políticos, entre ellos de Nelson Mandela, del que en realidad no se tenían imágenes, pues llevaba ya más de 20 años encarcelado.
Cuando, por fin, tiene lugar la esperada transición a la democracia, el movimiento no se detiene, pero sí hay un descenso en la producción de carteles, cambia la temática –temas menos reivindicativos, más enfocados a concienciar a la población sobre la importancia del voto o el peligro del VIH- y algunos de los cartelistas más implicados son dados de lado por los partidos para utilizar a grandes empresas publicitarias a la hora de crear sus campañas. Es el principio del fin de un movimiento que se da por terminado a finales de los 90.
[…] una exposición de 48 carteles sobre el papel de la cultura en la lucha antiapartheid (también hablamos de ello en este blog) , y lo han hecho los medios […]
[…] suerte, igual que durante el Apartheid siempre hubo medios y periodistas dispuestos a saltarse la censura para mostrar la Sudáfrica que el régimen quería […]