El pasado mes de noviembre, el ciclo Cines Africanos que cada año organiza ‘África es imprescindible’, proyectó diversas películas dentro del ciclo ‘Cuestión de mujeres’. Para la última sesión, la experta en cines africanos Bea Leal, programadora y encargada de los coloquios con el público, no pudo asistir, y yo tuve el placer de sustituirla, aprovechando que la película era sudafricana y las realidades que muestra me resultaban conocidas.
Se trataba de la cinta ‘While you weren´t looking’ que cuenta la historia de una pareja de mujeres en plena crisis cuya hija, de 18 años recién cumplidos, comienza a descubrir su sexualidad. A raíz de este planteamiento, la directora, Catherine Stewart, muestra una Sudáfrica muy compleja, llevando al espectador desde los barrios más conflictivos a los de la clase acomodada y desde los ambientes en los que la homosexualidad se trata con toda normalidad a aquellos en las que las jóvenes lesbianas son acosadas y violadas.
Así, vemos los townships donde las casas se alumbran con velas, las calles están a oscuras desde que cae el sol, la violencia está a la orden del día y la homosexualidad no es socialmente aceptada. Todo lo contrario de lo que sucede entre la clase alta de Ciudad del Cabo, ciudad artística y cosmopolita donde profesionales liberales y artistas viven abiertamente su homosexualidad en uno de los países del mundo que primero la legalizó. [Ya en 1994, con la primera Constitución democrática impulsada por Nelson Mandela, el país aceptó de pleno derecho el matrimonio enre personas del mismo sexo y la adopción por parte de gays y lesbianas. Sin embargo, tres décadas después, la legislación no es efectiva en las calles de las zonas más deprimidas, donde la homosexualidad sigue siendo perseguida y es habitual una execrable práctica conocida como ‘violaciones correctivas’ a las mujeres lesbianas].
La desigualdad se plasma también en otros aspectos y personajes de la película, como en la empleada de la limpieza negra que acepta sin problemas la homosexualidad de sus empleadoras blancas, mientras que no lo permite para las de su misma raza: “Eso está bien para vosotras, pero no en nuestra cultura», dice. El tópico de ‘eso no es africano‘, del que ya hemos hablado aquí.
Además, en la cinta aparecen otras realidades como la falta de vivienda, uno de los problemas estructurales del país y herencia directa del Apartheid, cuando no se construía para los negros, o la corrupción. Problemas que ningún gobierno hasta ahora ha sabido – o querido- solucionar y que han beneficiado mucho a una pequeña parte de la población, dejando al resto en la cuneta del desarrollo.
Y todo ello hilvanado a través de las clases de teoría queer a las que asiste la joven protagonista y en las que el profesor va exponiendo fotografías y performances de conocidos artistas sudafricanos. Nos encontramos así con fotografías de Zanele Muholi, activista sudafricana que visibiliza a mujeres lesbianas negras y que ha alcanzado un gran renombre internacional pero que en su país se ha topado contra la intolerancia hasta de la mismísma ministra de cultura, Lulu Xingwana, quien el año 2010 tachó las imágenes de ‘pornográficas e inmorales‘) o el polémico Steven Cohen, artista que se define como “blanco, hombre, judío y africano”(white man jew african) y que ha organizado diversas performances en zonas chabolistas transgrediendo las normas de género frente a la cultura machista y tradicional de los townships pero también de los propios afrikaners blancos.
Estas imágenes, al igual que algunos de los diálogos y escenas de la película – como esa en la que la chica se deshace del pelo alisado y se queda con el suyo natural “para volver a las raíces”-, giran, en definitiva, en torno a una búsqueda de identidad a través de temas locales pero también universales en los que también nosotros nos podemos ver reconocidos.