Faltan menos de dos días para que los focos se enciendan en Sudáfrica. 48 horas para que comience el acontecimiento que, esperan y esperamos, servirá para dar «una nueva imagen de África», algo que ya está celebrando todo el continente.
Pero la realidad es que hay tan pocas posibilidades de que la nación anfitriona obtenga un beneficio económico y social como de que su selección gane el Mundial.
De hecho, la celebración del torneo tendrá muchas consecuencias negativas, empezando por el dinero destinado a infraestructuras que no siempre benefican a quienes más lo necesitan, el posible aumento de la prostitución y las redes de tráfico de mujeres y el hecho de que se releguen a un segundo plano los problemas reales del país.
¿Entonces, realmente merece la pena el esfuerzo?
Probablemente nunca se sepa, pero seguro que es una buena oportunidad.O al menos, una forma de sacudirse complejos de encima, de demostrar que África también puede hacer cosas, y puede hacerlas bien.
Así lo explicaba hace unos días Mark Gevisser (autor del libro ‘A Legacy of Liberation: Thabo Mbeki and the future of the South African Dream’) en el New York Times,en un artículo titulado South Africa’s World Cup Moment
(Como siempre, la traducción es más o menos libre)
“Ciertamente, el Mundial ha servido de apoyo contra la recesión global y ha provocado un crecimiento temporal. Ha permitido la mejora de las infraestructuras de transporte y ha demostrado que Sudáfrica tiene una formidable capacidad técnica. Pero la pregunta es cuáles serán los beneficios a largo plazo». En este aspecto, Mark Gevisser lo tiene claro: se trata de imagen, orgullo y apertura internacional. Lo mismo opina John Carlin en El País
“¿Por qué Sudáfrica ha apostado tan fuerte, y ha gastado tanto, para acoger este torneo?” “El gobierno sudafricano cree que el beneficio es intangible y no medible: es un aguijón en el ojo del Afropesimismo, es un inapreciable cobertura mundial, la consolidación del orgullo nacional y de la identidad”.
“El mundo habla de Sudáfrica, y los sudafricanos están utilizando el Mundial para imaginar el país de sus sueños. ¿Se puede poner precio a eso?” (…)
Según Gevisser, todo esto se debe a que quizás Sudáfrica añora aquel tiempo en el que la lucha de liberación se convirtió en “la causa del final del siglo XX mientras Nelson Mandela se alzaba como el icono global para el perdón y la reconciliación”. Quizás Sudáfrica quiere volver a ser el centro del mundo por unos días.
O quizás tiene que ver con una “psicología maniaco-depresiva: si no somos la ‘nación arcoiris’, el más bonito cuento de hadas del mundo, entonces seremos otro caso perdido africano”. Y Sudáfrica no quiere eso.
Quizás sea que su pasado, el más reciente, ése en el que se vivió una de las grandes infamias del siglo XX pero también uno de los momentos más esperanzadores para el ser humano, les oprime a la vez vez que les impulsa a hacer algo bueno con su país.
Sea como sea, ya no hay marcha atrás, así que esperemos que sepan aprovecharlo.