Shosholoza, en zulu, significa “seguir hacia delante” y la canción del mismo nombre es un canto típico de los negros de Sudáfrica y Zimbabwe. En un principio, lo cantaban los mineros que se desplazaban muy lejos de sus hogares para trabajar, luego también los exiliados y hoy en día se ha convertido en la tonadilla de los sudafricanos para las grandes celebraciones. Es, como dicen en el documental, “una canción esperanzadora, que alienta a no rendirse, a seguir siempre hacia delante”. Y la palabra, además, ha dado nombre hasta al Shosholoza Mail, el tren de larga distancia de Sudáfrica., ya que esta letra se solía cantar en los vagones que trasladaban a los trabajdores.
Precisamente un tren, el que hace el recorrido de Johanesburgo a Cape Town es el protagonista de este documental, Shosholoza Express, en el que viajeros de toda clase recuerdan los días del Apartheid, la lucha, la liberación de Mandela… y analizan la situación actual de la Nueva Sudáfrica. Pasajeros anónimos, de ninguno vemos su nombre, profesión ni procedencia, pero sin duda, no elegidos al azar. Una pareja ‘mixta’: mujer blanca y marido coloured; dos alegres mujeres negras ya entradas en años; otra del ANC, una blanca que participó en la lucha armada…
La historia, como tal, no cuenta nada nuevo, pero me gustan las contraposiciones. Dice un blanco: “yo no tenía ni idea de lo que estaba pasando, el Apartheid no estaba en las portadas de los periódicos, la primera vez que vi una pinta en la que ponía “Free Mandela” pensé que era un tipo de pan y que lo querían gratis”. Responde otra, también blanca: “Sólo había que tener ojos en la cara para ver lo que estaba pasando”.
Salen a la luz los problemas de inseguridad y la discriminación positiva hacia los negros: unos la ven necesaria; otros, una aberración que dejará al país sin las mentes más preparadas. También el problema de los jóvenes, los tsotsis, la falta de vivienda… Un interesante compendio en el que todos cuentan experiencias propias, lo más interesante de todo.
Para realizar el documental, la directora, Beatrice Möller, una joven nacida en Sudáfrica pero afincada en Berlín, realizó el viaje hasta en 25 ocasiones. “Un viaje de 30 horas en el que la gente tiene mucho tiempo para hablar”. Ella misma afirma que estas conversaciones le sirvieron para procesar todo lo que significó el Apartheid, algo que ella vivió tan sólo cuando era muy pequeña.
Al final, el tren no llega a ninguna estación. En la última imagen lo vemos todavía recorriendo una inmensa llanura, una metáfora de la propia Sudáfrica, un país que todavía sigue en movimiento y al que le queda mucho por recorrer. Sin que nadie sepa muy bien si llegará a buen puerto o no.