(Y para ir abriendo boca para la exposición sobre Benín…)
Recorrer la costa que une Benín, Togo y Ghana es hacerlo por el pasado, el presente y el futuro de África. Más de 700 kilómetros de playas interminables que recogen la historia de la esclavitud, la dura vida de los pescadores africanos y los complejos turísticos que lentamente comienzan a erigirse.
Tal vez el mejor ejemplo de este paseo por el tiempo sea la costa beninesa, comenzando por la playa de Cotonoú, la ciudad más importante del país. En su famosa Ruta de los Pescadores, las cabañas de barro y paja cohabitan con modernos bares, restaurantes y algún que otro apartamento. No faltan tampoco los enormes carteles que anuncian la construcción de futuros resorts que, impulsados por la financiación china, aspiran a convertir la zona en una suerte de Benidorm a la africana.
Lejos de la propaganda gubernamental, lo que hoy en día puede verse por esta parte de la costa atlántica son innumerables canoas de madera corroídas por el paso del tiempo, así como niños descalzos jugando al fútbol -la mayoría con logradas falsificaciones de las camisetas del Barcelona, el Chelsea o el United–, mujeres vendiendo alimentos y las típicas moto-taxis del país, que sortean los baches y los grandes charcos cargadas con dos y hasta tres pasajeros.
Se trata de una playa de arena clara y repleta de palmeras, pero muy traicionera, tal y como confiesan los lugareños. Pese a ello, cada mañana decenas de hombres se adentran en el agua, equipados con artesanales redes de pesca de una longitud considerable. Separadas por escasos metros de distancia, las largas filas de pescadores tirando todos a una, al son de un tambor, contrastan con los enormes buques extranjeros que, varias millas mar adentro, recogen toneladas de pescados que irán a parar a los mercados europeos.
Homenaje a la diáspora
A varios kilómetros de distancia, en Abomey, un colorido monumento en forma de mural recuerda a los millones de africanos que, durante siglos, se vieron forzados a abandonar su tierra natal rumbo a América, en unas condiciones de vida tan deplorables como la propia práctica de la esclavitud. Un lugar que vuelve a reflejar las contradicciones del Continente Negro, ya que el monumento se encuentra enclavado justo en medio de un complejo hotelero a medio construir, formado por varias cabañas independientes, cuyas obras quedaron paralizadas cuando el Gobierno beninés decidió que debía ser precisamente en ese punto donde se rendiría homenaje a la diáspora africana.
Grand Popo se ha convertido en un gran destino turístico de sol, playa y lujo
Pero no todo permanece a medio hacer en la costa beninesa. Unos kilómetros antes de llegar a Togo se erige Grand Popo, un antiguo pueblo de pescadores reconvertido durante los últimos tiempos en destino turístico de primera categoría, repleto de hoteles y restaurantes. Un lugar, en definitiva, indicado para quienes prefieren el sol, la playa y el lujo a la aventura de los hostales, los caminos de tierra repletos de ganado o los menús a base de arroz, pollo y plátano frito.
Si queréis continuar el viaje por la llamada Costa de los Esclavos, que se extiende también por Togo y Ghana, podéis leer el original, publicado en OchoLeguas, aquí.