La semana pasada estuve en Ciudad del Cabo en una feria sobre diseño, Desing Indaba, sin duda la más importante de toda África y a la que se acercan artistas y diseñadores de todo el mundo porque, de modo paralelo a la feria, se celebran unas conferencias a las que acuden importantes artistas. Entre ellos, este año había tres españoles: Ferrán Adriá, Javier Mariscal y Patricia Urquiola.
Las conferencias fueron originales, entretenidas e instructivas. Yo, que no sé nada de diseño, salí encantada, y todavía más lo estaban los arquitectos, interioristas, y diseñadores que estaban entre el público.
Pero de entre todas las charlas, hay una que impactó especialmente a los asistentes.
Luyanda Mpahlwa es un arquitecto al que el año pasado la feria le encargó diseñar casas baratas para un township de Ciudad del Cabo. La semana pasada volvió a la feria a presentar su proyecto, en el que ya viven familias por el módico precio de 75.000 rands (poco menos de 7.500 euros). El vídeo, la presentación, la idea, el uso de materiales propios del país y la manera de construirlo, aprovechando incluso materiales reciclados y siguiendo una técnica de construcción tradicional, despertó el interés y la admiración del público, además de tener una gran repercusión internacional.
El proyecto fue galardonado con diferentes premios en todo el mundo, y Mpahiwa fue mostrando fotografías de los lugares a los que había ido a recibirlos. Fotos informales, no del acto de entrega, sino del equipo paseando por Venecia, por Oslo, por Japón. Fotos curiosas de tres negritos rodeados de orientales o navegando en una góndola.
Como colofón, el proyecto ganó uno de los más importantes premiso de diseño del mundo, otorgado por una prestigiosa fundación estadounidense.
Pero no había foto de este premio. La pantalla se quedó en negro mientras Mpahiwa nos contaba que le había sido denegado el visado para ir a Estados Unidos. La razón: pasó cinco años de su vida en la cárcel.
Hasta ahí, bien, normal que EEUU no dé visados a los ’criminales’ que pretendan entrar en su país. Pero resulta que Mpahiwa estuvo encarcelado cinco años en Robben Island, la isla-prisión para todos los presos políticos del régimen del Apartheid. Encarcelado por un delito que ningún país democrático sería considerado como tal.
Lo contó sin demasiados dramatismos, pero el impacto en el auditorio fue brutal. Primero, silencio, luego aplausos que duraron una eternidad. Al final, con el público en pie, un representante de la Asociación., venido ex profeso para ello, entregaba a Luyanda Mpahiwa su codiciado premio.
Tal y como lo cuentas, me habría encantado estar ahí