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Robben Island: Del horror del Apartheid al recuerdo

A algunos les parecerá una aberración, a otros un simple negocio y a muchos una manera efectiva de seguir recordando la barbarie del Apartheid. En mi opinión, es necesario y positivo que esta antigua cárcel, en la que Nelson Mandela pasó 18 años, esté ahora al alcance de todo el que quiera visitarla.»]Prisión Robben Island


Aparecido en Ocho Leguas
Puede resultar grotesco, pero Robben Island es hoy uno de los símbolos de la nueva Sudáfrica, un país que no sólo fue capaz de superar la tragedia del Apartheid sino que ha logrado transformar uno de sus peores recuerdos en un centro de atracción turística de primer orden. Es más, ha reconvertido a los antiguos presos políticos del Régimen en guías que, a la vez que se ganan la vida, recuerdan al viajero la que hace no tanto tiempo era la realidad del país que ahora visitan, esa misma que Clint Eastwood acaba de llevar al cine con Invictus, con Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela.

Visto desde Table Mountain, este lugar, que da cobijo a más de 130 especies naturales, tiene la forma de una apacible tortuga, pero su larga historia no ha tenido nada de pacífica y esta pequeña extensión de tierra ha servido desde siempre para los peores usos imaginables. Ya en el siglo XVII se utilizaba como lugar de internamiento para los enfermos mentales de Ciudad del Cabo y, más tarde, como leprosería, de lo que da fe un pequeño cementerio que todavía pervive en
»]Cementario_Robben Island la isla y una ermita construida en 1841 a la que llamaron, precisamente, la iglesia de los leprosos.Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió como estación de defensa y entrenamiento para los ingleses y, en general, siempre se utilizó como lugar de confinamiento, pero fue tras la implantación del Apartheid, en 1948, cuando Robben Island comenzó a convertirse en lo que hoy la hace merecedora de visita: uno de los mayores centros de detención de Sudáfrica para prisioneros políticos. Por sus celdas pasaron muchos de los que hoy en día dirigen los destinos del paísy allí estuvo preso nada menos que 18 años (del total de los 27 que estuvo encarcelado) el venerado Nelson Mandela.En fila de a dosEl viaje comienza en el Waterfront de Ciudad del Cabo, desde donde, si el tiempo lo permite, un moderno ferry parte puntual tres veces al día con destino a la Isla, a sólo 12 kilómetros de distancia. A la llegada al muelle, una fotografía en tamaño mural recibe al visitante: una larga fila de negros, encadenados y de dos en dos, avanza hacia la prisión bajo la atenta mirada de varios policías armados. Era así como los bantúes -como se denominaba a la gente de color bajo el Apartheid- entraban en la Isla.

A lo lejos, varios autobuses esperan al pasaje, listo para el tour de carácter histórico en el que el guía explica los vericuetos de la historia de Sudáfrica y la lucha contra el Apartheid entre los comentarios de los turistas, que exclaman impactados como si nunca antes hubieran oído hablar de lo que allí se cuenta. Apenas hemos empezado a recorrer los menos de dos kilómetros de diámetro de la isla cuando tiene lugar la primera conmoción: el guía muestra la cantera donde los presos eran obligados a trabajos forzados picando piedra, una labor que produjo importantes problemas de vista a muchos de los reclusos (debido al fuerte reflejo del sol en la roca) y una de las causas por las que el propio Mandela siempre lleva gafas oscuras.
Robben Island: Del horror del Apartheid al recuerdo

Un poco más allá, un detalle llama la atención. Alejada de todo lo demás se alza una pequeña casa de aspecto confortable y apacible jardín con la que desentonan las rejas en las ventanas y la alambrada que la rodea. Es el lugar donde pasó seis años de su vida otro de los presos políticos más importantes de Sudáfrica, Robert Sobukwe, fundador del Partido del Congreso Panafricanista (PAC), una corriente más radical que el Congreso Nacional Africano (CNA) de Mandela y con quien los gerifaltes del Apartheid se ensañaron especialmente. En esa casa-prisión, Sobukwe tenía todas las comodidades -entiéndase cama, libros, periódicos y comida-, pero le estaba absolutamente prohibido estar con el resto de presos e incluso hablar con sus carceleros debido a una ley creada ex profeso para él. Fueron seis años de silencio absoluto.

La celda de Mandela

La historia impacta al auditorio, que se pone en la piel de Sobukwe por unos segundos, mientras el autobús sigue su recorrido hacia el recinto de la prisión, a la que se entra andando. Hoy, la bandera de la nueva Sudáfrica ondea a la entrada, pero nadie se libra de pasar por debajo del cartel que saluda al visitante, en afrikáner y en inglés: Servimos con orgullo. Comienza entonces el recorrido por la cárcel. Primero, las salas múltiples, en las que se acumulaban varios presos. Es la zona de menor seguridad y en una misma habitación podían dormir hasta 40 o 50 condenados, sin que hubiera literas para todos. A continuación, la Sección B, la zona de máxima seguridad: un largo y estrecho pasillo con diminutas celdas a los lados.

Celda de MandelaEl momento apoteósico llega cuando nos acercamos a la celda de Mandela. Es simplemente una más, pero los flashes se disparan y el apelotonamiento es inevitable. Todos quieren la imagen de los 3×2 metros cuadrados en los que el primer presidente democrático de Sudáfrica pasó buena parte de su vida. Una pequeña mesita de noche con una taza y un plato; una manta doblada en una esquina y un pequeño bidón son todo el decorado de la celda del preso 466/64, el que probablemente sea el recluso más célebre de la historia.

A continuación, ya en una sala común, el encargado de la visita, George, que estuvo en la prisión condenado por terrorismo, relata las diferencias de alimentación y vestimenta entre las distintas clases creadas por el Apartheid. El sistema consideraba a los negros inferiores en todo y para todo, por lo que hasta la comida que recibían los presos era distinta: panecillos de trigo para blancos y de centeno para negros; dos terrones de azúcar para los primeros y tan sólo uno para los negros; pantalones largos para unos y cortos para otros y así continuamente, en todos los aspectos de la vida, hasta los más absurdos. Precisamente, estas eran algunas de las cosas que más indignaban a Mandela y que en más de una ocasión llevaron a protestas y todo tipo de plantes por parte de los presos.

La Universidad de la cárcel

Salimos, por fin, al patio. Durante los primeros años, los presos sólo podían estar aquí media hora al día, pero eso no fue impedimento para que aquí se forjaran las grandes reivindicaciones, como la de poder jugar al fútbol -lucha que recoge la película Más allá del juegoy donde se llevaba a cabo una importantísima labor de enseñanza: los presos políticos daban clases a quienes no sabían leer ni escribir y allí se gestaba y transmitía buena parte del ideario político del ANC. Es lo que se dio en llamar la Universidad de Robben Island.

El guía recuerda los momentos buenos pero no evita contar los malos. Habla de los golpes, la violencia y el miedo mientras reflexiona sobre por qué aceptó este trabajo. «El primer día fue muy difícil, no pude evitar ponerme a llorar, pero ahora me gusta explicar a la gente lo que pasó, para que no se vuelva a repetir». Además, y al fin y al cabo, ha conseguido un trabajo y una casa rodeado de compañeros, nada más y nada menos que en un lugar declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1999.

El tour acaba con la obligada visita a la tienda, en la que se puede encontrar la sobreexplotada imagen de Mandela impresa en todos los objetos imaginables, pero también algunas fotografías de otros prisioneros, estos desconocidos, como la de los últimos cautivos que abandonaron la isla, vestidos con traje y el brazo en alto en señal de triunfo, con una inscripción debajo: Queremos que Robben Island refleje el triunfo de la libertad y la dignidad humana sobre la opresión y la humillación.

Un día sin inmigrantes

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Un día sin inmigrantesImagínate que hoy no abre el chino de la esquina. Que vas a cenar al kebab y te encuentras con las puertas cerradas. Que la casa que están construyendo y te habían prometido para diciembre se retrasa porque los obreros no van a trabajar. Que te llaman del INEM porque hay trabajos libres y te mandan a recoger fresas a Huelva. Que la chica ésa tan maja que cuida a tu abuela no aparece por casa esta mañana. Que no te llega el pedido del Corte Inglés porque los mozos de almacén están de huelga…

[Añadido después de leer un comentario que me ha hecho reflexionar: Ese día también nos encontraríamos sin muchos dentistas, médicos, conductores, profesores, empresarios y un sinfn de otros profesionales que trabajan día a día con nosotros. Los prejuicios me han hecho caer en lo que tantas veces critico y pretendo evitar. Mea culpa.. Gracias por el comentario, Mariope]

Todo eso podría pasar si se declarara en España un Día sin Inmigrantes.
Precisamente eso es lo que se espera que pase en Francia el próximo 1 de marzo.

Francia siempre ha sido un país de huelgas, movilización y lucha social. Unas veces con razón y otras sin ella, la gente se moviliza por lo que cree justo o necesario.

Esta vez se está preparando un Día sin Inmigrantes. La iniciativa proviene de la periodista Nadia Lamarkbi y está basada en la protesta que ya se llevara a cabo en Estados Unidos y que dejó a miles de señoras de la limpieza, jardineros, conductores de autobús y otras muchas profesiones en sus casas.

Un día sin inmigrantes

En su manifiesto, se puede leer: «Estamos cansados de las declaraciones indignas dichas por ciertos responsables políticos que buscan estigmatizar o criminalizar a los inmigrantes y a sus descendientes«.
El día no se ha elegido al azar. «El 1º de marzo del 2005 entró en vigor el “código de entrada y residencia de los extranjeros y el derecho de exilio” (CESEDA), más comunmente llamado el código de los extranjeros. Esta ley simboliza una concepción utilitarista de la inmigración, es decir una inmigración escogida según criterios económicos. Esta fecha simbólica es el día ideal para hacer un llamamiento a “un día sin inmigrantes”.

Habrá que esperar para ver la repercusión del evento. No es fácil quedarse un día sin trabajar: aparte del dinero, están las posibles represalias. Pero al menos es una buena iniciativa. De momento, ya tienen un grupo en facebook con más de 65.000 miembros y hasta la BBC ha hablado de ellos.

En recuerdo a los que perdieron la vida intentando llegar a España

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No es habitual que alguien se acuerde de los inmigrantes que murieron intentando acceder a nuestras costas. ‘Bastante tenemos con preocuparnos de los que sí llegan’, deben pensar las autoridades.

Pero la semana pasada hubo un momento para el recuerdo. Un momento para honrar a los 25 inmigrantes -17 de ellos menores- que murieron el año pasado por estas fechas en la playa de Los Cocoteros, en Lanzarote.

Un pequeño monolito de cemento gris con una placa encima, un recuerdo humilde, como probablemente fueron sus vidas. Porque siempre hay quienes se empeñan en recordar. Como hizo Jose Naranjo con sus Invisibles de Kolda, sobre otra tragedia, una mucho peor porque los inmigrantes no llegaron ni a acercarse a tierra y no hay constancia oficial de su muerte.

Y también una lección de solidaridad, porque este monolito servirá además para recordar al uruguayo Christian Hunt que aquel 15 de enero de 2009 se lanzó al agua para salvar a los únicos seis supervivientes de la patera.

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Madame Bâ

Madame Bâ

Este es uno de mis libros preferidos sobre África y me gustaría compartirlo con todo el mundo porque puede que mucha gente nunca haya oído hablar de él.

Madame Bâ es la historia -de ficción, pero muy ajustada a la realidad- de una mujer de Mali ya entrada en años que tiene la firme intención de ir a Francia en busca de su nieto, el cual abandonó su país de origen después de que un supuesto cazatalentos internacional le regalara el oído hablándole de su gran potencial como futbolista y el brillante futuro que le esperaba jugando en uno de los grandes equipos de Europa. Las cosas no fueron como le habían contado y ahora el chiquillo agoniza por los albergues para pobres de París. Su abuela lo sabe y toma la decisión de ir a por él y traerle de vuelta.

Madame Bâ

Con este fin, pide un visado temporal para viajar a la que fuera la metrópoli de su país. No pretende emigrar, de ninguna manera quiere aprovechar para quedarse en Francia y ni se le pasa por la cabeza hacer las cosas de manera ilegal. Así que se enfrenta al formulario ‘oficial’13-0021 que el Hexágono pone a disposición de los extranjeros.

Pero el visado es denegado.

Es entonces cuando Madame Bâ decide responder, a su manera, en una larga carta dirigida al Presidente de la República Francesa, a las absurdas preguntas del maldito formulario. Absurdas porque Madame Bâ no puede explicar en cuatro casillas el nombre de su madre y su padre; porque sus progenitores no son un nombre, sino una historia; una rama genealógica que se extiende cientos de años en el tiempo. Absurdas porque no puede responder en una sola línea cuál es su profesión, ya que ella ha sido madre, pañuelo de lágrimas de amigas y desconocidos, profesora e inspectora del Servicio de Educación Nacional, cocinera, ayudante de su padre, viajera, esposa… y mil y una profesiones más.

Así, a través de las preguntas de este formulario, el autor va desgranando la historia de Madame Bâ en el libro que lleva su nombre.

¿Lugar de nacimiento? No puede especificar un sitio ni un momento porque a los pocos días de nacer se trasladó de ciudad y porque eso, en su opinión, no vale de nada si no le cuenta al Presidente su maravillosa infancia al borde del río, el amor de su padre, sus ganas de aprender, su querencia por hacer cosas que ‘no estaban hechas para las mujeres’…

¿Situación de la familia ? Difícil responder en una palabra (casada/soltera/viuda). Así que Madame Bâ cuenta su pasión desatada con su marido, el abandono de éste y los hombres posteriores de su vida -alejándose, por cierto, del tópico de mujer africana utilizada por los hombres-.

¿Hijos? Ocho nada menos que no se pueden reducir a un número, porque cada uno tiene una larga historia, desesperaciones y alegrías que, cree Madame Bâ, son importantes para que el presidente la conozca y pueda decidir con conocimiento de causa si le deniega el visado.

Hace ya mucho que lo leí, pero recuerdo con claridad algunas cosas: la alegría que tenía Madame Bâ en los años previos a la independencia y los primeros días de ésta, cuando creía que su país alcanzaría por fin el tan cacareado desarrollo. Su lucha contra los primeros conatos de corrupción que ella presenció directamente en el país. Su labor como maestra e inspectora, que le llevó a trabajar con gentes de alto rango. Y también las penurias, los sufrimientos, los dolores y la difícil vida que, sin darle apenas tregua, persigue a Madame Bâ.

En definitiva, una novela que, además de engancharte desde el primer momento, te permite conocer la historia de Mali, porque si bien el personaje es ficticio, lo que le rodea es real, -algo así como ‘Cuéntame’-.

Madame Bâ

El autor, por cierto, es Erick Orsenna, un francés nacido en París que ha visitado África cientos de ocasiones tomando notas y documentándose para este libro. Un autor de libros para niños- y de obras para adultos contadas como si fueran para menores-que define a Madame Bâ como «el retrato de una mujer. Una mujer africana, es decir, una mujer que, más incluso que el resto de las mujeres, debe luchar por su dignidad y su libertad».

En la web de Orsenna, se puede encontrar mucha más información sobre él y sobre sus libros: el proceso de creación, fotos, notas, documentos y hasta información sobre cada uno de los temas.  Después de leer el libro, sentiréis la necesidad de saber más de él. [Por cierto, aunque en la web está todo en francés, el ejemplar se puede encontrar sin problemas en español]

El triste exotismo de la guerra

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El triste exotismo de la guerra

Floren me envía esta reliquia del Archivo de la Dirección General de Turismo, encontrado por una profesora suya.

Viajes a los frentes de la Guerra Civil española por el módico precio de 8 euros. Un folleto editado por el bando nacional en el que los maravillosos paisajes del norte de España se ven acompañados de imágenes de los campos de batalla. Es de 1938 y el ‘tour’ se vendió a periodistas británicos. En él se aseguraban «excursiones en confortables autobuses, un guía cualificao y alojamiento en hotees de primera clase. La búsqueda de emociones fuertes y aventuras viajando a países en conflicto o con grandes problemas no es nuevo. Antes era España y ahora África o Haití. Todos queremos sentirnos ‘héroes’ por un día. Contar a los amigos lo que vimos y lo que sentimos.

El triste exotismo de la guerraTampoco el intento de los Estados de ‘dirigir’ a los periodistas es de ahora. Este ‘tour’ organizado que al final sólo hicieron periodistas se parece bastante a la tendencia actual a llevar corresponsales ‘empotrados’ en el Ejército. De hecho, también en esto fue pionera la Guerra Civil española, pues muchos de los periodistas que la cubrían se decantaban claramente hacia un bando o el otro y contaban con su apoyo. Ése fue el caso, por ejemplo, de la gran fotógrafa Gerda Taro –tristemente más conocida por el que fuera el amor de su vida, Robert Capa, que por sí misma-, que cubrió la contienda para varias publicaciones internacionales, siempre al lado de los republicanos, y que murió durante la Batalla de Brunete, en julio de 1937.


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Floren me envía esta reliquia del Archivo de la Dirección General de Turismo, encontrado por una profesora suya.

Viajes a los frentes de la Guerra Civil española por el módico precio de 8 euros. Un folleto editado por el bando nacional en el que los maravillosos paisajes del norte de España se ven acompañados de imágenes de lso campos de batalla. Es de 1938 y el ‘tour’ se vendió a periodistas británicos.

La búsqueda de emociones fuertes y aventuras viajando a países en conflicto o con grandes problemas no es nueva.  El show continúa, hoy como ayer. Hace 70 años, los españoles eran el show. Ahora lo son los africanos, los haitianos o cualquier otro.

Tampoco cesa el intento de los Estados de ‘dirigir’ a los periodistas. Ya sea a través de ‘tour’ organizado o ‘empotrando’ a los periodistas en el Ejército. De hecho, también en esto la Guerra Civil española fue pionera.  

OCULTO

Oportet Editores. Porque es necesario que siga habiendo libros

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En 2008 se editaron nada menos que 75.933 títulos. Cada día se lanzan al mercado cientos de novelas, libros de historia, ensayos, poemarios y un sinfín de obras de todo tipo. Muchos son insustanciales, plagios, absurdos o simplemente malos, muy malos. Pero otros muchos nos descubren cosas, nos abren nuevos caminos, nos sirven para seguir aprendiendo, nos hacen pasar una buena tarde leyendo, nos cautivan, nos enseñan y, una vez que los hemos leído, pensamos, «qué necesario era un libro como éste».

Oportet Editores. Porque es necesario que siga habiendo librosEs por eso que siempre es una buena noticia el nacimiento de una editorial. Y más si viene de la mano de dos profesionales. El uno con amplísima experiencia; el otro, cargado de conocimientos. Y los dos, llenos de ilusión.

Desde aquí quiero dar la bienvenida a Oportet Editores porque, como ellos dicen en su presentación, “Es necesario que siga habiendo libros; es conveniente que estén bien hechos”.


Estoy convencida de que el futuro les deparará grandes éxitos, aunque también pequeños fracasos –que les servirán para aprender y mejorar– y espero que pronto podamos empezar a disfrutar con sus libros.

De momento, nos regalan un blog, Entre Miradas. Un lugar que rebosa literatura por los cuatro costados, en el que reflexionan sobre las letras españolas e internacionales y en el que nos mantendrán al tanto de lo que pasa en el mundillo literario.

Enhorabuena por la iniciativa y mucha suerte.