Esta entrada forma parte de la serie dedicada a la biografía de Mandela. La primera parte puede leerse aquí: Nelson Mandela, sus años de infancia y toma de conciencia.
También puede escucharse en formato podcast, aquí.
(…) Los pases de los primos estaban en orden, pero además necesitaban un permiso especial para salir de ‘la zona’ que se las había asignado para vivir. Así que viajaron casi como polizones tomando trenes, autobuses y pagando alguna que otra desorbitada cifra para que les llevaran en coches particulares hasta que por fin llegaron a Johannesburgo.
“Eran cerca de las 10 de la noche cuando vimos una inmensidad brillando en la distancia, formada por luces que parecían ir en todas direcciones. Por aquel entonces, la electricidad era para mí un lujo. Estaba terriblemente nervioso por tener ante mí la ciudad de la que había escuchado hablar desde que era pequeño: la ciudad de los sueños, el lugar donde alguien podía pasar de ser un pobre campesino a un sofisticado nuevo rico, la ciudad del peligro y la oportunidad”.
Nunca habían visto tantos edificios, tantos coches y ni siquiera tanta gente junta. A la mañana siguiente ya estaban Justice y Nelson en las oficinas de una de las mayores compañías mineras buscando trabajo.
La minería estaba en pleno auge en aquellos años, pero en realidad, con las técnicas que existían entonces, sólo era rentable en Sudáfrica gracias a la baratísima mano de obra, porque el mineral era de baja calidad y se encontraba a gran profundidad, pero las miles de personas obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas lo hacían posible.
A Mandela, un joven que venía de la Universidad, no lo cogieron en la mina, pero a los pocos días contactó con una oficina especializada en la venta de propiedades para africanos. Allí conoció nada más y nada menos que a Walter Sisulu, quien por entonces era un prominente hombre de negocios pero también un ascendente líder social, y a su mujer, Albertina Sisulu. Estos le recomendaron a un despacho de abogados que sí aceptaba negros. Mandela comenzó como ayudante, mientras terminaba de sacarse la carrera por la Universidad a Distancia. Era una firma muy liberal y allí conoció a algunas que le impactan personalmente, por tratarse de personas ya muy comprometidas con la lucha de liberación, una cosa que le impacta porque por entonces él ni se había planteado actuar políticamente.
Comenzó por entonces a vivir en Alexandra, uno de los barrios con más vida social y espíritu reivindicativo de por aquel entonces. Terminó su carrera en la Universidad a distancia y se matriculó para especializarse en la Universidad del Witwatersrand, conocida por todos como Wits. En ella nunca iba a sentirse cómodo del todo, porque la mayoría de los estudiantes eran muy conservadores. Pero allí conoció a las personas clave que van a terminar por guiarle hacia la política. Entre ellos estarían Joe Slovo, y su futura mujer, Ruth First, ambos comunistas. Con ellos traza una gran amistad, a pesar de que Mandela no comulgaba apenas con las ideas comunistas, especialmente porque él era bastante religioso
En este proceso de concienciación, Nelson retoma el contacto con la familia Sisulu, cuya casa, en Orlando –donde actualmente se encuentra Soweto- , era conocida como la ‘meca’ para los activistas y miembros del CNA. Allí conoció a muchos de los que luego serían sus compañeros y es entonces cuando comienza a participar activamente en política.
Una de las primeras acciones en las que participó Mandela es en la creación de la Liga de la Juventud, en la Semana Santa de 1944. Es también en esta época cuando se casa con su primera mujer, Evelyn Mase. Estaban muy enamoradas, pero la pareja no va a durar mucho.
Dos años más tarde, en 1946 tuvo lugar una manifestación que le impactó enormemente: En aquel año unos 70.000 mineros se manifestaron contra sus condiciones de trabajo: mantuvieron la huelga durante toda una semana, gentes que apenas podían ahorrar para dos días, y que no sólo no consiguieron nada sino que sufrieron una durísima represión. Esta solidaridad impactó mucho a Mandela, en un momento en el que todavía no ha comenzado ni siquiera el Apartheid, al menos no como forma de Gobierno oficial, aunque la separación y la desigualdad eran patentes. Pero es a partir de 1948, tras la victoria en las elecciones de Daniel Malan, un antiguo pastor de la Iglesia Reformada Africana, cuando se iba a instalar en Sudáfrica un abominable sistema racista y dictatorial en el que todo, absolutamente todo, estaba determinado y diferenciado en función del color de la piel. (Continúa aquí).