13.05.2009: El Banco Africano de Desarrollo dijo ayer que, después de 15 años de crecimiento más o menos sostenido, en 2009 disminuirán los ingresos per cápita de los africanos.
La caída afectará a las economías «ricas en petróleo y minerales, así como a las que dependen de las exportaciones agrícolas», según Donald Kaberuka, director del organismo. Y eso es tanto como decir que afectará a todos los países, porque básicamente de petróleo, minerales y agricultura es de lo que depende todo el Continente.
La crisis ha llegado aquí más tarde que al resto del mundo, pero probablemente tarde más en marcharse y sus efectos sean más fuertes.
¿Cambiará esto alguna vez?
Sería fácil pensar que no, pero lo cierto es que sí hay cosas que están cambiando.
En primer lugar, los propios africanos empiezan a buscar soluciones.
Empiezan a darse cuenta de que, después de 60 años y muchos millones invertidos, está claro que la Ayuda al Desarrollo no es una solución. Hace unos meses se publicó un libro que lo decía bien claro. (Yo, admito, era una defensora acérrima de la Ayuda al Desarrollo, pero ahora tengo mis dudas. Este libro ha tenido mucho que ver).
Dambisa Moyo es una economista nacida en Zambia que ha trabajado en organismos internacionales de todo el mundo y que ahora carga contra la Ayuda en su libro Ayuda muerta: Por qué la ayuda no está funcionando y cómo hay un mejor camino para África.
¿Por qué la ayuda no siempre es buena?
En primer lugar, claro, por la corrupción que se crea en torno a ella: en los países receptores, sí, pero también en los donantes y en los intermediarios. François-Xavier Verschave explicaba cómo en Francia la Ayuda al Desarrollo se había utilizado para la financiación de los partidos, a través de lo que llamaba la ‘Caja B’.
En segundo lugar, porque es un «un modo extremadamente ineficiente para lograr un verdadero retorno -en este caso desarrollo», como dice Greg Mills en el artículo ‘Not aiding AFrica’ . Mills, presidente de la fundación Brenthurst, una especie de Think Tank sudafricano, explica que la ayuda «rompe la línea de responsabilidad entre los ciudadanos y los políticos y distorsiona las prácticas de mercado».