24/05/2014.- La violencia sigue aumentando en República Centroafricana, un país que se derrumba desde hace dos años y que en estos momentos vive una verdadera espiral de asesinatos, hasta el punto de que Amnistía Internacional habla ya de limpieza étnica en algunas zonas del país.
El goteo de muertos, en su mayoría musulmanes, ha sido constante en las últimas semanas, consecuencia de un conflicto no declarado que enfrenta a dos grupos armados: los séleka, de mayoría musulmana, y los antibalaka, principalmente cristianos. Dos milicias que si bien surgieron de forma más o menos organizada, en la actualidad se encuentran totalmente descontroladas y en cuyas filas se entremezclan jóvenes con sed de venganza, ex guerrilleros y delincuentes comunes.
Los antibakala (anti-machete en sangó, la lengua oficial del país), son quienes en los últimos meses han cometido las mayores matanzas. Una respuesta a las agresiones llevadas a cabo por la milicia seleka a lo largo de 2013, tras tomar el poder mediante una sanguinaria ofensiva. Desde entonces y hasta el 10 de enero de 2014 –cuando la presión internacional obligó a su entonces líder, Michel Djotodia, a dimitir de la presidencia del país–, se produjeron numerosos abusos que terminaron provocando la aparición de la mencionada guerrilla cristiana, que surgió en principio como una fuerza de autodefensa pero que ahora se ha hecho con el poder en numerosas zonas.
Desde entonces, han sido los antibakala quienes están provocando decenas de matanzas entre los musulmanes, sin distinguir entre combatientes y civiles. Y todo ello acompañado de gravísimos episodios de violencia que incluyen muertes a machetazos, decapitaciones y asesinatos indiscriminados, tal y como informan las organizaciones internacionales y los propios supervivientes.
Los ataques están llegando a niveles de violencia nunca vistos en la RCA, donde hasta ahora ambas comunidades religiosas habían convivido pacíficamente, a pesar de la tradicional inestabilidad del país. Esta espiral de violencia se ve alimentada por el sentimiento de impunidad total, ya que el nuevo gobierno, encabezado por la presidenta interina Catherine Samba Panza, es incapaz de imponer el orden en todo el territorio –con un tamaño similar a Francia, pero sin apenas infraestructuras fuera de la capital- .
De hecho, el país se encuentra dividido, de facto, entre la zona Norte, más deshabitada y de mayoría musulmana, y la parte Oeste, mucho más poblada y controlada por los antibakala. Es aquí donde actualmente existen varias bolsas de población musulmana, rodeados y a merced de las milicias cristianas.
A día de hoy, se calcula que unos 800.000 habitantes –de una población de 4,5 millones- son desplazados internos y más de 310.000 han tenido ya que salir de la RCA, marchando a países vecinos como Chad [que ha cerrado ya sus fronteras], Camerún y República Democrática del Congo. Allí se encuentran en su mayoría desatendidos, pues ni los países de destino ni las organizaciones internacionales han podido ofrecerles las necesarias condiciones de seguridad y servicios básicos.
Se trata, en definitiva, de una situación que se parece demasiado a la que se vivió en Ruanda hace ahora precisamente 20 años, y que ha llevado a las instituciones internacionales a plantearse el aumento del número de tropas presentes en el país. De momento, la Unión Europea ha puesto en marcha la operación EUFOR RCA, que contará con un millar de soldados –cerca de un centenar de ellos españoles– y que van a sumarse a los 2.000 militares que Francia ya tiene sobre el terreno (operación Sangaris). Además, desde diciembre de 2013 está en marcha el despliegue de fuerzas de Naciones Unidas: 6.000 efectivos para el mantenimiento de paz de la Unión Africana, que todavía no se ha hecho del todo efectiva.
Sin embargo, para comenzar a recomponer la República Centroafricana las necesidades serían mucho mayores. La violencia no responde sólo a la religión, sino que además hay factores étnicos, históricos y, por supuesto, de déficit de desarrollo a los que también habría que atender. La situación económica y social es de total emergencia sanitaria: la esperanza de vida es de 48 años, las infraestructuras no existen apenas y enfermedades ya erradicadas en otros lugares del mundo siguen causando estragos allí. Causas últimas de la inestabilidad que asola al país desde hace medio siglo y que ha provocado continuos enfrentamientos y golpes de Estado.