Probablemente a estas alturas haya cientos de periodistas en Sudáfrica, pero son pocos los que conocen la zona como Lali Cambra, la corresponsal de El País. Ahora, gracias a El Mundial, la podemos leer en el periódico pero también en su blog, Maldita Vuvuzela,, otra de las noticias positivas del Mundial, que está dando a conocer Sudáfrica, probablemente más allá de lo que a la FIFA y a Zuma les gustaría.
El relato de hoy pone los pelos de punta: la situación de los mineros ilegales en Sudáfrica, los zama-zama.
Las minas en las que operan están controladas por mafias contra las que el gobierno trata de luchar y no es una batalla fácil: los criminales defienden su terreno de la policía hasta con bombas-trampa y con AK-47. (…) Nadie debería vivir como zama-zama: pueden pasar bajo tierra más de tres meses de vez, su única comunicación con la superficie es a través de walkie-talkies y reciben comida y bebida a través de las mafias, que pueden cobrarles hasta 10 euros por una bolsa de pan, 15 euros por un paquete de cigarrillos o 150 por una botella de licor. El año pasado 91 zama-zama fallecían en una mina en desuso en la provincia del Free State por un accidente. Se asfixiaron, al parecer por un fuego que hicieron para calentar comida. Nadie avisó de ello y fue un mes después del suceso que las autoridades organizaron unidades de rescate para sacar a tierra los cadáveres. La mayoría eran de Lesoto, país de gran pobreza, del que tradicionalmente salen los hombres a enterrarse la vida en el subsuelo sudafricano. Muchos regresan a Lesoto sólo a morir, aquejados de tuberculosis o VIH, o las dos. En este caso regresaron muertos.
Las minas sudafricanas son de las más peligrosas del mundo. Antiguas, la profundidad de excavación es cada vez mayor, a más de dos kilómetros bajo tierra, cada vez más difícil, más costosa, menos productiva, de seguridad más complicada. (…)
Se puede leer entero aquí.
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