El alumnado de 6ª de Primaria del colegio público Marqués de la Real Defensa de Tafalla, (Navarra) comenzó el curso pasado (2021-2022) con una pregunta un poco rara: “¿Qué sabemos de África?”. La primera actividad consistió en escribir su propio relato sobre lo que conocían (o desconocían) sobre el continente e imaginar cómo podía ser el día a día de una niña o niño de su edad en algún país africano. No había contenido correcto o incorrecto, sólo una primera aproximación a una realidad que pronto les iba a sorprender.
Era el primer paso de “África. Mil historias”, una iniciativa que, diez meses después, terminaría recibiendo el premio a Mejor proyecto TIC en educación inclusiva, igualdad y diversidad y que cuenta ya con conexión directa con destacadas personalidades africanas, como la mismísima directora de la Organización Mundial del Comercio, Ngozie Okonjo-Iweala, que les envió un vídeo de 12 minutos respondiendo a las preguntas de la clase y agradeciendo el trabajo realizado.
Lo que pasó entre medias fue un curso entero dedicado a conocer y profundizar en el continente africano, alejándose de los estereotipos y visiones únicas. Desde el inicio de curso, estos niños y niñas de 11 años comenzaron a aprender sobre historia, arte o cocina africana, descubrieron cosas que no salen en televisión ni se encuentran en los mapas -descubrieron, incluso, ¡que los mapas no siempre se ajustan a la realidad!-, se acercaron a las músicas y manifestaciones culturales de países tan diferentes como Benín o Sudáfrica, conocieron a sus deportistas y leyeron textos que les ofrecían discursos y visiones nuevas sobre el continente. Textos que se alejan de la victimización de las poblaciones africanas y que desde el feminismo, el anticolonialismo y el antirracismo muestran visiones críticas con las concepciones tradicionales.
A sus 11 años, conocieron a Chimamanda Adichie, Wangari Maathai o Aminata Traoré; se acercaron a los textos de Donato Ndongo o Lucía Mbomío, y pusieron en su mapa mental a un montón de nombres africanos y afrodescendientes, aprendiendo a respetar y valorar sus saberes y cosmovisiones. Pero, sobre todo, se atrevieron a pasar a la acción y trabajar por las causas que les parecían justas. Enviaron cartas a diferentes instituciones y personas: en defensa de los derechos humanos, en búsqueda de un compromiso en determinados campos o simplemente para felicitarles por el trabajo bien hecho. Mandaron sus misivas a organizaciones y mujeres y hombres referentes en África, la diáspora y la afrodescendencia. Y ¡comenzaron a recibir respuestas! Activistas medioambientales, luchadoras por los derechos de las mujeres, personalidades del mundo de la ciencia, escritoras y periodistas respondieron a sus cartas con vídeos y textos. Al igual que lo hicieron desde diversas instituciones, como Naciones Unidas, la OMS, la Comisión Europea o el Gobierno de España.
Era todo un éxito. Podían haberse quedado ahí. Pero ahora sabían muchas cosas que querían compartir con el resto del mundo y, al fin y al cabo, eran la #clasequevaacambiarelmundo, así que no podían parar. Por eso, pusieron en marcha acciones de sensibilización para el resto de su municipio y organizaron actividades como #ChocolateEsclavitud, en torno a la explotación laboral que supone la recogida del cacao, señalando la responsabilidad de las grandes empresas productores y animando a la población a comprar productos de comercio justo; investigaron sobre los minerales de sangre, reflexionado sobre el consumismo tecnológico que nos invade y los impactos sobre las poblaciones, y se atrevieron a difundir todo lo aprendido en plataformas digitales y medios tradicionales, participando en actos y entrevistas.
En definitiva, construyeron juntos un proyecto multidisciplinar que fomenta el aprendizaje desde diversos ámbitos -lectura, ciencia, nuevas tecnologías, idiomas, historia…-, promueve el respeto y el entendimiento entre las personas y despierta la curiosidad de los estudiantes para fomentar una verdadera educación transformadora.
Es, sin duda, una iniciativa que brilla por sí sola, pero que luce aún más si la cuenta, con la desbordante ilusión que le caracteriza, el artífice escondido detrás de este proyecto: Javier Ibáñez, @maestroconganas. Un profe “ilusionado por transformar a los chicos y chicas y transmitirles la pasión por aprender y llegar a ser grandes profesionales y mejores personas”, tal y como él mismo se define.
Conocí a Javier en un encuentro de Teachers for Future al que asistimos desde Carro para hablar sobre consumo crítico y transformador. Ese día me contó el proyecto de la #clasequevaacambiarelmundo y su #AfricaMilHistorias y quedé inmediatamente enamorada de la idea. Desde entonces he ido siguiendo sus pasos, a través de vídeos, enlaces y documentos en los que compartían su evolución. Desde los primeros cuadernos de los chicos y chicas, sus actividades en la calle y las respuestas recibidas a sus cartas, hasta su flamante premio.
Desde el principio tuve ganas de compartir su historia, porque nos abre una ventana llena de posibilidades, ideas, propuestas e iniciativas para que el alumnado de muchos otros coles se convierta también en parte de la #clasequevaacambiarelmundo. Se me pasó el curso y ahora los chicos y chicas de sexto de primaria estarán ya en sus institutos, con nuevas materias, profesorado y responsabilidades, pero seguro que en sus cabezas resuenan todavía los nombre de Chimamanda y Ndongo; el vídeo de Okonjo-Iweala y las cartas recibidas desde toda África. Ahora cuentan con herramientas, referencias y conocimientos que, seguro, les ayudarán a ampliar sus horizontes e intereses. Por ello, vaya desde aquí este homenaje y esta invitación para que sigan cambiando el mundo.