23-03-2015
Hace unos meses leí el libro de Lisa Lovat-Smith, ‘Mañana quién sabe’, que se presentaba como ‘la editora de Vogue que lo dejó todo para dedicarse a los niños de África». Así, de primeras, no me gustó la idea: me imaginé más de lo mismo, buenismo y personalismo para ‘salvar el mundo’. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad. El libro, -en el que no sólo cuenta su historia en Africa, sino también sus primeros años de vida en España, de manera muy honesta y sincera-, explica todo el proceso que ella misma ha vivido en su relación con el mundo de ‘la ayuda’. Tuve la oportunidad de entrevistarla para la Revista Leer y entre otras muchas cosas, me contó cómo cambió su concepción de los orfanatos y de la realidad africana, cómo se equivocó durante años intentando sacar adelante un orfanato que en realidad no mejoraba la realidad de los niños. Porque, en realidad, en África, «el concepto de orfandad no existe«, explica, siempre hay un tío, un primo, una abuela que, con el apoyo necesario, estarían encantados de cuidar de ellos.
«He aprendido a través de la observación. Viendo a los niños me di cuenta de que lo que en realidad necesitaban, sobre todo, era amor y cariño (…) por otra parte, en aquel momento empezó a publicarse todo lo que había pasado durante años en los orfanatos en Rumanía. (…) En muy poco tiempo, cambió completamente el concepto que se tenía sobre los orfanatos. Si durante un siglo se creyó que eran la mejor solución, las grandes organizaciones de cooperación, los expertos y yo misma nos dimos cuenta de que no era así. Fue un cambio a nivel universal. Tuvimos que cambiar todas nuestras teorías. Fue un momento muy ilusionante porque pocas veces en la vida se puede ver y vivir ese cambio total de mentalidad y hacer una cosa totalmente nueva”. Con esta idea en mente, y trabajando mano a mano junto al Gobierno de Ghana, han logrado cerrar 80 orfanatos en dos años.
Ahora, trabajan de otra manera: «intentamos que las personas a las que ayudamos sean menos dependientes: acortando los tiempos durante el cual les ayudamos y promoviendo programas que fomentan la independencia. Damos el mínimo necesario para que puedan mantener a los niños con ellos, pero sin depender de nosotros».
Además, actúan junto a los servicios sociales ghaneses, porque «las ONGs no tienen que suplantar al Gobierno en su trabajo, sólo tienen que apoyarlo».
«Llevamos 10 años compartiendo una misma causa. Es difícil porque los servicios sociales no están correctamente financiados: los trabajadores sociales no están bien pagados, ni siquiera tienen dinero para ir a visitar a los niños en sus casa. Y hacen maravillas con lo poco que tienen. Eso a mí me inspira mucho, pero tengo que reconocer que es difícil. A veces tienen que visitar a niños en una zona tan grande como Extremadura y tienen cuatro euros para realizar todos los viajes”. Por eso intento apoyarles, porque son ellos quienes tienen la responsabilidad de apoyarles. El Gobierno de Ghana es quien tiene la responsabilidad sobre sus niños sean tradados según el Convenio de Derechos Humanos del Niño.
Hablamos también de los Derechos de la Infancia, «creo que si el siglo pasado fue el de los derechos de las mujeres, este siglo XXI puede ser el de la infancia»; del SIDA, «una de los principales causas del aumento de huérfanos en el continente», y de los múltiples retos a los que se enfrenta el sistema de salud de Ghana, retos en los que ya se han registrado importantes avances, como el intento de crear un sistema de Seguridad Social, para el que todavía hacen falta mejoras que se va implantando poco a poco.