El título es de Raquel pero la idea ya me rondaba la cabeza desde mucho antes incluso de tener blog.
Hará unos cinco años desde que llegó el primer forastero al pueblo. Era el marroquín, así, con la ‘n’ añadida al final, parte intrínseca de la forma de hablar de los abuelos que cuando no conocen una palabra la complican todavía más haciendola impronunciable. Así, por ejemplo, en vez de selectividad, dicen ‘selectilividad’ y en lugar de Jesi (de Jessica), ‘Jensi’.
Nadie sabe bien cómo ni cuándo exactamente llegó el marroquín, pero el caso es que ha conseguido hacerse imprescindible. Uno le llama para «sollar» (desollar) un chivo, el otro para coger aceitunas y el de más allá para que le ayude a llevar unas alpacas. No queda mucha gente que trabaje en el campo y los que lo hacen son mayores, así que una mano joven viene bien a todo el mundo. Por si fuera poco, en los últimos meses se ha convertido en fontanero y albañil, que la crisis está matando al sector de la construcción pero quien más quien menos algo tiene para una casita en el pueblo.
Luego llegó la ‘marroquina’, que por supuesto no era de Marruecos. Como cuando llamamos ‘pan bimbo’ a todo el pan de molde, en el pueblo, todos los extranjeros eras marroqines o marroquinas. Los primeros le dieron el nombre al conjunto.
La mujer en cuestión es ecuatoriana y vino al pueblo como novia de uno de allí de toda la vida. Ahora no sólo conviven en paz y armonía sino que ha montado un bar que gestiona junto a su madre, recién llegada de Ecuador.
Los últimos son una familia de rumanos. Viven en una finca a unos diez kilómetros del pueblo. Allí les han contratado para que se ocupen de labores domésticas y agrícolas. Tienen varios hijos. Una de ellas trabaja en el bar de la ecuatoriana. Para que el más pequeño pueda ir a la escuela, la Junta de Castilla La Mancha ha puesto una furgoneta y un conductor que cada día va a buscarle para recorrer esos 10 kilómetros que hay hasta el pueblo, donde coge ya una ruta escolar que le lleva al centro educativo más cercano. El mismo país que expulsa a inmigrantes todos los días también hace cosas como ésta. Parece que todavía hay esperanza.
Mientras, la convivencia en el pueblo es modélica. Claro que la proporción de inmigrantes es mínima. Y hasta el momento todos han podido encontrar trabajo. Pero sea como sea, es al menos un buen ejemplo.