Pero no todo fue celebración durante el día de la Juventud en Soweto. Ese mismo día, y a la misma hora que se celebraba el carnaval, un pequeño grupo, unas 100 o 150 personas, se manifestaban exigiendo que se cumplan, de verdad,las promesas que les llevan haciendo los políticos 15 años.
La mayoría eran miembros de la Poor´s People Alliance, una red de movimientos sociales de Sudáfrica que aúna a varias organizaciones de gente que lucha contra la pobreza y los desalojos en varias provincias del país. Se organizan a través de la web Abahlali y realizan actos, concentraciones y manifestaciones por todo el país.
Reivindican ante este Gobierno de Zuma, igual que lo han hecho ante otros anteriores, su derecho a cultivar las tierras, a tener una casa, agua, electricidad, educación para sus hijos…
Eran pocos pero en realidad representan a muchos. A los millones de personas de Sudáfrica que todavía viven en pequeñas chabolas, construidas, como todos los barrios chabolistas, sin orden ni concierto, muy juntas las unas de las otras en calles sin asfaltar y sin ningún servicio público.
Los peligros en estos barrios, que aquí llaman eufemísticamente ‘informal settlement’ son muchos, empezando por la tan traída violencia, pero también muchos otros de los que se habla menos, algo tan simple, por ejemplo, como que al no tener luz, en estos hogares se utilizan velas por la noche y se cocina en improvisadas fogatas. Al estar tan pegadas las unas de las otras y construidas de chapa, maderas, cartones y plásticos… si en una de ellas se produce un incendio, es seguro que se extenderá a las de alrededor.
En verano, el miedo son las lluvias, torrenciales como son aquí, que arrastran todo lo que encuentran a su paso, y en invierno, el frío, que hace que se multipliquen las fogatas y con ello, el riesgo de morir en un incendio.
No hay días buenos en estas zonas, sólo malos y menos malos. No hay trabajo para los jóvenes, ni futuro para los niños. Y contra todo esto se manifestaban en Soweto los miembros de la Poor´s people Alliance.
El recorrido fue el mismo que en su día hicieran los estudiantes. Una manifestación organizada, en la que los cabecillas se ocupaban de que nadie se quedara atrás o se saliera del sendero marcado, “para no molestar a nadie”, con la policía detrás y tres autobuses cerrando la comitiva, para que mayores y niños pudieran sentarse si lo necesitaban y para devolver a todos al punto de partida.
Lo más curioso es que, paseando por Soweto, me recordó en realidad a cualquier pueblecito de España. Allí por donde pasábamos, salía la gente de sus casas. Aquí se juntaban cuatro o cinco abuelas, allí un grupo de niños, y más allá una cuadrilla de hombres. Miraban y hasta preguntaban de qué iba el tema, aunque pocos se unieron. La mayoría sólo aprovechaba el paso del grupo para hacer un alto en sus quehaceres diarios. Otros para hacer un alto en su aburrimiento diario. Y algunos para aprovechar a hablar con sus vecinos. En fin, como en cualquier pueblo, de cualquier lugar del mundo, diría yo.
No se puede ser más reivindicativo que la señora del turbante… qué grande.