Lo último que pretendo es ser uno de estos ‘especialistas en todo‘ a los que tan irónicamente criticaba el otro día Juan Goytisolo en El País (muy recomendable el artículo; una pequeña reflexión sobre en qué nos estamos convirtiendo gracias a Internet), pero no puedo evitar hoy hablar de la situación en El Congo.
Un país devastado que parece incapaz de la escapar de la trágica situación en la que lleva tantos años inmerso. Un país que arrastra consigo un truculento pasado, plagado de violencia desde la brutal colonización belga, en 1912, hasta épocas más recientes pero no mejores bajo el yugo de Mobutu Sese Seko, uno de los más brutales y longevos dictadores de África. Un país al que su situación geográfica, compartiendo frontera con nueve países, todos ellos extremadamente inestables –Sudán, Uganda, Ruanda, Burundi, Tanzania, Zambia, Angola, Congo-Brazaville y la República Centroafricana–, sus vastos y codiciados recursos naturales y una saga de dictadores corruptos, no han ayudado nunca a mejorar la situación.