Como ya hemos dicho en otras ocasiones, el problema del aceite de palma no es ni mucho menos el producto en sí, sino el modelo de producción que se está extendiendo por todo el mundo. En África, cuna de la palma aceitera, el caso es paradigmático. La palma se ha producido históricamente de forma artesanal en muchos países de la franja occidental, sirviendo no sólo de alimento sino también como loción para el cuerpo y como recurso medicinal para ciertas fracturas o picaduras de serpiente. La palma ha sido, de hecho, base de la economía de muchas poblaciones y recurso económico especialmente para las mujeres, que se ocupan de todo el proceso: desde la recolección hasta su venta, ya transformado, en los mercados locales: se trata de un producto muy valorado, especialmente algunas de sus variedades, para la preparación de numerosos platos.
En estas plantaciones tradicionales, las palmeras de aceite crecen generalmente de forma semisalvaje, junto a otros cultivos como las bananas, el cacao, o el café. De hecho, la variedad preferida en estas plantaciones familiares es una muy concreta, que ofrece menor rendimiento que las variedades modernas, pero que tiene una ventaja: sus grandes hojas producen menos sombra (las plantas de palma pueden llegar a medir hasta 20 metros) y por ello no dañan el crecimiento de los otros cultivos que están junto a ellas.
Salvando las particularidades de cada comunidad, esta forma de cultivo tradicional se da en una amplia franja de países, que van desde Angola o Benín pasando por Madagascar, Uganda, República Centroafricana, Santo Tomé o Sierra Leona.
Sin embargo, las cosas han comenzado a cambiar en los últimos años. Grandes empresas, principalmente de Singapur, China y alguna europea, han puesto sus ojos en África para sus nuevas plantaciones de palma. Según un estudio de la ONG Grain, en los últimos 15 años se han firmado 60 acuerdos para la compra de cuatro millones de hectáreas África occidental y central. Datos confirmados por The Economist, que citando a Harman, una compañía de investigación británica, afirma que “en la pasada década se han arrendado 1.8 millones de hectáreas de tierra para plantaciones de aceite en África occidental y la cuenca del Congo, y otros 1,4 millones de hectáreas están en proceso”.
Ante esta expansión, África se enfrenta al dilema de siempre, cómo crecer y crear riqueza y hacerlo de manera sostenible. Lo dijo muy claramente la ministra de finanzas liberiana, Amara Konneh: “Por supuesto que estamos preocupados por las consecuencias ecológicas, pero tenemos que hacer crecer la economía. Tenemos que crear trabajos”. Y en esta disyuntiva, han surgido en el continente dos discursos enfrentados:: aquellos que están a favor del aceite de palma,-llegando a sugerir que la ‘diabolización’ del aceite de palma es una forma de proteccionismo de los mercados europeos-, y quienes se oponen, generalmente campesinos, que ven cómo las tierras en las que han trabajado desde hace siglos están siendo vendidas, de manera generalmente opaca, a multinacionales extranjeras.
Un caso muy claro es el de Feronia y sus 107.000 hectáreas de aceite de palma en República Democrática del Congo, Un caso que la ONG Mundubat retrató a la perfección en su informe ‘La Diosa Desnuda. De cómo las empresas acaparadoras de tierras son rescatadas por fondos de cooperación al desarrollo’. Os recomendamos leerlo completo, porque tiene todo los ingredientes para convertirse en un caso paradigmático de acaparamiento de tierras: los campesinos no han sido informados -ni convenientemente compensados- de la venta de sus tierras; los salarios de los trabajadores son de entre uno y dos dólares al día – y “los empleados viven en casa a punto de desmoronarse”, en palabras de Jean-François Mombia, responsable de la Red de Información y apoyo a las ONG de la RDC. (Por si fuera poco, este caso pone en cuestión también las políticas de ayuda al desarrollo europeas y la llamada “cooperación financiera responsable”, por las cuantiosas aportaciones que diversas agencias de cooperación europeas, la AECID entre ellas, hicieron a Feronia a través del fondo Africano para la Agricultura, pero eso es otra historia, de la que hablaremos detenidamente en otro post.,.) .
Mientras tanto, y volviendo al aceite de palma, lo cierto es que hemos escuchado y leído historias similares a las de Feronia en Sierra Leona, Nigeria, Ghana, Uganda y Camerún, entre otros países. Y son estas realidades las que queremos investigar. Para hacerlo posible hemos lanzado este proyecto de Crowdfunding, y por ello os animamos a colaborar. ¡Gracias de antemano! Podéis ver toda la información aquí: