La noticia de que Israel ofreció armas nucleares a la Sudáfrica del Apartheid, y el hecho de que existan documentos que lo corroboren ha sido analizada por los medios de comunicación como un duro golpe a Israel, ya que esto confirmaría que el país tiene efectivamente poder nuclear, algo que el país ni confirma ni desmiente.
Esto es importante, claro, pero a mí me interesa más destacar otra perspectiva, y es hasta qué punto la Sudáfrica del Apartheid, ese sistema racista que ahora tachamos de intolerable, tuvo siempre el apoyo de los países más poderosos, desde Estados Unidos a Gran Bretaña pasando por Francia y, por supuesto, el mencionado Israel.
Un libro sobre historia sudafricana que leí antes de ir a Johannesburgo -y cuyo título no recuerdo, pero lo buscaré- venía a decir que aunque la presión del ANC y la mayoría negra habían sido por supuesto cruciales a la hora de acabar con el Apartheid, esto no se habría conseguido nunca sin el derrumbamiento de la ex Unión Soviética.
¿Y cuál es la razón de este nexo entre países tan distantes, física y hasta políticamente, entre sí? Pues como siempre, la Guerra Fría. No sería casualidad, según esta tesis, que la URSS y el Apartheid desaparecieran en el mismo año.
Así, en los años 70 y 80, mientras existío la URSS y el ‘peligro rojo’, tanto Margaret Tatcher como Ronald Reagan veían en Sudáfrica su mayor aliado contra el comunismo en África, el país que tendría que hacer frente a la amenaza proveniente de Mozambique, Angola e incluso Zimbabwe. Y como esto era más importante que todo lo demás, al Apartheid se le apoyaba con cualquier cosa que pidiera. Armamento nuclear incluido, según se publica ahora. Hasta hoy, sólo sabíamos, por ejemplo, que Tatcher se negó siempre a apoyar las sanciones contra el Régimen y tachaba a los miembros del ANC de terroristas (comportamiento por el que Cameron pidió disculpas recientemente).
No fue hasta la caída de la URSS cuando Occidente dejó clara su posición a Sudáfrica: no tenía más opción que poner en marcha el proceso de transición a la democracia. El 10 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín. Tres meses después, el 2 de febrero de 1990, el presidente sudafricano Frederick De Klerk hacía un llamamiento para la creación de una nueva Constitución y daba a entender que el futuro de Sudáfrica era la creación de un estado democrático que seguiría el modelo de “una persona, un voto”.
Nada se puede analizar sin su contexto histórico. Y en el caso de los países africanos, este contexto ha sido especialmente importante. Al igual que en el caso del Apartheid – ¿alguien se explica cómo un Régimen así pudo llegar hasta los años 90?- fueron muchos los dictadores que contaron con el apoyo de un lado o de otro para mantenerse en el poder a pesar de las barbaridades que cometieron.
Por suerte, y aunque ya no sirva de mucho, quedan todavía investigadores buceando en el pasado para sacar a la luz, y demostrar, con pruebas, cosas como ésta.
Hola!
Me gustaría saber de donde obtuviste la información para la realización de esta columna. Gracias…