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¿Será que viajamos demasiado?

Un artículo más que interesante sobre los viajes en estos tiempos que corren: «Viajar en un mundo de baja energía». Gonzalo Andrade en Kaos en la Red.

¿Será que viajamos demasiado?

Hace tan sólo unas décadas, un viaje era algo único y especial que se pensaba con meses de antelación. Se miraban mapas, se leían libros, se empapaba uno de las esencias de los nuevos lugares a conocer y se aprendían incluso los rudimentos más básicos de las lenguas de los mismos. En los últimos años, las cosas han cambiado. Con el despegue de las compañías de bajo coste y las cada vez más frecuentes ofertas de las agencias, los viajes se han convertido en un acto más de consumo. Se ha puesto de moda sondear Internet a la caza de chollos para volar a donde sea, cualquier fin de semana. No importa donde vayamos, la cosa es tirar de tarjeta y marcharse de vez en cuando. Hace unos meses, una conocida compañía turística española sacó una promoción de vuelos a Nueva York por menos de 300 euros ida y vuelta… en cuatro días». (…) Mucha gente pretende conocer los trópicos sin sudar demasiado, subir a las montañas más altas sin pasar frío y adentrarse en una gran ciudad magrebí o latinoamericana sin toparse con sus miserias.

 

Cuánta razón tiene. Yo me incluyo entre estos nuevos turistas que queremos verlo todo en dos días. Pero me estoy reformando, sobre todo aquí en África y he dejado los viajes relámpago.

«Not aiding Africa»

Un artículo muy interesante escrito por Greg Mills, presidente de la Fundación Brenthurst, con sede en Johannesburgo.

Se publicó originariamente en el New York Times, el 24 de abril de 2009.

Traducción libre y sólo los párrafos más interesantes:

"Not aiding Africa"«Hace menos de cuatro años, la cumbre del G8, reunida en Gleneagles, acordó acabar con la deuda de África y doblar la ayuda para 2010. La ayuda, alabada a bombo y platillo por el primer ministro británico Tony Blair y sus ‘compañeros ilustres’, desde Bono a Bob Geldof, era la respuesta a los problemas de ÁFrica.

Pero de golpe, esta visión políticamente correcta, ha pasado de moda.

Una de las razones clave es que la ayuda ha probado ser un modo extremadamente ineficiente para lograr un verdadero retorno -en este caso desarrollo.

Otra razón es que los argumentos ‘anti-ayuda’ se han ido popularizando poco a poco (por los propios africanos), especialmente por la economista de Zambia, Dambisa Moyo, en su libro Ayuda muerta: Por qué la ayuda no está funcionando y cómo hay un mejor camino para África.

 

Superando la brecha tecnológica

Superando la brecha tecnológicaConectarse a Internet en África puede llegar a ser desesperante.

En Sudáfrica funciona bien, pero en otros sitios como Zimbabwe o Mozambique, la mayoría de las veces se convierte en misión imposible.

Hasta ahora, los países africanos se han basado en las conexiones por satélite para el uso de Internet y para las llamadas móviles. Pero en este asunto, parece que la solución no está en el cielo sino en el mar.

Ya hace una década que el mundo ‘desarrollado’ se empezó a conectar entre sí a través de inmensos cables de fibra óptica que recorren los océanos.

África se había quedado fuera, pero en un futuro muy próximo, diversas compañías pretenden desarrollar hasta tres cables de este tipo que rodearán el continente negro y lo conectarán con Europa.  Si entre medias no se ‘cuelan’ la corrupción y los chanchullos, este nuevo medio de conexión debería suponer más rapidez en la conexión, mejor calidad y un servicio más barato.

Women with balls

La última foto de Kwa Thema merece una entrada para sí sola.

«Women with balls against the violence».

Women with balls
Women with balls against the violence.

Freedom Day II

Después del trabajo bien hecho y de tanto deporte, nada mejor que una contundente comida.

WomenWithBalls Sudafrica
Con el lema “Women with balls against the violence”, las mujeres sudafricanas de numerosos townships se rebelaron ante la violencia contra las mujeres.
« de 5 »

A las 7 de la mañana ya estaba el fuego hecho en Kwa Tema y los pucheros en la lumbre.

Freedom Day II
[Foto: Auro]

Las mujeres se aseguraron de que hubiese para todos con ollas como ésta.

Freedom Day II
[Foto: Auro]

A este hombre se le ocurrió que también él podía hacer algo.

Freedom Day II
[Foto: Auro]

La comida consistió en pollo, pap (maíz), alubias, tomate, ensalada y carne.
Todo buenísimo, la verdad.

Freedom Day II
[Una señora encantadora, aunque en la foto no tiene cara de muchos amigos. Foto: Auro]

Freedom Day (I). Contra las ‘violaciones correctivas’

Cada 27 de abril, Sudáfrica celebra el ‘Día de la Libertad’ en conmemoración de las primeras elecciones libres y democráticas celebradas en el país tal día como este en 1994. Este año, además, la Democracia sudafricana cumplía 15 añitos, por lo que el motivo de celebración era doble.

También este año se celebraron elecciones, y también en esta ocasión ganó el ANC. Sólo que esta vez el presidente no es ya ni remotamente parecido al respetado Mandela; más bien es un populista que nadie sabe muy bien por dónde saldrá.

Pero de lo que quiero hablar es sobre un pequeño acto, al que no asitirían más de 300 o 400 personas celebrado precisamente con motivo del Día de la Libertad pero también en recuerdo a una mujer, Eudy Simelane, que el año pasado fue violada y asesinada. Fue lo que se conoce como ‘violaciones correctivas’ en Sudáfrica.

Eudy Simelane era una de las estrellas de la selección femenina de fútbol, las Banyana Banyana, y una de las pocas mujeres que había reconocido su homosexualidad en público.

Su cadáver fue encontrado en Kwa Thema, tirado a la orilla de un pequeño río que recorre el township. Este fin de semana, miembros de la asociación para la Igualdad de Gays y Lesbianas y de Action Aid Sudáfrica construyeron un puente para atravesar el riachuelo, plantaron un árbol en recuerdo de Eudy Simelane y allanaron el descampado adyacente para hacer un campo de fútbol.

Unos amigos y yo fuimos a Kwa Thema el sábado por la mañana y ayudamos a quitar las piedras del río, a llevar la arena para allanar el campo de fútbol y a plantar algunas flores. No hicimos mucho, la verdad, y no dábamos un duro porque todo estuviese listo para el lunes. Pero la gente de las asociaciones y los vecinos del township trabajaron duro el fin de semana y el lunes, allí estaba el pequeño puente, pintado de color crema; aquí el árbol como si hubiera crecido allí de toda la vida, y un poco más allá el campo de fútbol con sus dos porterías.

Freedom Day (I). Contra las 'violaciones correctivas'
Miembros de la organización Women With Balls, durante el acto en recuerdo a Eudy Simelane. Foto: Aurora M. Alcojor

Probablemente era la primera vez que muchos asistían en directo a un partido de fútbol. Y la emoción ‘en la grada’ se notaba. Unos cantaban, otros bailaban, y todos animaban a rabiar al equipo de chicas locales que metieron una paliza a las visitantes.

Freedom Day (I). Contra las 'violaciones correctivas'Después vino el partido de chavales. Costó mucho elegir a los jugadores porque allí quería participar hasta el apuntador, pero al final salieron dos equipos, que siguieron dando espectáculo otro buen rato.

El rugby, ¿cosa de blancos?

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Creo que se está dando mucho bombo en España a un libro de John Carlin llamado Playing with the Enemy, así que ya sabréis todos que en 1995 se celebró en Sudáfrica el Campeonato del Mundo de Rugby, que el equipo nacional sudafricano, los Srpingbok – a los que durante mucho tiempo se prohibió jugar en competiciones internacionales como sanción contra el Apartheid-, sufrieron mucho para llegar a la final y que en ésta se enfrentaban, precisamente, a los todopoderosos All Blacks, la selección de Nueva Zelanda.

Sabréis también que al final ganaron los Springbok provocando el delirio colectivo -imaginaros, aunque sea difícil, que nosotros hubiéramos ganado el Mundial del 82- y que Mandela supo aprovechar el momento para tener un gesto hacia los blancos, en su mayoría reacios al nuevo Gobierno negro que gobernaba el país desde el año anterior.

Mandela no dudó en vestirse la camiseta verde de los Springboks, bajar al campo a entregar la Copa al capitán y celebrar la victoria con el equipo. Los blancos le correspondieron cantando a coro su nombre en un estadio, el de Ellis Park, lleno hasta la bandera.

Todo esto viene a que el sábado estuve en mi primer partido de rugby. Los Blue Bulls de Pretoria contra un equipo neozelandés. Algo así como la Liga de Campeones, donde los mejores de cada país se enfrentan entre sí. Ganaron los Bulls, el equipo sudafricano, y también se desató la euforia en el campo.

El rugby, ¿cosa de blancos?

[Aparte de tener un montón de normas, el rugby tiene jugadas curiosas como ésta, una de las que más me gustó: Uno saca de banda y los dos equipos tienen que disputarse el balón. Para ello, dos jugadores alzan a un tercero para que se haga con la pelota. Foto: Auro]

El partido me gustó y también el ambiente, pero si hace 15 años sólo había blancos entre el público, este sábado nada había cambiado. Ni un solo negro entre los espectadores. Se podría decir, como escribe Allister Sparks en su libro sobre El milagro sudafricano que “Los negros olvidaron los bailes por las calles de Johannesburgo cuando el equipo nacional, por entonces orgullo de los blancos afrikáner, ganó al Copa del Mundo de 1995; y los blancos no recuerdan ya cuando en el estadio cantaban a Mandela, el primer presidente negro, cuando le dio el jersey con el número 6 al capitán del equipo, François Pienaar“.

Parece un poco pesimista pero, en cierto, sentido, tiene toda la razón.

El tren

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El tren
La estación de Nairobi, poco antes de la llegada del tren. Foto: Aurora M. Alcojor

Después de Nairobi, vino el ‘gran viaje’. Casi diecisiete horas en un tren que más que réplica exacta parece exactamente el mismo que dejaron los ingleses allá por los años 60.

La duración del trayecto debía ser, si no pasaba nada, unas 15 horas. No pasó nada pero tardamos 17. Y todos tan contentos. Porque el viaje es maravilloso.

Sale a las 7 en punto de Nairobi, cuando ya es de noche y no se puede ver nada. Todo está lo suficientemente oscuro como para que los turistas no vean por la ventanilla el desolador panorama de Kibera, uno de los barrios de chabolas más grandes de toda África, y cuyas míseras casas llegan hasta la mismísima vía del tren.

Bien entrada la noche, el traqueteo del tren invita a dormir a pierna suelta hasta que el calor de los rayos del sol y la humedad que ya se nota cuando uno se acerca a la costa empiezan a hacer insoportable la estancia en el ‘compartimento’.

El tren
El tren que hace la ruta Nairobi-Mombasa, en Kenia.

Es entonces el momento de mirar el paisaje, ver pasar los pueblos, las estaciones, los cientos de niños que se acercan para saludar -en realidad para pedir, pero siempre con una sonrisa y un ‘hello’-, las mujeres con sus cántaros y su leña a la cabeza y los niños a las espaldas.

Es el momento de ver las vacas y los campos, la tierra seca por la falta de lluvias y las pequeñas cabañas, separadas unas de otra, que en su conjunto forman algún que otro pueblo. Pueblos unos más o menos afortunados, según tengan estación de tren, colegio o médico, pero todos parecidos.