Portugueses que se van a Angola en busca de Eldorado, españoles que se apelotonan por ir a trabajar a Dubai y chinos que ocupan África con sus inversiones. Cualquiera diría que la crisis nos ha vuelto locos a todos.
Vamos por partes. Lo de Angola sí tiene sentido porque, según cuentan quienes han estado por allí, las posibilidades para hacer negocio son infinitas. Siempre, claro, para trabajadores cualificados y previo pago de suculentas comisiones. Si no era suficiente con la fuga de cerebros –la UE sigue pidiendo a gritos inmigrantes cualificados mientras expulsa a patadas a quienes no lo son- ahora también buscamos una salida para los licenciados que nos sobran.
Lo de Dubai, en cambio, no lo entiendo. Un emirato lleno de macroconstrucciones y en el que está la torre más alta del mundo, sí, pero que forma parte de un país (Emiratos Árabes Unidos) -con esto yo siempre me lío- donde casi un 50% de la población proviene del sur de Asia y un 17% de Irán no parece el sitio en el que uno vaya a ganar 600 euros al día. Pero quién sabe, también conocí a un cocinero que dejó un buen restaurante en Londres por la cocina de un hotel en Abu Dhabi donde ganaba el doble. (Actualizado: Las últimas noticias dicen que esto era una estafa y que en Dubai se suele contratar a inmigrantes de Pakistán o Filipinas que aceptan el cobro de 200 euros al mes).
El caso es que quizás el futuro está en África, en Asia y en Oriente Medio. China ya lleva años avisando y el resto parece que sigue la misma marcha. Habrá que ver, que las cosas cambien mucho en cincuenta años y si no, miren la España de 1960.
El problema, claro, es que los africanos, asiáticos y demás, también querrán su parte del pastel. Y entonces, ay, a lo mejor tenemos que emigrar para ser mozos de almacén o señoras de la limpieza. Quizá entonces nos revelemos contra las injustas leyes de inmigración. Las de los países receptores, claro.