Ayer recibí un mail sobre Zimbabwe. Me lo enviaba una sudafricana, blanca, a la que a su vez se lo había enviada otra sudafricana negra, de Soweto. Para algunas cosas no hay distinción de razas. El asunto era “¿De quién es esta casa? y en el e-mail aparecían unas 10 fotos de una suntuosa casa, más bien un palacio.
El dueño, según el e-mail, es Mugabe, el presidente de Zimbabwe. (Vete tú a saber si será verdad o no, pero es lo de menos, y tampoco sería de extrañar).
Tras las fotos, vienen dos textos. El primero dice: “Así vive Mugabe mientras su país se muere de hambre… y a nosotros se nos pide una y otra vez que ayudemos a su gente”.
El segundo, un añadido que alguien escribió más tarde, dice: «Mirad a vuestro avaricioso presidente… Mientras vosotros vivís en chabolas y venís a amontonaros aquí a Johanesburgo… Por qué no lucháis por vuestros derechos…Quizás deberiaís volver y compartir el lujo con él»
Siendo bien pensados, podría parecer un llamamiento al ‘activismo’ del pueblo zimbawés pero, más bien me temo que es una manera ‘educada’ de decirles a los zimbabweses que ya está bien, que se vuelvan a su país.
Hace menos de un año, en mayo de 2008, una ola de violencia y racismo se extendió por toda Sudáfrica dejando a varios muertos y miles de refugiados. Muchos de ellos eran zimbabwenses.
Creo que yo también estoy con la segunda opción, como que cuadra más. Al final, en todos los sitios pasa lo mismo, siempre hay un vecino más pobre o más rico que tú.