Percibimos la literatura africana como una nebulosa- un autor aquí, otro allá- pero hay filiaciones, emparentamientos, escuelas, tendencias temporales… Los escritores se influyen o contraponen unos a otros y se pueden establecer ciertas clasificaciones. Esto es lo que intenta hacer la escritora congoleña Lilyan Kesteloot en su libro Historia de la Literatura negroafricana, publicado por Ediciones El Cobre y Casa África.
En él analiza la creación literaria africana –con especial énfasis en la francófona- desde los tiempos de la colonización hasta la actualidad sin olvidar los antecedentes de una profunda tradición oral. Es un libro muy completo (y muy largo), pero sobre todo muy bien estructurado lo que te permite dirigirte fácilmente a lo que más te interesa. Se divide en cuatro grandes partes:
- Los orígenes (Tradición oral, René Maran, Revue de Monde Noir, el Harlem Renaissance…)
- El nacimiento de la Negritud (L’Étudiant Noir, Aimé Césaire, Sédar Senghor, París como centro neurálgico de este resurgir…)
- La Negritud Militante (revista Tropiques, la Anhtology de Sengohor, Sartre, Presence Africaine…)
- Las turbulentas independencias y el futuro
En este post voy a hablar especialmente de este último capítulo, que abarca los últimos 50 años y en el que la autora entremezcla la historia política y económica del continente con la creación de los autores. Es básicamente un resumen del libro y los entrecomillados corresponden a frases literales.
La euforia de las independencias
La década de los 60 comienza con la euforia de las independencias: los africanos se habían liberado de todos los yugos, ahora eran libres, dueños de su destino, capaces de todo… Así lo veían y transmitían los escritores. La negritud lo ocupaba todo, era un proyecto positivo de desarrollo y solidaridad. Además, los intelectuales fueron promovidos a puestos de responsabilidad, un diploma era sinónimo de trabajo y todo estaban convencidos de ser ellos quiénes iban a crear un mundo nuevo. En estos primeros momentos, los escritores negros se manifestaron por tres vías principales: novela social, teatro histórico e inscritos de inspiración tradicional.
Novela social: La pionera fue La aventura ambigua, de Cheikh Hamidou Kane. “Su perfección estilística, altura de sentimientos y observaciones filosóficas hacen de éste el típico libro de estudio en institutos. Todos los intelectuales se reconocían un poco en Samba Diallo [el protagonista]”. Además, la novela inaugura el temática del conflicto entre tradición y modernidad, sabiduría africana versus técnica europea, idealización de medio tradicional y familia… haciéndose eco de algunos clásicos como El niño Africano (1953) de Camara Laye y Maïmounak(1953), de Abdoulaye Sadji. A ella le siguieron luego otras como Le mandat, de Ousmane Sembene, sobre las contradicciones entre un presupuesto moderno y la solidaridad familiar a la antigua usanza, una temática que se prolonga hasta los años 80, ya con la novela de costumbres, reflejada en libros como:Le sang des masques, del camerunés Seydou Badian Kouyaté (1976) y Mi carta más larga, (1979) de Mariâma Ba.
El teatro histórico: En cuanto al teatro, la obra de Aimé Cesaire La tragedia del rey Christophe (1963) abrió nuevos caminos. En África se entendió y siguió la línea del mensaje, que daba paso a una nueva tradición: la del teatro histórico de carácter político. Entre los continuadores nos encontramos con el autor Djibril Tamsir Niane, de Guinea Conakry, que publicaba su obra Sikasso en 1971; el senegalés Amadou Cissé, con Les derniers jours de Lat Dior (1963), en el que recuerda a un célebre resistente frente a la colonización; el costamarfileño Bernard Dadiécon su libro Togo –Gnini y muchas otras más. En definitiva, era «un teatro histórico hecho en años de optimismo que engrandece a héroes del pasado”, dice la autora.
También hubo libros críticos con los primeros gobiernos, pero claro, ésos cayeron en desgracia y nadie quiso seguir ese camino. Es lo que pasó con la obra de teatro de Césaire titulada Une Saison au Congo, (1966) relacionada con muerte de Lumumba en Zaire. Comenzaban los años del partido único y la libertad de expresión era relativa. Quizás se lo podían permitir en novela o poesía, pero no en teatro, porque estas grandes obras empezaron a representarse por las principales capitales africanas.
El relato de inspiración tradicional. Tan sólo un pequeño número de escritores africanos de 1 960 se interesaron por la etnología, pero algunos se pusieron manos a la obra. Así, por ejemplo, el nigeriano Chinua Achebe consiguió crear con The arrow of God (1964) o Todo se desmorona (1958), unas novelas totalmente impregnadas por el espíritu tradicional en las que la lógica de la sociedad antigua dominaba todavía a la juventud. Además, escritores y profesores se dedicaron a grabar o transcribir los cuentos que se narraban en lenguas locales y los lingüistas iniciaron el estudio para enseñarlas. Como resultado, comenzó la publicación de cuentos y proverbios, como Soundjata (1960), que alcanzó casi de inmediato la categoría de clásico, y muchas otras (ver p. 345).
En el terreno de la poesía, cuenta Kesteloot, los poetas se habían dejado llevar más todavía por la euforia del momento y en su producción dominaba la exaltación de la libertad.* Pero también en estos años hubo un discurso crítico comprometido. Pero al igual que pasó con el teatro, estas voces no gustaron mucho y fueron minimizadas. Así pasó con el libro de Yambo Ouologuem, Devoir de Violence (1968) que fue “condenada porque presentaba antihéroes cínicos y ambiciones que contrastaban con los portavoces de la negritud; además de una feroz crítica contra el mundo tradicional y sus dirigentes”. A ello se unió la acusación de plagio de algunos de sus pasajes y al final, “toda la intelligentsia negra de Francia, al igual que la de África, se unió contra el escritor”. Y lo mismo sucedió con la novela de Malick Fall, La plaie, una novela filosófica que ponía en entredicho la solidaridad africana, especialmente entre los más pobres. Trataba de un problema individual de integración social, no tanto político, pero fue también denostada y cayó en el olvido.En cambio, el libro del maliense Amadou Kourouma, Los Soles de las independencias(1970), de contenido también muy crítico, tuvo una buena acogida, convirtiéndose de hecho en un poco de faro para la literatura africana. «Kourouma liberaba a los novelistas africanos del corsé de la lengua académica, a la cual nunca habían osado sobrepasar».Era quizás el inicio del desencanto que entraría en boga a principios de los 80, un tema que trataremos en el próximo post.
Africa es un continente maravilloso y con todas sus puertas abiertas.
BAKALE desde Guinea Equatorial.
[…] de 1969. Aurora Moreno señala desde “Por fin en África” que se trató de “Una novela filosófica que ponía en entredicho la solidaridad africana, especialmente entre los más pobres. Trataba de un problema individual de integración social, no […]
[…] mayo, a partir de las 7 de la tarde, tendrá lugar en el Caixa Fórum de Madrid un seminario sobre Literatura africana escrita en francés. Un encuentro que girará en torno a tres ejes, correspondientes a la […]
[…] tan reconocidos como el Premio Nóbel, y fue sin duda el primero en colocar en el mapa a los escritos de áfrica. Uno de sus primeros libros, Todo se desmorona, publicado en 1959, fue un éxito sin precedentes, […]
[…] Colección África es el último libro de Abdourahman A. Waberi, escritor de Yibuti perteneciente a la generación más joven de autores africanos y que es sin duda el gran referente en las letras de su país. “No porque yo sea genial”, dice, […]
Hola Martita, muchísimas gracias por tu comentario, ¡me ha hecho mucha ilusión! Yo ahora mismo tampoco estoy en África, aunque sí viví un año en Sudáfrica. Seguro que algún día podrás tú también ir para allá, y seguro que te encantará, con sus problemas y cosas buenas.
Un saludo muy grande y ¡bienvenida!
Navegando por internet a horas en que ya debiera estar dormida, he encontrado tu blog. Me ha parecido tan lleno de pasión y de ganas, tan entusiasta y lleno de energía, que me han entrado unas ganas tremendas de poder mudarme yo también a algún lugar de áfrica desde donde poder ver todo lo que leo con mis propios ojos. Desgraciadamente no es posible, pero seguiré leyendo tus artículos con fervor hasta que algún día sea capaz de poner los pies en territorio africano.