Si viajas por África occidental, es muy probable que te encuentres con mujeres haciendo vino de palma en sus casas y que pruebes diferentes platos bien aliñados con aceite de palma. Es un ingrediente esencial de muchos platos tradicionales y muy apreciados por la población local. Además, en algunos países, como Camerún, las semillas de palma se tuestan para producir un aceite llamado magnanga, famoso por sus numerosos usos medicinales, y en otros lugares se utilizan también para elaborar jabón, ungüentos y cremas de masaje.
Es, en definitiva, una planta “de la que se aprovecha todo” y un producto que las poblaciones locales han consumido desde tiempos inmemoriales, a partir de plantaciones semi-silvestres que crecen intercaladas con otras cosechas. La Elaesis guineensis, que es como se denomina científicamente, tiene su origen en los bosques tropicales húmedos que bordean el golfo de Guinea en África Occidental y Central. La especie es endémica de Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Ghana, Togo, Benín, Nigeria, Camerún y de las zonas ecuatoriales de Gabón, República del Congo, República Democrática del Congo y Angola; además, se reproduce fácilmente, prolifera naturalmente y no necesita ser plantada: las semillas son diseminadas por animales y por la gente en el momento de la cosecha, según explican en el informe Palma aceitera y desafíos al desarrollo.
El vino de palma, por su parte, generalmente conservado y servido en calabazas, tiene un papel importante en muchas ceremonias en algunas zonas de Nigeria y otros países como Ghana o Sierra Leona y su presencia se ha dejado notar incluso en la literatura africana hasta el punto de que el escritor nigeriano Amos Tutuola llegó a dedicarle un libro “El bebedor de vino de palma”, que comienza así:
“He sido un bebedor de vino de palma desde que tenía diez años. No he hecho otra cosa en mi vida que beber vino de palma. En aquellos tiempos el único dinero que conocíamos eran los caracoles, así que todo era muy barato y mi padre era el hombre más rico del pueblo. Mi padre tenía ocho hijos y yo era el mayor. Todos los otros trabajaban muy duro, pero yo era un maestro bebiendo vino de palma»
Sin embargo, en los últimos años el paisaje asociado al aceite de palma está cambiando a marchas forzadas. Con el nuevo milenio, comenzó a llegar a África la ola de las grandes plantaciones (de la mano de empresas asiáticas sobre todo, pero también europeas y estadounidenses) y aunque su extensión se encuentra muy lejos todavía de las magnitudes alcanzadas en países como Indonesia, comienza a despertar las dudas de asociaciones de campesinos y medioambientales que ven cómo un ingente número de tierras están siendo adquiridas por empresas extranjeras mientras que las plantaciones ya en marcha no son todo lo positivas que cabría esperar (desde salarios de un dólar al día hasta campesinos que han sido despojados de sus tierras sin compensación alguna pasando por procesos opacos de compra y grandes extensiones que han sido deforestadas pero todavía no han empezado a explotarse). Una amenaza de la que ya hablaba Chema Caballero hace unos meses haciéndose eco de la alerta lanzada por los científicos de la Society for Conservation Biology.
Según un estudio de la ONG Grain, en los últimos 15 años se han firmado 60 acuerdos para la compra de cuatro millones de hectáreas África occidental y central. Datos confirmados por The Economist: “en la pasada década se han arrendado 1.8 millones de hectáreas de Tierra para plantaciones de aceite en África occidental y la cuenca del Congo, y otros 1,4 millones de hectáreas están en proceso”.
Ante esta expansión, África se enfrenta al dilema de siempre, cómo crecer y crear riqueza y hacerlo de manera sostenible. Lo dijo muy claramente la ministra de finanzas liberiana, Amara Konneh: “Por supuesto que estamos preocupados por las consecuencias ecológicas, pero tenemos que hacer crecer la economía. Tenemos que crear trabajos. Cómo hacerlo de forma sostenible es en lo que estamos luchando”.
El proceso es todavía relativamente nuevo y en él se entremezclan procesos de acaparamiento de tierras, destrucción de ecosistemas y problemas medioambientales. Aunque también hay voces africanas que afirman que las plantaciones de palma son una oportunidad para el desarrollo, capaces de crear puestos de trabajo y desarrollar la economía, y que además tienen una ventaja comparativa respecto a otras plantaciones, puesto que sus altos rendimientos permiten producir más en un menor número de hectáreas de cultivo, lo que reduciría la presión sobre los bosques.
Disyuntivas como ésta son las que queremos investigar en Carro de Combate, un proyecto en el que participo desde hace casi dos años, y en el que nos hemos propuesto estudiar las plantaciones de aceite de palma en el Sudeste Asiático (donde se produce actualmente más del 80% del aceite de palma mundial), en América Latina (Colombia y Ecuador sobre todo), y en África. En la investigación entran en juego otras aristas, como el modelo de consumo que llevamos, el uso de biocombustibles para mantener nuestro nivel de consumo de energía (buena parte del boom de la palma se debe, precisamente, a que es un buen material para alimentar nuestros coches) y el tema de la salud: el 50% de los alimentos procesados que compramos en el supermercado llevan aceite de palma.
Es un tema amplísimo, como veis, y para hacerlo posible, hemos lanzado un crowdfounding y pedimos vuestra ayuda. Aquí te contamos todo sobre el proyecto y respondemos a tus preguntas. Y si os interesa el tema, os invito a apoyarnos (todas las colaboraciones son bienvenidas, ¡no hay aportación pequeña!) y a difundir el proyecto. ¡Muchas gracias!
Os iremos informando.