22/03/2017: Desde hace unas semanas, podemos leer en castellano la novela ‘Nubes de lluvia’, escrita por una de las primeras autoras africanas en ser publicada y leida en Occidente, a pesar de que su figura es muy desconocida en España. La buena noticia se la debemos a Palabrero Press, una jovencísima editorial –nacida en Holanda, en 2016- que tiene como objetivo “publicar obras clásicas y modernas que merecen un lugar en el panorama editorial actual”. En ocasiones, traducen al español obras que no estaban en nuestro idioma y a veces reeditan en en ediciones bilingües. En este caso se ha tratado de la primera opción, pues hasta ahora sólo habíamos podido leer a Bessie Head en los relatos recogidos en ‘La coleccionista de tesoros y otros cuentos de los pueblos de Botsuana’, un libro editado por la extinta editorial El Cobre y que ya sólo encontramos en bibliotecas.
Con esta ‘Nubes de lluvia’, Bessie Head nos traslada a Botsuana, donde ella misma se instaló huyendo de Sudáfrica, sin dejar de aprovechar la oportunidad para contarnos lo que estaba sucediendo en su país natal, cuando el mundo todavía no había querido darse cuenta de lo que suponía en Apartheid.
La novela, que tiene buena parte de biográfica, aunque el trasunto de la autora sea un protagonista masculino, tiene lugar en Botsuana, en una diminuta y remota aldea cerca de la frontera con Sudáfrica. Un lugar donde las lluvias son prácticamente inexistentes, donde “las precipitaciones correspondientes a un año entero podían caer en un solo mes, un día o incluso una hora”, y en el que las mujeres viven prácticamente solas, ocupándose de la cosecha, porque los hombres pasan largas temporadas aislados en los campos, pastoreando un ganado famélico que busca inútilmente algo que comer.
Es la aldea de Golema Mmidi y hasta allí llega el protagonista, Makhaya Maseko, tras haber huido de Sudáfrica, donde le esperaba la cárcel. Su crimen no se especifica pero queda claro que era un activista anti Apartheid “Te guardas un papel en el bolsillo done has escrito tu plan de volarlo todo por los aires y te meten en la cárcel antes de que hayas volado nada”. Frente al horror de la violencia y la ignominia de la que viene, Makhaya encuentra en la pequeña aldea de Golema Mmidi una especie de paraíso: no sólo es un lugar tranquilo, además cuentan con el apoyo de un voluntario británico –¡un blanco, nada menos!– que convive con ellos proponiéndoles nuevas fórmulas para el mejor cultivo de sus tierras.
Es la primera novela de Bessie Head y en ella refleja tanto las dificultades de la vida rural en Botsuana como las indignidades del Apartheid en Sudáfrica.
Makhaya, que en Sudáfrica era periodista y no ha tocado un rastrillo en su vida, se convierte de pronto en un entusiasmado de las nuevas técnicas agrícolas, guiado por Gilbert, el voluntario británico, con el que descubre, también, que un blanco puede ser y portarse como una persona. Makhaya se convierte así en mano derecha del británico y en responsable de trasladar los conocimientos a las mujeres de la aldea, con las que conectada fácilmente gracias a su peculiar forma de ser –muy distinta a la de otros hombres- y sus conocimientos del idioma local. El resto del relato lo terminan de completar el viejo Dinorego y su hija María, la viuda Paulina Sebeso, que aparece ya avanzado el libro pero va ganando protagonismo hasta el final, y la entrañable Mma-Milipede, que pone cordura a todo el conjunto.
Es la primera novela de Bessie Head y como casi toda su escritura, incluso aunque trate del exilio, aborda el tema de los efectos del apartheid en Sudáfrica. Un crudísimo y acertado relato de lo que fue el Apartheid y lo que significó para sus gentes sin apenas nombrarlo y en una etapa muy temprana, cuando todavía el mundo no había puesto sus ojos en Sudáfrica. Fue, de hecho, gracias a ella, que se comenzó a conocer esta realidad fuera de su país. Esta novela la escribió por encargo, en apenas un año, para una editorial norteamericana que había leído una de sus cuentos.
“Los horrores de la violación, el asesinato y el derramamiento de sangre en los suburbios formaban parte del pasado de Makhaya (…)
“Las cosas no estarían tan mal si los hombres negros, en bloque, hubieran decidido no aceptar la opresión y no acrecentarla con sus propios tabúes y tradiciones. Nunca llamaría a un hombre blanco ‘bass’ ni ‘amo, así lo mataran de un tiro. Pero todos los hombres negros lo hacían. Lo hacían. ¿Por qué? ¿Para que no los mataran de un tiro? ¿Por qué no morir de un tiro en lugar de ser un muerto viviente, víctima de la humillación? (…)
Lo había visto en los suburbios de todas las ciudades donde los negros se venían obligados a vivir. Allí no era más que un Perro negro: “los perros negros solo pueden entrar por la puerta trasera porque son nuestros siervos”.
Y el protagonista sufre y vive en su cuerpo el odio acumulado por años y años de ignominia: “Porque odiaba al hombre blanco de un modo extraño. No era algo sutil ni taimado ni mezquino sino una acumulación poderosa de años y años y siglos y siglos de silencio”.
Pero, sobre todo, esta novela es un reflejo de la vida rural, de las dificultades y de la realidad de las mujeres en el África austral. Porque también en Botsuana hay opresión, aunque sea menos organizada que en Sudáfrica y venga de la mano del hombre negro. Head no se olvida de ella y la plasma en el retorcido y malvado jefe local, Matenge, que vive a expensas de esclavizar y engañar a su pueblo, al que considera inferior por naturaleza y tradición.
Además, las comunidades se enfrentan también al tribalismo tradicional, que no permite el avance de la ciencia. Asombra ver cómo tan pronto como en los años 60, Bessie Head carga contra algunas tradiciones, como las creencias que impiden a los bostuanos comer o cultivar determinados alimentos que les permitirían vivir mejor. “Gilbert se topó con prejuicios extraños que rodeaban los hábitos alimenticios y los tipos de cosechas que la gente estaba dispuesta a cultivar”. Es el caso del mijo, que crece bien sin agua y resiste a enfermedades pero que las tribus de la clase alta se niegan a comer porque son las que tradicionalmente han alimentado a los más pobres.
Una novela que habla también de desarrollo en términos que bien podrían haber sido escritos hoy: “Para qué hablar de desarrollo y producción alimentaria sin tener en cuenta a quienes de verdad producían los alimentos (o sea, las mujeres)”. Y en las que escarba en las formas que ser, vivir y sobrevivir de la población femenina: “Ningún hombre trabajaba tanto como las mujeres de Botsuana, ya que la responsabilidad de proporcionar alimento a las enormes familias era de ellas” (…)
“Mma- Millipede había aprendido a distinguir las dos formas que tenían las mujeres de relacionarse con los hombres en su país. Una era una relación puramente física (…) Cada mujer tenía seis o tiene amantes,incluido el marido. La otra era más seria y menos habitual. Podía degenerar en una crisis psicológica y en el suicidio por parte de la mujeres porque se asumía que el hombre merecía adoración y esta adoración alcanzaba las proporciones de un régimen de la más peligros naturaleza(…) ¡Mma-Millipede había tenido que coser varios trajes de funerales, así que temía este tipo de relación y daba preferencia, en contra de su conciencia, al primero. Porque era mejor tener un país lleno de mujeres promiscuas que de mujeres muertas, ¿no?”.
Una novela, en definitiva, en la que Bessi Head se refleja a sí misma, pero también a una humanidad que ha de enfrentarse a la arbitrariedad y apoyarse los unos en los otros para sanar la heridas profundas que no se ven a primera vista, intentando disfrutar de los pequeños detalles de la vida.