Creo que se está dando mucho bombo en España a un libro de John Carlin llamado Playing with the Enemy, así que ya sabréis todos que en 1995 se celebró en Sudáfrica el Campeonato del Mundo de Rugby, que el equipo nacional sudafricano, los Srpingbok – a los que durante mucho tiempo se prohibió jugar en competiciones internacionales como sanción contra el Apartheid-, sufrieron mucho para llegar a la final y que en ésta se enfrentaban, precisamente, a los todopoderosos All Blacks, la selección de Nueva Zelanda.
Sabréis también que al final ganaron los Springbok provocando el delirio colectivo -imaginaros, aunque sea difícil, que nosotros hubiéramos ganado el Mundial del 82- y que Mandela supo aprovechar el momento para tener un gesto hacia los blancos, en su mayoría reacios al nuevo Gobierno negro que gobernaba el país desde el año anterior.
Mandela no dudó en vestirse la camiseta verde de los Springboks, bajar al campo a entregar la Copa al capitán y celebrar la victoria con el equipo. Los blancos le correspondieron cantando a coro su nombre en un estadio, el de Ellis Park, lleno hasta la bandera.
Todo esto viene a que el sábado estuve en mi primer partido de rugby. Los Blue Bulls de Pretoria contra un equipo neozelandés. Algo así como la Liga de Campeones, donde los mejores de cada país se enfrentan entre sí. Ganaron los Bulls, el equipo sudafricano, y también se desató la euforia en el campo.
[Aparte de tener un montón de normas, el rugby tiene jugadas curiosas como ésta, una de las que más me gustó: Uno saca de banda y los dos equipos tienen que disputarse el balón. Para ello, dos jugadores alzan a un tercero para que se haga con la pelota. Foto: Auro]
El partido me gustó y también el ambiente, pero si hace 15 años sólo había blancos entre el público, este sábado nada había cambiado. Ni un solo negro entre los espectadores. Se podría decir, como escribe Allister Sparks en su libro sobre El milagro sudafricano que “Los negros olvidaron los bailes por las calles de Johannesburgo cuando el equipo nacional, por entonces orgullo de los blancos afrikáner, ganó al Copa del Mundo de 1995; y los blancos no recuerdan ya cuando en el estadio cantaban a Mandela, el primer presidente negro, cuando le dio el jersey con el número 6 al capitán del equipo, François Pienaar“.
Parece un poco pesimista pero, en cierto, sentido, tiene toda la razón.