Dos noticias de estos últimos días vuelven a llamar la atención sobre Boko Haram. El 20 de agosto, un comunicado de Médicos sin Fronteras nos recordaba que miles de personas de Nigeria han huido hacia el norte de Camerún, y cada día están llegando entre 100 y 200 refugiados al campamento de Minawao, que ya acoge a unos 45.000 personas. Del mismo modo, también unos 90.000 cameruneses de la zona fronteriza con Nigeria se han visto obligados a huir de sus hogares. “Solo en el noreste de Nigeria, cerca de 1,4 millones de desplazados han tenido que abandonar sus hogares; unas 170.000 personas han huido a los países de vecinos de Camerún (56.000), Chad (14.000) y Níger (100.000). Al menos 1.300 personas han muerto durante este año”.
Mientras tanto, continúan los secuestros de niñas y mujeres –más de 2.000 se encuentran todavía retenidas, según Amnistía Internacional, ylos atentados que semana sí y semana también explotan en los mercados o autobuses de la zona que controla Boko Haram.
En este contexto, han empezado a destacar las acciones terroristas cometidas por mujeres, en muchos casos niñas, que son enviadas a los mercados o estaciones de autobuses para perpetrar ataques suicidas. El uso de mujeres se debe no sólo a que consiguen pasar desapercibidas más fácilmente, sino también a que Boko Haram ha visto en ellas un nuevo arma de propaganda: los medios de comunicación prestan más atención a estos casos y la comunidad internacional parece serntir todavia más repugnancia.
Generalmente, tanto en Nigeria como en el resto del mundo, asumimos que estas mujeres están realizando este tipo de actos por coerción. Está claro que en los casos de niñas de 10 años no hay otra explicación posible, sin embargo, me ha llamado la atención esta reflexión de Claire Wilmot, becaria del programa africano del Think Tank Council on Foreign Relations.
Según ella, y citando a “al menos una fuente creíble en el noreste de Nigeria, la mayoría de mujeres de Boko Haram están actuando voluntariamente” (las cursivas son mías). Estas mujeres se habrían convertido en suicidas para vengar la muerte de sus esposos o parientes, así como con el objetivo de reunirse con ellos después de la muerte. La fuente consultada por Claire Wilmot asegura, además, que las mujeres que han sido secuestradas o viven en zonas controladas por Boko Haram ven pocas, sino ninguna, perspectivas de volver a la vida ‘civil’, a su vida normal. La mayoría cree que, incluso en el caso de ser rescatadas, vivirán el ostracismo de sus comunidades y nadie querrá casare con ellas. “En un contexto de pérdida y desesperación, el martirio se convierte en una opción aceptable”, explica la investigadora, cuyo texto se puede leer completo aquí.
En efecto, durante estos secuestros las mujeres se ven sometidas a condiciones de brutalidad y esclavitud sexual en la mayoría de los casos, por lo que la vuelta a una vida normal es impensable para ellas. Es difícil entonces decir que se trate de una acción voluntaria; más bien sería una voluntariedad movida por la desesperación, pero sea como sea, el caso es que se trata de una realidad que también afecta a las mujeres que están sufriendo el conflicto de Boko Haram, y que también ha de ser tenida en cuenta a la hora de trabajar con ellas: “Tratar a las mujeres y niñas sólo como víctimas pasivas puede llevar a un entendimiento incompleto de los conflictos y, por lo tanto, promover inadecuados procesos de paz. Solo mediante proyectos de construcción de paz que contengan estrategias inclusivas de género se podrán construir un futuro que deje fuera a los extremismos», dice Wilmot.
Es un tema extremadamente complicado que nos recuerda, una vez más, cómo las mujeres son utilizadas como campo de batalla (esta vez es en Nigeria, pero ha sucedido también en muchos otros países), creando una fractura social que será dificil superar.
[…] se producen en mercados y pueblos de la zona norte de Nigeria, (independientemente de que lo hagan obligadas, por desesperación o voluntariamente). Portada del Informe Bad Blood: sobre la percepción sobre los niños nacidos de los conflictos […]