En tan solo 18 minutos, Pumzi nos traslada a un mundo post-apocalíptico en el que las personas no salen nunca a la calle, las órdenes se presentan mediante hologramas y la falta de agua impone nuevas formas de vida. Pero en la comunidad de Maitu, donde reciclan su propia orina para convertirla en agua, generan electricidad 100% renovable a través de la energía cinética y se suprimen los sueños con pastillas, todavía queda alguien con ganas de descubrir el mundo real. Es Pumzi, una joven que recibe una caja con tierra natural y logra que germine una semilla, lo que le hace preguntarse si no habrá vida en el exterior. Eso no es posible, le dicen, el mundo exterior ha muerto y la naturaleza ha desaparecido. Así que cuando le deniegan el “visado” para salir al mundo real, a Pumzi no le queda otra opción que escaparse del complejo buncarizado donde vive, acompañada tan sólo de su puñado de arena y su minúscula planta.
Pumzi es un cortometraje de ciencia ficción dirigido por Wanuri Kahiu, directora y productora keniata, estrenado hace ya diez años en Sundance Film Festival, como parte del New African Cinema Programme. Una obra afrofuturista, alejada de cualquier convencionalismo y en la que la autora critica la falta de libertades que se vive en tantos lugares.
Pumzi fue la primera obra importante de la directora Wanuri Kahiu, que en la actualidad se ha convertido ya en un nombre consolidado en la industria del cine keniata, especialmente a raíz del estreno de Rafiki (2018), su obra con mayor repercusión, en la que cuenta la historia de dos chicas, Kena (Samantha Muatsia) y Zika (Sheila Munyiva), dos jóvenes muy diferentes de una pequeña ciudad cuyos padres viven una fuerte rivalidad política a causa de la campaña electoral. A pesar de las distancias, Kena y Zika van conociéndose poco a poco hasta terminar enamorándose, lo que les provoca un importante lucha contra sus familias y la sociedad en la que viven
Basada en el relato corto Jambula Tree, de la ugandesa Monica Arac, fue el primer filme keniata seleccionada en el Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard. La obra, que fue censurada en Kenia por fomentar el lesbianismo (la homosexualidad está penada en el país, y puede ser castigada con hasta 14 años de edad), fue excelentemente recibida en Cannes, convirtiéndose en la primera película de Kenia en participar en el certamen, pero también, en la primera en la historia del festival en tratar el tema de un romance entre dos mujeres.
Con sus trabajos, la directora keniata intenta capturar y trasmitir ideas que sitúen a África y los africanos en el mismo plano que el resto del mundo, alejándose de los mensajes en los que se muestra sólo una parte del continente. Una realidad que la autora ha criticado en numerosas ocasiones, alegando que las ONGs controlan la “imaginación popular en África”, al ofrecer financiación sólo para hacer películas sobre lo que las propias ONGs quieren (películas sobre SIDA, Mutilación Genital Femenina…), ofreciendo una visión distorsionada del continente.
Kahiu, que realizó un máster en producción y dirección en la Universidad de California, y conoce bien las narrativas que se ofrecen sobre África es, además, cofundadora de Afrobubblegum, un colectivo de creadores y medios de comunicación dedicados a apoyar la creación artística en África con un provocador manifiesto de presentación: “Creemos en una representación divertida, feroz y frívola de África. Somos contadores de historias, creadores de ropas, diseñadores gráficos, músicos, amantes de la vida, traficantes de belleza, heraldos y contadores de esperanza”.
Afrobubblegum es un colectivo de creadores dedicados a apoyar la creación artística en África, con una provocadora carta de presentación: «creemos en una representación divertida, feroz y frívola de África».
Entre los trabajos surgidos de este colectivo encontramos obras que no son, precisamente frívolas, pero que sí celebran la alegría, como la mencionada Rafiki o GER (to be separate), en la que Kahiu retrata la historia de Ger Duani, un documental biográfico sobre un niño ex soldado, criado en Estados Unidos, que vuelve a su Sudán del Sur después de 18 años para reencontrarse con su familia. “Una historia de fortaleza y resiliencia, y de una familia llena de amor, ternura y esperanza”.