Hoy es el día de antes de que España gane el Mundial.
Durante un tiempo, puede que así recordemos las fechas. ‘Ah, sí, aquello fue tres días después de ganar el Mundial, me acuerdo perfectamente’. Se hablará del verano y cada cual recordará en qué parte de España o del mundo vio el partido, con quién estaba y cómo pasó el día después. Nadie será más rico, ni tendremos más posibilidades de salir de la crisis, ni los famosos ‘mercados’ nos tratarán mejor, ni nos pondremos de acuerdo con el Estatut ni el aborto, pero durante unos días, tan sólo unas horas quizás, estaremos más felices, nos sentiremos más unidos que nunca. Y lo celebraremos por todo lo alto, desde el pueblo más pequeño a la mayor plaza de España, desde los forofos del fútbol hasta los que nunca antes habían visto un partido. Porque eso es lo que ha conseguido la selección: ahora las señoras hablan de Puyol como si lo conocieran desde que estaba en la Massía, los inmigrantes recitan la alineación de carrerilla, sin necesidad de que se lo pida ningún juez y hasta algunos independentistas celebran el título como propio.
Algo así debió pasar en Sudáfrica con la victoria en el Mundial de Rugby de 1995, la final que unió un país, según la defininió John Carlin. La unión será efímera, pero quizás siente un precedente. Igual de efímera que ha sido la presencia de Sudáfrica en los telediarios y los periódicos del mundo. Porque igual que tras la victoria de Mandela, las cámaras y los flashes se irán con sus historias a otro lado y allí seguirán millones de personas viviendo las mismas penurias de hace un mes, pero ahora se habrán quitado unos cuantos complejos de encima: la organización ha sido buena, los estadios han estado a tiempo y, sobre todo, la seguridad no se ha convertido en el tema estrella del Mundial. Ahora los sudafricanos pueden estar orgullosos de ellos mismos y hasta puede que se atrevan con unas Olimpiadas.
A partir del lunes, habrá que volver a pensar en cómo mejorar la vida en los townhips, en la educación, la sanidad y el Sida, los transportes y la corrupción, pero hasta entonces quizás no esté de mas que los sudafricanos disfruten de la que también es su final.
Impagable como siempre el trabajo de divulgación y el sentido común que pones encima de la mesa, Auro, para acercarnos más la tierra africana. !Enhorabuena!