Ahora que está de moda hablar de deporte en Sudáfrica y de lo que significó esa final del Mundial de Rugby de 1995 y lo que supuso el papel de Mandela –tan brillantemente interpretado en la película de Clint Eastwood, Invictus, por Morgan Freeman- me gustaría recomendar otra cinta, mucho menos conocida y con un presupuesto cien veces inferior, que recuerda lo importante que fue otro deporte, el fútbol en este caso, para levantar la moral de los prisioneros de Robben Island, y de la que surgió la Asociación de Fútbol de Makan.
También basada en hecho reales, More than just a game es una mezcla entre documental y película de ficción en la que los protagonistas van recordando cómo consiguieron crear una Liga de Fútbol en la temida prisión.
La dramatización no es muy buena, y en realidad le falta mucho para ser una película como tal, pero como tampoco existe material de archivo suficiente para ser un documental, los productores dieron luz a una mezcla en la que lo más importante es en realidad el testimonio de los presos y la historia que cuentan.
"El fútbol nos servía para evadirnos de las penurias del día a día"
Comenzaron a jugar al fútbol con pelotas de papel y de trapo hechas por ellos mismos, “cualquier cosa valía”, y luego vino la petición: cada semana durante años la única petición de este grupo de presos fue que les dejaran “jugar al fútbol los sábados”.
Lo de la petición es algo muy característico del Apartheid que, si por un lado era brutal e irracional, por el otro pretendía dar una apariencia de régimen garantista y absoluta legalidad, por lo que los presos tenían derecho a redactar peticiones, entrevistarse con el director de la cárcel y exigir el cambio de las reglas que consideraban más injustas.
“Así hacíamos la resistencia”.
Así, durante dos años, la petición se repetía una y otra vez. Hasta que por fin, en 1967, consiguieron permiso para jugar al fútbol con un balón comprando utilizando “los 20 céntimos que cada uno ganábamos al mes picando piedra”.
Con ello, se consiguió algo que iba mucho Más allá del juego y que sirvió para promover el compañerismo, la ilusión y la esperanza entre estos presos que, durante toda su vida, habían vivido sumidos en la más absoluta injusticia.
“No creo que me equivoque si digo que a muchos de los que estábamos en la isla,
el fútbol nos salvó”