Estamos más que acostumbrados ya a la mezcla entre tradición y modernidad que se da en todos los rincones de África y no llama la atención encontrarse con una señora de 70 años que nunca tuvo agua corriente ni electricidad mandando mensajes por el móvil o un chaval de 15 conectado a facebook desde un ordenador comunitario en la aldea más remota de Botswana.
Pero esto sí me sorprendió, la verdad.
El mismo día que Swazilandia celebraba la Umhlanga, la Danza de las Cañas, una antiquísima tradición en la que miles de mujeres de todo el país se dan cita para hacer una ofrenda a la reina madre y bailar ante el rey, el principal periódico de Swazi sorprendía con esta portada: «Dos lesbianas de Swazi se dan el sí quiero».
En realidad, según decía en páginas interiores, todavía no se han casado. De momento, sólo han querido hacer público su amor (en una de las imágenes aparecen dándose un beso) para conseguir apoyos en su intención de casarse en seis meses, en el que sería el primer matrimonio homosexual del país.
La última monarquía absoluta de África, un rey que gobierna en función de las tradiciones y una sociedad polígama no ha impedido a estas dos chicas «salir del armario», como dice el periódico. África siempre sorprende.