Tras el ultimátum de la Comunidad Económica de Estados del África Central (CEDEAO) y los últimos avances de los tuaregs en el norte, el capitán Haye Sanogo ha anunciado que devolverá el poder a la sociedad civil tras el golpe de Estado que él mismo protagonizó el pasado 22 de marzo.
Los militares, liderados por Sanogo, habían justificado el golpe por la “inacción” del Gobierno frente a la revuelta armada iniciada por los rebeldes tuaregs en el norte del país -un movimiento liderado por el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) que en tan sólo dos meses había conseguido tomar varias ciudades del norte del país- pero la realidad es que la asonada militar terminó beneficiando a los rebeldes, que han aprovechado el vacío de poder en Bamako para avanzar más rápido si cabe llegando a apoderarse de Tombuctú, la ciudad más importante de toda la zona que reclaman –el territorio Azawad. Los rebeldes han asegurado en un comunicado que con la conquista de la histórica ciudad de Tombuctú dan por terminado su avance, dando a entender que no continuarán hacia el sur y pidiendo a la Comunidad Internacional que no intervenga.
De quedarse las cosas como están, esto supondría la división de facto del Estado de Mali, pero nadie se atreve de momento a hablar de ello como una opción. Lo más normal sería que Bamako reaccionase e intentase recuperar el territorio perdido, pero ahora mismo en la capital se viven momentos inciertos.
Para empezar, no se sabe aún en qué consistirá esa “devolución del poder a la sociedad civil”, ni cómo se estructurará esta transición. Lo que sí parece claro es que el Golpe de Estado no respondía a un complot verdaderamente organizado. Más bien, muchos analistas señalan que habría surgido de forma inesperada a partir de una manifestación de soldados rasos por las calles de Bamako, sin contar con el apoyo de los militares de mayor graduación, ni de las fuerzas opositoras ni de las potencias extranjeras. De esta opinión es el antropólogo americano Bruce Whitehouse, quien se pregunta en su blog: ¿qué es lo que buscan estos chicos? Y se responde así: “Dudo que su objetivo sea quedarse con el poder. Más bien, creo que simplemente vieron el camino abierto y se lanzaron por él sin tener la preparación suficiente ni ser plenamente conscientes de las consecuencias”.
En esta situación, Mali se encuentra ahora bastante peor que hace unas semanas. El país, que había vivido dos décadas de democracia estable y que para este 29 de abril tenía prevista la primera vuelta de unas elecciones legislativas a las que el presidente Amadou Toumani Touré no se iba a presentar, se enfrenta ahora al proceso secesionista del Norte y a la división ciudadana entre quienes apoyaban a los golpistas y los que estaban contra ellos.
Pero sin duda, el problema que más preocupa es el primero, el del avance de la rebelión en el norte. Y no sólo a Mali, sino también a otros países de su entorno –como Mauritania, Argelia o Níger- donde también habitan los tuaregs, una población que durante décadas se ha visto agraviada frente a sus vecinos y que se siente diferente a ellos por motivos históricos y culturales.
¿Quiénes son los rebeldes Tuareg?
El movimiento tuareg, que ha asombrado a todos por su capacidad de acción y rapidez de movimientos desde el levantamiento el pasado 17 de enero, no es en realidad nuevo. Los conflictos entre el gobierno central de Mali y los pueblos tuaregs han sido constantes desde el mismo momento en el que el país logró la independencia; pero en estos momentos se han dado las circunstancias precisas para reavivar su surgimiento:
– La guerra en Libia supuso un aumento exponencial de armas en toda la región , especialmente en el caso de los tuaregs, algunos de los cuales combatieron en la vecina Libia a las órdenes de Gadafi –cuyo poder e influencia eran muy fuertes en todo el continente y que incluso llegó a hacer un llamamiento activo a este grupo en su defensa.
– La hambruna en el Sahel. Las organizaciones que trabajan en la zona ya han alertado de que la región se enfrenta a una catástrofe humanitaria como la que afectó al Cuerno de África hace unos meses. Esto puede haber influido en el apoyo popular a los rebeldes, que se quejan, no sin razón, de haber sido históricamente aislados en los –pocos- planes de desarrollo del gobierno y en el reparto de ayudas. A su vez, la inseguridad en la zona agrava sin duda la situación y según ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), en febrero ya eran unas 130.000 las personas que habrían huido del norte de Mali hacia países vecinos por los enfrentamientos y la falta de alimentos. Hoy, se calcula que el número ha aumentado hasta los 200.000.
– Una historia de enfrentamientos: El enfrentamiento entre los tuaregs y el gobierno de Mali ha pasado por diversos estadios, con conflictos abiertos hasta en cuatro ocasiones, y no ha llegado a cerrarse nunca debido a los precarios acuerdos de paz.
– ¿El posible apoyo francés? El largo historial de actuaciones del Hexágono en sus ex colonias hace que, ante cualquier movimiento, París se encuentre siempre en el ojo punto de mira. En este sentido, la revista Jeune Afrique, un referente en información africana desde su creación, en 1960, se preguntaba hace unos días por qué Mali sospecha de un doble juego de Francia en la rebelión tuareg? Según el artículo [del 9 de marzo, antes del golpe de Estado], existiría la posibilidad “de que Francia y la OTAN hubieran llegado a un compromiso con los tuaregs: apoyo para sus reivindicaciones en Mali a cambio de que abandonaran la lucha en Libia”. De momento, ningún analista de peso ha confirmado esta cuestión, por lo que habrá que esperar acontecimientos.
A todo ello se suma un último y grave elemento: la presencia de Al Qaeda en el Magreb Islámico, un añadido para la desestabilización de la zona, que preocupa y mucho a la Comunidad Internacional. Una amenaza a la que el gobierno de Mali difícilmente puede hacer frente, tal y como explicaba el presidente Amadou Toumani Touré en una entrevista en Radio France Internacional, antes de ser depuesto: “La guerra contra el terrorismo no es solo militar, es un problema de desarrollo, de seguridad y de defensa”, aseguró, a la vez que reclamaba una “respuesta transfronteriza” porque “un solo país no tiene los medios suficientes”. La organización terrorista aprovecha la porosidad de las fronteras, la facilidad para el tráfico de armas y el escondite perfecto que les ofrece el inmenso desierto del Sáhara para extenderse a sus anchas por el norte del país.