Cerca de tres millones de personas, el 16% de la población de Malawi, sufren en estos momentos un déficit grave de alimentos, según informaba la semana pasada la ONG África Directo, que trabaja sobre el terreno. La causa directa es la brutal sequía que está afectando a buena parte del África subsahariana, provocada por fenómenos climáticos como El Niño.
Ya en el mes de diciembre, Unicef alertaba de una posible hambruna en el país debido a la escasez de maíz provocada por la sequía, y en los últimos meses la situación no ha hecho más que empeorar. En el vecino Zimbabwe, la situación es también muy preocupante, hasta el punto de que algunas informaciones hablan de familias con acceso a medicamentos antriretrovirales pero no a a alimentos y el número de personas con necesidades alimentarias se acerca ya al millón y medio. Por su parte, la situación no es mejor en el cuerno de África: tan sólo en Etiopía más de 10 millones de personas sufren inseguridad alimentaria y en Somalia cerca de otro millón, la mayor parte de ellos desplazados internos a causa del conflicto, tienen dificultades para acceder a los alimentos.
La agricultura es un asunto central en países como Malawi, cuya economía y subsistencia depende en buena medida de un sector agrícola extremadamente sensible a las lluvias. Sin embargo, a principios de esta década, hubo un tiempo en el que todo parecía indicar que el país había conseguido convertirse en un referente para la producción agrícola.
Según publicaba El País, el gobierno de Malawi decidió «poner en el centro de sus políticas a más alto nivel la lucha contra la malnutrición». Además, tomó sus propias decisiones, oponiéndose a algunas de los consejos de organismos internacionales, como el del Banco Mundial, que le recomendaba no dar semillas a sus agricultores. The New York Times iba en la misma línea asegurando que en 2009 Malawi había logrado convertirse en un exportador neto de alimentos. ¿Cómo?, se preguntaba el periódico: «Ignorando a los expertos«, respondía literalmente.
Durante unos años la situación pareció floreciente, pero en los últimos 24 meses la crisis ha ido in crescendo. Tal y como explican desde África Directo: ya a finales de 2014, la temporada agrícola se demoró debido a la tardía llegar de las lluvias. Después, en enero de 2015 se produjeron importantes inundaciones que se cobraron la vida de 276, obligó al desplazamiento de más de 200.000 personas. Después, volvió de nuevo la sequía. Y esto tuvo un efecto devastador en las cosechas.
Todo ello se sumó, claro, a otros problemas como a deforestación, la erosión y el mal cuidado de la tierra, tal y como denunciaba en su momento el servicio de información medioambiental Mongabay. “Con cerca de 11 millones de personas en un país no muy grande, Malawi es uno de los países más densamente poblados de África, y sus mejores terrenos para el cultivo han sido invadidos por grandes plantaciones de tabaco, té y azúcar”. Mientras tanto, los agricultores independientes tienen que utilizar terrenos cada vez menos productivos, y las mujeres continúan talando árboles para cocinar, lo que sigue provocando la erosión de la tierra.
En la actualidad, las zonas más afectas son las regiones del centro del país, como Mwadzama y Mwansambo, donde el propio Gobierno y la ONG ya están repartiendo alimentos “Pero nos hacen falta más donantes, si no, unas 15.000 personas no tendrán comida para sobrevivir”, explica José Mª Márquez Vigil, responsable de la Fundación África Directo, desde la cual se apoya el centro de Alinafe, que gestiona proyectos relacionados con salud, nutrición y rehabilitación, fisioterapia, clínica móvil, oficina de prevención, diagnóstico y asesoramiento sobre el SIDA, laboratorio, farmacia, programa de huérfanos y población vulnerable, accesibilidad a saneamiento básico y agua potable y, promoción de la seguridad alimentaria. Todo un reto para el que buscan ayuda y con el que se puede colaborar directamente desde su web.
Más allá de la ayuda de emergencia, y pensando ya en el largo plazo, esta situación pone de manifiesto dos cosas: 1) Que el cambio climático y los fenómenos medioambientales extremos siguen afectando con más dureza a los países con menos posibilidades de hacerle frente y con menor responsabilidad en su existencia. 2) Que el crecimiento económico vivido por África en la última década todavía no se ha traducido de forma evidente en la lucha por la seguridad alimentaria para todos los ciudadanos del continente. Este es, sin duda, uno de los grandes retos de cara al futuro.