Después de muchos meses de preparativos, lecturas, correos, llamadas, solicitudes de visado, más lecturas, informes, entrevistas por skype… Después de muchos preparativos, decía.. ¡el lunes me voy durante unas semanas a Camerún!. Iré a Yaoundé, para entrevistarme con algunas organizaciones locales, y a los alrededores de Douala para visitar las plantaciones de aceite de palma. Serán pocos días, muchos menos de los que me habría gustado, pero creo que va todo bien preparado y volveré con mucha información sobre el país y sobre este producto del que tanto estamos hablando este año en Carro de Combate, el proyecto en el que colaboro.
Como ya conté por aquí, el principal proyecto de Carro de Combate para este año es investigar y analizar el mercado mundial del aceite de palma y la cadena de producción que lo lleva a más de la mitad de los productos que consumimos habitualmente. Se trata de una apuesta de gran envergadura para la que obtuvimos una excelente respuesta: lo recaudado en nuestro crowdfunding nos permitirá llevar a cabo el proyecto e investigar en Asia y América Latina.
Sin embargo, los fondos no fueron suficientes para completar la investigación en otro de los lugares en los que el aceite de palma se extiende como la espuma: África. Precisamente el lugar de donde es originario este ingrediente. Pero nosotras no queríamos dejar de lado a África, -¡no me lo perdonaría!- porque también allí la expansión de la palma está teniendo sus efectos y ha provocado ya el enfrentamiento con un buen número de organizaciones y campesinos tradicionales. Pero también porque hay discursos que ensalzan el aceite de palma como cultivo clave para impulsar la agricultura y el desarrollo económico en un continente que bien lo necesita, y queremos saber qué parte de realidad hay en ello.
Así que decidimos destinar nuestros magros fondos propios –los obtenidos por la venta de Amarga Dulzura, principalmente– para no dejar de lado a África. Porque hoy en día ya encontramos grandes plantaciones de aceite de palma en países como Nigeria (principal productor del continente), Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Liberia, Sierra Leona (donde los campesinos se están enfrentando también a las grandes compañías), Togo, Benín, Gabón, Uganda, Camerún…
Y Camerún es precisamente el país donde iremos a trabajar sobre el terreno. ¿Por qué allí? Porque tiene una larga e histórica relación con el aceite de palma –ya en 1964 se creó la empresa estatal de aceite de palma (luego privatizada)-; porque el gobierno ha declarado la palma como objetivo prioritario para el desarrollo agrícola del país –se ha propuesto aumentar la producción en un 26% en los próximos tres años-, y porque la movilización local ha conseguido la paralización de un mega proyecto que venía de la mano de estadounidense Herakles Farm, entre otras cosas.
De África queremos conocer también qué han hecho tradicionalmente las poblaciones locales con el aceite de palma: cómo lo transforman, para qué lo utilizan, qué propiedades le atribuyen y por qué es un ingrediente tan apreciado en determinadas zonas. No pretendemos convertir esta investigación en un tratado antropológico ni quedarnos en lo anecdótico; somos conscientes de que África está plenamente integrada en el sistema económico mundial y participa en los mismos procesos de intercambio internacionales, pero sí nos parece importante dedicarle un tiempo a conocer la relación de la palma con las poblaciones locales. Y en este sentido, queremos especialmente hablar con las mujeres. Como las que se reunieron a principios del mes de enero en Mundemba para constatar los problemas que los grandes monocultivos de palma les han provocado a ellas y sus familias y, de paso, exigir a los poderes públicos que tengan más en cuenta a la población local.
Por último, queremos saber qué empresas y países están detrás de estos monocultivos. No es nada nuevo ya hablar de la voracidad china en África, pero en cambio se sabe muy poco de la de otros pequeños gigantes asiáticos, como Malasia, Kuala Lumpur, o Singapur. En el caso del aceite de palma, son éstos países quienes, principalmente, están adquiriendo tierras para las plantaciones aunque encontramos también empresas europeas (Bolloré, Socfin, Unilever…) y norteamericanas, así como fondos de inversión de muy diversas procedencias.
Y con todo esto en mente, con muchos contactos y mucho trabajo por delante, a finales de mes nos vamos a Camerún para preguntar a los campesinos, a las asociaciones de mujeres, a las organizaciones de defensa del medio ambiente, y también a las empresas, a los responsables de las plantaciones y a los responsables gubernamentales. Para poder contaros lo que está pasando.
PD: Y si queréis colaborar con el proyecto, aunque el tiempo del crowdfunding ya acabó, podéis apoyarnos convirtiéndoos en mecenas de Carro de Combate. Tendréis acceso a todos nuestros Informes de Combate y, además, estaréis ayudando a hacer un periodismo independiente y crítico.