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No es país para negras, teatro en busca de referentes

Una hora de furia, de verdades escupidas a la cara sin acritud, pero sin cortarse un pelo. Una hora en la que la actriz Silvia Albert, responsable del espectáculo junto a Carolina Torres Topaga y Laura Freijo, habla de tú a tú al espectador mientras hace un recorrido por una biografía generacional que no es sólo la suya sino la de muchas otras mujeres españolas y negras como ella.

No es país para negras, teatro en busca de referentes
Silvia Albert Sole en un momento de la obra ‘No es país para negras’, de la que es autora junto a Carolina Torres Topaga. 

Una obra que va más allá del simple teatro para convertirse en un espectáculo multidisciplinar en el que las nanas y los efectos especiales se mezclan de un modo natural y sencillo. Un montaje que es en realidad un monólogo en el que la única protagonista nos cuenta sus vivencias,vistas con los ojos de quien, a los 40 años, se puso a analizarlas y se dio cuenta de que no existían referentes para ella. “Buscaba un espejo donde mirarme y no lo había”, explica.

Porque imagínense lo que era ser una niña negra, nacida en San Sebastián en 1976 –“¿San Sebastián de dónde?, ¿el del País Vasco, el del España?”, era la invariable respuesta–. No fue hasta los cinco años cuando comenzó a darse cuenta de que era negra –“negra, me gritaban negra”, canta en un homenaje al poema de la afroperuana Victoria Santa Cruz–. Pero ¿Qué es ser negra?”.  Ser negra era, en el mejor de los casos, que te tocasen el pelo y los brazos, que te llamasen conguito o te preguntasen de dónde venías. En el peor, venían las risas, los insultos o el desprecio.

La adolescencia no mejoró las cosas, y en su texto recoge historias, suyas y de otras mujeres negras con las que ha compartido reflexiones, del primer novio, su familia, sus amigos… Un repaso a la sociedad española, desde la abiertamente racista a aquellos  que acercaban a ella desde una posición paternalista o caritativa. Un discurso donde el chaparrón cae por igual a progres que a carcas y que dispara lo mismo a El Corte Inglés que a Mercadona.

Y todo ello acompañada sólo de música, unos focos y una camisa de motivos africanos que lo mismo hace de bebé que sirve de cama. Un texto brillante, bien contado y cantado, repleto de la fuerza que le da la espectacular voz de la actriz y la cercanía que permiten las producciones pequeñas.

En la parte discursiva, tampoco escapan a la crítica la colonización –‘nosotras estábamos aquí primero’, el machismo, y hasta los negros que niegan la realidad, probablemente para no tener que afrontarla. “A mí nunca me han parado por ser negra… Bueno, sí, una vez, pero…”. Citando a Malcon X y su discurso A las bases, dice Silvia: «Están los negros de la casa y los del campo. Los del campo odian al amo, pero los de la casa le aman (…) Están domesticados».

No es país para negras, teatro en busca de referentes
Un momento del espectáculo No es país para negras, protagonizado por Silvia Albert.

 También hay espacio para la idealizada madre patria: África, donde se ecuentra el árbol sagrado de los mangos, pero una reflexión muy clara: “pero tampoco soy de Guinea: allí soy una turista”, se dice ella misma. Así que no le queda otro que seguir buscando referentes aquí en España que, definitivamente, no es país para negras -¿por qué una actriz negra no puede ser nunca Bernarda Alba, por ejemplo?»-. Y si no los encuentra, mujeres como Silvia Albert tendrán que crearlos ellas mismas. Sin duda, es lo que ya están haciendo con esta obra. Un pedazo de texto que merece mucho la pena ver para seguir deconstruyendo ideas y prejucios.

Eso sí, como pequeña producción que es, No es país para negras se representa sólo en pequeñas píldoras aquí y allá. Así que para quienes estéis interesados, podéis seguirlas en su página web o por  facebook y ver por dónde andarán en los próximos meses.

Buchi Emecheta y el womanism

Buchi Emecheta y el womanism
Buchi Emecheta, escritora nigeria y una de las primeras africanas en comenzar a publicar novelas, ha fallecido el 25 de enero de 2017.

Buchi Emecheta es una de las más reconocidas y prolíficas escritoras nigerianas. Nacida en 1944 en Lagos (Nigeria), en una familia igbo, tuvo la posibilidad de disfrutar de una buena educación, pero fue obligada a casarse a los 16 años con un hombre mayor que ella. Junto a él emigró a Londres, donde tuvo cinco hijos, y donde el matrimonio terminó por romperse. Desde entonces, Emecheta se hizo cargo de sus descendientes, a pesar de lo cual logró graduarse en Sociología al tiempo que trabajaba como bibliotecaria en el Museo Británico.

Fueron años extremadamente complicados, en los que ser mujer, negra e inmigrante no le puso las cosas precisamente fáciles. De sus vivencias y penalidades en la capital británica nacieron sus dos primeras obras In the Ditch (1972) y Second-Class Citizen (1975), cuyo título es ya toda una declaración de intenciones.

Más tarde, dirigió su mirada a la lucha de las mujeres africanas para desarrollarse en una sociedad dominada por hombres, tal y como hace en The Bride Price (el precio de la novia) (1976), The Slave Girl (1977), Kehinde (1994) y The new tribe (2000).

Su obra de mayor éxito es Las delicias de la maternidad (1979), una obra muy estudiada todavía hoy. En ella da la vuelta al mito de la maternidad, convirtiéndose en la “primera novelista africana que articuló la opresión patriarcal de las sociedades africanas”, en palabras de Ana María Bringas en el texto Colonialismo y patriarcado en la literatura de autoras anglófonas de África y el Caribe. 2000.

Buchi Emecheta y el womanism
Las delicias de la maternidad, un durísimo relato sobre la realidad a la que se enfrentan las mujeres y la obligación que las acompaña de tener y dedicarse a sus hijos.

(Leer más sobre este libro aquí).

Escribió sobre las luchas feministas, aunque no se consideraba feminista como tal, sino que se adscribía más a la corriente del denominado womanism (mujerismo), definido por primera vez por la escritora afroamericana Alice Walker, en su obra de 1983 In Search of Our Mothers’ Gardens, A Womanist Prose (1983). Esta corriente, nacida en la sociedad afroamericana, se extiende también a las africanas pues pretende combinar la cultura propia con la familia, la maternidad y las formas de opresión y marginalización de raza, etnia y clase derivadas de la realidad africana, a las que el feminismo clásico no había tenido en cuenta.

“Creo en el tipo africano de feminismo. Lo llaman mujerismo, porque, verá, ustedes las europeas no se preocupan por el agua, no se preocupan por la escolarización, ustedes son ricas. Pero, ahora yo compro unas tierras y digo “de acuerdo, no puedo construir en ellas, no tengo dinero, así que se las doy a unas mujeres para que las cultiven”. Ése es mi estilo de feminismo”.

Esta corriente, si bien reconoce cierta afinidad con el feminismo occidental, pone de manifiesto las necesidades y objetivos específicos del feminismo africano, y las desigualdades de sus sociedades, reforzadas o incluso aumentadas en muchos casos por la llegada del colonialismo.

Los párpados cerrados de Centroáfrica

En marzo de 2013, República Centroafricana vivía su enésimo golpe de Estado -la media es de uno cada diez años- y desde entonces el país se descompone a pasos agigantados. No es que la situación fuera buena antes, pero ahora la inestabilidad política y la falta de gobierno efectivo –fuera de Bangui apenas hay judicatura ni fuerzas del orden- se han sumado a décadas de dificultades sanitarias, económicas y sociales. Con una edad media de vida de 48 años, República Centroafricana es uno de los países más complicados para vivir.

Los párpados cerrados de Centroáfrica
Inicio del documental 'Los párpados cerrados de Centroáfrica'.

Allí vive, sin embargo, Berta Mendiguren, antropóloga y consultora en cooperación al desarrollo, y allí ha decidido irse a rodar este documental Alfredo Torrescalles, periodista y director de cine, que ha querido ayudarnos a entender este conflicto silenciado que desangra el país.

Todavía a día de hoy, cuatro años después del golpe de Estado, quedan unos 493.000 refugiados fuera del país y cerca de  370.000 desplazados internos, algunos de ellos instalados en provisionales tiendas de campaña en el aeropuerto de Bangui, la capital de RCA. Precisamente con esta imagen comienza Los párpados cerrados de Centroafrica, que nos presenta de forma coral una compleja realidad que se aleja mucho del simple ‘conflicto religioso’, tal y como a veces se ha presentado el conflicto.

Resumiendo mucho, se podría decir que el golpe de Estado estuvo protagonizado por varios grupos armados conocidos como la Seleka (coalición) mayoritariamente musulmanes y del norte, cansados del abandono que afirmaban sufrir desde el gobierno y de ser considerados como extranjeros en su propio país, según explican. Estas guerrillas cometieron grandes desmanes que pronto fueron respondidas por los llamados “antibalaka”, principalmente cristianas.

Desde entonces, comenzó a extenderse el caos, tal y como nos muestra poco a poco la cinta, que entre otras cosas cuenta con dos valiosísimas entrevistas: al general Abdel-Khader Khalil, uno de los rebeldes seleka, y al sargento Alfred Yecatombe Rombhot, jefe del movimiento antibalaka de la zona sur.

El autor viaja además a varios lugares del país, lo que le permite comprobar que fuera de la capital, el Estado como tal no existe. Un país sin dalida al mar, encajonado en el centro del continente y con unos complicados vecinos: al sur, la frontera con la República Democrática del Congo; al oeste, con los actuales Sudán del Norte y del Sur, y al norte, con Chad. Sólo al Este, con Camerún y Congo Brazaville, la situación es un poco más tranquila.

Justo en la frontera con la RDC, separado del país vecino por el Río Bomú, se encuentra Bangasú, ciudad que tiene como obispo al español Juan José Aguirre, una de las figuras que junto a otros líderes religiosos musulmanes trabaja para que se deje de tratar el enfrentamiento como un conflicto confesional.

Seaa como sea, el caso es que en Bangasú ya no queda nada: la administración se ha marchado a la capital, donde se siente más segura. Ya no hay nadie en los tribunales ni en las fuerzas del orden. La cámara recorre las instalaciones vacías del palacio de justcia y en comisaría sólo consigue entrevistar a dos policías, que afirman llevar meses sin recibir su paga. En esta situación, la población soluciona las cosas a su manera. Y la venganza, después de meses de asaltos y asesinatos entre selekas y antibalaka, está a la orden del día. Pero lo peor es que todo el mundo tiene armas. Armas llegadas tras la desintegración de Libia que se encuentran al alcance de la mano y cualquier bolsillo en los mercados locales. Consecuencia directa de las fronteras porosas y la proliferación de pequeño armamento en toda África. “Las granadas de mano se venden a un euro en el mercado”, nos explicaban los autores en el coloquio posterior.

Y no sólo son las armas. Aquí todo se puede comprar y vender ilegalmente: desde productos farmacéuticos a piel de caimán, pasando por diamantes o el oro. Una realidad que se ve en las minas de oro y diamantes del norte. Precisamente hasta allíl nos lleva el documental, a las minas de Nzaco, donde los negocios funcionan y los beneficios siguen alimentando la guerra.

Los párpados cerrados de Centroáfrica
En las minas de Nzaco, al norte de Centroáfrica, todo el mundo busca oro. Allí, todo se puede comprar y vender.

Porque lo cierto es que los problemas del país son mucho más profundos que la división religiosa, y de hecho durante décadas, musulmanes y cristianos convivieron pacíficamente juntos. Barrios en los que se juntaban y en los que los lazos de vecindad eran mucho más mportantes que las diferencias religiosas.

Y así, quedan para la esperanza los grupos de jóvenes, mujeres o líderes religiosos trabajando por la paz. Los comités interreligosos de mediación y los encuentros de superación de traumas. Sin embargo, también hay metraje muy duro, como las imágenes de niños, muy pequeños y muy politizados, insultando a la presidenta Samba Panza, o las declaraciones de quienes ya sólo desean venganza.

Es, en definitiva, un documental muy completo, que ofrece una visión amplia de muchas de las aristas del conflicto –imposible tocarlas todas en 70 minutos;  el propio director afirmaba haberse quedado con ganas de seguir el rastro de las armas, por ejemplo-. Y la mejor prueba de su buen hacer es que ha sido seleccionados por Fespaco, probablemente el festival de cine más importante de África  en la sección denominada ‘África vista por…’. Todo un honor más que merecido.

Proyecciones  del documental en España:

Y si quieres verlo, todavía estás a tiempo en diversas ciudades de España.

– En Barcelona, en los Cinemes Girona, el día 26 a las 18h.  Compra de entradas aquí.

– En Lleida, en el cine Funatic el miercoles 25 de enero a las 20h. Compra de entradas en taquilla .

– En San Sebastián,  en el cine Trueba, el 2 de febrero a las 20h. Compra de entradas en taquilla .

· En Zarautz, en el cine Modelo, el 8 de febrero a las 20h. Compra de entradas en taquilla .

Y Para estar al corriente de los estrenos en otras ciudades, puedes seguir a Fascina Producciones en su página de facebook.

 

Ken Bugul, una escritora en búsqueda continua de su identidad

Ken Bugul, una escritora en búsqueda continua de su identidad
Ken Bugul, una intensa vida en busca de sus raíces.

No todos los escritores pueden presumir de tantas y tan variadas experiencias como las de mi autora adoptada. A sus 70 años –aunque aparenta la mitad– Ken Bugul ha pasado por la vida bohemia de París, las drogas, el matrimonio, la soledad, la poligamia compartida con 20 mujeres, los desayunos en bandeja de plata y los cuencos de arroz comidos en el suelo, las becas para estudiar en Occidente y la mendicidad en su Senegal natal.

Pero todo esto no fue suficiente para cerrar una herida que se abrió de pequeña, con tan solo 5 años, cuando su madre la abandonó, dejándola al cargo de una familia extensa con un padre de 85 años y unos hermanos que bien podían haber sido sus tíos. “Tenía una familia sin estructuras reales”. Una familia en la que nadie se ocupó nunca de ella y en la que los besos y abrazos brillaban por su ausencia. Una familia en la que, desde luego, Mariètou Mbaye Biléom –el nombre con el que vino al mundo- no encontró nunca su sitio.

Por eso buscó –y por un tiempo creyó encontrar– sus raíces en la escuela francesa. Esa escuela colonial y alienante en la que todo lo francés era lo bueno, todo lo africano malo. [“No podía imaginarme su decadencia porque durante 20 años no me habían enseñado más que su superioridad. (P.71) “Maestro era la primera profesión del hombre negro colonizado: enseñar la lengua colonial, la poesía colonial, el sueño colonial”].

Así que ella quiso sentirse francesa, vestirse a la Europea y formar parte de esa familia colonial. Y creyó lograrlo. Hasta que puso un pie en Bruselas y se dio cuenta de la cruda realidad: ese pequeño detalle de que ella era negra y los europeos no. Eran los años 70 y no era fácil ser africano en la metrópoli.

Ken Bugul, una escritora en búsqueda continua de su identidad
Ken Bugul, escritora senegalesa

Comenzaría entonces una interminable búsqueda de identidad, que le llevó de Bruselas a París, de una orilla a la otra del Sena, y de una cama a la siguiente. Una clara lucha interior en una carrera inconclusa en busca de sus raíces.

Todo esto lo plasmaría luego en El baobab que enloqueció (1982), su primer libro, que recoge en líneas generales los efectos del post colonialismo, la búsqueda de identidad y la desazón constante de no formar parte de un mundo ni de otro. Un libro en el que el abandono materno está siempre presente [sería interesante saber qué fue de aquella madre, qué le llevó a abandonar a su hija de cinco años, algo no sólo poco habitual sino por supuesto tabú, ya sea en África como en Europa] y en el que abundan las referencias autobiográficas, aunque no es una autobiografía.

En él, Ken Bugul habla de su lugar de nacimiento, “este pueblo perdido en los confines de Ndoucoumane, que sólo conocía el tren porque lo atravesaba sin pararse”; de sus días en la escuela, de su partida… Todo en ello en un estilo que mezcla la narración más llana con la poesía pura: “Aquella mañana nos despedimos. Me marchaba. Los demás se quedaban. Me iba muy lejos. Corté mis raíces para dirigirme al Norte. El Norte de los sueños, el Norte de las ilusiones, el Norte de las alusiones, el Norte de referencia, el Norte Tierra Prometida”.

Un norte en el que rápido, muy rápido, se topa de bruces con la realidad: Es negra. ¡Negra!. «De color», diferente, extranjera, africana. Y aún peor. Va a echar de menos África. Su pueblo, su sol, su calor y sus gentes. Su lugar tampoco está en Europa. Allí sólo hay soledad. “En este país, los enfermeros están solos, los minusválidos solos, los niños solos, los viejos solos, a pesar de tratarse de las etapas más ricas de la vida humana. Allí todos están integrados, los incluyen, los rodean; todos conviven”. (P.95)

Y ella sólo es exotismo: “Yo era el peón que aquella gente necesitaba para limpiar su inconfesable culpabilidad”. No importaba lo que tuviera que contar, pero sí que estuviera allí, con su exhuberancia negra, dando color y calor a sus amigos parisinos.

Pero entre ellos nunca encontró esas raíces que buscaba. Así que regresó a Senegal, abatida, confundida, exhausta de buscar, y sin las riquezas, ni el estatus ni el reconocimiento que se esperaba de aquella que se fue con una prometedora carrera en la escuela occidental. Comenzaría allí una nueva vida, que también iba a relatar más tarde en otro de sus libros, ‘Riwan o el camino de arena’. Otra etapa llena de sorpresas y que iba a dar mucho que hablar. Pero, de momento, quedará para otro post.

Ken Bugul, una escritora en búsqueda continua de su identidad

** Esta entrada forma parte del proyecto colaborativo #AdoptaUnaAutora, que tiene como objetivo «dar a conocer la vida y obra de autoras pertenecientes a todas las épocas, nacionalidades, lenguas, y géneros literarios», y que surgió de la constatación de que las mujeres escritoras son mucho menos conocidas que sus homónimos varones y que tuvo como origen otra iniciativa similar que invitaba a leer autoras durante el mes de Octubre y que en twitter se convirtió en #LeoAutorasOct  Podéis leer más información y conocer a un montón de autoras nuevas en el blog y, si os apetece, sumaros a la iniciativa. Que todavía quedan muchas autoras por adoptar!.

 

 

 

 

‘El viaje de ILombe’, un relato infantil para acercarse a Guinea Ecuatorial

Los referentes son necesarios para situarse a uno mismo y para ir configurando el Universo que nos rodea, sin caer en las simplificaciones y el peligro de contar una sola historia, tal como decía Chimamanda Adichie. Porque si las aventuras le pasan siempre a los niños rubios y de mejillas sonrojadas, es difícil que una africana pueda sentirse identificada o imaginarse a sí misma como protagonista de las historias.

'El viaje de ILombe', un relato infantil para acercarse a Guinea Ecuatorial Lamentablemente, en España apenas existen referencias: ni libros, ni dibujos, ni historias que nos hablen de la comunidad afrodescendiente, y ni siquiera de la propia comunidad africana. Las novelas de autores africanos que podemos encontrar en castellano son pocas de por sí, pero si hablamos de cuentos y textos infantiles, la variedad es todavía menor. Incluso dentro del propio continente, no es tan fácil encontrar relatos propios, debido a las dificultades de edición e impresión, que a veces hacen que sea más barato exportar los libros desde Europa (no digamos ya cuando se trata de donaciones).

En nuestras librerías, por ejemplo, salvando el más o menos conocido libro de ‘Mis cuentos africanos’ de Nelson Mandela, los relatos de Ana Cristina Herreos y Ngary Mbaye -plasmados en libros como ‘El dragón que se comió el sol’- o la gran labor de Boniface Ofogo compartiendo su tradición oral por toda España, hay muy poco que reseñar.  Y menos aún si hablamos de Guinea Ecuatorial, a pesar de ser precisamente el único de los países hispanohablantes del continente y colonia española hasta hace no tanto. Un país cuya literatura se celebra ya desde hace cinco años en Viena y de la que aquí apenas sabemos nada.

Por eso hoy quiero hablar de “El viaje de ILombe”, un ‘afrocuento’, como lo definen sus creadoras, que narra la historia de una pequeña ecuatoguineana que vive un buen número de aventuras mientras va en busca de su madre. Este libro viene de la mano de Alejandra Ntutumu, emprendedora social, creadora de la idea y autora de los los textos, y de Lydia Mba,responsable de las preciosas ilustraciones del cuento. Un texto en el que recogen las historias que le transmitió su madre, configurado en torno a un mundo mágico  de selvas, leopardos y lenguas dispares. Un lugar, sobre todo, donde las heroínas no tenían por qué ser rubias y princesas, sino de pelos negros, alborotados y guerreras.

'El viaje de ILombe', un relato infantil para acercarse a Guinea Ecuatorial
Alejandra Ntutumu y Lydia Mba, responsables de los textos e ilustraciones, respectivamente, del libro 'El viaje de Ilombe'.

Para que este cuento se haga realidad, están buscando financiación a través de Verkami, mediante aportaciones que funcionan a modo de compra anticipada del libro. Un buen regalo, aunque llegue con retraso, para Navidad.

De momento, lo que sí existe ya es el proyecto editorial, que viene al mundo con el nombre de Potopoto, una palabra que se utiliza sólo en Guinea Ecuatorial y que significa ‘barro’; de ahí la etiqueta elegida para el proyecto en Redes Sociales: #YoMeEnsucio”. Un proyecto surgido, a su vez, de la asociación AfroMurcia en movimiento, desde la que trabajan por la diversidad y la visibilidad de la comunidad afrodescendiente en España. Para comenzar, os recomiendo echarle un vistazo a la biblioteca on line de cuentos infantiles, hay muchas y buenas recomendaciones.

Sophiatown: referente de la resistencia cultural de la Sudáfrica negra

La Sudáfrica de los años 50, con Sophiatown como referente cultural y artístico, se hace presente The Suit, la obra que Peter Brook, una de las figuras más influyentes del teatro europeo contemporáneo, ha llevado por todo el mundo y que en el año 2012 pasó por Madrid.

 

Sophiatown: referente de la resistencia cultural de la Sudáfrica negra

Con la ayuda de tan solo unas cuantas sillas y unos pocos percheros, Peter Brook, adalid del decorado y el attrezo mínimo, es capaz de transportarnos a la primera mitad del siglo XX, a ese barrio pobre en el centro de Johannesburgo, con sus calles apenas asfaltadas, los autobuses siempre atestados de gente y unos baños comunales compartidos entre decenas de vecinos. Un barrio en el que a pesar de todo, y antes de su destrucción por las autoridades del Apartheid, se vivió una inmensa eclosión cultural de la que salieron numerosos artistas y donde surgió el primer germen de la resistencia anti Apartheid.

Es en ese contexto trágico en el que se desarrolla la obra – basa en la novela homónima del sudafricano Can Themba – donde una joven pareja vive su propio drama. Philemon (William Nadylam) un hombre vital y rebosante de felicidad, locamente enamorado de su mujer, descubre con estupor que su esposa le ha estado engañando. Les sorprende una mañana y en su precipitada huida, el amante deja olvidado su traje sobre una silla. Este traje sirve al marido para orquestar su castigo, una penitencia humillante que desemboca para Mathilda (la cantante nacida en Soweto William Nadylam) en un fatal desenlace.

Un castigo absurdo como metáfora quizás del absurdo del Apartheid, donde un negro podía estudiar derecho pero apenas podía ejercerlo; donde necesitaba un pase especial para transitar por ciertas calles, pero donde se convirtió en imprescindible que las mujeres negras cuidaran a los hijos de los blancos; un país donde se respectaba ‘escrupulosamente’ la legalidad, pero en el que la lay era distinta para negros y blancos…

Mientras se desarrolla la pieza, en la que apenas hay diálogos sino narraciones de lo que sienten y piensan cada uno de los protagonistas, la música se convierte en un elemento primordial encarnada en la guitarra, el piano y la trompeta que acompañan toda la representación convirtiéndola casi en un musical (con grandes interpretaciones de canciones emblemáticas como Strange Fruit o Malaika). Y a través de ella vamos descubriendo algunos de los elementos más significativos de Sophiatown. Los shebeens, pequeños antros en los que se vendía bebida ilegal -muchas veces fabricada por los mismos propietarios del bar- y en los que siempre había música y fiesta hasta bien entrada la noche; los pequeños minibuses para negros en los que era un milagro entrar; los saxofonistas, músicos y cantantes nocturnos y, por supuesto, la represión diaria y constante de la policía.

La obra transporta así al espectador hasta un punto álgido en que por un momento sueña con un final feliz. Todo lo contrario. El texto termina con una doble tragedia: el destino de Mathilda simboliza también el del barrio, que en 1955 sería demolido para expulsar a los habitantes negros de la ciudad.

Artículo publicado en la revista Africa Scientia.

 

 

Back in touch: la crisis del ébola en Sierra Leona contada por sus protagonistas

«Si pudieras dar un abrazo a alguien ahora mismo, ¿quién sería?; si pudieras ponerte en contacto con un  viejo amigo, ¿a quién llamarías? Somos un grupo de periodistas ciudanos de Sierra Leona, hemos pasado los dos últimos años cubriendo la crisis del ébola. El ébola es una enfermedad altamente contagiosa que puso a nuestro país en peligro y cambio nuestras mentes y pensamientos para siempre.- Esta es una historia de conexiones humanas en tiempos de crisis.

Son diferentes historias, pequeñas pinceladas sobre el trauma que el ébola supuso en las vidas cotidianas de millones de personas. Como las de los habitantes de una pequeña ciudad fronteriza entre Sierra Leona y Guinea, donde los mercados estuvieron cerrados durante todo un año. Un lugar donde todavía el mercado del domingo, el más grande, el más importante, continúa prohibido, para evitar las aglomeraciones.  O la brutal historia de la joven embarazada, que comienza así: «Durante la crisis, las niñas y chicas no estaban pensando en qué pasaría si se acostaban con aquel hombre. Estaban pensando en cómo conseguir dinero y sacar adelante a sus familias».  El resultado es que en algunas comunidades, la tasa de embarazo juvenil aumentó en un 65%, un dato que en su momento recogieron todas las informaciones pero al que apenas se ha hecho seguimiento. Una realidad que apartó a muchas niñas del colegio y que hace a muchas otras vivir avergonzadas.

En total, son ocho historias que nos hablan de fútbol («la cosa más importante de entre las cosas menos importantes de la vida»), de periodismo, de mujeres, y también de amor, como la titulada «Amor en tiempos del ébola». Un amor que se antoja dificil en un país en el que durante un año estuvo casi prohibido el contacto físico.

Back in touch: la crisis del ébola en Sierra Leona contada por sus protagonistas
Elisabeth Katta, una de las participantes en el proyecto, es activista por los derechos de las mujeres en la ciudad de Bo.

Los vídeos fueron grabados por hombres y mujeres sierraleonenses con el apoyo técnico de la organización británica On our Radar, que trabaja por los Derechos Humanos. Son estudiantes, periodistas, trabajadores de organizaciones humanitarias o personas con algún tipo de discapacidad. Personas a las que se dio un básico set de ‘rodaje’ en forma de móvil y una cámara de vídeo y que, gracias a su conocimiento del terreno y la realidad, consiguieron encontrar estas historias que acercan enormemente el drama que supuso la epidemia del ébola y las dificultades que ha dejado en el camino.

Dificultades que van desde la imposibilidad de saber dónde están enterrados los seres queridos (pues muchos fueron incinerados en fosas comunes), a los cursos educativos perdidos por toda una generación; la desaparición del comercio, la disminución del pequeño pero incipiente turismo, la quiebra total del sistema de salud, la pérdida de población, la desconfianza entre las familias y vecinos…

En fin, un buen número de heridas

que sólo podrán ir sanando poco a poco pero para lo que hará falta mucha ayuda de fuera y mucha determinación de sus habitantes.

Back in Touch webdoc ébola Sierra Leona
Back in Touch es un webdoc en el que la propia ciudadanía de Sierra Leona recoge y cuenta historias diversas sobre el ébola en su país.

Beatrice Laninon: “Estaba harta de que nuestros referentes fueran Blancanieves y la Cenicienta”

Sacar adelante una editorial no es tarea fácil en ningún sitio, pero menos aún en Benín, un pequeño país situado en la costa occidental africana, donde los índices de compra de libros son muy bajos y las dificultades para imprimir muchas. Pero estas trabas no han impedido a Beatrice Laninon sacar adelante su maison d’éditions, que lleva ya más de una década publicando libros infantiles.

Nacida en 1998 en Cotonú, ‘Éditions Ruisseaux d’ Afrique ’ rompió con la tónica dominante de los cuentos para niños en el África francófona, repletos de cenicientas y blancanieves, publicando por primera vez historias ancestrales, ficciones y relatos en los que la tradición y la realidad africanas eran las protagonistas.

Beatrice Laninon: “Estaba harta de que nuestros referentes fueran Blancanieves y la Cenicienta”
Libros de la editorial Ruisseaux d’ Afrique, que dirige Beatrice Laninon en Benín.

Fue un aire fresco en la Literatura para niños en su país, pero no a todos les gustó. “Mucha gente estaba acostumbrada a lo que venía de fuera y al principio no se mostraron muy dispuestos a cambiar. Además, hay quienes siempre ven lo que llega de Francia o de Europa como algo mejor que lo que podemos hacer nosotros aquí”. Pero poco a poco la editorial fue venciendo resistencias y hoy cuenta con un amplio número de títulos publicados y con una red de más de 50 colaboradores, entre autores, correctores e ilustradores que trabajan en nuevos proyectos.

“Mucha gente me escribió para decirme que llevaban mucho tiempo esperando algo así. Todo el mundo quiere mantener vivas nuestras historias”, explica Beatrice, quien conjuga en sí misma lo mejor de la cultura europea y africana. Es, como ella dice, hija de tres escuelas, que le enseñaron lo que hoy es. La escuela de su madre, proveniente del país de las Amazonas, que le enseñó la fuerza de la mujer, fuerza que tiene que poner en práctica cada día para dirigir su editorial; la de ‘los blancos’, donde aprendió códigos universales que le permiten comunicarse con otras personas; y la escuela de su padre, “la de los claros de luna y las historias alrededor de la hoguera”, lo que le llevó a escribir sus primeros cuentos.

Los problemas del sector editorial

No falta talento ni historias que contar, pero el problema viene cuando los libros tienen que salir a la calle. “Son muchos los problemas con los que nos encontramos”, explica Laninon. “En primer lugar, para conseguir un precio de venta tenemos que producir muchísimos libros, y eso no siempre es posible. Además, la distribución es difícil y hay pocas librerías”. Para luchar contra el primero de los inconvenientes, Éditions Ruisseaux d’ Afrique forma parte de la Red de Editores Independientes –agrupada por regiones lingüísticas-, lo que les permite realizar coediciones e imprimir mayores tiradas.

Por otro lado, Laninon se encuentra con la falta de buenas tintas e imprentas para editar sus libros en Benín. “Al tratarse de libros para niños, deben ser ediciones muy cuidadas, con colores vivos y papel resistente, y eso no siempre lo encontramos en Benín, así que muchas veces tenemos que imprimir en países como Túnez o Mauricio”.

Problemas y más problemas que las editoriales africanas solventan como pueden, a pesar de las pocas ayudas oficiales, tal y como explica la propia Beatrice Laninon y recalcan muchos otros de los participantes en el Salón del Libro Africano, donde se realizó esta entrevista. “Hace falta apoyo estatal y voluntad política, pero eso no siempre se da”. Aún así, Éditions Ruisseaux sigue innovando, ahora con la publicación de libros bilingües: escritos en francés pero con audio en lenguas locales incorporado. Una forma más de seguir transmitiendo los valores y las historias que aprendió de pequeña, en el idioma en el que ella las escuchó.

Esta entrevista se realizó ¡en el año 2011! durante la III Edición del SILA, Salón Internacional del Libro Africano, que se celebró en Tenerife. No sé por qué no la había publicado aquí, pero ahora que la he encontrado, aprovecho para compartirla.