Ruanda sigue dando que hablar y no para bien. El presidente Paul Kagame ha entrado en una especie de paranoia por la cual todo aquel que se opone a él pasa inmediatamente a ser considerado un terrorista –o financiador de los mismos- y corre serio peligro de ser encarcelado.
Eso es precisamente lo que le ha pasado a la líder opositora Victoire Ingabire (la historia la están siguiendo muy bien desde Fundación Sur), dirigente del partido DU-Inking –que todavía no ha podido registrarse como tal y que no se pudo presentar a las elecciones de este pasado verano-. Y es lo que le podría suceder Paul Rusesabagina, -director del Hotel Mil Colinas que durante el genocidio dio cobijo a miles de tutsis perseguidos, historia en la que se basó la película Hotel Ruanda- de no ser porque vive exiliado en Europa.
Estas acusaciones se producen tan sólo un mes después de que la ONU publicase un informe en el que acusa al propio Kagame de responsable del genocidio llevado a cabo en la vecina República Democrática del Congo.
Poco a poco, Paul Kagame y su régimen, hasta ahora bien protegidos por EEUU y otras potencias occidentales, van perdiendo apoyos, pero no parece que eso le haya llevado a reconsiderar una apertura democrática -en el fondo, en las formas ya lo es- en su país; todo lo contrario.